Echémosle un ojo a las Acciones de la guerra de los Treinta Años, de William P. Guthrie. ¿Otra vez?, diréis los habituales de la casa. ¿Pero no había aparecido ya este libro por aquí?
Bueno, solo en parte. Los volúmenes anteriormente comentados fueron las Batallas de la guerra de los Treinta Años, circunscritos a los escenarios centroeuropeos del conflicto.
Para completar el mapa, el autor estudia ahora las campañas llevadas a cabo en Europa oriental, el Báltico, Italia y Francia.
Empieza por quizá las más interesantes en cuanto a potencial desconocimiento del lector: aquellas que asolan Polonia, Lituania, las ciudades del norte de Alemania y alrededores.
En la primera mitad del siglo XVII, la Confederación Polaco-Lituana ejerce su dominio sobre amplios territorios. Y es por ello objeto de apetencia de vecinos como el Imperio ruso, los turcos o, en especial, la ambiciosa Suecia.
Los reyes polacos se defienden con denuedo, si bien la falta de ejércitos permanentes les impide aprovechar los eventuales éxitos más allá de treguas a corto plazo.
Moscú queda de momento a un lado debido a las crisis dinásticas internas (el falso zar Dimitri, el operístico Boris Godunov...). Y para combatir a la Sublime Puerta cuentan con los aliados cosacos.
Por su parte, los hoy tranquilos escandinavos no lo son por entonces tanto. Ya han tenido choques constantes en la zona de Livonia y un nuevo monarca quiere desequilibrar la balanza.
Gustavo II Adolfo, el León del Norte, anda a malas con su primo Segismundo (quien, sobre el papel, disfruta de igual derecho al trono de Estocolmo que al de Varsovia) y ensaya a su costa las tácticas que habrán de llevarle hasta la exitosa jornada de Lützen, unos años más tarde, frente a los imperiales.
En cuanto a los campos de batalla de Italia y Francia, la partida se disputa entre la Monarquía Hispánica y su mortal enemigo, el maquiavélico Richelieu. Ambos con sus respectivos —y tornadizos, según las circunstancias— aliados locales: Milán, Génova, Saboya…
Al cardenal le interesa cerrar el «Camino Español» que conecta Flandes con el Mediterráneo, y a Madrid le es vital mantenerlo. Gastando lo menos posible, eso sí, que los galeones de Indias no dan abasto en sus bodegas para pagar tantos frentes.
Aunque gastar lo justo implica disponer de menos tercios de los aconsejables, llegado el momento. En la complicada orografía italiana parecen a menudo a punto de prevalecer, pero… Unas veces van hacia adelante, atacando con uñas y dientes, y otras hacia atrás, defendiéndose con dientes y uñas.
La Fronda, el conflicto que golpea las tierras galas tras las muertes de Richelieu y de Luis XIII, constituye quizá la última oportunidad para Felipe IV. Incluso el Gran Condé, el más prestigioso de los generales, vencedor en Rocroi, se pasa al bando peninsular. Victoria brillante en Valenciennes… y derrota final en Las Dunas.
Al igual que en sus tomos previos, Guthrie mantiene un alto nivel para explicarnos el panorama geoestratégico, los intereses y argumentos de cada corona involucrada en la sangría. Y a continuación desmenuza los choques aportando todos los datos disponibles: número de infantes, de caballos, de cañones, moral, orden de batalla, terreno, líderes, movimientos…
El ciclo se cierra de esta manera con nota.