miércoles, 30 de diciembre de 2009

2010 (Si...)

Estatua Los portadores de la antorcha.

Con Rudyard Kipling, me gustaría desear un buen año a quienes estéis leyendo estas líneas. A todos, por anticipado, feliz 2010.

Si...

Si puedes mantenerte firme, cuando todos a tu alrededor
se derrumban y te echan a ti la culpa;
si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan
y, al tiempo, no echar esas dudas en saco roto;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o que te engañen y no devolver a cambio engaños,
o que te odien y no dar cabida al odio,
y aun así, ni parecer demasiado bueno, ni hablar con excesiva sabiduría…

Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen,
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu meta;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a ambos impostores por igual;
si puedes escuchar, y además soportarlo, a personas sin escrúpulos
tergiversando la verdad que has dicho, para atraer a los necios,
o puedes ver destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con herramientas inservibles...

Si puedes poner todas tus ganancias en un montón
y arriesgarlas a una sola tirada,
y perder, y volver a comenzar desde el principio
sin una palabra de queja sobre tu pérdida;
si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
y a resistir cuanto ya no te queda nada más,
excepto la voluntad que les dice: «¡Resistid!»…

Si puedes hablar con las multitudes y conservar tu virtud,
o caminar entre reyes, manteniendo los pies en el suelo;
si ni enemigos ni tampoco los buenos amigos pueden herirte,
si todo el mundo cuenta contigo, pero nadie demasiado;
si puedes ocupar cada minuto inexorable,
haciendo que los sesenta segundos valgan la pena,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella
y, lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

(Traducción propia de la versión original en inglés).

domingo, 27 de diciembre de 2009

Mektub

Silueta de un hombre a solas.

Mektub.

Está escrito, como dicen los hijos del desierto.

Construimos nuestras propias cárceles, nuestras fortalezas, levantadas piedra a piedra a lo largo de los años.

Desde fuera se ven poderosas.

Y en su interior... Bueno, ¿a quién le importa lo que ocurre en el interior?

Mektub.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Bella figlia dell’amore...

¿Queréis solo música? ¿Sí?

¿Una de las mayores escenas en la historia de la ópera? Oído cocina.

Bella figlia dell’amore, del Rigoletto de Verdi.


viernes, 18 de diciembre de 2009

El muro

Clave de lectura: Encuentro de una mujer consigo misma.
Valoración: ✮✮✮✮✮
Comentario personal: Obra maestra.
Música: Dreamtime, de Toru Takemitsu ♪♪♪
📖
Portada del libro El muro, de Marlen Haushofer.

Imaginad que estáis invitados a la casa de campo de unos amigos. Naturaleza, montañas, aire puro...

Vuestros anfitriones tienen que acercarse una tarde al pueblo y vosotros os quedáis disfrutando de la cabaña. Es un poco raro que a la mañana siguiente aún no hayan regresado, de manera que salís al camino por si acaso hubieran sufrido algún percance.

Y entonces, ¡paf!, choque en toda la frente.

La vía parece expedita, ¿con qué habéis topado? Alargáis la mano y se posa sobre una superficie invisible que os impide seguir adelante.

Al tacto, vais siguiendo el contorno hasta llegar a las proximidades de un caserío, desde donde distinguís a sus habitantes. Mejor dicho, a quienes fueron sus habitantes. Paralizados, convertidos en piedra.

Algo ha acabado con todo vestigio de vida al otro lado.

Así comienza El muro, escrito y publicado por Marlen Haushofer en fecha tan temprana como 1963 (por si acaso alguien se preguntaba a quién se le ocurrió primero la idea de la «cúpula» que aísla a una comunidad, si a Stephen King o a ella).

A lo largo de sus páginas, la protagonista, cuyo nombre nunca sabemos, tendrá que aprender a sobrevivir en el valle donde es la única representante de la especie humana.

O quizá no...

Ordeñar, sembrar patatas, segar y atropar la hierba, aprovisionarse de leña para el invierno, cazar a los animales cuya muerte no ponga en riesgo el equilibrio ecológico... Cada acción supone un mundo para una persona de ciudad con dos hijas ya adolescentes.

Hacia las cuatro, cuando enciendo la lámpara, la gata sale de su rincón y salta sobre la mesa cerca de mí. Durante un rato me observa mientras escribo. Le gusta la luz amarilla de la lámpara tanto como a mí. Oímos a las cornejas abandonar el claro con sus ásperos gritos y la gata echa hacia atrás las orejas nerviosa. Cuando se calma ha llegado nuestro momento de diálogo.

Pero el mayor desafío no es el esfuerzo físico o afrontar la soledad. No, otro descubrimiento, según transcurren los días y los meses, consigue turbarla aún más.

Llega a sentirse una desconocida para sí misma.

Se da cuenta de que su existencia anterior, donde cumplía con un rol no elegido, con una expectativa social sujeta a escrutinio, bajo reglas de comportamiento tan invisibles pero reales como la pared que ahora la encierra, le causaba sin saberlo una profunda insatisfacción.

En fin, las lecturas de El muro (en otras ediciones se traduce el título como La pared) pueden ser numerosas. Hay quien lo ve como una distopía apocalíptica, un manifiesto ecológico, un Robinson Crusoe moderno, un grito de «nunca es tarde para hacer lo que de verdad quieras en la vida», un alegato feminista…

Cada uno de vosotros obtendrá su propio y personal mensaje. Yo, lo único que os puedo decir para recomendaros a esta singular autora, es una cosa:

Escribió una verdadera obra maestra.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Pizzería Kamikaze

Clave de lectura: Aventuras desventuradas en el más allá de los suicidas.
Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: Luctuosamente simpático.
Música: Orfeo en los infiernos (Obertura), de Jacques Offenbach ♪♪♪
📖
Portada del libro Pizzería Kamikaze, de Etgar Keret.

Es posible que el «otro lado» no sea la alegría de la huerta. Al menos, para los espíritus que hayan acelerado por su propia mano el momento de cruzar el umbral.

Por ejemplo, en el relato más largo incluido en Pizzería Kamikaze, del escritor israelí Etgar Keret, al protagonista su nueva barriada de ultratumba le recuerda a una calle de Tel Aviv. Lo cual resulta escasamente estimulante.

Enseguida encuentra empleo como pizzero, un apartamento de alquiler y amiguetes de bares, para entretenerse en sus horas libres. Sin embargo, las cosas no acaban de salirle bien: sigue sin ligar demasiado, por no decir muy poco, igual que antes del suicidio.

Y eso que tampoco es exigente con el aspecto físico: todos en el inframundo tienen el mismo cuerpo del que habían disfrutado hasta entonces, pero añadiendo los efectos del método elegido para cambiar de plano existencial.

Los más demandados son los «impecables», gracias a las pastillas o al veneno.

Por la noche encontré un pub, bastante guay por cierto, el Fiambre Bar. Ponen una música que no está nada mal. Puede que no a la última, pero tiene estilo, y muchas tías van allí solas. De algunas puedes saber exactamente cómo acabaron, porque tienen cicatrices en las muñecas y cosas así, pero otras están estupendas.

Así que, cuando tiene noticia de que su ex-novia también anda por allí, nuestro personaje emprende un viaje por este Hades tan diferente al que esperaba, decidido a recuperar a su verdadero amor.

¿Lo conseguirá? ¿Estará ella interesada en retomar la historia? ¿Qué aventuras «vivirá» entre tanto, con qué otros curiosos vecinos del lugar se habrá de tropezar?

Luctuosamente simpático.


miércoles, 9 de diciembre de 2009

Yo estuve allí

[…] y los caballeros que permanecen ahora acostados en Inglaterra se considerarán malditos por no haber estado con nosotros, y tendrán en poco su rango cuando oigan hablar a alguno de los que combatieron con los nuestros el día de San Crispín.

Shakespeare, Enrique V

Nynäshamn, territorio de Södermanland, reino de Suecia. El sol casi se ha puesto. Ellos son cuatro veces más numerosos que nosotros y no conocen el miedo. Traen en su estandarte, en campo de oro, un grifo rampante de sable armado de gules. Estamos rodeados. Sin embargo, contra toda lógica, contra toda esperanza, aún resistimos.

Escudo de Södermanland.

Terrible y desigual batalla es la que se libra en esta kräftskiva o fiesta del cangrejo. Celebración típica escandinava que consiste en... comer cangrejos. De río, concretamente.

Allí me encuentro, llevado por los hilos de las nornas, en una mesa ocupada por una veintena de suecos de ambos sexos y un exiguo puñado de compatriotas.

Las bandejas de crustáceos van circulando a la par que disminuye el contenido de las botellas de aquavit. Ninguno de los dos bandos quiere ser el primero en doblar la rodilla y confesar que no puede más. ¿Clemencia? ¡Ja! Los caparazones vacíos tiñen de rojo el campo del honor.

Uno tras otro, los normandos se levantan, proponen un brindis y su hueste grita estentóreamente: ¡hurra, hurra, hurra! A continuación inician un feroz y multitudinario coro. Las canciones surgen de entre sus filas como nubes de saetas.

Por fin, entre mordisco y mordisco, su alférez proclama desafiante: ¡Que canten los españoles, que canten! ¡El vencedor quedará dueño del día! Idea que es ovacionada por los demás. Mis compañeros cruzan miradas, confusos, agotados, la sombra de la derrota planea con sus fatales alas sobre nosotros.

Es en ese mismo instante cuando siento que unas palabras pugnan por salir de mi pecho.

Es en ese preciso momento cuando me pongo en pie y me subo sin espuelas a la silla.

Es en esa hora memorable cuando desvelo nuestra cota de armas, la misma que ya ondeara bajo el rey Ramiro, cuando los barbados vikingos arribaron en sus drakkar de cabeza de dragón.

Escudo de Asturias.

Lleva el emblema, sobre campo de azur, la Cruz de la Victoria de oro, guarnecida de piedras preciosas, con las letras alfa y omega pendientes de sus brazos. Y la leyenda, también de oro, Hoc signo tvetvr pivs. Hoc signo vincitvr inimicvs.

Vencerás al enemigo… ¡Vencerás!

Los ojos de todos brillan. Extiendo los brazos desde la cumbre: no flaqueéis, muchachos, al unísono. Y nos arrojamos en brazos del destino: Asturiaaaaas, patria queridaaaaaa…

Y la flor he de cogeeeeeer... Al principio, asombrado silencio. De súbito, como una tormenta incontenible, apoteosis. Suecos y suecas braman de entusiasmo, hermanados bajo estas palabras con nosotros. Las runas aprobatorias de Odín signan entre ambos pueblos la paz.

La bandera se recorta orgullosa en el cielo. ¿La sentís? ¿La sentís? Vuelvo la vista atrás, con la piel erizada, y aún puedo vivir aquella jornada de gloria. Yo estuve allí…

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sangre a borbotones

Clave de lectura: Distopía y detectives en un Madrid surcado por canales.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Novela negra con solera.
Música: Juez Dredd, de Alan Silvestri ♪♪♪
📖
Portada del libro Sangre a borbotones, de Rafael Reig.

Madrid, Federación Ibérica de los Estados Unidos, fecha indeterminada de este siglo.

La hija de alguien ha desaparecido. Alguien sospecha que su mujer le engaña. El personaje femenino del libro que alguien está escribiendo ha adquirido vida propia y su autor no sabe cómo continuar...

Son casos que llegan a la agencia de investigación compartida por Clot y su socio Dickens. Horas bajas para el negocio, de esas en las que un profesional ha de aceptar cualquier encargo.

Aunque alguno puede resultar más peligroso de lo esperado. ¿Qué relación oculta puede haber entre ellos?

Así comienza Sangre a borbotones, de Rafael Reig.

Manex Chopeitia, el todopoderoso presidente de Chopeitia Genomics, la empresa cuya sede social es el edificio más alto y mejor protegido del continente, está interesado en que el sabueso no continúe metiendo las narices donde no le llaman.

Atascos de bicicletas en hora punta, conducidas por los habitantes de una metrópolis hispano-angloparlante. Viviendas adosadas en el subsuelo de Argüelles, con luz artificial y jardines plegables.

Muelles de carga en Puerto Atocha. Botes de vela maniobrando en los canales de la Gran Vía madrileña...

El Canal Castellana atravesaba la ciudad de norte a sur y ya se había convertido en la principal vía de comunicación entre el centro y el resto de la península. También era un lugar apropiado para depositar a los sabihondos, los entrometidos, los deudores y los bocazas, todos con sus correspondientes zapatos de cemento. La policía lo dragaba cada pocos meses, lo que resolvía aproximadamente la mitad de los casos de desapariciones que teníamos pendientes.

Como tantas otras leyendas urbanas, ¿existe en realidad el Protocolo 47, cierto experimento genético secreto financiado por Telefónica?

Novela negra con solera, de la que se adquiere en barricas de buen roble americano.


martes, 1 de diciembre de 2009

Por ella

Estatua de un guerrero griego.

Aguzadas lanzas y broncíneos escudos se alinean hollando las arenas, hasta donde las naves han sido varadas. El carro de Apolo trae un nuevo día.

Los caudillos aqueos, procedentes de Beocia, la Fócide, el Ática, Arcadia, Lacedemonia, al frente de sus huestes, contemplan cómo la luz se refleja en las murallas.

Cada hombre es consciente de su propia respiración, de cada gota de sudor que corre por su piel. A lo lejos, sobre la torre principal, pueden distinguir a una figura que conoce sus hazañas. Aunque ninguna comparable a la que lleva sucediendo desde hace ya nueve años.

Ella. Solo puede ser ella, la hija de Zeus, deseada por los mortales. Ella, por quien han atravesado las profundas aguas, dejándolo todo atrás. Ella, la princesa cuyo nombre significa «hermosa como el sol».

Los héroes no apartan los ojos de su destino. Áyax, Odiseo, Diomedes…

Un destino frágil ahora que el Pélida Aquiles les ha abandonado, dominado por la ira tras las afrentas de Agamenón. Solo Calcas, el augur, murmura algo ininteligible.

Las puertas se abren al fin. Las atraviesa erguido Héctor, domador de caballos. Y Paris, y Eneas, y tras ellos muchos otros. En la llanura se despliegan los penachos de los defensores de Ilión.

Ahora sí, ahora el silencio se rompe con el grito de miles de gargantas al unísono, infundiéndose mutuamente coraje. Ambos ejércitos avanzan.

Por el honor, por la gloria, por los dioses.

Por ella.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Extrañas rocas del desierto

Bidón de carburante de la Segunda Guerra Mundial en el desierto.

Lo encontré semienterrado en la arena.

Más bien clavado a ella, como una roca que hubiera surgido ahí, en ese mismo lugar, hace millones de años, y ahí fuese a pervivir hasta el fin de los tiempos.

Pero había sido hecho por el hombre.

Sus bordes redondeados, la pátina de su superficie, su tacto cuando toqué las letras grabadas, así lo demostraban.

Quienes extrajeron el metal de la tierra, quienes lo fundieron, lo laminaron, le dieron forma cilíndrica y escribieron palabras de aviso, no tuvieron pensamientos de paz en la cabeza.

Innumerables hermanos suyos se habían alineado en la cadena de montaje y los tiempos no estaban, de todas maneras, para ese tipo de tonterías.

Doscientos litros de carburante. Inflamable. Wehrmacht, 1942.

Ecos de cadenas deslizándose, movidas por sedientos y rugientes motores diésel, humo, gritos, explosiones.

Ahora, en algún lugar del norte de África, junto al viejo bidón para alimentar las ansias de los carros de combate, calma.

Silencio...

lunes, 23 de noviembre de 2009

Sirenas

Barca sin marinero.

Me llamaba, podía sentir su voz. Un golpe de remo tras otro, un latido tras otro, me fui acercando.

Carcajadas sin rostro llenaban el viento a mi paso, pero yo no les prestaba atención.

Hasta que llegué al borde del mundo.

Un último salto, un breve albor rodeado de oscuridad, un súbito vacío y...

Sería suyo.

Para siempre.

He oído decir a los viejos marinos que no soy el primero, que sólo los huesos de los ahogados son ya inmunes a esa llamada.

La llamada de una sirena.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Cuentos de un minuto

Clave de lectura: Cuentos cortos con gran sentido del humor.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Sorprendente y divertido.
Música: Vals «del minuto», de Frédéric Chopin ♪♪♪
📖
Portada del libro Cuentos de un minuto, de István Örkény.

Venga, rapidito. Tenemos hoy por aquí al húngaro István Örkény y sus Cuentos de un minuto.

Los relatos cortos son un subgénero de doble filo, que lo mismo puede mostrar las miserias que la habilidad de sus cultivadores. En el espacio de unas pocas páginas, o incluso párrafos, hay que condensar un mundo.

El autor no se puede entretener con preliminares, explicaciones y tramas complejas. Tiene que ir directo al corazón del lector y pegarle un par de amistosos sopapos para que abra los ojos, sorprendido.

¡Paf, paf!

Pues bien, esta recopilación es un excelente ejemplo, gracias a un humor que juega con lo absurdo, la ironía, los dobles sentidos, seguramente influido por la prohibición de publicar que sufrió por parte de las autoridades tras la fallida revolución del 56.

Movimiento revolucionario en Paraguay.
En Asunción, la capital del país, la división blindada número 3, considerando insuficiente su paga, se presentó frente al palacio presidencial. Después de un breve tiroteo echaron a López Burillo, el presidente de derechas, amigo de los Estados Unidos, de tendencias reaccionarias, y colocaron en su lugar a Aurelio Lapaz, de tendencias progresistas. Al cierre de nuestra edición, la población de la ciudad celebra con un desfile de antorchas la nueva derrota de la reacción en América del Sur.

Nuevo movimiento revolucionario en Paraguay.
Las fuerzas aéreas paraguayas que reclaman su paga, lanzaron un batallón de paracaidistas en el jardín del palacio presidencial. Después de un breve tiroteo lograron echar a Aurelio Lapaz, el presidente amigo de Estados Unidos, de tendencias derechistas, el cual apenas ocupó el cargo por tres cuartos de hora. El nuevo presidente es López Burillo, de pensamiento progresista, cuyo triunfo los habitantes de Asunción celebran con un desfile de antorchas, el cual continúa en el momento de cierre de esta edición.

Örkény sale más que airoso del reto.


jueves, 12 de noviembre de 2009

En el metro

Estación de metro de Madrid.

El convoy parado en la vía hizo sonar un pitido. Iba a partir.

Los pasajeros que transbordaban desde la otra línea echaron a correr, desesperados por salvar el tramo de escaleras y alcanzarlo.

Trajes, vaqueros, tacones, zapatillas, bolsas con ordenadores portátiles, con monos de faena, carpetas llenas de apuntes...

En cada cara se veía la misma ansia: Tengo que llegar, tengo que extender el brazo y cruzar la meta. Allí hay asientos libres. Fuera de mi camino vosotros, yo lo conseguiré, yo...

La carrera, esquivándose a duras penas unos a otros, fue en vano. Todos vieron cómo se perdía su oportunidad cuando las puertas se cerraron.

Fue un momento de frustración, de imprecaciones silenciosas. Derrotados, tuvieron que humillarse ante ese tiempo arrebatado a sus vidas y esperar al próximo metro.

Tres minutos. Cada tres minutos llegaba uno.

sábado, 7 de noviembre de 2009

La mecánica del corazón

Clave de lectura: La historia de Jack y Miss Acacia, un cuento para niños grandes.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: ¡Qué bonito!
Música: Eduardo Manostijeras, de Danny Elfman ♪♪♪
📖
Portada del libro La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu.

Nieva sobre Edimburgo. Un frío gélido azota la ciudad. El viento es cortante. Los pájaros caen ateridos en pleno vuelo. Con imágenes como estas comienza Mathias Malzieu su relato: La mecánica del corazón.

Jack acaba de nacer en una cabaña sobre la cima del Arthur's Seat, durante la noche más fría de la historia. La doctora Madeleine, que asiste a la joven madre, consigue que el niño sobreviva uniéndole un reloj de cuco. Solo así latirá su frágil corazón.

Ese será el hogar en el que le abandonen, allí crecerá entre redomas y objetos llenos de magia, bajo la tutela de su salvadora y en compañía de Anna y Luna, dos prostitutas, y Arthur, un viejo borrachín.

No es fácil ser tan distinto, con dos agujas que sobresalen del pecho, un tic tac continuo, unos engranajes a los que debe dar cuerda cada jornada. No, nuestro amigo tiene poco a su favor.

Sin embargo, Jack desea parecerse a los demás. En vez de quedarse encerrado sin ver mundo, convence a la doctora para ir a la ciudad.

Ay, ¿quién es esa criatura que baila en la calle? ¿De quién es esa voz que canta, acelerando la maquinaria que le da la vida?

Lleva un vestido de plumas de ave, su cabello es largo y ondulado, su nariz chiquitilla y sus ojos inmensos, aunque los guiñe por no ponerse gafas, que le serían muy útiles para no tropezar. Dicen que viene de Granada. Miss Acacia…

Pero Madeleine le recuerda las tres reglas fundamentales si no quiere que el reloj haga correr cubitos de hielo y no sangre bajo su piel: no tocar las agujas, dominar su cólera y sobre todo, sobre todo, no enamorarse jamás.

Cuando tenga que dejar su casa, perseguido por una pelea en defensa propia, cuando tenga que viajar a escondidas a París y más al sur, cruzando los Pirineos, en compañía del prestidigitador y visionario Georges Méliès, ¿qué ocurrirá si consigue encontrar a Miss Acacia de nuevo, quizás en el Extraordinarium, ese viejo circo?

¿Y si sus palabras aturulladas hicieran brotar en ella un asomo de sonrisa? ¿Y si no se asustara del reloj al abrazarse? ¿Y si…?

¿Y si Joe, el antiguo rival que motivó su huida, apareciera con deseos de venganza?

Casi un año después de nuestros primeros encuentros, la situación sigue sin evolucionar. Nada más, nada menos. No consigo disminuir su angustia a exponernos. Méliès me aconseja que sea paciente con Miss Acacia. Estudio la mecánica de su corazón con pasión, trato de abrir los cerrojos bloqueados con llaves blandas. Pero tengo la sensación de que Miss Acacia tiene rincones en su corazón que permanecerán cerrados para siempre.

Que sí, vale, que no es más que un cuento para niños grandes, que hay cosas de verdad importantes que leer en el mundo, no sé, las secciones de política o de internacional de algún periódico.

Y sin embargo, aquí entre nosotros, en voz baja…

¡Qué bonito!


jueves, 29 de octubre de 2009

Trenes rigurosamente vigilados

Clave de lectura: Tragedia y comedia en los ferrocarriles checos.
Valoración: ✮✮✮✮✮
Comentario personal: Estupenda obra de un estupendo escritor.
Música: El Moldava, de Bedrich Smetana ♪♪♪
📖
Portada del libro Trenes rigurosamente vigilados, de Bohumil Hrabal.

Hoy nos visita un escritor de los buenos, buenos de verdad: Bohumil Hrabal, representado por su novela Trenes rigurosamente vigilados.

El protagonista, Milos, se reincorpora al servicio ferroviario después de una temporada bajo observación psiquiátrica. Tiene novia, la revisora Mása, pero su primera experiencia íntima fue un desastre debido a que «se quedó mustio como un lirio», lo cual le condujo a un frustrado intento de suicidio.

No sufre el mismo problema su compañero de trabajo, el factor Hubicka, como demuestra en colaboración con la radiotelegrafista Zdenka, a quien estampa en el trasero los entintados sellos de la estación.

El asunto trasciende, llega a altas instancias y, dado que se trata de sellos oficiales, el mismísimo director de los ferrocarriles del Estado crea una comisión para examinar el «cuerpo de delito». Hay que tomar las pertinentes fotografías.

Por su parte, el jefe del lugar, colombófilo empedernido que anda de aquí para allá cubierto de palomas, teme que los escándalos de sus subordinados perjudiquen sus posibilidades de ascenso a inspector.

También debe evitar cualquier maniobra errónea con las agujas que pudiera retrasar en lo más mínimo la marcha de los trenes militares alemanes hacia el frente, ya que sería considerada como acto de sabotaje por los poco simpáticos SS que los escoltan.

Junté los tacones y saludé, pero ellos me metieron, cada uno desde un lado, el cañón del arma entre las costillas y tuve que subir por la escalerilla de la máquina y el tren se puso en movimiento. Y me llamó la atención, los dos SS eran hermosos, más bien como si escribieran versos o fueran a jugar al tenis, pero ellos estaban de pie junto a mí en la locomotora; junto al ingeniero Honzík estaba el comandante del transporte, un capitán con el gorro de los guardias de montaña austríacos; tenía una herida cicatrizada a lo largo de la cara, que le atravesaba la boca y seguía por la barbilla […].

Y finalmente entra en juego la resistencia checa, cuyo objetivo es precisamente cortar el vapor de las locomotoras enemigas.

Tragicómica, con el ominoso escenario de las desgracias de la guerra planeando en todo momento sobre los personajes, pero con un humor no menos omnipresente, mi impresión es entusiasta. ¡Obra de bandera!

Así que no olvidéis meter a Hrabal en el equipaje. Hará vuestras delicias en medio de cualquier traqueteo de vía ancha o estrecha.

¡Pasajeros, al tren!


sábado, 17 de octubre de 2009

El beso

Extrañamente, me cruzo con pocas personas en las anchas escaleras. Y apenas con dos o tres en esa habitación.

En determinado momento, me quedo solo. Incluso el vigilante ha desaparecido de su esquina, dirigiéndose hacia la sala contigua.

Solo con ellos, frente a frente.

Él sostiene su cabeza, rodeándola con ternura, en contraste con el cuerpo poderoso que se adivina bajo la túnica de oro.

Ella, arrodillada sobre un manto de hierba y flores, corresponde al abrazo, ofreciéndole además la mejilla.

Él posa allí sus ocultos labios.

Ella cierra los ojos y, en ese instante...

Una voz desde la puerta avisa de que el museo cierra en diez minutos.

Diez minutos más junto al Beso de Klimt.

El tiempo se detiene...


miércoles, 14 de octubre de 2009

En tierras bajas

Clave de lectura: Vidas grises en una comunidad gris, contadas por una premio Nobel.
Valoración: ✮✮✩✩✩
Comentario personal: Hay que tener paciencia...
Música: When Lilacs Last in the Dooryard Bloom'd (Preludio), de Paul Hindemith ♪♪♪
📖
Portada del libro En tierras bajas, de Herta Müller.

¡Noticia, noticia! ¡Herta Müller, premio Nobel!

Ah, pues he leído un par de cosas suyas. Por ejemplo, En tierras bajas.

¿Una sola palabra para clasificarlo? Hum, una no es suficiente, elijamos tres: raro, raro, raro.

Se trata de una quincena de relatos en los que en vano buscamos una línea, un inicio de la trama, un desarrollo, un desenlace.

No, son como un inmenso lienzo con multitud de escenas, que la autora va describiendo centímetro a centímetro.

Los personajes, muchas veces sin nombre propio (mamá, papá, el abuelo...), descienden de colonos medievales suabos en la actual Rumanía, en poblaciones endogámicas, sin capacidad para sustraerse a la grisura existencial.

Mamá me mira de soslayo. Su media cara es grande y fría como una media luna. Mamá ya sólo tiene esa media cara, en la que su ojo es tan delgado como una fisura. La escalera se tambalea y mamá se columpia por encima del pueblo. Mamá puede tocar con sus manos a los muertos que están en el cielo.

Ahora bien, en ausencia de un argumento concreto, de un «contar algo», lo que no se le puede reprochar a nuestra autora es falta de recursos lingüísticos, ya que despliega una apabullante capacidad para llenar páginas y más páginas hasta que considera que el cuadro está completo.

De hecho, consigue que esas mil escenas no se repitan por mucho que todas hablen de lo mismo, que todas compartan el contenido de angustia e inevitabilidad del destino.

Y, con la fuerza moral que le da el diploma, si habiendo alcanzado la mitad del libro empieza a notarse cierto deseo de terminarlo cuanto antes..., habrá que achacarlo a la poca paciencia del lector.

A ver quién gana el año que viene.


viernes, 9 de octubre de 2009

El libro

Cielo nuboso desde la ventanilla del avión.

El avión está ya a pocos metros de tomar tierra en Delhi. Cierro el libro.

De repente, el piloto mete gas a fondo. Las turbinas responden encabritándose como tigres de Bengala. La aceleración nos pega literalmente a los respaldos, igual que en las pelis de astronautas.

Rumores de inquietud comienzan a extenderse por la cabina. La voz del comandante a través del interfono nos comunica que, debido a los monzones que nos zarandean sin reposo, daremos unas cuantas vueltas más.

Ah, pues muy bien, tenemos tiempo. Abro el libro.

Flaps otra vez en posición, superficie alar extendida, tren de aterrizaje fuera… Segundo intento. Cierro el libro.

Me dispongo a quitarle el envoltorio a un caramelo cuando el libro, que reposa sobre mis rodillas, cobra vida y aparece a la altura de mis ojos.

Durante varios segundos, el tomo (trescientas y pico páginas, tapa dura) flota frente a mí cual grácil ave del paraíso.

¿Y por qué esa sensación de que mi cuerpo también pelea por escapar del asiento, en dirección al techo? ¿Y ese sabor a higadillos que inunda mi paladar?

Lo que antes estaba abajo aparece de repente arriba.

El coro de chillidos alrededor, un si bemol agudo de cien gargantas al unísono, le añade más curry al asunto.

Tras volver la gravedad a su cauce, la voz vuelve a surgir de los altavoces. Muy entrecortada, eso sí. Nerviosa. Dice no sé qué de huracanes, falta de sustentación, descenso súbito, bla, bla, bla. Mejor nos desviamos a otro aeropuerto a esperar que la naturaleza atempere su malhumor.

Ni se me ocurre volver a tocar el libro. Ni abrirlo ni cerrarlo. Prefiero contribuir de la forma más práctica posible a los esfuerzos del piloto y así tener la oportunidad de estar hoy aquí, contando la historia.

Empiezo a cantar: hare Krishna, hare Krishna, hare, hare...

sábado, 3 de octubre de 2009

El fuego

Clave de lectura: Sueños, miedos y realidades tras pisar una mina.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Novela comprometida de un autor muy popular.
Música: Storms in Africa, de Enya ♪♪♪
📖
Portada del libro Jugar con fuego, de Henning Mankell.

¿Por qué una niña africana no habría de correr y saltar junto al camino que lleva a su poblado? ¿No haría lo mismo cualquier niño del mundo?

Cuando crezca, ¿tendrá acaso algo de raro que se fije en ese chico que pasa regularmente cerca de su cabaña, a la luz de la luna?

Y cuando, recién nacida su tercera hija, empiece a notar cosas raras en el comportamiento de su marido, como si hubiera perdido el interés hacia ella, ¿no se angustiará de que quizá haya encontrado a otra más atractiva, alguien con un hermoso cabello trenzado, alguien… con piernas?

La trilogía del fuego —El secreto del fuego, Jugar con fuego y La ira del fuego—, del sueco Henning Mankell, es mucho menos conocida que sus libros sobre el inspector Wallander, base de su fama mundial.

Pertenece a una serie de títulos «comprometidos», por así decirlo, en los que el autor se aleja de escenarios europeos para dar voz a quienes viven en zonas donde el día a día resulta casi un milagro.

Él mismo declaró que estas novelas están basadas en una persona real, que Sofía, la protagonista, es de carne y hueso y que, cuando era pequeña, pisó una mina.

Tuvo suerte, sin duda, porque la hermana que jugaba a su lado no sobrevivió. A cambio, dejó en ofrenda parte de su cuerpo. Y tuvo que aprender que el miedo es un compañero inseparable del ser humano. Miedo a cada nuevo despertar.

Las gotas repiqueteaban contra la techumbre. Cuando se hubo puesto las piernas se levantó y miró por la ventana. El camino estaba enfangado. Nada de escuela hoy. Suspiró y siguió vistiéndose. En la pared había una lagartija que la estaba mirando con sus ojos redondos y rígidos. Cuando estuvo lista salió y se quedó en la puerta.

Pero también lo es el espíritu de desafío, negarse al abandono, ir más allá de lo que los cuchicheos de escéptica compasión anticipan.

En las colisiones cotidianas entre ambos sentimientos, temor y esperanza, lo que se dirime es algo tan sencillo, y tan complicado a la vez, como una búsqueda que todos compartimos:

La búsqueda de la felicidad.


miércoles, 30 de septiembre de 2009

Las tinieblas

Clave de lectura: La búsqueda de un «hombre bueno» en un burdel.
Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: Recomendable.
Música: Flores nocturnas, de Silvio Rodríguez ♪♪♪
📖
Portada del libro Las tinieblas, de Leonid Andréyev.

En Las tinieblas, de Leonid Andréyev, Liuba consigue hacer que se tambalee la existencia de su obligado cliente ocasional, Alexéi.

Él es un revolucionario que se dispone a arrojar una bomba. Pero, con el aliento de la policía zarista en el cuello, rodeado de espías y confidentes, necesita descansar algunas horas si no quiere fracasar en la misión.

Para ello se le ocurre entrar en una casa de lenocinio, alquilar los servicios de una de las chicas y utilizar la cama de forma poco convencional: para dormir.

Su desventura llega cuando elije a alguien con un carácter peculiar, que busca a un «hombre bueno» como meta de vida.

¿Será él el esperado, con su revólver en el bolsillo y que nunca ha besado labios de mujer? ¿Qué efectos tendrá en ambos ese encuentro?

Liuba se levantó lentamente. Y cuando la miró, agitado por la cólera, fiero, altivo, se encontró con su mirada igualmente fiera y aún más despectiva. Se diría que había piedad en los ojos de la prostituta, que de repente se alzaba sobre un pedestal muy elevado y, desde lo alto, con una severa y fría atención, miraba algo pequeño y miserable a sus pies.

Mordaz y desesperanzado sobre la condición humana, Las tinieblas entra sin problemas en la categoría de recomendable.


lunes, 21 de septiembre de 2009

Eternidad

Barcos sobre un horizonte gris acerado.

Mis ojos siguen a un pequeño barco que se aleja de la costa. El cielo es de acero, con jirones de luz intentando romper su cerco, casi exangües.

Cada empuje de las olas, cada golpe de respiración de la marea, componen su mensaje. Siempre el mismo. Siempre diferente.

Notas primigenias, acordes como aquellos que duermen ocultos dentro de nosotros, procedentes de lo que no es memoria, de lo que en algún momento no fue aún conciencia de existir, pero tampoco la nada.

Como la música que debimos de escuchar antes de nacer y quizá volveremos a hacerlo en nuestro viaje de retorno.

Latidos de eternidad...

jueves, 17 de septiembre de 2009

¡Piratas!

Barco pirata preparándose para el abordaje.

Al amparo de la sorpresa, el Zephyr se aproximó por la popa del buque. Ni un centinela sobre las vergas, qué imprudentes. Quizá dormitaran en el sollado, reponiéndose de la mar gruesa sufrida la noche anterior.

Nosotros, sin embargo, teníamos los ojos abiertos. Agarrados a las jarcias, nos girábamos de hito en hito hacia el capitán, que manejaba con pericia el rumbo.

Me adelanté hasta el bauprés, donde la bandera del cráneo y las tibias mostraba claramente nuestras intenciones. Me humedecí los labios. Sabían a salitre y ansiedad.

El viento nos impulsaba con fuerza, tanto que, a una orden del segundo, media docena de brazos se dispusieron a recoger trapo. No deseábamos encallar en algún bajío o arriesgarnos a colisionar contra el casco cada vez más cercano.

Los colores de Saint-Malo ondeaban en lo alto de su mástil: un navío francés. Hasta el graznar de las gaviotas se asemejaba al tintineante sonido de sus luises de oro.

Faltaban solo unos segundos para poder disparar, solo unos segundos... Ahora, ahora, ¡AHORA!

El cabeceo del bergantín hacía difícil encuadrar con pulso firme, pero confié en mi buena estrella cuando apreté el botón. El obturador de la cámara se abrió y cerró con un chasquido.

Esa noche me acosté en la estrecha litera, abrí el ojo de buey y dejé que la voz de la brisa me cantara. Debía estar descansado para nuevas correrías.

sábado, 5 de septiembre de 2009

La mujer de la arena

Clave de lectura: Los destinos de un hombre y una mujer, unidos para que retroceda la arena.
Valoración: ✮✮✮✮✮
Comentario personal: Gran obra.
Música: La mujer de la arena, de Toru Takemitsu ♪♪♪
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Portada del libro La mujer de la arena, de Kôbô Abe.

El argumento de esta novela del japonés Kôbô Abe es originalísimo.

Un profesor de escuela, aficionado a la entomología, va en busca de nuevos insectos. Llega a un pueblo de pescadores y estos le convencen para pernoctar en casa de una joven viuda, situada en una depresión del terreno entre las dunas.

Al amanecer, cuando desea marcharse, ve con sorpresa que la única manera de hacerlo es con escalas de cuerda lanzadas desde el exterior, pero ni los vecinos ni la anfitriona están dispuestos a ayudarle.

Es necesario que alguien trabaje junto a ella para mantener a raya a la arena, cavando sin descanso, jornada tras jornada, si quieren que el pueblo no desaparezca tragado por su avance.

Es necesario que haya un hombre para La mujer de la arena.

Al parecer, la mujer percibió el estado emocional del hombre. Dejó de ajustarse el pantalón y el extremo del cordel que había desatado cayó blandamente entre sus manos. Lo miró desde abajo con ojos de liebre; el parecido estaba no sólo en el modo de mirar, sino también en los párpados enrojecidos. El hombre le devolvió una mirada en la que el tiempo se había detenido.

El profesor no encuentra sentido a lo que le ocurre. Él no desea quedarse ahí prisionero, tiene su vida en la ciudad, su trabajo, su familia…

Por otro lado, no puede evitar la progresiva atracción por su nueva compañera, y el calor que señorea el lugar, así como el fino polvillo que se pega continuamente a sus cuerpos, contribuyen a perturbar cada vez más sus sentidos.

¿Se rebelará? ¿Intentará escapar como sea? ¿Sucumbirá a la situación?

Gran obra, sin duda, de las que se recuerdan, de las que gusta regalar, con una poderosa carga simbólica a la vez que un hermoso y sensual lenguaje.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

Fraternidad

Frescos del palacio de Versalles.

En los servicios de caballeros se dan a veces situaciones de las que tampoco desvelaré demasiado, por no traicionar en público los misterios propios de mi sexo. En todo caso, una de las características de estos espacios es el imperio de la democracia.

Todos puestos en fila, de cara a la pared, sin favoritismos, con igualdad absoluta inter pares. Se espera por exquisito orden de llegada, se saluda a los compañeros de derecha e izquierda con versallesca cortesía y se fija la mirada en un punto indefinido que nos empuje a la meditación, al desprendimiento de lo superfluo, al nirvana.

Porque, despojados temporalmente de galones, del estatus social, de las diferentes vías del tren por las que se conducen nuestras vidas, ¿qué nos queda en ese preciso momento? En los servicios, ¿no estamos hechos de la misma pasta?

Altos o bajos, gordos o delgados, triunfadores o escritores de blog, ¿no buscamos básicamente igual meta, descubrir nuestro lugar en el ignoto plan de la existencia? Es entonces cuando desearíamos abrazar a nuestros hermanos, fundirnos en un canto general, hacernos uno con el universo...

Por desgracia, a los pocos segundos creemos tener algo importante entre manos, dejamos pasar la oportunidad y caemos de nuevo en lo material. El ruido huracanado del secador que se ancla en la pared termina de borrar aquellas buenas vibraciones.

domingo, 30 de agosto de 2009

Los orígenes

Estatua de don Pelayo en Covadonga.

Se me ocurre que no conozco las crónicas familiares más allá de los abuelos. ¿De donde vendrá la prosapia de mi linaje, la hidalguía de mi estirpe, la nobleza de mi sangre? ¿O no tengo de eso?

Nada, nada, no me puedo quedar con la duda. Voy a ver qué encuentro en Internet sobre mis apellidos.

Veamos: aquí leo que el primero es de etimología prerromana, toma ya. Y sus primeras referencias modernas surgen en la Navarra de los siglos VIII-IX, de donde pasó a Asturias, León y Castilla antes de desparramarse por todo el orbe.

Pues me imagino a mi ancestro como un tipo con barba y bigotones, escaso conocimiento de los baños, polainas de piel de lobo y espadón en ristre. Le tiene el ojo echado a mi tataratataratatarabuela, una tal Cunigunda...

Para el segundo, el heredado por vía materna, hay discusión sobre si es de origen catalán o gallego. Pero vamos, lo importante es la cota de armas con azur, sable y gules, que nadie piense que acabamos de bajarnos del árbol.

Quien defiende la primera propuesta, la catalanidad, indica que uno de sus miembros recibió el título de ciudadano honrado en Gerona.

Ese debía de ser el de los míos, ese. Aunque a poco que su época se pareciera a la nuestra, darle tal premio debía de ser como motejarle de tonto del pueblo.

El tercero es interesantísimo. ¿Pues no dice, de acuerdo con ciertas versiones, que desciende de la realeza? De Alfonso IX de León, sin ir más lejos.

Parece que no se llevaba bien con su primo, el rey de Castilla, y por eso no compareció en las Navas de Tolosa. Sin embargo, reconquistó Extremadura él solito (bueno, en realidad iba detrás de la hueste, que las armaduras pesan de lo lindo y cuesta correr con ellas).

¿Será verdad que es antepasado mío? Estoy pensando en reclamar mis legítimos derechos, qué caramba.

Por fin, el cuarto apellido es asturiano por arriba y por abajo, por delante y por detrás. Según un manuscrito, trescientos miembros de la familia estuvieron nada menos que en Covadonga.

Andarían en el pomar recogiendo manzanas y de repente vieron llegar a la morisma, a quienes sus costumbres no les permiten beber sidra ni catar el chorizo de jabalí. De manera que pensaron: hala, a la batalla, que tocaduras de gaita las justas.

Total, que si alguna vez llego a tener descendientes que continuaran la saga, que sepan que tienen que bañarse a menudo, porque ya no son los tiempos en que nació el primer apellido. Que no deben sablear nunca a nadie, para hacer honor al segundo. Que tengan en cuenta la opción de Urraca o Berenguela para nombrar a mi hipotética nieta, recordando al tercero.

Y, por el cuarto, ¡puxa Asturies!

domingo, 23 de agosto de 2009

Jet lag

Luces de ciudad por la noche, con ojos insomnes.

Insomne, contemplo desde mi ventana los puntos de luz.

Quizá haya otros, otros como yo, sujetos con las cadenas de la noche, que intentan cerrar los ojos sin tregua.

Debilitados, consumen sus últimas energías en pensamientos que anhelan no existir, que desearían fundirse con la negrura, la liberación del olvido.

Pero nada ocurre, nada ni nadie viene en nuestra ayuda.

Junto a mí, ellos os velan.

martes, 4 de agosto de 2009

Aviadores

Clave de lectura: Pilotos estadounidenses y Spitfires en acción.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Nunca tantos debieron tanto a tan pocos.
Música: La Batalla de Inglaterra (Ace High March), de Ron Goodwin ♪♪♪
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Portada del libro Aviadores, de Alex Kershaw.

Cuando se sobrevuela Londres, se gana una perspectiva que corrobora con creces la obtenida al caminar por sus calles y avenidas: es una ciudad grandísima, inmensa. Se extiende hasta donde la vista alcanza.

Más o menos, esa debía de ser la misma impresión que se llevara un piloto alemán hace unos setenta años. Y no precisamente de Lufthansa.

Aviadores, de Ian Kershaw, relata la odisea de un puñado de norteamericanos que, contraviniendo las leyes de su país, se alistaron en la RAF en 1940. Caballeros del aire, como indica el subtítulo.

Cada uno tenía un pasado diferente, pero algo fundamental en común: la intuición de lo mucho que se jugaba el mundo.

Por eso consiguieron alcanzar Canadá y de ahí dieron el salto al Viejo Continente, donde se les asignó a una escuadrilla de los míticos Spitfires.

«Hubo solo una ráfaga, pero fue suficiente», recordaba Mamedoff. «Ocho balas atravesaron la hélice, veinte el fuselaje y una el blindaje… Intenté una táctica violenta de evasión y me largué a dos mil quinientos metros. Después de aquello, como puedes imaginar, mi avión no estaba demasiado bien, pero lo piloté sin mayor problema».

La obra, con muy buen pulso narrativo, utiliza fuentes originales como los recuerdos y testimonios de quienes los conocieron, pues de todos ellos apenas uno alcanzó indemne el final de la guerra.

En tono de admiración, sin por ello perder el rigor histórico, quedan recogidas las biografías de cada piloto y las acciones en las que se vieron envueltos, trazando en conjunto un vívido fresco de ese momento en el que, según las famosas palabras de Churchill: «Nunca en la historia de los conflictos humanos tantos debieron tanto a tan pocos».


miércoles, 29 de julio de 2009

El aciago demiurgo

Clave de lectura: Puro Cioran, con todos sus manierismos y fascinaciones.
Valoración: ✮✮✮✮✮
Comentario personal: Fascinante... y atormentador.
Música: La profecía, de Jerry Goldsmith ♪♪♪
📖
Portada del libro El aciago demiurgo, de Emil Cioran.

El aciago demiurgo, de Emil Cioran, es un libro capaz de dejar marca.

Un libro que conviene retomar en diferentes etapas de nuestro camino, buscar fragmentos anteriormente subrayados y volver a leerlos después de los años, de manera que el bagaje de lo vivido nos haya preparado para afrontar el pesimismo existencial de su autor.

Se estructura esta obra en seis capítulos. El primero, que da título al conjunto, es un ensayo acerca del pretendido creador del mundo.

En caso de tratarse de un ente divino, no podría ser bondadoso. Más bien hablaríamos de un demiurgo malvado, aciago, cuyas pulsaciones aún subyacen en sus criaturas.

A continuación, Los nuevos dioses reflexiona sobre la expansión del cristianismo y el inevitable eclipse de los dioses griegos y romanos.

Paleontología, la tercera parte, está construida a partir de los huesos, del esqueleto en contraposición a la carne, como metáfora de la desnudez última de cada ser.

Más tarde, en Encuentros con el suicidio, se dedica Cioran a monologar sobre esta idea, una constante en su pensamiento filosófico.

El no liberado es un apartado complejo. Toca varias ideas, en apariencia sin relación, más allá de su génesis en el interior de un espíritu atormentado.

Y, finalmente, un conjunto de aforismos: Pensamientos estrangulados. Provocadores, brillantes... Tristes.

Esos momentos en que se desea estar absolutamente solo porque se está seguro de que, cara a cara con uno mismo, se será capaz de encontrar verdades raras, únicas, inauditas; después la decepción y pronto la amargura, cuando se descubre que de esa soledad finalmente alcanzada nada sale, nada podía salir.

Sí, El aciago demiurgo fascina. Si contiene un atisbo de la verdad, si estamos de alguna manera predestinados a cometer nuestros actos, si lo que creemos libre albedrío se encuentra tan constreñido y si, a pesar de su escasez, hacemos uso sistemático de él para la destrucción, entonces...

¿Cuál es nuestra sustancia, nuestro papel en el orden del universo?


jueves, 23 de julio de 2009

Atlas descrito por el cielo

Clave de lectura: Fantasía desatada en la comunidad de vecinos.
Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: La imaginación nos lleva a través de sus páginas.
Música: Aire, de Mecano ♪♪♪
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Portada del libro Atlas descrito por el cielo, de Goran Petrovic.

Si nos referimos a comunidades de vecinos heterodoxas, una para echar a comer aparte sería la de Atlas descrito por el cielo, de Goran Petrovic.

Tenemos a Herrero, que invita a los demás a entrar en sus sueños (sobre todo, a la hermosa Sasha, por quien suspira secretamente).

También a Andrei, siempre agazapado tras el sofá de la sala de reuniones, esperando a que Eta regrese de donde quiera que haya ido y puedan continuar su juego del escondite.

A la Silenciosa Tatiana, cuyos cantos consiguen congregar sobre ella a ochenta y ocho constelaciones, en lugar de las cincuenta y tres que corresponderían según la Unión Astronómica Internacional.

A Bógomil, por supuesto, visitado por su tía Despina de tanto en tanto a través del Espejo Septentrional. A Esther, con un lunar de granada en el interior del muslo derecho (hasta que el malvado actor Augusto se lo roba).

A Drágor, que recolecta como pasatiempo la Levedad y la Gravedad Elementales. Al cartero Spíridon y su ex-colega Aaron Hartman, despedido de Correos por abrir cartas de contenido triste y sustituirlas por otras alegres...

Al amanecer entramos en el jueves, pero al recordar que había que leer aquella carta amenazadora relacionada con nuestro techo rápidamente cambiamos de opinión. Saltamos el jueves por completo. Viajamos hasta el viernes, al cual llegamos tarde, pues el sol ya está bien redondo.

Y, como hilo conductor de cada encuentro, varios cuadros, grabados, mapas y demás obras de arte que reposan en prestigiosas instituciones internacionales:

La Galería Tretiakov de Moscú, el Museo del Prado de Madrid, el Centro NASA para la Investigación del Espacio de Milwaukee o el Archivo de la Secreta Asociación del Panal Dispersado por Todo el Mundo de la Biblioteca de Babilonia.

Sin más palabras que añadir, me despido con esta recomendación. Tengo que salir de viaje.

Estoy enrolado en el barco de papel gigante que va a zarpar hacia la constelación de Puppis.


lunes, 20 de julio de 2009

Cuando España «invadió» Escocia

Recreación de un highlander.

Al visitar el Museo Nacional en Edimburgo, llama la atención cómo los escoceses mitifican algunos momentos de su pasado. Especialmente, los garrotazos contra los ingleses. Nombres como Stirling, Bannockburn o Culloden les producen un escalofrío en el espinazo capaz de hacerles olvidar por un momento el whisky. Sólo por un momento.

Pues hay un pasaje de esa historia no tan popular como debiera, y es que un batallón de trescientos españoles desembarcó en cierta ocasión en las highlands para apoyar la rebelión contra el rey Jorge, dando lugar a la denominada batalla de Glenshiel.

Corría el año 1719 y Felipe V, tan melancólico él, pensó en recuperar algunos terrenitos perdidos como consecuencia del Tratado de Utrecht: Milán, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Menorca, Gibraltar… Tal política suponía chocar con los viejos adversarios isleños que, por entonces, se encontraban entretenidos en sus cosas: las desavenencias entre la nueva casa real de Hannover y la de los Estuardo.

En connivencia con estos últimos, se aparejó una flota destinada a apoyar la causa jacobita en el sur de Inglaterra, pero la tormenta de turno desbandó los buques. ¡Siempre la misma mala suerte!

Por el extremo contrario, al norte, dos solitarias fragatas consiguieron dejar en tierra a esos trescientos soldados, con la misión de levantar el ánimo a los clanes. Un retén quedó guardando el fotográfico castillo de Eilean Donan y el resto de la tropa salió a pie hacia Inverness.

Poco después, la Royal Navy, que navegaba con la mosca detrás de la oreja, apareció por la zona. Tras los cañonazos de rigor, dejaron en ruinas la vieja fortaleza y apresaron a sus defensores. Y los hispano-escoceses del cuerpo principal acabaron topándose con una fuerza contraria de casacas rojas sobre las colinas de Glenshiel.

¡Pum!, ¡zas!, ¡raca!, ¡toma!, ¡tararíííí! Ya la tenemos montada en lo que desde entonces se llama Peak of the Spaniards.

Tras un buen rato de mosquetería, las milicias locales empezaron a ceder terreno. Según parece, habían herido al jefe del clan MacGregor, y eso desmoralizó al resto. Los García, Rodríguez y Menéndez se vieron de repente solos, por lo que, superados ampliamente en número, solicitaron el armisticio con honor.

¿Y quién se supone que era esa figura de los MacGregor que tanta influencia tuvo para arrastrar a sus hombres a la retirada? Cuentan que su nombre completo era Robert Roy MacGregor. O lo que es lo mismo, ¡Rob Roy!

Desde luego, aquí hay tema más que para una novela. Para un peliculón.

Nada más por hoy. Mar sin leat, que en gaélico significa adiós.

martes, 14 de julio de 2009

Los vikingos

Clave de lectura: Los vikingos, mito y realidad.
Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: Bien documentado.
Música: El guerrero número 13, de Jerry Goldsmith ♪♪♪
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Portada del libro Los vikingos, de Paddy Griffith.

Los vikingos tienen fama de gamberros, es cierto, pero en nuestro idioma no consta su nombre como insulto, al contrario que el de otros grupos como los vándalos o los cafres.

Y eso que desembarcaron varias veces en las costas astures y gallegas. Lo que pasa es que los aborígenes tampoco eran muy finolis en el trato social precisamente y les quemaban los barcos a la menor ocasión.

Así que siguieron travesía por Portugal, haciendo fonda en Lisboa, y no olvidaron remontar el Guadalquivir para visitar Sevilla y olé.

Más tarde volvieron a subir deprisa, que el califa les pisaba los talones con la factura, y rema que te rema llegaron hasta Pamplona, donde capturaron al rey García I Íñiguez, que tuvo que pagar rescate.

Haciendo un inciso, es inverosímil que se inaugurase así la costumbre de correr delante de los astados, ya que sus cascos en realidad no llevaban cuernos.

Los vikingos, de Paddy Griffith, podría ser un buen comienzo para aprender sobre la vida y milagros de estos visitantes boreales. Se trata de un estudio bien documentado sobre las razones por las que se construyó a su alrededor el mito del pillaje que aún hoy perdura.

Tanto en Oriente como en Occidente, las huestes vikingas, cuyo número creció a mitad del siglo IX, no estaban aún oficialmente respaldadas por los ejércitos reales. Sus cabecillas disponían de poca autoridad efectiva en su tierra o en cualquier otra parte, más allá del temible radio de acción generado por la fuerza de sus brazos alzados y sus poderosas hachas de guerra.

La verdad se encuentra, como suele ocurrir, en algún punto intermedio. En una época donde el fuego y la espada decidían las relaciones internacionales —¿qué época no ha sido así, por otra parte?—, las correrías en busca de botín terminaron eclipsando otros aspectos como los viajes de exploración transatlántica o el comercio que, gracias a ellos, unió el norte de Europa con la lejana Bizancio. Y aún más allá.

En fin, os dejo con la propuesta, que he puesto hidromiel a fermentar y tengo que ir a echarle un vistazo al barril antes de que llegue cualquier berserker sediento y se lo beba.


viernes, 10 de julio de 2009

El último encuentro

Clave de lectura: Cuarenta y un años y cuarenta y tres días de espera para este momento.
Valoración: ✮✮✮✮✮
Comentario personal: Extraordinario.
Música: Gran Fuga, de Ludwig van Beethoven ♪♪♪
📖
Portada del libro El último encuentro, de Sándor Márai.

Capacidad para no olvidar, para vivir con imágenes de hace tiempo muy frescas en la memoria: en ello se basa la existencia del general.

Durante cuarenta y un años y cuarenta y tres días, las jornadas pasan en su castillo al pie de los Cárpatos, sin más contacto que el de los sirvientes y su ya nonagenaria niñera. Hasta que, una mañana, recibe una carta.

En ella se anuncia la próxima llegada de Konrád, un camarada de juventud. El general da las instrucciones precisas para alojarlo con la mayor distinción.

Siempre ha estado esperándole, desea mantener una entrevista cara a cara con la verdad, en lo que para ambos podría suponer El último encuentro.

El renacimiento artístico de Sándor Márai tuvo que producirse tras su muerte, después de que le fueran negadas tantas cosas, incluyendo la residencia en su añorada Hungría. Y, aunque él ya no pudiera disfrutarlo, su legado quedó intacto para nosotros.

Este libro es una de sus joyas. Dos hombres, dos oficiales del imperio, un mundo que daba sus últimos estertores cuando parecía más brillante que nunca... y una mujer, Krisztina.

Dices que no debías nada a nadie. Eso es cierto y no lo es. Claro que no debías nada a tu sastre, ni a ningún usurero de la ciudad. Tampoco me debías dinero a mí, ni dejaste a nadie ninguna promesa incumplida. Sin embargo, aquel día de julio (ya ves, me acuerdo perfectamente de que era miércoles), cuando dejaste la ciudad, sabías que dejabas atrás una deuda.

Desde el momento en que el general y su exiliado amigo hacen resurgir el pasado, la niñez, la adolescencia, el tiempo de los grandes descubrimientos, la incorporación a las responsabilidades adultas, desde el momento en que comienzan a rememorar todo lo que los unía y aquello que los separó, la magia nos circunda y nos empuja a una única reflexión:

¿Cómo se puede escribir tan bien?


lunes, 6 de julio de 2009

Tocarnos la cara

Clave de lectura: ¿Llegamos a ser alguna vez quienes queremos ser?
Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: De la época buena de Gopegui.
Música: Pulcinella, de Igor Stravinski ♪♪♪
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Portada del libro Tocarnos la cara, de Belén Gopegui.

Hoy me gustaría hablar sobre un libro de Belén Gopegui: Tocarnos la cara.

Un profesor de teatro convence a cuatro alumnos para montar una obra alternativa, El probador, la representación de un espejo de carne y hueso.

Ellos aceptan la propuesta como vía de escape de unas vidas cómodas pero en el fondo insatisfechas.

Poco a poco se van hilvanando sus existencias individuales, los sueños de juventud frustrados, los esfuerzos baldíos, la angustia no confesada de tener que conducirse día a día de manera diferente a como su propio ser les grita, dentro de una sociedad que no permite a sus miembros salirse del papel.

Todo confluye al fin en el proyecto teatral, que se convierte en el clavo al que se agarran. Y cuando fracase tendrán que volver a empezar.

Evoqué un Madrid donde el asfalto era un agua profunda. Circulaban los coches como barcos. Si los peatones no se hundían, o se hundían menos, era gracias a esas vidas agregadas. Pero también por ese motivo, me dije, una traición, un abandono, puede desequilibrarles, vencer hacia algún lado el eje de los cuerpos con sus ojos de seda azul.

En las primeras novelas de Gopegui la penetración psicológica, el yo interior de los personajes, presenta una rica paleta de matices: es su gran virtud.

Por desgracia, a partir de un punto perdió el norte literario y le empezaron a salir panfletos de un valor ínfimo. No consigo explicármelo.

Menos mal que este título pertenece al grupo inicial.