El cuaderno de Rutka, Ganarle a Dios, El canto del pueblo judío asesinado… Son los títulos de algunos libros comentados en los años de andadura del blog.
Junto a historias fotográficas de Jerusalén, Varsovia, Auschwitz…
Al principio de la despiadada matanza de inocentes para vengar una despiadada matanza terrorista (la cadena de odio se extiende, eslabón a eslabón, más atrás de lo que dura la vida en Gaza), me engañé a mí mismo.
Tuve fe en que un rastro de humanidad detendría la sed de sangre. ¡Un pequeño rastro! ¡Después de los pogromos! ¡Y del Holocausto! ¡No podía estar repitiéndose con las víctimas adoptando el papel de verdugos!
El pueblo de una democracia se negaría. Los soldados se negarían. Jefes de Gobierno, ministros y generales habrían de escuchar a una marea de personas horrorizadas exigiendo la paz.
Exigiendo, no pidiendo. Qué iluso.
¿Paz? Aunque llegasen a descansar las bombas, se alza un nuevo Muro de las Lamentaciones y es sordo a voces desnudas.
No hay valor tras sus piedras para comprender y recomenzar.
Jefes de Gobierno, ministros, generales… Y quienes prefieren ignorar, hoy como ayer, la lluvia de cenizas de los hornos.
Obedecen a un ídolo, no ya de oro, sino fundido de cicatrices.
En su nombre, Dolor, estamos todos malditos.

2 comentarios:
No hay nada que hacer, además Netanyahu no puede aceptar ninguna paz que no guste a los ultras de su Gobierno, que no están por esta ni ninguna otra paz. Y viene de lejos, de cuando un ultraortodoxo judío asesinó a Isaac Rabin cuando estaba a punto de conseguir esta paz tan anhelada.
Saludos
Muy cierto, no hay nada que hacer. Las grandes ignominias de la historia cada vez significan menos para menos gente; en un tiempo no muy lejano quizá preguntemos a alguien qué significa esta para él y nos mire con cara de extrañeza.
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