lunes, 25 de septiembre de 2023

Los negocios del señor Julio César

Clave de lectura: Julio César antes de ser ¡Julio César!
Valoración: Muy actual ✮✮✮✮✩
Música: Giulio Cesare (Se in fiorito ameno prato), de G.F. Haendel ♪♪♪
Portada del libro Los negocios del señor Julio César, de Bertolt Brecht.

Para continuar con las lecturas estivales, le llega el turno hoy a una de las grandes plumas: Bertolt Brecht.

Los atractivos que rodean a Los negocios del señor Julio César son varios. Aunque me gustaría destacar uno en especial: su actualidad.

El dramaturgo recrea las andanzas de nuestro personaje antes de que su nombre pasara a la historia. Cuando apenas era un vividor y político del montón, entrampado, sujeto a los tejemanejes cotidianos de la República más que urdidor de sus hilos.

Y lo hace con un estilo que lo sitúa en nuestros propios tiempos, entre los ecos de sociedad, las noticias y los índices bursátiles de la city.

Con escándalos, especulaciones, compromisos clientelares y extravagancias para privilegiar su cursus honorum a costa de otros ilustres candidatos a dirigir el destino de Roma: Pompeyo, Catón, Craso, Cicerón, Catilina…

Dos décadas después de los idus de marzo que vieron relucir los puñales, un escritor deseoso de redactar la biografía del estadista visita al antiguo alguacil ejecutor de deudas y ahora banquero Mummio Spicer. Solicita consultar el diario de Rarus, secretario personal de César, que obra en su poder.

Y será en esas páginas, no destinadas al conocimiento público, donde mejor se imbuya de su personalidad real, así como de la cloaca en que poderosos y esclavos, senadores y libertos, patricios y plebeyos nadan con un único interés: medrar para mantener la cabeza a flote, evitando que las aguas los arrastren al Tártaro.

No, Cayo Julio no es héroe ni villano en el relato de Brecht, sino un oportunista cuya apuesta consigue quedar la más alta. Porque los héroes no existen, solo hombres y mujeres de rostro esculpido en mármol o hace mucho ya olvidados, pero todos inmersos en un vulgar mundo de miserias.

Muy buena… ¿novela?


jueves, 14 de septiembre de 2023

En busca del unicornio

Clave de lectura: Expedición a través de África en busca de lo inencontrable.
Valoración: Excelente ✮✮✮✮✮
Música: Tres morillas (Romance anónimo) ♪♪♪
Portada del libro En busca del unicornio, de Juan Eslava Galán.

Al igual que la propuesta de la anterior entrada, esta es una novela de verano.

Y de primavera y de otoño y de invierno. Ya puede diluviar o lucir un sol tropical, que se leería con el mismo placer.

Porque, ciertamente, no me vienen más que elogios para calificarla: el planteamiento, la plausibilidad histórica, los personajes, el ritmo, el uso del lenguaje… ¡Muy bien por parte de Juan Eslava Galán!

A mediados del siglo XV, reinando en Castilla Enrique IV, a quien las malas lenguas apodan «el Impotente», se encarga al joven Juan de Olid capitanear una expedición para hallar la cura al mal que dicen aflige al monarca. Tan mítica como infalible.

Ha de partir En busca del unicornio.

Todo un reto para el jovencísimo paladín que, al mando de cuarenta ballesteros, secretario, traductor, tres criadas y el sabio fray Jordi de Monserrate, cruza el mar hacia los dominios del sultán de Marruecos.

Ah, también le acompaña una figura fundamental para la felicidad de la empresa: doña Josefina. Doncella certificada.

Porque, como es sabido, solo una virgen puede acercarse a tan esquivo animal y, amansándolo, conseguir la captura de su cuerno. Aunque entre la dama y el caballero parece que se iluminan los ojos. Escapa algún suspiro de sus apretados labios.

Y también está Inesilla, al servicio de doña Josefina, a quien, en lugar de los suspiros y la languidez del amour courtois medieval, le bulle la sangre en sus encuentros con el protagonista. Hay una noche oscura que...

Dejando atrás Marraquech, la comitiva se dirige a la inmensidad de las arenas, en compañía de caravanas que conocen sus senderos. Y más allá de Tombuctú…

Junglas, ríos, cataratas, montañas, sabanas, tribus pacíficas o belicosas. Lo inexplorado.

Ya no sirven mapas, apenas las noticias de una poderosa bestia al sur que podría ser la que persiguen.

¿Volverá alguno de ellos a pisar la corte de su señor, con o sin el ansiado trofeo en sus manos?

El desenlace, después de unas páginas llenas de peripecias y excelente factura. A disfrutar.


domingo, 3 de septiembre de 2023

Los corredores del tiempo

Clave de lectura: Viaje por el tiempo hasta el misterioso Neolítico.
Valoración: Entretenido sin pretensiones ✮✮✮✩✩
Música: Interstellar, de Hans Zimmer ♪♪♪
Portada del libro Los corredores del tiempo, de Poul Anderson.

Como lectura de verano obtiene buena nota, la verdad.

Lo de lectura de verano no va con segundas. Quiero decir algo para relajarse, adecuado para pasarlo bien mientras alrededor el tiempo se diluye apaciblemente, muy apaciblemente...

Justo lo que no le ocurre al protagonista de esta novela de Poul Anderson. Ni a él ni a ningún otro personaje de la trama, por tomar partido en el conflicto más prolongado de la historia.

Poco tranquilizador ha de ser introducirse en un antiguo túmulo a mediados del siglo XX y volver a salir en el mismo lugar pero a la altura del Neolítico.

Los corredores del tiempo se inicia con Malcolm Lockridge, veterano de los marines, recorriendo una carretera danesa en compañía de la «hermosa y enigmática» Storm Darroway. Le ha contratado para recuperar un tesoro o algo parecido.

A la vista de los dólmenes que motean el paisaje, ella le explica que en la Edad de Piedra se adoraba desde allí al Mediterráneo a una diosa.

Justo la denominación que Malcolm le daría a su jefa, fascinado por su melena negra, «cejas arqueadas sobre largos y oblicuos ojos verdes, marcados pómulos, nariz recta, con las ventanas ligeramente acampanadas, boca y mentón imperiosos, piel morena…». Le tiene atontadito.

Y más todavía se queda cuando abre una puerta oculta al pie de uno de los dólmenes mediante un tubo de energía que eleva el tapón de tierra contra, aparentemente, las leyes de la física.

A partir de ahí, se verá inmerso en las luchas entre los Guardianes y los Batidores, dos bandos con filosofías opuestas de cómo conviene evolucionar a las sociedades humanas.

Storm lidera uno, basado en una especie de misticismo, y un tal Brann el otro, que representa la estricta racionalidad científica.

Reconozco que, en la tradición de los viajes temporales, los corredores a los que hace mención el título, unos túneles que permiten desplazarse entre siglos a bordo de vehículos antigravitatorios, no están demasiado explicados por el autor. Pero, ¿dije algo de lectura de verano?

Conviene también hacer la vista gorda, o los oídos en este caso, a las «diaglosas», unos aparatos que sirven para hablar las lenguas de los grupos que se van encontrando por el camino: pescadores jutlandeses como la simpática y fiel Auri, invasores indoeuropeos con carros de guerra, marinos iberos que dirigen sus galeras a las tierras del norte…

Y no es menos cierto que hay ciertas paradojas en la acción que…

Hala, ya está, dudas fuera. ¡Aventuras, aventuras! ¡Más!


jueves, 24 de agosto de 2023

Pimiango (XXI)

La Librería de Pimiango.

Acércate un momento a La Librería de Pimiango, solo un momento. Saludas, pides un refrigerio y ya. Total, ¿qué podría suceder?

Puede que cruces a través de un espejo, desde luego. O que te lleve el rocío flotando a la luna si te descuidas, pero eso tampoco es nada del otro mundo.

Quizá alguien afine una guitarra y se ponga a tocar, y otra persona con hermosa voz le acompañe, y acaso a una armónica le dé por unirse.

A lo mejor ha salido el nuevo número de Chicoria, el periódico del lugar, y te demoras otro rato con sus historias y versos.

Shhhhhhh… Que nadie se entere de que a mí también me dejan escribir en él cuatro palabras, aunque sean mal compuestas…

Si aparece una cesta con panes recién sacados del horno y te trae a la memoria una tabla de quesos y una ensalada de tomate marinado, entonces… ¡No, no, ni se te ocurra, que hay prisa!

Aunque antes haya que cambiar el barril de cerveza. Qué suerte tienes, menuda excusa para retrasar la partida, no le vayas a hacer un feo a la penúltima.

Bajo el dintel de la puerta distingues al rey, la princesa y un bombero que entran. Vienen ensayando una obra que... Sí, claro que son marionetas, igual que todo el mundo. La bailarina creo que llega más tarde.

Los cuadros de la nueva exposición oscilan con suavidad. Aquí, allá, aquí, allá, aquí… Parecen escuchar el debate surgido sobre… ¿He dicho debate? Buenooooo, ya está liada, tú no te metas, ¿eh? ¡Acuérdate de aquel que empezó un día y terminó al siguiente!

Si es que terminó, que todavía no estoy seguro.

Ah, que ahora hablan de cine. De acuerdo, cinco minutos más. Diez máximo.

Y decídete si quieres subir rapidito a la primera planta, vete a saber lo que te encuentras.

Vale, vale, no me mires así. No piensas largarte hasta que cierren, ¿verdad? O hasta que te echen.

Era de esperar. Ay…

martes, 11 de julio de 2023

Crónicas marcianas

Clave de lectura: Llegada y asentamiento humano en el planeta rojo.
Valoración: Reflexivo. Lúcido. Elegíaco. Imprescindible ✮✮✮✮✮
Música: Crónicas marcianas, de Stanley Myers ♪♪♪
Portada del libro Crónicas marcianas, de Ray Bradbury.

Ciencia ficción, ciencia ficción…

Bien, es cierto que en Crónicas marcianas se habla de cohetes, de exploraciones, de la inmensidad del espacio, de los valles, llanuras y montañas que recorren el deseado planeta rojo.

Ray Bradbury nos regala una épica que hace soñar hoy igual que en 1950, cuando se publicó por primera vez.

Civilizaciones milenarias, ciudades de piedra con torres de cristal, telepatía, barcos de las arenas…

El ser humano en búsqueda permanente de nuevos retos y fronteras. Marte, nuestro segundo paso hacia la inmortalidad.

Sin embargo, esa épica no es más que un recubrimiento metalizado que fulgura bajo la luz de las estrellas.

Lo que de verdad hay debajo, lo que de verdad nos pone el autor frente a los ojos, son los fantasmas que nos han acompañado desde que aprendimos a usar el mismo fuego que impulsa las naves colonizadoras.

La soberbia, el egoísmo, la avaricia, la segregación, el desprecio a lo que es diferente y no comprendemos.

La creencia en nuestra superioridad innata, frente a la cual el universo debe doblegarse.

Deseamos que aquellos habitantes originales de Tyrr, quienes moraban con sus pequeñas y grandes preocupaciones en su pequeño y gran mundo, hubieran prevalecido en lugar de hacerlo los recién llegados.

Con el gatillo tan fácil e iguales prejuicios que en la Tierra, donde la guerra nuclear y el exterminio penden de un cable cada vez más fino, quebradizo, sobre la vida.

Ciencia ficción… Sí, ciencia ficción reflexiva, lúcida, elegíaca.

Ciencia ficción imprescindible.


lunes, 19 de junio de 2023

La Italia del año mil

Clave de lectura: Todo lo que siempre quisiste saber sobre la Italia medieval.
Valoración: Apasionante ✮✮✮✮✮
Música: La batalla de Legnano (Obertura), de Giuseppe Verdi ♪♪♪
Portada del libro La Italia del año mil, de Indro Montanelli y Roberto Gervaso.

Atonía escritora. Languidez de poltrona. Blog en tiempos febles. Zzzzzzzzzzzzz.

Hasta que…

¡Sí! ¡Indro Montanelli lo hace de nuevo! ¡Me devuelve las ganas de vocearle algo al mundo!

En esta ocasión, en compañía de Roberto Gervaso, el coautor de La Italia del año mil.

El bueno de Indro, tal como comenté en cierta entrada anterior, tenía un don para exponer la historia de forma amenísima, sin sacrificar a cambio la verosimilitud. Lo demuestra otra vez con este título.

Además, las vicisitudes de la península transalpina durante la transición entre la Alta y la Baja Edad Media diría que no evocan —injustamente— imágenes tan inmediatas como las de los reinos ánglicos, francos, hispánicos o escandinavos. De forma que doble agradecimiento por rellenar la laguna.

Porque resulta que los terremotos de todo tipo, políticos y religiosos, bélicos y culturales, que tuvieron lugar entre el montón de papas y los menos cambiantes emperadores de la época, no dan lugar al respiro.

Contra la idea común de los sucesores de san Pedro como figuras omnímodas, que hacían temblar a las coronas con la excomunión si osaban alzar un dedo sin permiso, parece que a la altura del cambio de milenio señoreaban relativamente poco. Aún no había llegado su momento.

En cambio, el Sacro Imperio Romano Germánico sometía, si era necesario a golpe de cetro, el orbe conocido. Los partidarios de esta o aquella dinastía, güelfos y gibelinos, comenzaban a organizarse con las tierras de la bota como premio mayor.

Al igual que las incipientes repúblicas comerciales, Florencia, Génova, Milán, Venecia, acumulaban cartas para el gran juego.

Surgen figuras como Silvestre II, Urbano del mismo número, Inocencio III, cara a cara por el poder secular contra Federico Barbarroja, Enrique VI y su nieto, también Federico.

Como san Francisco de Asís, santo Domingo de Guzmán, la condesa Matilde de Canossa.

Ricardo de Inglaterra, Felipe Augusto de Francia, Eloisa y Abelardo.

Cruzados, caballeros, trovadores, batallas dignas de una ópera como la de Legnano.

En lontananza los normandos, los magiares, bizantinos, sarracenos…

Apasionante, hacedme caso. Si conseguís pillar un ejemplar acabaréis harto contentos.


miércoles, 3 de mayo de 2023

El matarife

Clave de lectura: La sangre es la sangre, con guerra o sin ella, para Otto Schwarz.
Valoración: Primerizo y prometedor ✮✮✮✩✩
Música: Wozzeck (Interludio), de Alban Berg ♪♪♪
Portada del libro El matarife, de Sándor Márai.

De acuerdo, puede que no sea el Sándor Márai que conocemos. El admirado.

De hecho, el estilo no se asemeja aquí al de sus obras de mayor madurez. Es más... directo. Busca un impacto de violencia primigenia en el ojo lector.

¿Y no es ello necesario para conducirnos al intramundo de Otto Schwarz, el protagonista, El matarife, basado en el triunfo antagónico de la muerte?

Otto nace cuando sus padres ya no lo esperan. Es concebido tras la impresión de una tragedia en un espectáculo con fieras. Y la madre fallece en el parto, marcándole un camino al que, de alguna manera, parece predestinado.

El orden reina en Alemania. Todo tiene un propósito bajo la penetrante mirada del káiser, omnipresente en los retratos a lo largo y ancho del imperio.

Y cuando, a los nueve o diez años, el niño contempla accidentalmente el sacrificio de un buey, el filo del hacha cayendo sobre su cuello, las sierras y cuchillos que terminan el trabajo, la sangre que brota en chorros, los estertores que cesan...

Sabe a qué quiere dedicarse en lo sucesivo. No tiene dudas sobre el tipo de sensaciones que quiere volver a experimentar. En los mataderos que abastecen de carne a Berlín llevará a cabo sus sueños.

Como un ciudadano modelo, honrado, paciente, del que nadie presenta queja.

Hasta que llega la movilización. El avance hacia Serbia. El ataque a las trincheras enemigas. Una bayoneta en sus manos, también con un propósito...

Luego el Marne. La misma bayoneta y la fama por su «tratamiento radical» de las aldeas condenadas.

Los ojos que antes le contemplaban desde un retrato se encuentran con él frente a frente. La Cruz de Hierro cuelga en su solapa y una voz aflautada le asegura que ha cumplido con su deber.

Retorna al antiguo piso, tras varios años de ausencia. Una sociedad sin reglas, donde una joven precisa de un protector contra abusos y ataques, a quien recompensar con amor y dinero en efectivo.

Una mujer a quien describir con todo detalle cómo son las cosas en el frente...

Título temprano que muestra ya a las claras el talento literario de su autor, El matarife se añade de pleno derecho, pese a su brevedad, a las novelas contemporáneas que nos describen la inimaginable miseria desatada por la Primera Guerra Mundial.

Sándor Márai. Poco puedo añadir.


miércoles, 19 de abril de 2023

Ética y moral

Clave de lectura: El idealismo como motor de vida.
Valoración: Tiene carisma ✮✮✮✮✩
Música: Ave Verum Corpus, de W.A. Mozart ♪♪♪
Portada del libro Ética y moral, de Leonardo Boff.

¿Cómo construimos nuestras opiniones?

¿Sobre qué bases, entre las posibilidades que nos ofrece cualquier tema, desde la decisión del mejor voto en unas elecciones hasta perorar contra el penalti pitado a nuestro equipo de fútbol favorito, concluimos que tal cosa es así o que debería ser así?

A menudo, lo que llamamos evidencia es a los ojos de otros una interpretación.

Cuestiones retóricas aparte, hay que valorar el papel que juegan en las creencias, en el cincelado de la personalidad, ciertos referentes morales. Figuras tan próximas como nuestros padres o quizá lejanas, de las que solo conocemos su mensaje y a quienes, sin embargo, escuchamos con respeto.

Figuras con carisma.

Me gustaría hacer mención a uno de estos nombres singulares, Leonardo Boff, representado por su título Ética y moral. La búsqueda de los fundamentos.

Me sonrío por haber utilizado el término «carisma» un par de líneas atrás. Si bien quería denotar «especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar», no parece extemporánea la segunda acepción del diccionario: «Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad».

Como es sabido, el ámbito de origen de Boff es el religioso, aunque algunas de las reflexiones que ha publicado al respecto no resultan del agrado de la curia romana. Verbigracia, la teología de la liberación.

Y es que sus inquietudes no se enmadejan en el sexo de los ángeles, por así expresarlo, sino que hacen foco en las acciones. En nuestra manera de vivir.

Comienza este pequeño volumen con el opúsculo Ética: la enfermedad y sus remedios, preguntándose sobre el objetivo al que hemos aspirado a lo largo de las revoluciones históricas (agrícola, industrial, de la información), y si merece la pena que las comodidades materiales obtenidas gracias a ellas lo hayan sido a costa del vacío existencial y la devastación de la naturaleza.

En Genealogías de la ética se lamenta de la confusión de valores contemporánea, que no sabe distinguir con claridad qué es correcto y qué no. Nuestro vertiginoso desarrollo técnico no ha tenido parangón en el desarrollo de la conciencia.

Términos acuñados por los antiguos griegos resucitan en este capítulo con largueza. Pathos, la pasión. Logos, la razón. Eros, el amor. Daimon, ethos… Es necesario que la balanza de la vida no se incline hacia una actitud fría, utilitarista, en un extremo, ni de disfrute sin medida en el otro.

Virtudes cardinales de una ética planetaria asoma como la sección más políticamente comprometida del libro. Por eso mismo debemos escrutarla con especial ánimo crítico, antes de decidir si nos convence mucho o poco.

Aclaro un aspecto que considero fundamental en relación con los referentes morales: conviene apartarse siempre de los supuestos mesías, de quienes nos traigan una verdad absoluta de partida en vez de movernos al debate interno. No seamos peleles por oír campanas...

El autor arremete contra el individualismo preconizado por la lógica capitalista (por ejemplo, se confiesa entusiasmado por la victoria del presidente Lula en las elecciones brasileñas de 2002).

La ideología neoliberal del yo primero y los que vengan detrás que se las arreglen deriva sin remisión en la injusticia.

Si el mercado tiene que ganar, entonces la sociedad —entendida en un sentido no antropocéntrico, la Tierra-Gaia, el conjunto de la vida en el planeta— tiene que perder.

Hemos de autolimitarnos, sacrificar el consumismo irresponsable que ejerce de motor de nuestra actividad, por mor de garantizar la propia supervivencia ecológica.

Guerra y paz, a continuación, también resulta susceptible a la controversia.

Denuncia el imperialismo globalizado que ha sustituido apenas en las formas, ya que no en el fondo, a la misión de conquista en que se complace occidente (encarnado en los Estados Unidos). No se trata de la ocupación física del territorio, sino de mantener el mismo dominio de siempre por otros medios.

Y, si no funcionan, se recurre a nuestra vieja acompañante: la guerra. Homo sapiens et demens...

La conclusión insiste a pesar de ello en la esperanza, en que saldremos renovados de la crisis. La hermosa Carta de la Tierra en el apéndice cierra apropiadamente la lectura.

Porque «en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común».


miércoles, 29 de marzo de 2023

Las edades brillantes

Clave de lectura: Nueva luz para entender la Edad Media.
Valoración: A disfrutar ✮✮✮✮✩
Música: El león en invierno, de John Barry ♪♪♪
Portada del libro Las edades brillantes, de Matthew Gabriele y David M. Perry.

Matthew Gabriele y David M. Perry muestran un entusiasmo desbordante en este estudio. Y además contagioso.

Pretenden combatir la idea, instalada en el imaginario común, de que la Edad Media fuera un pozo de mil años sumergidos en la guerra, la superstición, la peste y las tinieblas.

Para ello, ya desde el título del libro lanzan un golpe de guantelete a las conciencias escolásticas: Las edades brillantes. Una nueva historia de la Europa medieval.

De acuerdo con su tesis, hemos simplificado en exceso un relato donde los siervos de la gleba malvivían bajo el látigo feudal, pontífices y obispos mandaban más que los reyes, los frailes difundían el fanatismo y, en general, bastante suerte se tenía de no acabar en la picota. O en la hoguera.

Antes habíamos disfrutado de épocas esplendorosas (aquellos estupendos griegos, aquellos ordenados romanos) y después volvería a surgir el espíritu del tiempo que las hizo posibles (el Renacimiento, el Siglo de las Luces…). Entre tanto, el caos.

Con tres o cuatro mitos caballerescos romantizados de aderezo, así se explica la visión tradicional.

Por el contrario, hacemos injusticia a la complejidad de gentes y civilizaciones que contribuyeron no poco a moldear las sociedades actuales. Junto a aspectos violentos, innegables, existió una riqueza inusitada de extensión e intercambio, tanto de bienes como de pensamiento, entre los rincones más alejados del mapa.

Los primeros capítulos me parecen personalmente los más atrayentes. ¿De verdad se rompió el mundo en mil pedazos tras la debacle de Roma?

Los autores nos dirigen a Rávena con ánimo de respuesta. En concreto, a un mausoleo con bóveda tachonada de estrellas, bajo las cuales su impulsora, la singular Gala Placidia, aferra las riendas del poder. Alarico ya se ha paseado a caballo por el Capitolio y Odoacro se encuentra cerca de terminar el trabajo.

Si no fuera porque el caudillo godo, tras derrocar a Rómulo Augústulo, no ocupa su puesto: se declara cliente de otra corona, la de Constantinopla, que es Roma con un nombre diferente. Continuidad política y cultural en vez de fractura.

En todo caso, el periplo de Placidia, en el eje de cada acontecimiento reseñable, ejemplifica la permeabilidad entre los bárbaros (o federados, o ciudadanos con origen más allá del Rin) y la ciudad eterna.

La siguiente parada la efectuamos en el siglo VI, acompañando a las tropas de Justiniano y su famoso general Belisario. Acaban de hacer efectivo el retorno de la urbe y otros amplios territorios bajo el ala del Imperio de Oriente. Santa Sofía, el magnífico templo a orillas del Bósforo, se erige en faro sensorial de la nueva luz.

Adelantamos hasta el 638, cuando el califa Omar ibn al-Jattab acuerda con el patriarca Sofronio la entrada incruenta en Jerusalén. Cierto que la ola del islam no estuvo exenta de destrucción, pero tampoco excesiva si comparamos.

De hecho, este episodio se utiliza para desarrollar la teoría de que las religiones «no existen en un estado constante de cohabitación o conflicto». Se adaptan. La intolerancia mutua entre monoteísmos crecerá por circunstancias ajenas estrictamente a la fe.

Cuarta etapa: los papas. ¿Por qué adquieren una representatividad divina en casi cualquier ámbito? Cismas, concilios y triunfo in extremis de doctrinas que podrían haber sido las perdedoras nos introducen en esta apasionante cuestión.

Mientras, visigodos en el solar hispano, francos al norte y lombardos en la bota itálica consolidan posiciones. Gregorio Magno (el del canto gregoriano) acompaña a figuras tristemente olvidadas como las reinas Teodelinda o Radegunda.

Britania a continuación, una isla pagana. La merovingia Bertha, casada con el monarca Aethelbert de Kent, va introduciendo la semilla que allanará el mensaje de los misioneros.

Carlomagno, por supuesto. Sus ascendientes y descendientes. Y el significado del elefante africano que recibe como regalo de Harun al-Rashid en su palacio de Aquisgrán.

Los indómitos vikingos. Los rus, que comercian con Bizancio y Bagdad. Los mongoles. Los cruzados tempranos. Los que adoptan ese nombre para masacrar a los albigenses. El simbolismo de las catedrales. La Inquisición. La muerte negra… El Medievo no se puede comprender sin ellos.

Y tampoco sin la ciencia, el arte, la medicina, sin Aristóteles rescatado en manuscritos arábigos y latinos. Sin Toledo, ciudad crisol a la que Pedro el Venerable, abad de Cluny, viaja para conseguir una traducción del Corán. Sin los judíos. La «complicada y humana» península ibérica…

Agustín de Hipona, Maimónides, Bernardo de Claraval, Leonor de Aquitania, Hildegarda von Bingen, la escritora Marie de Francia, Dante… La lista de nombres ilustres no cesa en la desmentida oscuridad.

Hasta el epílogo de Valladolid, en fecha tan tardía como 1550: Juan Ginés de Sepúlveda, prototipo de letrado «moderno», debate con el «medieval» en todos los sentidos fray Bartolomé de las Casas sobre el derecho a la conquista de las Indias y la imposición forzosa del cristianismo a sus habitantes. Adivínese la postura de cada uno.

En fin, quizá el término «nueva historia» peque algo de suficiencia, quién sabe, pero yo la he disfrutado un montón.


martes, 21 de marzo de 2023

Tristura

Clave de lectura: Cómo se tejen las cuerdas que desde niños van atando nuestra vida.
Valoración: Gran descubrimiento ✮✮✮✮✮
Música: O cravo, de Emilio Cao ♪♪♪
Portada del libro Tristura, de Elena Quiroga.

No me vienen demasiadas novelas a la memoria, sin ponerla en jaque, que puedan presumir de la maestría de Elena Quiroga para recrear el universo emocional de seres de ficción con tanta intensidad.

La vida cotidiana de Tadea, una niña de nueve años huérfana de madre, acogida en el caserón familiar de sus tíos, en lo que llamaríamos «Galicia profunda», se desplaza poco a poco desde la ilusión infantil a las sensaciones existenciales condensadas en la palabra del título: Tristura.

Tristura que se introduce en cada poro y que no vuelve a salir en forma de lágrimas, sino de mirada apagada, de asumir con resignación que hay que comportarse como esperan unos adultos —no corras, no juegues, no hagas ruido, no cantes, no hagas muecas, no te cierres por dentro en el retrete, no, no, no…— enfermos crónicos del mismo mal.

Un entorno en el que cada aliado se convierte en delator para desviar el reproche. Donde las infracciones, los pecados, hasta los incomprensibles, hacen daño al corazón del mismo Dios —Tadea, no se pregunta. Las cosas de la religión no se preguntan—.

Dominado por la tía Concha, que siempre odió el matrimonio de su hermana muerta. Por la abuela, matriarca de las apariencias. Por el tío Andrés y el tío Juan. Por Julia, que trae queso con gusanos cuando viene de visita.

Por Suzanne, la joven institutriz francesa a quien chistan los hombres porque enseña las rodillas. A ratos una chispa de luz, aunque nunca cómplice. Nunca.

Por Clota, Ana y Odón, los primos y compañeros de experiencias, que le recuerdan que ella no tiene el mismo derecho natural a estar allí.

Por la servidumbre y la gente del pueblo, Pura, Venancio, Millán, Francisca, Mariano, Dora, Obdulia, Tomasa, Patrocinio, con sus pasiones a escondidas, su resignación, sus envidias, sus rencores…

Incluso por el lejano padre, que tiene cosas más importantes en que ocuparse que enviar el regalo de Reyes.

Y donde la singular sintaxis del relato, creación absolutamente personal de la autora, se adivina quizás como un punto de fuga de las reglas marcadas, un subterfugio para protestar contra ese mundo desvaído y cercenante.

Asombra de verdad que Quiroga, con un enfoque tan rompedor en la literatura de posguerra —contemporánea de Carmen Laforet y Ana María Matute—, no haya tenido sin embargo un reconocimiento a la misma altura. A tenor de lo leído, sería pura justicia.