Título y autor/a: | La caída, de Thomas Mann. |
Clave de lectura: | Relatos donde prima la psicología de los personajes. |
Valoración: | ✮✮✮✩✩ |
Comentario personal: | No es el mejor Mann. |
Música: | Ganymed, de Hugo Wolf ♪♪♪ |
Thomas Mann pertenece a la más brillante constelación de autores dentro del universo literario, jamás podría decir otra cosa. Sin embargo, los doce relatos bajo el título común La caída me despiertan un mediano interés.
Su ambiente evoca la joie de vivre de las clases burguesas europeas antes de 1914: salones de té, artistas refinados, señoras con cutis de porcelana, húsares, valses, distinción social…
Y otra realidad que late al poco de levantar las sedas: conveniencia, vulgaridad, mascarada… El retrato psicológico de los personajes desvela este doble perfil.
Por ejemplo, todos admiran a Ángela en Anécdota; los caballeros maduros se arrodillan y los jóvenes se baten por ella en duelo. Solo su marido, respetable subdirector de banco, acumula un rencor que en algún momento explotará. ¿Por qué?
En Voluntad de vivir, el reencuentro con un antiguo compañero de colegio, de salud frágil, y la visita conjunta a la familia del barón Stein, hacen sospechar al narrador de los sentimientos ocultos entre aquel y la joven Ada.
La caída rememora lo ocurrido a cierto estudiante cuando se fija en una hermosa actriz. Cabello oro mate, ojos crédulos y al mismo tiempo alegres, naricilla fina, boca dulce e inocente… ¿Inocente?
La muerte: el conde la conoce, es más, sabe que visitará su casa el próximo 12 de octubre. «Es mejor que acabemos pronto», le parece ya escuchar. Su hija le trae flores recogidas en la playa.
El sanatorio Einfried, donde se reúnen pacientes necesitados de aire puro, enmarca quizá la historia más sugestiva, Tristán, gracias a los ecos de La montaña mágica.
El niño prodigio, Horas penosas, Tobias Mindernickel, Luisita, El camino del cementerio, Visión, Un momento de felicidad... Pequeños albores que brotan y pronto se desvanecen.
¿El gran Mann? Sí, sin duda, pero no el mejor Mann.
Le dije a Asunción, cuando estaba sobre mis rodillas: «¿Qué pasaría si me marchara pronto de tu lado, de algún modo? ¿Estarías muy triste?». Ella apoyó su cabecita en mi pecho y lloró amargamente. Mi garganta está estrangulada de dolor.
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