martes, 21 de febrero de 2023

Eugenia Grandet

Clave de lectura: Los amores de Eugenia y Adolphe. El padre de ella por medio.
Valoración: De indiferente para abajo ✮✮✩✩✩
Música: Anacreón (Obertura), de Luigi Cherubini ♪♪♪
Portada del libro Eugenia Grandet, de Honoré de Balzac.

Antes de que mi conciencia sensata me persuada de lo contrario, lo anoto aquí con todas sus letras: no me gusta Eugenia Grandet.

Tampoco es que me eche para atrás, aclaro, la pluma de Honoré de Balzac tiene un peso importante. Pero en ningún caso añadiré este libro a mi lista de clásicos universales.

Para convencerme a mí mismo, he de definir primero qué atributos rodean a un clásico universal que se precie.

La atemporalidad. Que los personajes, sus formas de pensar, sus actos, sus diálogos, la historia que nos cuentan, pertenezcan a la complejísima psique humana de cualquier tiempo, más allá de que se vistan con túnicas, gorgueras o sombreros de copa, según quiera ambientarlos el autor.

Que se encuentre por encima de las convenciones. Que nos arranque una exhalación de sorpresa. Que se nos meta dentro y nos atrape, haciendo surgir tras nuestra piel un mundo tan real —o más real, o el único real— que lleguemos a dar de lado, insomnes, aquel al que se aferran de diario los sentidos.

¿Por qué atreverme entonces a empujar a la Grandet desde unas alturas a las que tantos lectores de dos siglos acá la han aupado?

A mi juicio, esta novela solo cumple a medias con los valores exigibles, aunque estos sean metafóricos. El resto de su contenido se somete a premisas hoy anticuadas.

Por ejemplo, no presento quejas sobre la descripción que hace monsieur de Balzac de la emergente sociedad burguesa, donde la astucia comercial y el dinero se convierten en aspiraciones absolutas y la caduca sangre azul del ancien régime intenta emparentar con los recién llegados para no perecer.

También, en justicia, Grandet padre brillaría en un podio de avaros ilustres. Y secundarios como la criada Nanon o los pretendientes que conspiran por la mano de la joven Eugenia se perfilan con trazo firme.

Lo que ocurre es que, ay, ni ella ni su primo Adolphe pasan el corte de personajes polifacéticos. Me aburren.

Esa mujer virginal, pura y suspirante, dispuesta a esperar al príncipe azul igual que un objeto espera expuesto en un escaparate… Ese petimetre llorica que acaba yéndose a capturar unos cuantos esclavos cuya venta le devuelva la dignidad financiera con que reclamarla…

Estereotipos. Retratos tan acartonados que los pilares sobre los que se apoya la trama se agrietan sin remedio.

Cuando los protagonistas y sus problemas causan tal indiferencia… ¡En fin!


martes, 14 de febrero de 2023

Brujos, reyes e inquisidores

Clave de lectura: Brujas buenas, Inquisición mala.
Valoración: Suspende ✮✩✩✩✩
Música: Las brujas de Eastwick, de John Williams ♪♪♪
Portada del libro Brujos, reyes e inquisidores, de Emilio Ruiz Barrachina.

Brujos, reyes e inquisidores se queda muy lejos de los ambiciosos objetivos que declara. Al menos, a mí me lo parece.

Expone Emilio Ruiz Barrachina que la persecución histórica de la brujería por el fanatismo religioso es exactamente lo mismo que el ejercicio actual de la violencia por las clases dominantes para mantener su estatus en el orden capitalista.

El problema de fondo de esta tesis es la escasa solidez de la lógica que maneja el autor. La ilación hace aguas. Más que un discurso científico, parece un alegato de filias y fobias personales.

Comienza planteando la evolución del Cristo perseguido al perseguidor, ya que la iglesia católica, existiera realmente o no la figura a la que adora, tuviese carácter divino, humano o un refrito de ideas sacadas del mito de Osiris-Dioniso, lleva en su seno la semilla de fuerzas oscuras. Pablo de Tarso se erige en el sumo sacerdote umbrío.

Lo que más interés despierta en el primer bloque es el triunfo de la literalidad a la hora de interpretar las escrituras sagradas, que avasalló a las corrientes alternativas representadas por el gnosticismo.

Pasa a continuación a analizar la figura de los brujos, cuyos atributos son reconocibles en culturas de varios continentes, pero que entraron en la fama popular a partir del Malleus Malleficarum, compendio de artes nigrománticas editado en la Edad Media europea. Aquelarres diabólicos, pócimas, maldiciones, vuelos nocturnos…

Aunque, más que los brujos, las verdaderas protagonistas del relato son sus equivalentes femeninas: las brujas. La histeria contra la mujer de los padres de la fe queda patente en numerosos pasajes bíblicos.

Los movimientos milenaristas, las cruzadas y el catarismo son algunos fenómenos que entran también en escena. Y, por supuesto, la Inquisición.

De todas las ramas nacionales, la española merece un lugar destacado. Sobre todo tras implantarse en las nuevas sociedades americanas, caldo de cultivo sincretista.

En las páginas de cierre hace balance Ruiz de sus cuentas con el todopoderoso capital, heredero en métodos y espíritu de exclusión del Santo Oficio.

Termino ya igualmente: léase con todo el aprovechamiento posible, que alguno tiene, si bien su empeño en la polémica como objeto en sí, no como medio dialéctico para convencer, le impide ganarse el nihil obstat.


martes, 7 de febrero de 2023

Gaziantep

Mosaico en Gaziantep.

Paseo en calma por el centro de Berlín, de Jerusalén, de Varsovia. Tanta sangre en la memoria de sus calles…

Asciendo por las laderas del Etna, con risas de niños jugando en la nieve. Contemplo latidos de luz crepuscular sobre los amenazantes volcanes de Guatemala.

Tras los ecos del Coliseo, las piedras gritan. En el Madrid que nunca duerme se alzan los muros, ahora silentes, del viejo tribunal de la Inquisición.

Escaleras del templo de Hatshepsut. Mezquita omeya de Damasco. La hermosa Lisboa, una vez arrasada. Todos esos lugares recuerdo.

Como también, mientras leo palabras como terremoto, desastre, víctimas, recuerdo los milenarios mosaicos y columnas ante los que me detuve en la lejana Gaziantep.

Muerte y vida. Vida y muerte. Y de nuevo la vida.

Nuestro ciclo por siempre.

lunes, 30 de enero de 2023

Extraños sucesos navales

Clave de lectura: Misterios a lo largo y ancho de los mares.
Valoración: Irregular ✮✮✩✩✩
Música: 20.000 leguas de viaje submarino, de Paul J. Smith ♪♪♪
Portada del libro libro Extraños sucesos navales, de Víctor San Juan.

Como pasar del alto bordo a una balandra.

O hallarte cruzado a sotavento mientras un man of war adversario se aproxima erizado de bocas de fuego.

Que no acabas de sentirte a gusto, vaya. Hay algo que te reconcome.

Es el problema de este libro, si lo comparo por su tema náutico con el de la reseña anterior. Y eso que Víctor San Juan tiene una reputación: me vienen a la memoria, por ejemplo, sus trabajos sobre Las Dunas o Trafalgar.

Pero en Extraños sucesos navales tira con más pólvora que bala.

Su objeto, según figura en la portada, es escribir una «crónica de los más sorprendentes misterios marítimos de los siglos XIX, XX y XXI». Así dicho...

Lo que ocurre es que varios de los sucesos zozobran entre lo pasablemente interesante, lo anecdótico, lo regularcillo y hasta lo prescindible sin más. Para que el resto de sus quince capítulos nos despierte un cosquilleo de interés, hay que navegar entre sargazos.

Comienza el texto con el Mary Celeste, avistado intacto y sin tripulantes a la altura de las Azores, y del que volver a hablar resulta cansino por sobreexplotación de teorías.

El abordaje entre los acorazados Victoria y Camperdown, en un ejercicio frente a las costas sirias, tampoco creo que merezca mayor mención. ¿Error de maniobra? ¿Cabezonería del vicealmirante que mandaba la escuadra?

Por el contrario, irrita un pecado que nuestro autor comete en este y otros episodios: el tono. Ay, el tono. Oscilante entre la chanza y el chovinismo.
«Sultanes, jedives, señores de la guerra […] contemplarían ahora a los buques ingleses con la disimulada sorna de ver qué nuevo numerito de circo estarían preparando».
A la flotilla de destructores norteamericana que en 1923 varó en masa en California no le encuentro el anzuelo.

Ni al apartado de monstruos abisales que, representados por el clásico kraken, siguen lanzando los tentáculos aquí y allá.

El gato Oskar, que sobrevivió sucesivamente a los hundimientos del Bismarck, el Cossack y el Ark Royal, resulta… ¿gracioso?

¿La mala educación del Admiral Scheer en la dársena de Ferrol? Bah, a expurgar.

¿Y eso de que quizá la Fuerza Aérea Argentina alcanzó al portaaviones Invincible en las Malvinas, pero el mérito quedó oculto para la posteridad por evitar el desprestigio de la OTAN? Inverosímil.

Etcétera.

Más atrayentes se presentan los avatares del diseño naval en la segunda mitad decimonónica, época de experimentos como los de la flota austriaca acometiendo a las fragatas italianas al espolón en la batalla de Lissa, o el intercambio de cañonazos sin resultado de los blindados Virginia y Monitor.

También se salvan las historias del arma submarina, a veces tan peligrosa para sus tripulantes como para los enemigos, según demuestran el fantasmagórico U31 del káiser en la I Guerra Mundial, el USS Wahoo y el nipón I-52 en el siguiente conflicto, o el sumergible israelí Dakar.

Y el combate y voladura a traición de la Mercedes con su tesoro en 1804, por supuesto, y la aventura contemporánea para recuperarlo tras el expolio de la empresa Odyssey (recuérdese el excelente cómic de Paco Roca al respecto).

En suma, que lo menos bueno lastra demasiado a lo bueno y el conjunto se queda por tanto con nota entre dos aguas. Hala, soltemos amarras.


martes, 24 de enero de 2023

Historia de un triunfo

Clave de lectura: Quiero construir una flota en el siglo XVIII, ¿cómo lo hago?
Valoración: Buenísimo ✮✮✮✮✮
Música: Música para el aniversario del Almirantazgo (Sonata en re major), de G.P. Telemann ♪♪♪
Portada del libro Historia de un triunfo, de Rafael Torres Sánchez.

Los barcos tienen alma.

Lo entienden muy bien en la Navy británica, por ejemplo, donde el pronombre para referirse a un navío es she, «ella», no el neutro e impersonal it de los objetos inanimados.

Cada cuaderna, cada remache, cada estay, portilla, mástil, desde el momento en que se arrancan del árbol, la fragua, la tierra misma, se ensamblan y ofrecen como presente a las olas —a veces como sacrificio— palpitan en busca de su destino.

Por eso, Historia de un triunfo es una obra que enamora. Rafael Torres Sánchez describe La Armada española en el siglo XVIII de forma magistral.

Ofrece la semblanza de una época con un nivel de detalle tan exhaustivo, que los lectores más conspicuos se sentirán transportados en el tiempo.

Qué materiales eran necesarios para botar aquellos alcázares de los mares, en términos galdosianos. Cómo se procuraban, transportaban y gestionaban.

Los pasos adoptados para evolucionar desde la heterogeneidad artesanal de los maestros de ribera a los planos de ingeniería milimétrica.

La organización, la comida, los marinos, las flotas, la sangre, el sudor y la sal invertidos para volver a señorear las rutas transatlánticas y mediterráneas después de la guerra de sucesión y hasta los desastres napoleónicos.

Los tipos de buques y sus misiones, doctrinas, maniobras, tácticas, la suerte, buena o mala, el día a día olvidado de una centuria, oculto tras el estruendo de grandes batallas como Trafalgar.

Ah, y lo que casi más me gusta: la infografía. Cientos de imágenes que enriquecen visualmente los textos enciclopédicos. Los dibujos y esquemas del Montañés, un hermoso dos puentes de 74 cañones, acompañan como vela al cabo las explicaciones del autor.

Complejo y completo volumen, en fin. A quienes sientan su llamada, bienvenidos al rol de a bordo.


martes, 17 de enero de 2023

No-cosas. Quiebras del mundo de hoy

Clave de lectura: Vértigo vital, el mundo que conocíamos se nos deshace entre las manos.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Existenz, de Howard Shore ♪♪♪
Portada del libro No-cosas, de Byung-Chul Han.

A un lado del cuadrilátero, el filósofo de moda. Al otro, un descreído.

Me cito de nuevo con Byung-Chul Han, cara a cara.

En la nota sobre Psicopolítica manifesté un conato de duda sobre los fundamentos del discurso. Le dediqué un elogio incompleto.

La expulsión de lo distinto, por su parte, me dejó tibio. Su tesis acerca de una sociedad de la información «monologuista», donde las ideas se lanzan para conseguir un «me gusta» en vez de promover el diálogo y la reflexión conjunta, resultaba de gran atractivo…

Si no fuera por las divagaciones y circunloquios con que la desarrollaba. Demasiado embrollo para mi gusto. Pero había que insistir, caramba.

Así que he vuelto a hacerlo con No-cosas. Quiebras del mundo de hoy. Y por fin creo que expone el tema de una forma más concentrada. La interpretación que le doy es la del vértigo vital.

Sujetos a un entorno de pura incertidumbre, donde todo queda desfasado a una velocidad extraordinaria, donde nuestra experiencia parece valer poco a la hora de desenvolvernos, no ya en el futuro, sino en el mismo presente, hay generaciones que se sienten —nos sentimos— sin norte.

Somos aquellos que necesitamos aferrarnos a ciertas seguridades, tocar «cosas» que nos transmitan un significado personal cuando, por el contrario, lo que ha tomado el poder son las «no cosas».

¿Un libro? ¿Un disco? ¿Una actividad manual? No, ya no.

Bibliotecas descargables en datos. Playlists musicales en «la nube». Realidad virtual.

Smartphones que, en lugar de servirnos para escuchar la voz del otro, nos aíslan. Nos vigilan, de hecho.

La fotografía, desnaturalizada. De contar una historia, de dar testimonio sobre algo que ha ocurrido tal y como se refleja en el negativo, al imperio de los selfis: el momento vacío de sustancia.

El ser humano, obediente a fórmulas algorítmicas que no puede comprender. Cajas negras que deciden por nosotros. Inteligencia artificial...

De esta manera, a través de la desazón, nuestro pensador consigue llevarnos a su esquina. Exclamamos: ¡Exacto! ¡Yo siento lo mismo!

Tras la eterna pregunta del «adónde vamos», nos queda entonces actuar y dar el siguiente paso. Que no está escrito.

Y nadie sabe cuál es.


sábado, 7 de enero de 2023

Las cosas que me gustan

Clave de lectura: Un viaje vital hacia personas, lugares y mapas.
Valoración: Maravilloso ✮✮✮✮✮
Música: El séptimo viaje de Simbad, de Bernard Herrmann ♪♪♪
Portada del libro Las cosas que me gustan, de Xuan Bello.

Las cosas que me gustan son pura poesía, aunque Xuan Bello las haya escrito en prosa.

Sus palabras son un susurro de la memoria. De personas, lugares y mapas.

La memoria de Gettysburg, Nueva York, Lisboa, Coimbra, Madrid, la frontera franco-suiza.

De Terracina, junto a la cueva donde Ulises se encontró con los ojos verdes de Circe.

De Tánger, donde Abraham —¿o era Jacob?— Astorga, cuya familia tanto hace que hubo de dejar las rondas de León, le enseñó la diferencia entre una menorá y una hanuká.

De Cadavedo, donde el conquistador Saladino se entretuvo jugando al ajedrez, sin seguir navegando con su flota hasta la misma Torre de Londres.

De los noctámbulos que se reunen en cierta librería de Kairuán desde el tres de mayo de 1578, para contar un relato tras otro, como en Las mil y una noches.

De Baltimore, que en la pronunciación local se llama Bálamor.

De las costas de Japón, adonde llegó Diego Valdés de Lubarca, el primer asturiano en aquellas latitudes, tras naufragar la nao que capitaneaba.

De Buenos Aires, La Habana, Oviedo… Y de Paniceiros, cómo no.

En compañía de Baudelaire, Poe, Machado, Cicerón, Sábato, Petrarca, Andrade, Celan…

La cosas que le gustan a Xuan Bello son las cosas que me gustan a mí también.


domingo, 1 de enero de 2023

2023

Puesta de sol en Atitlan.

Contemplo con estupor nuestro mundo. Ese que aún es —y lo será por siempre— un remedo de manicomio, donde cordura e insania dibujan sueños y pesadillas sobre el mismo lienzo.

Contemplo con estupor dos ojos condenados a las fronteras de un marco. Que miran con estupor a dos ojos. Que miran a dos ojos. Que miran a dos ojos. Que miran a…

Y no saben a qué lado del espejo se encuentran.

Contemplo con estupor las palabras que acabo de escribir. No sé qué sentido tienen. ¿No es hoy 1 de enero? ¿No debería expresar algo como «Buen año»? ¿O como «Os deseo una vida plena»?

Mejor así, sin duda. Os deseo una vida plena. Donde cada paso tropezado sea el preludio a otro más grande. Donde el amanecer y la puesta de sol sean las únicas barreras capaces de alzarse frente a vuestro horizonte.

Siempre.

lunes, 19 de diciembre de 2022

El último día del viejo mundo

Clave de lectura: ¿Pudo evitarse in extremis la Segunda Guerra Mundial?
Valoración: Interesante ✮✮✮✮✩
Música: El mundo en guerra, de Carl Davis ♪♪♪
Portada del libro El último día del viejo mundo, de Adrian Ball.

Hace ochenta y tres años, un sábado de septiembre como cualquier otro se convirtió en El último día del viejo mundo. Adrian Ball nos lo relata en cuatro sencillas partes:

De medianoche a las 6 de la mañana. De las 6 de la mañana al mediodía. Del mediodía a las 6 de la tarde. De las 6 de la tarde a medianoche.

En ese momento, la oscuridad se asemejó perpetua. Expirado el ultimátum para que Alemania detuviese su ataque sobre Polonia, Gran Bretaña y Francia entraron también en la lucha. Comenzaba la Segunda Guerra Mundial.

Un único día para decidir la suerte de millones, que veinticuatro horas antes vivían sus vidas cotidianas sin aviso. Una inmensa incógnita: ¿pudo ocurrir de forma diferente?

En estas páginas Ball intenta describir la trasera del telón. Todos los esfuerzos, incertidumbres y apuestas que se lanzaron en un juego frenético contra el reloj.

No solo por mano de los estadistas, sino de figuras en apariencia secundarias cuya participación y testimonios habrían de quedar casi sepultados bajo la «gran historia» y que aquí reciben su parte de voz.

¿Se hallaban los nazis tan envalentonados por el éxito de sus jaques anteriores que no supieron prever las reacciones? ¿Era consciente la Unión Soviética de las consecuencias de su pacto con el régimen germano? ¿Hicieron algo los italianos para disuadir a sus aliados del Eje?

¿Por qué dudó tanto el Gobierno de París en cumplir con sus compromisos ante los polacos? ¿Eran Chamberlain y su gabinete tan ilusos como los trata la memoria colectiva?

¿Son los deseos de paz una debilidad cuando se trata de defender un derecho? ¿Dónde se sitúan las «líneas rojas» que, una vez traspasadas, justifican el uso de la fuerza?

Aún hoy nos lo seguimos preguntando.


martes, 6 de diciembre de 2022

Tip y Coll orgía

Clave de lectura: Humor inteligente con bombín y chistera.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Vídeo: Cómo llenar un vaso de agua ♪♪♪
Portada del libro Tip y Coll orgía, de Luis Sánchez Polack y José Luis Coll.

Hoy, día de mi fiesta nacional favorita, con toda la solemnidad que reclama la ocasión, vengo a decir en voz tonante que…

Que Tip y Coll eran grandes. Luis Sánchez Polack y José Luis Coll.

Y si acaso alguien osara discutirlo, traigo pruebas palpables a esta tribuna. Palpables y catables: toda una Tip y Coll orgía.

El humor es un rasgo con tantas variaciones y peculiaridades culturales, que su definición resulta muy complicada. Incluso contradictoria.

¿Por qué se desternilla un japonés de algo que a un español le produce apenas perplejidad? ¿Exige el humor inglés haber estudiado en Eton para entenderlo?

¿Ha oido alguien hablar de los chistes en alemán? ¿Podría robarnos la carcajada un italiano si le atáramos las manos a la espalda?

Pero, en vez de empeñarnos en buscar las diferencias, en «racionalizar» la causa aparente de la hilaridad, ampliemos un poco el sentido de la pregunta.

Planteémonos su origen último. La misma necesidad que, a lo largo y ancho de nuestro mundo, aquí y en las quimbambas, todos manifestamos: reír. ¿No será un rasgo de unión, de felicidad, de profundísimo sentido de lo humano?

Me da la sensación de que Tip y Coll así lo entendieron.

El suyo es un humor basado en la palabra. En el doble sentido, el equívoco, el matiz, el absurdo inteligente.

Si de algo adolece este libro es quizá que debemos leerlo, valga la paradoja. Si pudiéramos escucharlo, y más con las voces y gestos de sus autores, saldría ganando.

A lo largo de sus escenas y diálogos se desarrollan temas que, no por tratarse con óptica cómica, pierden su relevancia social: política, antimilitarismo, burocracia, arte, literatura, biología, especulación filosófica…

Ojalá nos riéramos más de nosotros mismos.

P. D.: ¡Eh, que se me olvidaba! ¿Qué se dice en este blog un 6 de diciembre?

¡Viva la Constitución Española!