lunes, 1 de enero de 2024

Feliz 2024

Corazón dibujado sobre la pared.

Saqué esta foto en una calle de la ciudad vieja de Jerusalén.

¡Qué absurdo! ¡Qué imposible! ¡Qué contrasentido!

Pero no, he dicho imposible y no. No lo es. Solo hacemos que a veces lo parezca.

Alguien dibujó este simple trazo sobre un muro blanco. Una mano y un deseo anónimos, un ansia con millones de nombres detrás.

De ojos que desean ver, oídos que desean oír, manos que desean tocar, consolar, abrazar…

De seres humanos tan agotados que su ruego parece ya pequeño, sin fuerza.

Por eso, con la alegría de un dibujo, antes de que llegue el mundo donde nada importe y las voces de esos millones hayan enmudecido tras los muros blancos…

Feliz 2024. Paz.

martes, 26 de diciembre de 2023

El cielo no tiene favoritos

Clave de lectura: Vivir rápido sin mirar atrás cuando «mañana» puede no tener significado.
Valoración: Extraordinario ✮✮✮✮✮
Música: 'Round Midnight, de Ute Lemper ♪♪♪
Portada del libro El cielo no tiene favoritos, de Erich Maria Remarque.

Es curioso que un libro al que he llegado «de rebote», fiando en el azar, me haya causado una impresión tan positiva.

El cielo no tiene favoritos. Pero yo sí.

Cuando pensamos en algún título escrito por Erich Maria Remarque, lo más probable es que recordemos clásicos como Sin novedad en el frente o quizá su secuela, Después. Es tanta la fuerza que transmiten, que han eclipsado el resto de su obra.

Y sin embargo, esa obra existe. Con una calidad novelística que hace injusto su estado de semipenumbra.

En efecto, la sabiduría de Remarque le permite dar vida a unos personajes tan complejos, tan humanos, que casi saltan de las páginas: Clerfait y Lillian son los nombres principales, pero el elenco que los acompaña, aun con roles más pequeños en la historia, está a parecida altura.

Una historia que nos habla de dos personas que se conocen sin buscarse, que saben que el futuro puede ser más breve que el pasado y que deciden quemar el aire que les quede juntos.

Clerfait es un piloto de carreras que, a su edad, ya no compite al nivel de los más jóvenes. Descreído, cínico ante el peligro, sin sueños, cada nueva prueba le acerca a la única meta que jamás ha deseado cruzar: la decadencia.

Lillian se consume lentamente en un sanatorio de las montañas suizas para enfermos de tuberculosis. A sus veinticinco años, la velocidad entre etapas que pasa ante los ojos de Clerfait es la que ella desearía experimentar.

Sin ataduras, sin lágrimas ni remordimientos, sin importar el mañana. Solo por obtener la esencia de un minuto más antes de la «partida», como denominan en la clínica al momento en que los pacientes dejan libre su habitación.

Acercamiento. Pasión. Separaciones. Planes para una noche, para un hotel, para un viaje en el rugiente automóvil de Clerfait, sin preocuparse más allá de la siguiente curva.

Dos espíritus en una Europa donde el recuerdo de la guerra apenas ha comenzado a difuminarse. Sin rumbo o, mejor dicho, con múltiples faros que los llaman con su luz: los Alpes, Sicilia, Venecia, París…

Y una forma de narrar tan asombrosamente elegante y profunda, donde cada frase, cada diálogo y reflexión disfrutan de pleno sentido, que resulta imposible no ratificar a su autor en el puesto que merece dentro de la literatura universal.

Extraordinario.


martes, 19 de diciembre de 2023

Entre el querer y el deber

Siempre ha habido clases: un poco más ricos y un poco más pobres.

La clase de personas que dan y aquella que recibe.

Los creadores y quienes los vemos y escuchamos, dictaminando con entusiasmo, magnanimidad o cara severa lo que nos parece.

Paula Blafe crea. Da. Comparte.

Y en el lado «pobre» del escenario aplaudimos porque es lo mínimo con que podemos recompensar la música, las palabras que salen de su garganta.

Cada vez que asisto a un concierto de esta cantautora salgo con la sensación de que he estado en el mejor lugar y el mejor tiempo posibles. Además acaba de lanzar el primer single de su primer disco, así que…

Sigamos compartiendo: Entre el querer y el deber.


lunes, 11 de diciembre de 2023

Amo del espacio

Clave de lectura: Relatos de la Edad de Plata de la ciencia ficción.
Valoración: Entretenido ✮✮✮✩✩
Música: The Lost Galaxy, de Ettore Stratta ♪♪♪
Portada del libro Amo del espacio, de Fredric Brown.

Después de lecturas un poco densas me apetece zambullirme en algo más «suave». Más de entretenimiento puro, sin dudas estratosféricas por medio. ¿Estratosféricas? Ah, pues no es mala idea la de abandonar nuestra gravedad al efecto.

El título en el que vienen a fijarse mis ojos escrutadores es Amo del espacio. Cuenta atrás para la ignición…

La novela más famosa de Fredric Brown debe de ser la divertida Marciano, vete a casa. No obstante, dio a la imprenta numerosos cuentos cortos en los que los giros inesperados consiguen atraparnos como imanes y no soltarnos ya hasta el punto final. El volumen de hoy recopila varios de ellos.

Así, en Verde Tierra tenemos a un náufrago que ansía, mientras recorre el peligroso lugar donde se estrelló años atrás con una «mano femenina» que le aporta resiliencia en el hombro, volver a disfrutar del color de la hierba frente al púrpura de los bosques locales. ¡Una nave, una nave ha visto la señal de su pistola de rayos! ¡Desciende!

En Sirio Cero los viajes interestelares son igual de comunes, aunque encontrarse con un planeta no cartografiado en un viaje comercial de rutina —el perenne negocio de las tragaperras— y que en él residan un antiguo conocido y una estrella de cine despampanante resulta turbador.

Ratón estelar nos enseña que el primer ser vivo en despegar de nuestro suelo no fue humano, ni tampoco cánido ni primate. Un representante de los roedores tuvo ese honor, pilotando el invento de un científico con acusado acento alemán. Y los efectos al cruzarse su trayectoria con la de un asteroide camuflado, hogar de una raza alienígena inteligente, fueron…

Pi en el cielo y la fuerza que «mueve» las estrellas de su posición habitual. Llamada, donde el último hombre que ha sobrevivido a la extinción de la especie escucha tocar a la puerta. Ven y enloquece, en el que un periodista ha de hacerse pasar por orate para que lo ingresen y tener oportunidad de investigar cierto misterio en el manicomio, aunque la pura realidad es que él es Napoleón y se lo tenía callado…

Etcétera. Lo dicho, a entretenerse tocan.


miércoles, 6 de diciembre de 2023

La servidumbre voluntaria

Clave de lectura: ¿Por qué nos sometemos a nuestros mandatarios aunque no sean merecedores?
Valoración: Da mucho que pensar ✮✮✮✮✩
Música: Réquiem (I.Introitus), de Jean Gilles ♪♪♪
Portada del libro La servidumbre voluntaria, de Étienne de la Boétie.

Un nuevo 6 de diciembre: ¡viva la Constitución Española!

No puedo saber cuántos días como este aún nos quedarán, si en algún momento la fecha dejará de tener significado, si alguien recordará su existencia con orgullo o si se verá al fin sepultada bajo el peso de tanta vergüenza en contra de su espíritu como tuvo —tuvimos— que soportar.

Pero no voy a hacer proselitismo sobre lo mal que van las cosas. Estoy cansado. Llegados a este punto, me conformo con hablar de un libro.

La servidumbre voluntaria es el título que me gustaría elogiar con motivo de la efeméride.

Curiosamente, tras la primera y quizá apresurada lectura, confieso que no despertó en mí gran entusiasmo. Me pareció un poco «hijo de su tiempo», con tantas alusiones como hace a mitos y leyendas de la antigüedad. Y, por lo tanto, limitado a una época y condiciones políticas concretas: el absolutismo.

Olvidad lo que acabo de decir. Porque he vuelto a sus páginas con más reposo y ahora me doy plena cuenta de su valor, de que su vigencia continúa hoy tan evidente como en el siglo XVI, cuando Étienne de la Boétie lo redactó.

Nuestro autor, jovencísimo al plasmar en tinta los pensamientos por los que habría de pasar a la historia —gracias también a los desvelos de su amigo Montaigne—, se pregunta por qué personas, comunidades y naciones enteras nos ponemos bajo el cetro de quien no merece, por sus actos o bajeza moral, ejercer autoridad ninguna sobre nosotros.

¿Será posible que tantos hayamos de obedecer, y además lo hagamos sumisamente, a tan pocos? ¿Qué los ciudadanos, con todo lo que ambos términos significan, aceptemos por propia voluntad ser siervos?

¡Si el tirano solo tiene el poder que le dan quienes le sostienen! ¿Qué debemos amar más, la libertad o la pretendida seguridad que aquel nos promete?

¿Nos consolaremos con la idea de que siempre ha sido así, que la sociedad sigue un estado natural a partir de la desigualdad y que las órdenes «de arriba» hay que acatarlas, nos resulten o no aberrantes a la conciencia? ¿Sería lo contrario la ley de la selva?

Además nos aclara qué es un tirano. Lo más importante no descansa en el origen de su preeminencia, ya que lo mismo pueden ejercer por elección del pueblo, por la fuerza de las armas o por derecho de sucesión. El tema no es ese, sino que, envanecidos de sí mismos, miren apenas por la «gloria personal» en vez de considerar su propósito último, que es caminar «junto a», no «sobre» los gobernados.

Por ello prefieren debilitar, dividir, enfrentar, arrancar el valor de los corazones, apelar a los instintos de codicia y poder de unos cuantos que les ayuden en su labor de mina, a cambio de las migajas.

Sí, demos algo de comer a la gente, juegos que los entretengan y laberintos por donde encauzar su descontento, y ellos mismos forjarán la cadena que los ata.

Que aún nos ata.


jueves, 30 de noviembre de 2023

El universo in-formado

Clave de lectura: ¿Ciencia? heterodoxa para explicar la sustancia del universo.
Valoración: Pronóstico reservado ✮✮✮✩✩
Música: 2001, Odisea en el espacio, de Alex North ♪♪♪
Portada del libro El universo in-formado, de Ervin Laszlo.

No sé cómo calificar este libro. Me ha dejado perplejo.

El universo in-formado propone unas teorías existenciales… En fin, heterodoxas. Pero Ervin Laszlo insiste en que debemos seguir el método científico para comprender la realidad, a través de la mejora continua de nuestras técnicas de observación. Tampoco puedo acusarle al tuntún de charlatán.

La búsqueda de una «teoría del todo» que reconcilie los conocimientos sobre el macrocosmos con los fenómenos propios del mundo cuántico no es una tarea nueva; lleva ya años como asignatura de mentes privilegiadas.

Ahora bien, y aceptando lo que viene a recordarnos el autor, que una iniciativa que afloje lazos con la línea de pensamiento tradicional se enfrentará de partida a caras largas, su definición del «campo akásico» para unificar la astronomía, la cuántica, la biología, el misticismo, el más allá y el más acá, suena... Insisto, llama a una puerta escéptica.

Para empezar, el universo no solo formaría parte de un multiverso en sentido paralelo, sino secuencial. Es decir, habría nacido de la destrucción de otro anterior. El Big Bang supondría la reacción a un evento de impulso contrario, inmerso en un círculo eterno de vida y muerte, oscuridad y luz.

¿Y antes? ¿Qué había antes? ¿Y después? Es lo que tiene el círculo, o más bien lo que no tiene: ni principio ni fin. Cualquier cosa que sea ha sido siempre. Literalmente cualquier cosa, ya que una especie de fuerza bautizada a partir de la raíz sánscrita «akasha» une con hilos indisolubles tiempo y espacio, materia y energía, cuerpo y espíritu, hechos e ideas.

¿Eh? ¿Una «fuerza»? «Akasha»? ¿«Dios»?, enarcaremos muchos las cejas. No un ente antropomorfo, en cualquier caso, y tampoco con autoconciencia, poder omnímodo, premios ni castigos por medio. Una especie de cajón y contenido del que todo forma, formó, formará parte.

Raro, ya lo avisaba. Aunque, según escribo el comentario, me quedo con los dedos en el aire. Pienso de repente en el «eterno retorno» de Nietzsche. La imposibilidad del cambio, la repetición infinita… Yo ya he publicado esta entrada antes y volveré a hacerlo, y quienes la estéis leyendo, ¿no notáis cierta sensación de déjà vu?

Haciendo volver las manos al teclado y al título de Laszlo, su primera parte, dedicada a los enigmas de coherencia en la naturaleza, supone un interesante repaso de los carriles por los que transita la ciencia hoy en día: partículas, espines, funciones de onda, estados virtuales, cuantos, violación de carga y paridad, constante cosmológica…

Y se pone aún mejor al introducirnos en los conceptos de «vacío» e «in-formación» (adopta esta sintaxis para que no nos confundamos con «información», sinónimo de conocimiento). ¿Y si ese mal llamado «vacío» consistiera en un medio físico de transporte? ¿Y si la «in-formación» fuera, junto con la energía, la sustancia intrínseca del universo?

Un vínculo entre partículas, átomos, moléculas, organismos, sistemas ecológicos, solares, galaxias, conciencias, independiente de tiempos y distancias.

A partir de ahí, el «campo akásico» que, al igual que ocurre con el campo gravitatorio, el electromagnético o el de Higgs, no podemos tocar, escuchar o ver, produce también de forma similar efectos mensurables.

En su segunda parte, nuestro hombre se dedica con ahínco a la demostración. Comienza a añadir a la sopa tradiciones religiosas, «sabidurías ancestrales», brahmanismo, darwinismo, creacionismo, diseño inteligente…

Metafísica, probabilidad estadística de la vida (ecuación de Drake), funcionamiento neurológico, pansiquismo, reencarnación, inmortalidad, telepatía y un montón de ingredientes adicionales hasta cocinar un gran holograma que, con la «conjugación de fase» adecuada…

A estas alturas ya casi doy tumbos. Me topo con la «conciencia cósmica» y se me ralentizan las ruedecitas en mi cabezón.

La parte tercera va de apuntalar la tesis imbricándola en los trabajos de grandes físicos, biólogos, antropólogos y demás, lo cual valoraría con ánimo favorable de no sentirme acogotado.

Ídem, las páginas de cierre autobiográficas, dedicadas a relatarnos su extenso curriculum vitae y cómo se le ocurrió meterse en este berenjenal, las considero prescindibles.

Me planto, que cada uno saque sus conclusiones. A ver si encuentro yo las mías en algún rincón…


jueves, 23 de noviembre de 2023

Cómo perder un país

Clave de lectura: La democracia está en peligro y no queremos enterarnos.
Valoración: No me convence ✮✮✩✩✩
Música: Mevlana (tradicional), del Ensemble Oni Wytars ♪♪♪
Portada del libro Cómo perder un país, de Ece Temelcuran.

A mí, Ece Temelkuran no me termina de convencer, lo siento. Se queda cerca pero no llega.

Y mira que intento interiorizar sus inquietudes, que en más de un aspecto estimo bien fundadas. Seguramente, en el fondo compartimos malestar por el estado de nuestro mundo, al que parece importar más el oropel de la palabra «democracia» que su esencia desnuda.

Una democracia donde los ojos están puestos sobre los ropajes que la adornan, donde se cuentan papeletas «casi impuestas» en vez de aplicar de verdad la filosofía de convivencia y justicia que debería recorrer sus venas.

No obstante, Cómo perder un país empieza en algún momento de su desarrollo a perder también suelo firme y se convierte en un alegato personal de la autora, con acusadas filias y fobias, desdibujando una denuncia global a la que sumarse.

Con pleno derecho, claro, porque ella ve las cosas como las ve, a través del color de una lente política determinada. Pero quizá unos cuantos prefiramos unas gafas sin filtros que «nos protejan». Eso de que las «derechas» por definición sean malas y las «izquierdas» buenas, pues…

En todo caso, la escritora establece una «hoja de ruta» para la degradación, ejemplificada en su tierra natal, Turquía. Siete pasos entre la democracia y la dictadura de facto.

Crea un movimiento. Trastoca la lógica y atenta contra el lenguaje (este punto en particular me atrae mucho, creo que ya lo he mencionado en otras entradas del blog). Elimina la vergüenza: en el mundo de la posverdad la inmoralidad «mola» (a la vista está).

Desmantela los mecanismos judiciales y políticos (también suena, también). Diseña tu propio ciudadano. Deja que se rían ante el horror. Construye tu propio país.

Ya digo, leo con atención de qué manera a los habitantes de las naciones avanzadas o que aspiran a serlo se les introduce una pequeña semilla de rencor hacia el sistema. No hacia aquello que se hace dentro de él, sino hacia su esencia misma, su «debilidad»: la necesidad de tener en cuenta al «otro», lo que les impide fabricar el entorno particular que anhelan.

Y se encuentran con quienes contienen la misma semilla, y de dos, tres, mil, un millón de semillas juntas, germina un tronco. Aún débil para arrebatar la luz al resto de árboles, pero con el tiempo, un buen condicionamiento que los abone, con suerte un líder que los apuntale y los guíe en la dirección correcta...

Disfruto con el capítulo dedicado al lenguaje y las falacias que señorean hoy cualquier debate, impidiendo el triunfo de la lógica frente a los gritos: argumentos ad hominem, ad ignorantiam, ad populum, reductio ad absurdum, razonamientos ad hoc

Y me lo creo. Porque es la historia. Porque es el día a día. Porque ha ocurrido y está ocurriendo. Porque el simplismo ata nuestros pensamientos ante la incertidumbre.

Y me fastidia que Temelkuran presente el tema en bandeja y a continuación caiga en esa misma trampa simplista y se ponga a perorar contra la derecha, el neoliberalismo mafioso, Trump, Erdogan, todo en el mismo saco, y que la esperanza sean la izquierda y el autodenominado «progresismo» con comillas. Porque sí. Porque ellos lo valen.

Ay, no me crees expectativas, estimada, que luego…


jueves, 16 de noviembre de 2023

Futurama y la filosofía

Clave de lectura: Preocupaciones filosóficas «visualizadas» a través de una serie de dibujos animados.
Valoración: Un enfoque original ✮✮✮✮✩
Música: Futurama ♪♪♪
Portada del libro Futurama y la filosofía, de Courtland Lewis.

Solo con el título de Futurama y la filosofía, este libro tiene bastante a su favor de partida.

En primer lugar, siempre me gustó la serie de animación creada por Matt Groening. Incluso más que Los Simpson, su hermana mayor en cuanto a popularidad e influencia cultural.

Los personajes, el dibujo, los guiones con sus múltiples guiños… Todo se engarza de forma notable y muy divertida en ella.

Tenemos a Fry, el patoso repartidor de pizzas que queda atrapado en una cámara criogénica y despierta en la Nueva Nueva York de mil años en el futuro.

A Leela, la expeditiva cíclope que capitanea la nave de Planet Express, empresa de mensajería interestelar propiedad del tataratataratataratío de Fry, el excéntrico profesor Farnsworth.

A Bender, el robot amigo de las carteras ajenas, las robopilinguis y la ingesta continua de alcohol para no oxidarse.

A la pizpireta Amy, al burócrata Hermes, al extraterrestre doctor Zoidberg, Zapp Brannigan, la cabeza conservada de Nixon… Me vienen a la memoria estupendos episodios con todos.

Por otro lado, la palabra «filosofía» hace despertar cierto hormigueo de ansiedad bajo la piel. ¿Qúe es filosofía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul…

Coordinados por Courtland Lewis, la veintena larga de autores que aportan sus ensayos al volumen se marcan como objetivo explicar algún concepto filosófico a traves de situaciones vividas en la pequeña pantalla. Es decir, intentan que los «visualicemos». Y, algunos en mayor medida que otros, todos consiguen resultados positivos.

Así, nos hablan sobre la libertad a partir de la bandera de la Tierra que se zampa el doctor Zoidberg o la relación humano-cibernética planteada entre Amy y Bender en la temporada sexta. ¿Tiene derecho la comunidad a sentirse atacada? ¿Y a oponerse? ¿Pueden entrar libertad y democracia en conflicto? ¿Por qué se distingue entre libertad positiva y negativa?

También sobre eficiencia económica y medioambiental, simbolizadas en la gran bola de basura que, lanzada al espacio centurias antes para quitarse de encima los residuos originados por el hiperconsumo, amenaza con retornar. ¿Son de verdad la cadena de reciclaje y las tecnologías «verdes» una respuesta al problema de fondo?

La guerra, sus «causas justas» y los «medios legítimos» para ganarla. Ética y moral. Amor y sexo. La identidad, ligada o no al cuerpo físico de objetos y personas. La muerte (¿existe algún «sentido de la vida»?). Dios…

De qué manera interpretamos la realidad, incluso negando lo evidente, para que encaje en nuestras creencias preconcebidas («¡Prefiero creer lo que fui programado para creer!»)…

Aristóteles, Hume, Locke, Rousseau, Kant, Hegel, Mill, Bentham, Kierkegaard, Freud, Russell, Berlin, son unos cuantos nombres que se dejan caer en el texto.

Gracias a ellos, puede que los dibujos animados se nos muestren en lo sucesivo con otros ojos.


domingo, 5 de noviembre de 2023

Los números no mienten

Clave de lectura: El mundo se explica con números.
Valoración: Demasiados temas, demasiado breves ✮✮✮✩✩
Música: Canon para dos violines «Der Spiegel», de W.A. Mozart ♪♪♪
Portada del libro Los números no mienten, de Vaclav Smil.

Los números no mienten. Punto.

La premisa de Vaclav Smil con este título es que los números aportan fotografías fieles de la realidad. Se trata de un lenguaje que «hablan» todos los fenómenos del universo.

En tal sentido, el posible problema recaería en la capacidad comprensiva humana, la traducción de dicho lenguaje. Si tenemos un prejuicio o una idea instintiva sobre determinado asunto, quizá la «verdad» matemática choque contra ella e intentemos ignorarla. Incluso embestirla.

(Nótese que escribo «verdad» entre comillas, ya que incluso una suma o una resta son susceptibles de interpretar interesadamente. Con 100 euros que se repartieran entre dos personas, a razón de 99 para una y 1 para la otra, ¿no saldría que la renta per cápita es de 50 euros, por ejemplo?).

También debemos tener en cuenta el origen de las cifras. El autor avisa de que el grado de fiabilidad de muchas que circulan por la web y se repiten popularmente sin contrastar, ha de ponerse en cuarentena en tanto su fuente primaria se haya perdido por el camino.

Pero, con todas las salvedades y precisiones que se quieran, el fondo continúa siendo el mismo: es necesario que aprendamos a guiarnos a través de un océano de datos para comprender su significado último, de qué manera nos afectan y, en caso necesario, saber cómo actuar ante esa influencia.

¿Y qué datos son los que nos presenta nuestro científico? Una cantidad excesiva para un solo volumen, en mi opinión. 7 capítulos y 71 heterogéneos puntos de estudio cuya brevedad de tratamiento invididual supone un escollo a la hora de reflexionar acerca del conjunto.

Nos habla sobre personas: natalidad, esperanza y calidad de vida, estatura, pandemias y vacunación, cuántas se necesitaron para construir las pirámides, cómo sudar mejoró la capacidad de la especie para la caza…

Sobre países: aspectos de los Estados Unidos y Europa a los que no se les da la importancia que merecen, el futuro de Japón, las incógnitas de China, India, Rusia, Gran Bretaña…

Sobre máquinas e inventos que cambiaron el mundo moderno: motores eléctricos, diésel, transformadores, circuitos integrados, el fonógrafo, el streaming, la «maldición de Moore»…

Sobre combustibles. Sobre transporte. Alimentos. Medioambiente. Cada epígrafe con su respectiva cuerda de apéndices, una retahíla de medidas, cálculos y representaciones gráficas que, por interesante que pueda ser el tema, a la postre penaliza la retención lectora.


miércoles, 25 de octubre de 2023

La balada del café triste

Clave de lectura: Vida y tragedia en el viejo sur.
Valoración: Pequeña gran novela ✮✮✮✮✮
Música: La balada del café triste, de Richard Robbins ♪♪♪
Portada del libro La balada del café triste, de Carson McCullers.

Menos es más. Y mejor.

Siempre he tenido prevención hacia los escritores que, para decirte que sale el sol por la mañana, emplean media docena de páginas, cuarenta oraciones subordinadas y una cantidad de adjetivos de exorbitante generosidad.

De acuerdo, dominas el diccionario y quieres demostrárselo al mundo, pero… ¿sabes contar una historia?

Carson McCullers sí sabe. Ya lo creo que sabe. Y con una economía material que, lejos de convertirse en aridez, aporta una riqueza de contenido admirable.

La balada del café triste pone al lector en situación desde la primera frase: «El pueblo de por sí ya es melancólico».

Palabras que nos transportan al escenario del drama, un villorrio del viejo sur estadounidense, perdido, sin presente ni futuro, cuyos habitantes ven pasar la existencia a base de whisky casero destilado en los pantanos.

Un lugar donde, en las horas de calor más sofocante, se ve asomar un rostro tras la ventana de un edificio tapiado: Miss Amelia.

Edificio que alguna vez fue un local en el que los lugareños se reunían los sábados por la noche con manteles y servilletas de papel, y el «primo Lymon», un jorobado, los animaba con su locuacidad.

Todo parecía ir sobre ruedas de carreta hasta que alguien llegó a desencadenar los acontecimientos que terminaron en su ruina. Marvin Macy, recién salido del penal. El ex marido de Miss Amelia.

Así, gracias a una escritura tan sencilla como poderosa, la autora nos pone en el umbral de dónde, quién y qué. Y enseguida consigue atraparnos con garra en el porqué. En la espiral de rencores, ansias y decadencia que arrastra a los personajes hasta su propia inmolación.

Para predicar con el ejemplo y no resultar yo pesado en el comentario, lo expresaré sin más añadidos: ¡qué pequeña gran novela!