| Título y autor/a: | Guerra y guerra, de László Krasznahorkai. |
| Clave de lectura: | ¿Existe algún lugar a salvo de la guerra? |
| Valoración: | ✮✮✮✩✩ |
| Comentario personal: | Un texto para vagar en tierra de nadie. |
| Música: | I due Foscari (Ah sì, ch'io sento ancora), de Giuseppe Verdi ♪♪♪ |
Tras el Premio Nobel a László Krasznahorkai, acudo al rincón húngaro de mi biblioteca con ánimo de refrescar la memoria. ¿Qué títulos he leído? ¿Cuáles me faltan por leer?
Por desgracia, entre el primer grupo ninguno me despierta un recuerdo de fuegos artificiales. Para poner al día la balanza del segundo, selecciono Guerra y guerra.
Se trata de una obra compleja en estilo y contenido. Como peculiaridad ortográfica, el autor no utiliza puntos, solo comas, y cada sección consta de frases únicas. Incluso con varias páginas de longitud.
Esta ausencia de pausas discursivas conlleva riesgos: adentrarse en una telaraña verbal, poner a prueba la paciencia, comprender apenas el mensaje e incluso, en el peor de los casos, la palabra maldita. Abandono.
¿Pero funciona? Quiero decir: ¿son riesgos asumibles a cambio de recompensa?
Una pandilla navajera rodea a Korin en un puente sobre el ferrocarril. El temor le impulsa a hablar, hablar, hablar…
Archivero en una pequeña ciudad a doscientos veinte kilómetros de Budapest, ha encontrado, dentro de una caja con papeles de la familia Wlassich, cierto relato cuya importancia merece difundirse más allá de las fronteras. Ha de hacerlo público a toda costa.
Cuatro hombres, Kasser, Bengazza, Falke y Toot, naufragan en la costa de Creta. ¿Cuál es su origen? ¿Adónde se dirigía su nave? Poco después surgen señales de un cataclismo.
Los mismos aparecen en Colonia, relacionados con la construcción de la catedral. Un quinto personaje, el misterioso —¿mefistofélico?— Mastemann también se reencarna desde los tiempos minoicos.
Korin consigue un pasaje al centro del mundo, la ciudad de Nueva York. Allí podrá publicar el manuscrito en Internet y poner fin a su vida, según cuenta a quienes se va cruzando en la estación, el aeropuerto, el hotel, el apartamento del intérprete y su maltratada pareja…
Habla, habla, continúa hablando. ¿Alguien le escucha? ¿Hay alguien que no lo considere alienado?
Un carruaje se detiene en Padua con destino a Venecia. Las figuras que ya conocemos confían en que Francesco Foscari no sea elegido dogo en detrimento de la política de neutralidad de esta república.
A continuación esperan noticias, en una gigantesca hospedería cerca de Gibraltar, sobre el retorno de tres barcos. Y visitan un muro que protege la frontera insular romana. Quizá el periplo tenga un nexo: encontrar lugares a salvo de la guerra.
Algo imposible, a todas luces. Korin, completada su labor, se lanza a las calles en pos de una pistola. Los acontecimientos aún habrán de sorprendernos con el giro hacia el museo Hallen für die Neue Kunst de Schaffhausen.
¿Merece la pena perseverar?, me preguntaba antes sobre este libro. La extraña estructura y críptica trama parecen empujar hacia atrás. ¿Entonces, la recompensa?...
No me atrevo a dar una respuesta de sí o no. Sufro un debate interno como el asno de Buridán, hasta tal punto consigue enredarme en su laberinto el galardonado por la Academia Sueca.
Quizá si lo firmara Kafka no escatimaría el aplauso, no lo sé.
Un texto para vagar en tierra de nadie.
El amor al orden es la mitad de la existencia, de modo que el amor al orden es el amor a la simetría y el amor a la simetría es el recuerdo de la eternidad, dijo tras un largo silencio, y al ver que ella lo contemplaba asombrada, asintió con la cabeza para confirmar lo dicho, se levantó, examinó la estación que se alejaba, como si tratara de comprobar si sus perseguidores habían quedado atrás, después tornó a sentarse, se envolvió todavía más en su abrigo y añadió a modo de explicación: Una o dos horas, solo faltan una o dos horas.

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