lunes, 7 de abril de 2025

Safo

Clave de lectura: Una mujer se aferra a un hombre como única meta. No existe nada sin él.
Valoración: ✮✮✮✮✮
Comentario personal: Gran ejemplo de la «gran locura humana».
Música: Carmen (Habanera), de Georges Bizet ♪♪♪
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Portada del libro Safo, de Alphonse Daudet.

Los últimos libros leídos de la época me habían dejado un gusto agridulce, tirando hacia lo agrio. Siempre con un nombre propio en la portada: Spirite, Eugenia Grandet, Effi Briest...

Ah, pero por fin surge uno que expía el tedio y me reconcilia con la novelística del grand siècle. Y también luce un nombre: Safo. Su autor es Alphonse Daudet.

Me permito alabar de inicio muchas de sus características: el planteamiento tan moderno, la fuerza de los personajes, la arquitectura de los ambientes, la impagable crónica social, esa especie de magnetismo para que una página, y otra, y la siguiente, se deslicen ágilmente entre los dedos…

Safo es Fanny Legrand, una mujer que asiste a cierto baile de máscaras en la residencia parisina del mecenas Déchelette.

La misma fiesta en la que se encuentra Jean Gaussin, jovencísimo heredero de una familia de provincias venida a menos. Prepara los exámenes para el servicio consular.

Otra de las invitadas le lanza señas inequívocas de que pasen el resto de la noche juntos. Y es atractiva, da un paso en esa dirección.

Safo se cruza de repente. No vayas, le dice.

No sabe de quién se trata, apenas ha conversado unas palabras distraídas con ella. Pero el nudo que los va a unir está casi cerrado.

¿No es costumbre de caballeros, en la buena sociedad, tener una amante? Y dejarla cuando se cansan.

Cien veces intentará Jean ese abandono, como todos le aconsejan.

Cuando descubra su verdadera edad (si Caoudal la esculpió en el 53, ella tenía entonces diecisiete, y ahora corre el año 73…). Cuando conozca, por boca de antiguos «protectores», su éxito como cortesana. Cuando lea las cartas de admiración que guarda en su cofrecillo.

Cuando sepa de Flamant, el hombre encarcelado por su causa.

Y cien veces le será imposible. Fanny, Safo, le ha elegido. Le amará sin medida, se sacrificará, se ofrecerá a él a cualquier precio. Solo le pide permanecer un poco más a su lado. Solo un poco más.

¿Crees tú que se encuentra dos veces eso de ser amado como yo te amo…? Tienes tiempo para casarte: ¡eres tan joven…! Yo, muy pronto, estaré consumida… No podré más, y entonces nos separaríamos mutuamente.

Hasta que anuncie su boda con Irene, que «tiene cara de buena». En ese momento…

«Todos los hombres encontrarán un trozo de su propia existencia», manifiesta Daudet sobre la obra. Los protagonistas son tanto esclavos como timoneles de su destino.

Hoy diríamos que Fanny «acosa» a Jean, que se aprovecha de su inexperiencia, de su carácter irresoluto, para vivir la vida que desea, no la que esa buena sociedad a la que hacía alusión le tiene reservada.

Y probablemente nos equivocaríamos.

No hay violencia en un sentido físico, tampoco exigencias respaldadas por amenazas. Aunque las palabras puedan apretar como sogas.

En cualquier caso, las pasiones, la «gran locura humana» que se desborda en este libro, si me empeñara en reducir su contenido a una sola frase, representan un gran ejemplo literario del XIX, del XX, del XXI y (si el mundo consigue continuar indemne), de todo futuro imaginable.

Un ejemplo sobresaliente.


viernes, 4 de abril de 2025

Agua

Gotas de agua sobre una hoja.

Dicen que llegó en cometas y nos concedió algo nuevo: la vida.

Agua, eso somos. La misma materia que gotas de agua.

Escribimos senderos sobre el haz de una hoja.

Huellas que nos unen y luego nos separan, expectantes, confusos.

A veces convertidos en hielo, frágil a los golpes.

Otras, evaporados por llamas que debemos atravesar.

Al final suplicamos rendición y eso es todo.

Gotas de agua en las que nadie se fija. De las que nadie bebe. A las que nadie da importancia.

El universo donde alguna vez nacimos hace mucho que nos olvidó.

lunes, 31 de marzo de 2025

Un instante eterno

Clave de lectura: Expectativas y posibilidades de actuación después de los 50 años.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: De espíritu y contenido muy aprovechables.
Música: Sinfonía nº 9 (II.Scherzo), de Anton Bruckner ♪♪♪
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Portada del libro Un instante eterno, de Pascal Bruckner.

Lo peor que le puedo achacar a este ensayo de Pascal Bruckner es su abrigo de retórica, algo tupido para mi gusto: incisos, considerandos, oropeles verbales, ítem más…

(¿Achacar tendrá que ver con achaques?).

Lo mejor que le concedo es que, si conseguimos desnudarlo en términos juanramonianos, su análisis resulta interesante.

Vamos al meollo: Un instante eterno se ocupa de la existencia tras haber cumplido los cincuenta. Esa frontera a partir de la cual uno se hace «maduro».

¿Es el cuerpo nuestro dictador? ¿Sus condiciones motoras? ¿La tersura de su piel? ¿O permanecemos activos siempre que nuestras mentes lo perciban así?

¿Siempre que nuestra actitud esté tan abierta a la novedad como se supone lo estuvo a los quince, los veinte, los treinta…?

Bruckner considera que no es tanto la vida lo que se ha prolongado en nuestra sociedad, sino la vejez. Ahora bien, junto a inevitables inconvenientes, surgen abiertas oportunidades.

Conocer las emociones fuertes, en el sentido más amplio de la palabra, la suerte, el placer, la buena fortuna, disfrutar de todas las bondades del mundo, no está reservado solo a los menores de 50 años. Incluso cuando la carga es grande, todavía hay mucho que hacer antes de que caiga el telón.

Los epígrafes van desgranando una propuesta: jamás bajar los brazos, no abandonar la intensidad del pensamiento, seguir reconociéndonos a nosotros mismos mediante el esfuerzo, la curiosidad…, la pasión…

Renunciar a la renuncia. Permanecer en la dinámica del deseo. La rutina salvadora. El entrelazamiento del tiempo. Los deseos nocturnos. Eros y Ágape a la sombra de Tánatos.

¡Nunca más, demasiado tarde, otra vez! Tener éxito en la vida, ¿y luego qué? Muerte, ¿dónde está tu victoria? La inmortalidad de los mortales.

Y concluye con un título recopilatorio: Amar, celebrar, servir, en el que insiste que «debemos vivir más allá de nuestros medios físicos, intelectuales y amorosos, como si acabáramos de heredar una inmensa fortuna».

¿Es ello posible?, me pregunto. Intento comparar las premisas del autor a lo que me dicta mi propia circunstancia.

Y sí, claro, cómo no participar de esa idea. Las ganas de «hacer cosas» permanecen despiertas.

Con la ventaja además (aunque no siempre) de que las «cosas» sean las que de verdad se anhelan, en lugar de las metidas antes con calzador. Ars gratia artis.

El único riesgo por el que Bruckner me despierta media sonrisa condescendiente es la melancolía. El desánimo que surge por los pobres resultados que a menudo obtenemos tras tanto esfuerzo, curiosidad y pasión.

Tentaciones de dejarnos llevar sin dolor, de nadar en lo puramente lúdico, sin preocuparnos por un mundo que no tiene arreglo.

Pero es el precio que le debemos a la pequeña grandeza / gran pequeñez de los sueños humanos, no tiene nada que ver con los años.

Aprovechemos por tanto el espíritu, así como el contenido del libro: Filosofía de la longevidad.

¡Adelante!


viernes, 28 de marzo de 2025

Sol

Gato disfrutando del sol.

Del latín sol, del protoindoeuropeo sauel.

Una estrella enana amarilla (aunque en realidad sea blanca). Núcleo, corona, viento… Hidrógeno y helio.

Cuatro mil seiscientos millones de años en un rinconcito espiral sin importancia.

Nacido de estrellas más antiguas, de su gas y su polvo, volverá alguna vez a ese gas y a ese polvo.

Mientras tanto, hoy, ahora, tras una eternidad bajo cielos inconsolables...

No hay guerras. No hay males. No hay kits de supervivencia. No hay advertencias que acechen al otro lado de los párpados.

Sencillamente, sol.

lunes, 24 de marzo de 2025

Viaje a Rusia

Clave de lectura: La Unión Soviética de los años 20, ¿esperanza o mausoleo del cambio?
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: De nuevo, los ojos clarividentes del santo bebedor.
Música: Gayaneh (Adagio), de Aram Khatchaturian ♪♪♪
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Portada del libro Viaje a Rusia, de Joseph Roth.

En 1926, Joseph Roth recibe el encargo de dirigirse al antiguo imperio de los zares, ahora país de los sóviets, sobre el que tantos ojos se posan expectantes.

El Frankfurter Zeitung desea saber cómo se las apañan sin aristócratas ni burgueses.

Además, la NEP o Nueva Política Económica abre oportunidades comerciales. ¿Con quién hay que negociar? Si los grandes duques conducen taxis en París, ¿qué clase de gente está al mando?

Nuestro autor, acostumbrado al «exotismo» como hijo de las remotas fronteras austrohúngaras, es el hombre perfecto para el trabajo.

Cada semana enviará un artículo para dar respuesta a los misterios. Desde Minsk, Astracán, Tiflis, Moscú, Leningrado… Todos juntos forman el Viaje a Rusia.

Los emigrantes zaristas. El laberinto de los pueblos del Cáucaso. La situación de los judíos en la Unión Soviética. La Iglesia, el ateísmo, la política religiosa. La mujer rusa de hoy. Opinión pública, periódicos, censura. La escuela y la juventud...

Artículos sobre aspectos más allá de las cifras, los discursos, las obras públicas, la propaganda que llega a occidente a través de magníficos filmes.

A Roth le interesa la vida. Y, sobre todo, el espíritu que le sirve de motor. Recorre ciudades y aldeas hablando, preguntando, observando, caminando junto a tipos humanos que intentan adaptarse a los nuevos tiempos.

Puedo entrar libremente en oficinas, juzgados, hospitales, escuelas, cuarteles, calabozos y prisiones, así como entrevistarme con jefes policiales y profesores de universidad. El ciudadano critica con un tono más alto y cáustico de lo que resultaría grato para un extranjero. […] Probablemente la policía secreta sea tan hábil que ni la noto.

Y se da cuenta de que se trata precisamente de eso: adaptarse. Las ilusiones con que pudiera haber comenzado el trayecto se diluyen. Los «ideales» quedan… Bueno, para pasado mañana.

No encuentra respuestas a un modelo social equitativo, por mucho komsomol que se anuncie en las pancartas y muchas hoces y martillos en las banderas. Siempre hay que medrar.

El embrutecimiento de las masas se lleva a cabo mediante la alfabetización (paradoja titánica). Es necesario que todos sepan leer y repetir de memoria, un millón de veces, la última consigna del partido.

«La burguesía es inmortal», escribe. Los «hombres NEP» no se distinguen ni en el blanco de los ojos de los caricaturizados capitalistas. Si hay algún lugar en el mundo al que Rusia ansíe parecerse, sería… ¡los Estados Unidos de América!

Un lugar donde Homero no tiene cabida. Lo práctico, lo tangible, lo material, toman el relevo.

Y así, un periodo no lo suficientemente conocido de la historia (las riendas de Stalin están aún a medio trenzar) se abre camino de primera mano.

Gracias a los ojos del santo bebedor.


viernes, 21 de marzo de 2025

El espejo

Cigüeña reflejada en la laguna.

El gris se apodera de los ojos.
Golpea a la luz, tiene sed
—sed voraz, prisa avariciosa—
de convertir nuestra mirada en bronce.
Un susurro de repente,
un batir de alas sin anunciar,
y obra el espejo, otra vez azul plata,
su sencillo milagro eterno.

lunes, 17 de marzo de 2025

Los amantes tristes

Clave de lectura: Tres vidas se entrelazan a través del amor y la separación.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Estupenda novela.
Música: Dérive 1, de Pierre Boulez ♪♪♪
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Portada del libro Los amantes tristes, de Eugenia Rico.

La redacción de Los amantes tristes presenta un rasgo muy característico: sus capítulos son brevísimos, urgentes, como géiseres que expulsan chorros de vapor. Lo contrario de las «novelas río», por ejemplo, con múltiples cursos narrativos desembocando en un ancho cauce.

Eugenia Rico prefiere presentarnos a sus personajes, Antonio, Ofélie y Jean Charles, sin preámbulos. Las experiencias que vivieron los tres en el pasado entroncan con el presente pese a juramentos de no volver a verse jamás.

El destinatario de una beca de violín, nacido en una ciudad con meigas pero sin metro. La mujer sofisticada de piernas infinitas a quien conoce en un fotomatón. El estrafalario amigo —loco, según otras descripciones— que aparta a cualquiera, hombre o mujer, que empiece a sentir por él excesivo interés.

Caminantes por las calles de París, hermosa, sí, pero también falta de piedad hacia los fracasos. Que no suele conceder segundas oportunidades bajo su mortecina lluvia.

En un segundo, el mundo cambia: una llamada nocturna suena desde un teléfono desconocido.

Antonio, Antonio… —No reconocí la voz, pero estaba diciendo mi nombre—. Antonio, tienes que ayudarme.
Clic. La comunicación se interrumpió.

¿Podrá encontrar a quien fue su más cercano apoyo? ¿Acudirá a su antiguo amor, a quien sorprendió entrelazada con otro hombre?

Ella no te quiere, le había advertido Jean Charles. ¿Estaba en lo cierto o…?

¿Y si fuera Ofélie quien adivina dónde lo retienen, en cierto edificio de las afueras, custodiado por funcionarios de bata blanca, correas y pastillas que anulan la voluntad?

Los aspectos formales a los que aludía, esa urgencia torrencial de palabras, actos y sensaciones, no dan respiro. La autora sabe lo que quiere decir y sabe cómo hacerlo.

La brevedad se convierte en una metáfora de la vida. La inmediatez en el resultado, a menudo egoísta, de las relaciones. El vértigo aparece cuando el control escapa a nuestras manos.

Locura y cordura con el mismo significado en una estupenda novela.


sábado, 15 de marzo de 2025

Sofia Gubaidulina

Hago una búsqueda en el blog y su música aparece apenas una vez.

Que sean dos, tras una partida que quizá no vaya a provocar duelos ni reuniones urgentes de poderosos por la reconciliación.

Ni ansia sin excusas por construir un mundo que no responda a los viejos nombres de amargura o de dolor.

Pero el sonido de esos pasos sirve para que los nuestros se sientan un poco más iluminados.

Los músicos tienen que intentar dar fuerza y luz a las almas de las personas.

Solo por ello, gracias.

(En recuerdo de Sofia Gubaidulina).


jueves, 13 de marzo de 2025

Prosperidad

Monumento con el símbolo del euro.

La noticia dice que se efectuaron intentos de reanimación durante más de media hora, sin éxito.

Había muerto en el contenedor de ropa que utilizaba para refugiarse.

¿Hay un contenedor de ropa? —intento visualizar—. Y no lo consigo.

Veo árboles, el monumento —tan naíf— contra la guerra, cafeterías, el edificio del mercado, la boca de metro… Todo acude dócil a mi memoria.

Pero no consigo situar ese elemento urbano. Un contenedor… donde un hombre «pernoctaba habitualmente».

Alguien que por cincuenta y un años fue uno de nosotros, continúa la noticia.

Alguien de últimos días invisibles (aunque, durante más de media hora, se hizo lo que se pudo).

Alguien en la plaza de «Prosperidad».

lunes, 10 de marzo de 2025

El falsificador de pasaportes

Clave de lectura: La increíble supervivencia de un judío en la Alemania nazi.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: La vida real supera a cualquier novela.
Música: La gran evasión, de Elmer Bernstein ♪♪♪
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Portada del libro El falsificador de pasaportes, de Cioma Schönhaus.

En el prólogo a sus memorias, Cioma Schönhaus se refiere a la ley de los grandes números.

La ilustra mediante un agujero en una habitación, del tamaño de un puño: si alguien arroja garbanzos sueltos desde la distancia, casi seguro que no acertará. Sin embargo, al esparcir por el suelo el contenido de todo un saco, el agujero podría acabar lleno.

Que algún judío sobreviviera a la persecución nazi cumpliría así con la probabilidad matemática. Pero que se tratase de él, de él en concreto, no de su padre, su madre, su mejor amigo ni ningún otro a su alrededor…

Increíbles golpes de suerte junto a increíbles descuidos. Habilidad compartida con errores de bulto. Audacia muy semejante a la inconsciencia.

El falsificador de pasaportes relata cómo el autor se encuentra al filo de la cámara de gas, en busca y captura por la Gestapo, y de qué manera consigue evadirse.

Es 1941 y aún no ha cumplido los veinte. Vive con sus padres en Berlín. Las deportaciones se llevan a cabo cada día.

En el proceso no se aplican métodos de una brutalidad asesina, no de forma evidente: los judíos acuden, tras recibir el aviso, a la antigua sinagoga, esperan la llamada del funcionario, firman la renuncia a sus bienes, acarrean maletas con mudas hacia el punto de transporte indicado…

Lo que ocurra en los campos, nadie lo sabe de cierto. Pero hasta entonces prevalece el orden.

Cioma prefiere pasar a una clandestinidad «abierta». Tras emplearse en una fábrica de armas, constata sus dotes artísticas y comienza a copiar sellos oficiales con el águila y la esvástica. Un gran trabajo… de acuarela.

Cartillas de racionamiento, documentación postal, certificados de trabajador imprescindible para la industria de guerra, tarjetas militares… Aunque su actividad sea detectada, siempre se adelanta un paso, aunque sean unos segundos, a la visita de la Kriminalpolizei o, sobre todo, los hombres del abrigo de cuero.

Almuerza en restaurantes de prestigio, donde no se les ocurriría que represente una amenaza para el Estado. Adquiere un bote de vela para navegar por el lago Stössensee.

Su bien más precioso es la bicicleta con la que piensa atravesar la frontera suiza, cuando las delaciones y redadas aconsejen no tentar más a la fortuna.

¿La frontera? ¿No se encuentra vigilada por perros, estacas y alambre de espino? ¿No hay patrullas a cada paso? ¿Es de verdad posible?

Al menos dos aspectos llaman la atención en esta obra, aparte de las puras peripecias. El primero ya lo he mencionado: la obediencia a las normas administrativas tan introducida en la psique, según la cual tal día, a tal hora, alguien ha de acudir a tal lugar para proceder al traslado hacia Auschwitz, Majdanek o Treblinka.

El segundo sería la corriente de resistencia que, sin la admiración alcanzada por movimientos semejantes de Francia, Checoslovaquia o Polonia, no dejó de existir en el corazón del Reich.

Para copiar documentos, el falsificador necesitaba los originales. Y para proporcionárselos, personas con nombres y apellidos arriesgaron sus propios cuellos.

Algunos de ellos aparecen en la última página:

Walter Heyman y Det Kassriel fueron deportados.
[…]
El doctor Kaufmann fue fusilado en Sachsenhausen.
El doctor Meier fue deportado.
Gerda fue deportada.
Mi padre y mi madre, Abuelita Vieja, tía Sophie y tío Meier: ninguno de ellos regresó de los campos de exterminio del este.

Un adecuado recuerdo sobre el bien y el mal cuando en el mundo vuelven a resonar botas de clavos.