Valoración: Fascinante... y atormentador ✮✮✮✮✮
Música: La profecía (The Omen), de Jerry Goldsmith ♪♪♪
El aciago demiurgo, de Emil Cioran, es un libro capaz de dejar marca.
Un libro que conviene retomar en diferentes etapas de nuestro camino, buscar fragmentos anteriormente subrayados y volver a leerlos después de los años, de manera que el bagaje de lo vivido nos haya preparado para afrontar el pesimismo existencial de su autor.
Se estructura esta obra en seis capítulos. El primero, que da título al conjunto, es un ensayo acerca del pretendido creador del mundo. En caso de tratarse de un ente divino, no podría ser bondadoso. Más bien hablaríamos de un demiurgo malvado, aciago, cuyas pulsaciones aún subyacen en sus criaturas.
A continuación, Los nuevos dioses reflexiona sobre la expansión del cristianismo y el inevitable eclipse de los dioses griegos y romanos.
Paleontología, la tercera parte, es difícil de explicar. Está construida a partir de los huesos, del esqueleto en contraposición a la carne, como metáfora de la desnudez última de cada ser.
Más tarde, en Encuentros con el suicidio, se dedica Cioran a monologar sobre esta idea, una constante en su pensamiento filosófico.
El no liberado es otro apartado complejo. Toca ideas variadas, incluso sin relación aparente, más allá de su génesis en el interior de un espíritu atormentado.
Y finalmente, un conjunto de aforismos, Pensamientos estrangulados. Ácidos, provocadores, brillantes..., tristes.
Esos momentos en que se desea estar absolutamente solo porque se está seguro de que, cara a cara con uno mismo, se será capaz de encontrar verdades raras, únicas, inauditas; después la decepción y pronto la amargura, cuando se descubre que de esa soledad finalmente alcanzada nada sale, nada podía salir.
El aciago demiurgo puede provocar fascinación. Si contuviera un atisbo de la verdad, si estuviéramos de alguna manera predestinados a cometer nuestros actos, si lo que creemos libre albedrío se encontrara realmente tan constreñido y si, a pesar de su escasez, hiciéramos uso sistemático de él para la destrucción, entonces...
¿Cuál sería nuestra sustancia, nuestro papel en el orden del universo?