Valoración: Bienintencionado ✮✮✮✮✩
Música: God of War, de Bear McCreary ♪♪♪
¿Es posible un mundo sin guerras? Es lo que se pregunta, ni más ni menos, Arno Gruen en este ensayo.
La base de estudio se apoya en las herramientas que nos proporciona el psicoanálisis y las conclusiones resultan afirmativas. Sí, es posible.
La experiencia del autor le da desde luego voto de prestigio. Nacido en la Alemania de Weimar y emigrado forzoso junto con sus padres en el 36, entendía perfectamente el concepto de odio.
Pero, en desacuerdo con el gigante Freud, que enraizaba el deseo por la violencia en nuestra propia naturaleza, él aboga por que se introduce de forma ajena, se cultiva en el subconsciente desde la infancia y acaba matando al niño original.
Nos supeditamos a un molde subrepticio relleno de pautas culturales y sociales que nos «obligan» a hacer cosas ante las que no acertamos a rebelarnos. Y, según nos adentramos en la edad adulta, somos dueños de nuestras vidas cada vez en menor medida.
Entonces, ¿obedecemos a un ciego determinismo? ¿Quedamos reducidos a células que se amoldan a la corriente general o a una «voluntad superior»? ¿Estamos abocados a traicionar a nuestro yo íntimo que grita paz, amistad, concordia, compasión, solidaridad?
Gruen opina que no. No solo podemos ejercer la libertad, renunciando si es preciso a creencias o pretendidos valores inculcados por nuestro entorno, sino que debemos hacerlo. Sobre todo los más jóvenes, ya que, cuando los lustros se acumulan en nuestras sienes, tendemos a adaptarnos: lo desconocido nos da miedo.
«¿Qué lleva a los hombres a ejercer violencia sobre otros hombres? ¿Qué mueve a los soldados a obedecer incluso las órdenes más absurdas? ¿Qué conduce a un político a enviar a miles de hombres a la muerte, aparentando ante sí mismo y ante los demás que actúa correctamente?».
A través de ejemplos extraídos de su trayectoria como profesor y terapeuta, citas de novelas, poemas, personajes históricos o contemporáneos y fuentes de inspiración alternativas, nuestro Quijote de la mente desmenuza la ambición, la falta de escrúpulos, la competitividad extrema, el ansia de dominio, actitudes que triunfan…, para mostrárnoslas desnudas.
Olvidamos cómo en algún momento aprendimos a amar y consideramos débiles los sentimientos. Confundimos fortaleza con poder. Nuestra confianza emocional, pilar en una existencia equilibrada, se tambalea, creando sombras de rechazo a nosotros mismos que convertimos en daño hacia los demás. El dolor engendra dolor.
Hay que retornar a los sueños que valen la pena, es su mensaje. Aquellos procedentes de nuestros primeros pasos, no los anhelos de poseer aparatos de marca o presumir de famosos a los que nos acostumbran.
Hermoso pensamiento. Quisiera creerlo. Quisiera tener su misma visión de la esperanza.
No sé si a estas alturas ya será tarde.