jueves, 18 de diciembre de 2008

El distrito de Sinistra

Clave de lectura: Lo absurdo y lo cotidiano se dan la mano en Sinistra.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Una página más, sólo una. Bueno, otra. Y otra...
Música: Túrót eszik a cigány, de Zoltán Kodály ♪♪♪
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Portada del libro El distrito de Sinistra, de Ádám Bódor.

Hasta que el estrés acabó con el intento, aguanté casi tres años de mi vida estudiando húngaro. Y digo estrés porque no os hacéis una idea de lo difícil que resulta este idioma.

No tiene relación con ningún otro en el mundo, aparte de reminiscencias con el estonio y el finés. Bueno, y con ciertas curiosidades siberianas como el ostiaco, el vogulo y tal.

Incluso existe un dicho: El diablo inventó el húngaro estando borracho y cuando despertó había olvidado las reglas.

Si sumamos todo lo sumable, el húngaro lo hablarán unos trece millones de personas. Pues bien, hoy mencionaré a un escritor de ese espacio cultural: el rumano de Transilvania Ádám Bodor.

En El distrito de Sinistra nos narra la extraña vida de los habitantes de un lugar aislado por inmensos bosques y sujeto al ataque del constipado tungúsico. Allí llega un día el protagonista en busca de su hijo adoptivo, sin saber lo que le espera.

Por lo pronto, las autoridades competentes le asignan un nuevo nombre, Andrei, y los empleos que deberá tener en lo sucesivo: recolector de frutos silvestres, fotógrafo, peón caminero, guardacadáveres...

Uno de los días más afortunados de mi vida, aquel en que Elvira Spiridon, la del trasero aterciopelado, se vino a vivir conmigo, me encontré con el enano Gábriel Dunka a primera hora. En Dobrin City, donde por aquel entonces, mal que bien, ambos vivíamos, era uno de los pocos que poseían autorización para guardar tijeras en casa; si podía, iba a verlo cuando necesitaba contarme algo. Como habían expulsado al único barbero, al compañero de Aranka Westin, acudía a casa del enano porque me pelase cuando el pelo me cubría el cuello.

Podéis imaginaros que su pauta principal es el sentido del humor, muy irónico, característica que se puede encontrar en creadores que han vivido bajo regímenes totalitarios.

Al no poder expresarse de forma abierta, les gusta jugar con los temas y las palabras, para que el lector adivine por sí mismo el significado cómplice del texto.

En mi apreciación, uno de los típicos libros de «voy a leer un poco más antes de irme a dormir». Y luego te dan las tantas de la madrugada despierto.


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