jueves, 29 de octubre de 2009

Trenes rigurosamente vigilados

Clave de lectura: Tragedia y comedia en los ferrocarriles checos.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: El Moldava, de Bedrich Smetana ♪♪♪
Portada del libro Trenes rigurosamente vigilados, de Bohumil Hrabal.

Hoy nos visita un escritor de los buenos, buenos de verdad: Bohumil Hrabal, representado por su novela Trenes rigurosamente vigilados.

El protagonista, Milos, se reincorpora al servicio ferroviario después de una temporada bajo observación psiquiátrica. Tiene novia, la revisora Mása, pero su primera experiencia íntima fue un desastre debido a que «se quedó mustio como un lirio», lo cual le condujo a un frustrado intento de suicidio.

No sufre el mismo problema su compañero de trabajo, el factor Hubicka, como demuestra en colaboración con la radiotelegrafista Zdenka, a quien estampa en el trasero los entintados sellos de la estación.

El asunto trasciende, llega a altas instancias y, dado que se trata de sellos oficiales, el mismísimo director de los ferrocarriles del Estado crea una comisión para examinar el «cuerpo de delito». Hay que tomar las pertinentes fotografías.

Por su parte, el jefe del lugar, colombófilo empedernido que anda de aquí para allá cubierto de palomas, teme que los escándalos de sus subordinados perjudiquen sus posibilidades de ascenso a inspector.

También debe evitar cualquier maniobra errónea con las agujas que pudiera retrasar en lo más mínimo la marcha de los trenes militares alemanes hacia el frente, ya que sería considerada como acto de sabotaje por los poco simpáticos SS que los escoltan.

Y finalmente entra en juego la resistencia checa, cuyo objetivo es precisamente cortar el vapor de las locomotoras enemigas.

Tragicómica, con el ominoso escenario de las desgracias de la guerra planeando en todo momento sobre los personajes, pero con un humor no menos omnipresente, mi impresión es entusiasta. ¡Obra de bandera!

Así que no olvidéis meter a Hrabal en el equipaje. Hará vuestras delicias en medio de cualquier traqueteo de vía ancha o estrecha.

¡Pasajeros, al tren!


sábado, 17 de octubre de 2009

El beso

Extrañamente, me cruzo con pocas personas en las anchas escaleras. Y apenas con dos o tres en esa habitación.

En determinado momento, me quedo solo. Incluso el vigilante ha desaparecido de su esquina, dirigiéndose hacia la sala contigua.

Solo con ellos, frente a frente.

Él sostiene su cabeza, rodeándola con ternura, en contraste con el cuerpo poderoso que se adivina bajo la túnica de oro.

Ella, arrodillada sobre un manto de hierba y flores, corresponde al abrazo, ofreciéndole además la mejilla.

Él posa allí sus ocultos labios.

Ella cierra los ojos y, en ese instante...

Una voz desde la puerta avisa de que el museo cierra en diez minutos.

Diez minutos más junto al Beso de Klimt.

El tiempo se detiene...


miércoles, 14 de octubre de 2009

En tierras bajas

Clave de lectura: Vidas grises en una comunidad gris, contadas por una Premio Nobel.
Valoración: Hay que tener paciencia... ✮✮✩✩✩
Música: When Lilacs Last in the Dooryard Bloom'd (Preludio), de Paul Hindemith ♪♪♪
Portada del libro En tierras bajas, de Herta Müller.

¡Noticia, noticia! ¡Herta Müller, Premio Nobel!

Ah, pues he leído un par de cosas suyas. Por ejemplo, En tierras bajas.

¿Una sola palabra para clasificarlo? Hum, una no es suficiente, elijamos tres: raro, raro, raro.

Se trata de una quincena de relatos en los que en vano buscamos una línea, un inicio de la trama, un desarrollo, un desenlace. No, son como un inmenso lienzo con multitud de escenas, que la autora va describiendo centímetro a centímetro.

Los personajes, muchas veces sin nombre propio (mamá, papá, el abuelo...), son descendientes de colonos medievales suabos que se establecieron en la actual Rumanía, en poblaciones endogámicas, sin capacidad para sustraerse a la grisura existencial.

Ahora bien, en ausencia de un argumento concreto, de un «contar algo», lo que no se le puede reprochar a nuestra autora es falta de recursos lingüísticos, ya que despliega una apabullante capacidad para llenar páginas y más páginas hasta que considera que el cuadro está completo.

De hecho, consigue que esas mil escenas no se repitan por mucho que todas hablen de lo mismo, que todas compartan el contenido de angustia e inevitabilidad del destino.

Y, con la fuerza moral que le da el galardón, si habiendo alcanzado la mitad del libro empieza a notarse cierto deseo de terminarlo cuanto antes..., habrá que achacarlo a la poca paciencia del lector.

A ver quién gana el año que viene.


viernes, 9 de octubre de 2009

El libro

Cielo nuboso desde la ventanilla del avión.

El avión está ya a pocos metros de tomar tierra en Delhi. Cierro el libro.

De repente, el piloto mete gas a fondo. Las turbinas responden encabritándose como tigres de Bengala. La aceleración nos pega literalmente a los respaldos, igual que en las pelis de astronautas.

Rumores de inquietud comienzan a extenderse por la cabina. La voz del comandante a través del interfono nos comunica que, debido a los monzones que nos zarandean sin reposo, daremos unas cuantas vueltas más.

Ah, pues muy bien, tenemos tiempo. Abro el libro.

Flaps otra vez en posición, superficie alar extendida, tren de aterrizaje fuera… Segundo intento. Cierro el libro.

Me dispongo a quitarle el envoltorio a un caramelo cuando el libro, que reposa sobre mis rodillas, cobra vida y aparece a la altura de mis ojos.

Durante varios segundos, el tomo (trescientas y pico páginas, tapa dura) flota frente a mí cual grácil ave del paraíso.

¿Y por qué esa sensación de que mi cuerpo también pelea por escapar del asiento, en dirección al techo? ¿Y ese sabor a higadillos que inunda mi paladar?

Lo que antes estaba abajo aparece de repente arriba.

El coro de chillidos alrededor, un si bemol agudo de cien gargantas al unísono, le añade más curry al asunto.

Tras volver la gravedad a su cauce, la voz vuelve a surgir de los altavoces. Muy entrecortada, eso sí. Nerviosa. Dice no sé qué de huracanes, falta de sustentación, descenso súbito, bla, bla, bla. Mejor nos desviamos a otro aeropuerto a esperar que la naturaleza atempere su malhumor.

Ni se me ocurre volver a tocar el libro. Ni abrirlo ni cerrarlo. Prefiero contribuir de la forma más práctica posible a los esfuerzos del piloto y así tener la oportunidad de estar hoy aquí, contando la historia.

Empiezo a cantar: hare Krishna, hare Krishna, hare, hare...

sábado, 3 de octubre de 2009

El fuego

Clave de lectura: Sueños, miedos y realidades tras pisar una mina.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Storms in Africa, de Enya ♪♪♪
Portada del libro Jugar con fuego, de Henning Mankell.

¿Por qué una niña africana no habría de correr y saltar junto al camino que lleva a su poblado? ¿No haría lo mismo cualquier niño del mundo?

Cuando crezca, ¿tendrá acaso algo de raro que se fije en ese chico que pasa regularmente cerca de su cabaña, a la luz de la luna?

Y cuando, recién nacida su tercera hija, empiece a notar cosas raras en el comportamiento de su marido, como si hubiera perdido el interés hacia ella, ¿no se angustiará de que quizá haya encontrado a otra más atractiva, alguien con un hermoso cabello trenzado, alguien… con piernas?

La trilogía del fuego —El secreto del fuego, Jugar con fuego y La ira del fuego—, del sueco Henning Mankell, es mucho menos conocida que sus libros sobre el inspector Wallander, base de su fama mundial.

Pertenece a una serie de títulos «comprometidos», por así decirlo, en los que el autor se aleja de escenarios europeos para dar voz a quienes viven en zonas donde el día a día resulta casi un milagro.

Él mismo declaró que estas novelas están basadas en una persona real, que Sofía, la protagonista, es de carne y hueso y que, cuando era pequeña, pisó una mina.

Tuvo suerte, sin duda, porque la hermana que jugaba a su lado no sobrevivió. A cambio, dejó en ofrenda parte de su cuerpo. Y tuvo que aprender que el miedo es un compañero inseparable del ser humano. Miedo a cada nuevo despertar.

Pero también lo es el espíritu de desafío, negarse al abandono, ir más allá de lo que los cuchicheos de escéptica compasión anticipan. En las colisiones cotidianas entre ambos sentimientos, temor y esperanza, lo que se dirime es algo tan sencillo, y tan complicado a la vez, como una búsqueda que todos compartimos.

La búsqueda de la felicidad.


miércoles, 30 de septiembre de 2009

Las tinieblas

Clave de lectura: Búsqueda de un «hombre bueno» en un burdel.
Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: Flores nocturnas, de Silvio Rodríguez ♪♪♪
Portada del libro Las tinieblas, de Leonid Andréyev.

En Las tinieblas, de Leonid Andréyev, Liuba consigue hacer que se tambalee la existencia de su obligado cliente ocasional, Alexéi.

Él es un revolucionario en la Rusia de los zares que en breve va a arrojar una bomba. Pero, con el aliento de la policía en el cogote, rodeado de espías y confidentes, necesita descansar unas horas si no quiere fracasar en la misión.

Para ello se le ocurre entrar en una casa de lenocinio, alquilar los servicios de una de las chicas y utilizar la cama de forma poco convencional: para dormir.

Su desventura llega cuando elije a alguien con un carácter y unas reacciones peculiares, que busca a un «hombre bueno» como meta vital.

¿Será él el esperado, con su revólver en el bolsillo y que nunca ha catado labios de mujer? ¿Qué efectos tendrá en ambos ese encuentro?

Mordaz y desesperanzado, Las tinieblas entra sin problemas en la categoría de recomendable.


lunes, 21 de septiembre de 2009

Eternidad

Barcos sobre un horizonte gris acerado.

Mis ojos siguieron a un pequeño barco que se alejaba de la costa. El cielo era de acero, con jirones de luz intentando romper su cerco, casi exangües.

A cada empuje de las olas, a cada golpe de respiración de la marea, las aguas componían su mensaje sonoro, siempre el mismo, siempre diferente.

Notas primigenias, acordes como aquellos que duermen ocultos dentro de nosotros, procedentes de lo que no es memoria, de lo que en algún momento no fue aún conciencia de existir, pero tampoco la nada.

Como la música que debimos de escuchar antes de nacer y quizá volveremos a hacerlo en nuestro viaje de retorno.

Latidos de eternidad...

jueves, 17 de septiembre de 2009

¡Piratas!

Barco pirata preparándose para el abordaje.

Al amparo de la sorpresa, el Zephyr se aproximó por la popa del buque anclado. Ni un centinela sobre las vergas, qué imprudentes. Quizá dormitaran en el sollado, reponiéndose de la mar gruesa sufrida la noche anterior.

Nosotros, sin embargo, teníamos los ojos bien abiertos ante el apetitoso botín. Agarrados a las jarcias, nos girábamos de hito en hito hacia el capitán, que manejaba con pericia el timón.

Me adelanté hasta el bauprés, donde la bandera del cráneo y las tibias mostraba claramente nuestras intenciones. Me humedecí los labios. Sabían a salitre y ansiedad.

El viento nos impulsaba con fuerza, tanto que, a una orden del segundo, media docena de brazos se dispusieron a recoger trapo. No deseábamos encallar en algún bajío o arriesgarnos a colisionar contra el casco cada vez más cercano.

Un navío francés: los colores de Saint-Malo ondeaban en lo alto de su mástil. Hasta el graznar de las gaviotas se asemejaba ya al tintineante sonido de sus luises de oro. Faltaban solo unos segundos para poder disparar, solo unos segundos... Ahora, ahora, ¡AHORA!

El cabeceo del bergantín hacía difícil encuadrar con pulso firme, pero confié en mi buena estrella cuando apreté el botón. El obturador de la cámara se abrió y cerró con un chasquido.

Esa noche me acosté en la estrecha litera, abrí el ojo de buey y dejé que la voz de la brisa me cantara. Debía estar descansado para nuevas correrías.

sábado, 5 de septiembre de 2009

La mujer de la arena

Clave de lectura: Los destinos de un hombre y una mujer, unidos para que retroceda la arena.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: La mujer de la arena, de Toru Takemitsu ♪♪♪
Portada del libro La mujer de la arena, de Kôbô Abe.

El argumento de esta novela del japonés Kôbô Abe es originalísimo.

Un profesor de escuela, aficionado a la entomología, va en busca de nuevos insectos. Al llegar a un pueblo de pescadores, estos le convencen para pernoctar en casa de una joven viuda, situada en una depresión del terreno entre las dunas.

Al amanecer, cuando desea marcharse, ve con sorpresa que la única manera de hacerlo es con escalas de cuerda lanzadas desde el exterior, pero ni los vecinos ni la anfitriona están dispuestos a ayudarle.

Es necesario que alguien trabaje junto a ella para mantener a raya a la arena, cavando sin descanso, jornada tras jornada, si quieren que el pueblo no desaparezca tragado por su avance.

Es necesario que haya un hombre para La mujer de la arena.

El profesor no encuentra sentido a lo que le ocurre. Él no desea quedarse ahí prisionero, tiene su vida en la ciudad, su trabajo, su familia…

Por otro lado, no puede evitar la progresiva atracción por su nueva compañera, y el calor que señorea el lugar, así como el fino polvillo que se pega continuamente a sus cuerpos, contribuyen a perturbar cada vez más sus sentidos.

¿Se rebelará? ¿Intentará escapar como sea? ¿Sucumbirá a la situación?

Gran obra, sin duda, de las que se recuerdan, de las que gusta regalar, con una poderosa carga simbólica a la vez que un hermoso y sensual lenguaje.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

Fraternidad

Frescos del palacio de Versalles.

En los servicios de caballeros se dan a veces situaciones de las que tampoco desvelaré demasiado, por no traicionar en público los misterios propios de mi sexo. En todo caso, una de las características de estos espacios es el imperio de la democracia.

Todos puestos en fila, de cara a la pared, sin favoritismos, con igualdad absoluta inter pares. Se espera por exquisito orden de llegada, se saluda a los compañeros de derecha e izquierda con versallesca cortesía y se fija la mirada en un punto indefinido que nos empuje a la meditación, al desprendimiento de lo superfluo, al nirvana.

Porque, despojados temporalmente de galones, del estatus social, de las diferentes vías del tren por las que se conducen nuestras vidas, ¿qué nos queda en ese preciso momento? En los servicios, ¿no estamos hechos de la misma pasta?

Altos o bajos, gordos o delgados, triunfadores o escritores de blog, ¿no buscamos básicamente igual meta, descubrir nuestro lugar en el ignoto plan de la existencia? Es entonces cuando desearíamos abrazar a nuestros hermanos, fundirnos en un canto general, hacernos uno con el universo...

Por desgracia, a los pocos segundos creemos tener algo importante entre manos, dejamos pasar la oportunidad y caemos de nuevo en lo material. El ruido huracanado del secador que se ancla en la pared termina de borrar aquellas buenas vibraciones.