Título y autor/a: | Tratado de ateología, de Michel Onfray. |
Clave de lectura: | Las religiones como males de la humanidad. |
Valoración: | ✮✮✮✮✩ |
Comentario personal: | Un alegato convincente. |
Música: | Ágora, de Dario Marianelli ♪♪♪ |
La actitud de Michel Onfray en este ensayo podría calificarse de agresiva. Quizá porque planta batalla a fuerzas que tampoco se distinguen por su amor al prójimo precisamente.
Tratado de ateología tiene un objetivo claro: denunciar a las religiones monoteístas —cristianismo, judaísmo, islam— como males de la humanidad.
Varios bloques pavimentan el camino. Ateología parte de «la muerte de Dios» de Nietzsche para refutarla; aun camuflado bajo improntas culturales, está lejos de haber desaparecido de nuestras vidas.
Monoteísmo describe la «logica» común de los prosélitos: su odio por la inteligencia, la libertad, el progreso científico, el sexo, las mujeres… A cambio de someternos a dictados absurdos en la Tierra, aseguran recompensas delirantes fuera de ella.
Cristianismo arremete contra esta fe concreta, cuyo constructor no se llama Jesús de Nazaret, sino Pablo de Tarso, eficacísimo perturbado mental. Es la figura a la que más dedica Onfray sus iras, aunque no se olvida del emperador Constantino y sus sucesores, quienes forjaron la unión entre el gobierno temporal y el del espíritu en Occidente.
Teocracia abunda en dicha alianza, que tanta sangre ha vertido a lo largo de la historia. Y en las contradicciones irresolubles de todos los libros sagrados que, junto a vagas alusiones a la concordia, exhortan de forma nítida a la aniquilación del infiel.
Necesitamos desarrollar un mundo secular hasta la raíz que actúe de contención a la barbarie en nombre de lo divino.
Mi comentario: pasando por alto el tono «intenso», que llega a saturar, y un par de afirmaciones sobre las que necesito documentarme, encuentro el Tratado de ateología convincente. Siempre que lo juzgue desde la óptica de la razón, claro está (si me apuráis, desde ópticas que pueda llamar humanistas).
La duda que planteo es de carácter formal: defender el ateísmo atacando al teísmo, en lugar de por sus propias virtudes, ¿no acaba convirtiéndolo en una cuarta «religión» con igual intolerancia? Donde se excluye el pensamiento especulativo —«mágico», si se quiere—. Donde las posibilidades fuera del canon son heréticas.
Donde la existencia de infieles nos impide alcanzar dimensiones más altas. Menuda paradoja…
El Génesis ya enseña el desprecio por el saber; pues, no lo olvidemos, el pecado original, la culpa imperdonable transmitida de generación en generación, se debe a haber probado la fruta del árbol del conocimiento. Lo imperdonable consiste en haber querido saber y en no contentarse con la obediencia y la fe que Dios exige para acceder a la felicidad.
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