Valoración: Sí que es un disgusto, sí ✮✮✩✩✩
Música: El sueño de una noche de verano (Obertura), de Felix Mendelssohn ♪♪♪
Hormigón, de Thomas Bernhard, es una novela con cierto prestigio crítico. A pie de página os dejo un par de enlaces favorables a su causa en blogs que sigo1.
Además, me la recomendó personalmente alguien que aspira a ser escritor. Se trataría de un modelo a imitar, según me dijo. La puso por las nubes.
A pesar de padrinazgos tan prometedores, tras leerla me temo que despierta en mí impresiones opuestas. Consigue pulsar el botón del «modo cascarrabias».
Su horripilante pesadez casi me vence los párpados.
El protagonista, Rudolf, desgrana en un soliloquio la infelicidad que le aqueja. Intenta redactar la biografía de Mendelssohn, el gran compositor romántico, pero por unas razones u otras se encuentra encallado.
Dichas razones podrían resumirse en su carácter misántropo: no está cómodo en compañía de nadie ni le gusta hacer nada.
Sobre todo, le irrita que su hermana Elisabeth no pare de entrometerse. Ella debe de ser la causa que le impide avanzar, con su carácter tan contrario al arte. Aunque tampoco se vea capaz de cortar lazos.
Y el desagrado existencial termina encauzándose en un escaso aprecio hacia su misma persona. La neurosis es la dueña de cada día. La obsesión. El amor-odio imposible de resolver.
Por otro lado, gracias a la herencia de sus padres no sufre de problemas materiales. Decide entonces viajar desde su residencia austriaca de Peiskam a Palma de Mallorca, lugar que conoce bien.
Pero es que —con vuestro permiso, interrumpo aquí la sinopsis, me da lo mismo que el argumento continúe si lo hace hacia la nada— tantas angustias lo único que me transmiten es incredulidad. No consigo descifrar el derrotero de esta historia. Cualquier sentido, ni lógico ni empático.
Deduzco que el autor quiso escribir la proverbial «gran obra» sobre la tragedia de la vida, llena de reflexiones trascendentales en cada coma y, de tan «profunda», se convirtió en insondable.
Ayuda al fastidio el conglomerado estructural, de párrafos eternos, repetitivos, deslavazados, rebeldes a la ortografía —¿rebeldes sin causa?— que exhibe como marca personal. Con fuerza de voluntad alcanzo la última página, pero… ¡¿Modelo a imitar?! Modo cascarrabias con las luces rojas intermitentes.
En definitiva, héroe o villano, vistas las discrepancias de criterio, solo a cada uno de vosotros, si os acercáis al texto de Bernhard, compete la última palabra. Todos hallaréis vuestra verdad.
1 Reseña en Desde la ciudad sin cines. También en Un libro al día.