Saqué esta foto en una calle de la ciudad vieja de Jerusalén.
¡Qué absurdo! ¡Qué imposible! ¡Qué contrasentido!
Pero no, he dicho imposible y no. No lo es. Solo hacemos que a veces lo parezca.
Alguien dibujó este simple trazo sobre un muro blanco. Una mano y un deseo anónimos, un ansia con millones de nombres detrás.
De ojos que desean ver, oídos que desean oír, manos que desean tocar, consolar, abrazar…
De seres humanos tan agotados que su ruego parece ya pequeño, sin fuerza.
Por eso, con la alegría de un dibujo, antes de que llegue el mundo donde nada importe y las voces de esos millones hayan enmudecido tras los muros blancos…
Feliz 2024. Paz.
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