Título y autor/a: | Potlatch, de Alfonso Lantero. |
Clave de lectura: | Poesía de dudas y certezas, de sombra y de luz. |
Valoración: | ✮✮✮✮✩ |
Comentario personal: | Nos arropa su sencilla importancia. |
Música: | Sinfonía nº 5 (IV.Adagietto), de Gustav Mahler ♪♪♪ |
Músico conocido, ingenioso contertulio, recitador, marino, figura caminante por Pimiango, lugar en el que, para fortuna de paisanos y viajeros, ha querido radicarse…
En Potlatch, Alfonso Lantero reúne momentos que solemos empujar a un lado, ignorándolos —despreciándolos incluso, adictos como nos hemos convertido a la velocidad inhumana— y nos desvela su papel como refugio de la realidad.
La memoria de un continente (América) brota desde un pequeño rincón de pueblo (Las casas viejas). Cierto rostro familiar en la calle (La ventana) existe junto a sombras anónimas tras los vidrios de un bulevar (La ciudad infinita).
El amor (Caballo exhausto en la arena), el ¿éxito? (El otro) y lo que viene después (Sobre mis pasos). Y la voz, tan amiga, del último adiós (Huellas).
¿Y el título? Como acto ritual, un potlatch significa desprenderse de bienes para que otros puedan también disfrutarlos. Dar sin esperar nada a cambio. Con el mismo espíritu, los poemas nacen de horas tomadas por Lantero a la noche, pero pertenecen a quienes los leemos.
Sentimos que nos cubre su manto. Nos arropa la sencilla importancia de estos versos.
Porque son lo que somos: dudas y certezas, sombra y luz de mil pequeños azares.
Humana sombra, humana luz.
El encinar me espera sobre el acantilado.
El cenobio arruinado,
misterioso y umbrío
se resiste a desaparecer.
En la agenda dice:
bajar a la playa,
rezar por los muertos,
picar la leña,
encender el fuego.
Haré cosas
que no sirvan para nada.
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