En los servicios de caballeros se dan a veces situaciones de las que tampoco desvelaré demasiado, por no traicionar en público los misterios propios de mi sexo. En todo caso, una de las características de estos espacios es el imperio de la democracia.
Todos puestos en fila, de cara a la pared, sin favoritismos, con igualdad absoluta inter pares. Se espera por exquisito orden de llegada, se saluda a los compañeros de derecha e izquierda con versallesca cortesía y se fija la mirada en un punto indefinido que nos empuje a la meditación, al desprendimiento de lo superfluo, al nirvana.
Porque, despojados temporalmente de galones, del estatus social, de las diferentes vías del tren por las que se conducen nuestras vidas, ¿qué nos queda en ese preciso momento? En los servicios, ¿no estamos hechos de la misma pasta?
Altos o bajos, gordos o delgados, triunfadores o escritores de blog, ¿no buscamos básicamente igual meta, descubrir nuestro lugar en el ignoto plan de la existencia? Es entonces cuando desearíamos abrazar a nuestros hermanos, fundirnos en un canto general, hacernos uno con el universo...
Por desgracia, a los pocos segundos creemos tener algo importante entre manos, dejamos pasar la oportunidad y caemos de nuevo en lo material. El ruido huracanado del secador que se ancla en la pared termina de borrar aquellas buenas vibraciones.
3 comentarios:
escribes muy bien, lo sabias? has hecho pasar por mi cabeza cada imagen detallada, ha sido alucinante ;-)
Yo cuando voy apurada envidio mucho los servicios de caballeros, porque lo despachan todo mucho mas rapido y la cola disminuye al doble de velocidad. En general prefiero los de señoras, claro está, pero cuando la necesidad apremia el de caballeros se me representa como el ideal. Fijese, no sabía yo que encima se detenían en todas esas disquisiciones. Se ve que llevan menos tiempo que detenerse a retocar el maquillaje.
Buenas noches, monsieur
Bisous
Coincidí una vez con un admirado director de mi empresa; admirado por su jovialidad, simpatía, y saber mandar sin humillar. Se tiró una sonora ventosidad y ante mi admiración dijo: 'Si no es aquí, no me lo voy a tirar en la sala de reuniones'
Al mirar al otro lado, otra persona le mirada como diciendo que no se lo esperaba de una persona como ella. Así que dijo: 'Siento desilusionarte, pero los dioses también peen, entre otras cosas'
Desde entonces creo que para conocer bien a un varon, hay que coincidir con ella en los urinarios.
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