Retomemos un poco la senda del buen humor, tan ausente contra su voluntad en algunas de las últimas entradas. Todo empieza hoy en una fiesta de la embajada de Pontevedro en París.
Donde Camille de Rosillon le echa los tejos a Valencienne, ya que al marido de esta, el barón Mirko Zeta, lo único que le importa es que la viuda Hanna Glawari no se vuelva a casar con un extranjero, para que el reino no pierda los cincuenta millones de francos de la herencia.
Así que envía a su secretario Njegus a llamar al conde Danilo Danilowitsch, el amor de juventud de la potentada.
Pero Danilo, aunque la llama sigue ardiendo entre ellos, no quiere casarse con Hanna para que no parezca que persigue sólo su fortuna, y se pone a buscar candidatos alternativos. Por la fiesta pululan Raoul de Saint-Brioche, el vizconde Cascada...
Luego salen las bailarinas del Maxim: Lolo, Dodo, Joujou, Cloclo, Margot y Froufrou. Corre el champán, no queda muy claro si Hanna se va a liar con Danilo, con Camille, con el mismo barón Zeta, Pontevedro está a un paso de la quiebra...
Y así nos divertimos un rato escuchando La viuda alegre, del austrohúngaro Franz Lehár.
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