martes, 12 de julio de 2022

Lucharon por la patria

Clave de lectura: La gran guerra patria bajo el inspirador liderazgo del tío Koba.
Valoración: Pura propaganda en general ✮✮✩✩✩
Música: La caída de Berlín, de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro Lucharon por la patria, de Mijail Shólojov.

Lucharon por la patria, del Nobel Mijail Shólojov, narra la historia de un grupo de koljosianos que, sorprendidos por la ofensiva nazi, han de abandonar sus hogares y pelear con uñas y dientes a orillas del Don.

Nikolai Streltsof es un ingeniero agrónomo que despierta una manaña en la granja colectiva Vía al Comunismo. La cabeza de su mujer, Olga, con la cabellera rubia de un ligero reflejo cobrizo, reposa sobre la almohada. A Nikolai le gusta la lluvia y contemplar los campos de trigo.

Pero enseguida, lo que le rodea deja de tener esos colores idílicos. Las huellas de los tractores son sustituidas por las cadenas de los panzer.

Marchando extenuados, los supervivientes de su regimiento se retiran hacia el río. Hacen alto para descansar en una aldea.

Nikolai conversa junto al pozo con Sviaguintsev. Olga le ha abandonado y comparte sin entusiasmo sus desventuras familiares con las de su camarada.

Lisichenko, el cocinero, prepara las gachas que todos detestan. Lopajin no se separa de su fusil antitanque.

Ellos y un puñado más, Golostchiekov, Kopytovski, Popristshenko, detendrán a un enemigo que parece invencible. Ellos llevarán la bandera a la que el gran Stalin rindió honores durante la revolución hasta que ondee sobre Alemania, cuna de violadores y asesinos.

Hasta aquí, la sinopsis del argumento. Ahora, las razones de que no me haya gustado.

La única virtud que le encuentro es cierto realismo (¿realismo socialista?) en pasajes de batallas. Un esfuerzo por poner en palabras la crudeza del frente al que son arrojados los personajes.

Pero es que casi nada de lo que dicen, hacen o piensan me resulta creíble.

El autor fue un miembro relevante del partido y puso su presumible talento (ya digo, Premio Nobel) a las órdenes incondicionales de la «causa».

Cuando leo qué noble era la existencia en los koljoses, qué nobles son todos y cada uno de los soldados, oficiales y comisarios politicos, y qué noble es el liderazgo del «gran Stalin», no sé si reír o llorar.

No en desdoro de las personas reales que se vieron empujadas a la muerte por la mera voluntad de homicidas todopoderosos, sino por las motivaciones, en mi opinión teatreras, que expone el relato.

En suma, propaganda. Lícita quizás, hija de su época, legible, pero pura propaganda. Lejos de un buen libro.


martes, 5 de julio de 2022

La decadencia económica de los imperios

Clave de lectura: Grietas económicas que hicieron caer imperios.
Valoración: ¿Te gusta la historia? ¿Te interesa la economía? Pues ya estás tardando ✮✮✮✮✩
Música: La caída del Imperio romano, de Dimitri Tiomkin ♪♪♪
Portada del libro La decadencia económica de los imperios.

Todo lo que sube, baja.

Pero no todo lo que se alza sobre la superficie terrestre cae luego con la aceleración que postulan las leyes de la física: algunas cosas de este mundo parece que van más lentas. O al contrario, a lo mejor más rápidas.

La decadencia económica de los imperios nos proporciona unos cuantos ejemplos de colapso a diferentes velocidades, en el ámbito de la historia y la ciencia de los dineros.

¿Qué destino tuvo Roma, después de trece siglos de existencia? ¿Por qué un edificio que parecía eterno dejó de sostenerse sobre sus pilares en un tiempo relativamente corto? Bárbaros aparte, ¿tuvo algo que ver el consumo excesivo? ¿El «Estado del bienestar desproporcionado» con respecto a los recursos disponibles?

Los dos ensayos dedicados por Aurelio Bernardi y M. I. Finley a estas cuestiones ocupan buena parte del libro.

¿Y Bizancio, su heredera natural? Mil años después de que vándalos y ostrogodos asentaran sus reales en occidente, el imperio de oriente aún seguía existiendo pero, ¿servían los impuestos para solucionar los problemas reales de la gente? ¿O para dar una pátina dorada a un escenario de puro cartón piedra?

¿Corrupción, quién dijo corrupción? Charles Diehl nos lo explica.

Ah, España. España en la edad del Quijote, que Cervantes era manco pero tenía un ojo muy vivo, como demuestra en su obra. Oro, plata, acero, galeones que arriban hasta China, el sol que no se pone… Y si el mismísimo don Miguel percibió los males detrás de la gloria, ¿por qué nadie hizo nada? Es más, ¿por qué se empeñaron en hacer aposta tantas cosas tan mal?

Agricultura, industria, comercio… Los prestigiosos hispanistas Pierre Vilar y J. H. Elliot nos dan luz sobre ello.

De faro del Renacimiento, foco de innovaciones, banca y fábrica de Europa, a la ruina en el siglo XVII. Aumento de costes, cierre de rutas mercantiles, rigidez de los gremios, incapacidad para mantener las exportaciones…

Carlo M. Cipolla, el de las leyes infalibles de la estupidez humana, escribe sobre la decadencia de Italia.

El Imperio otomano llega de la mano de Bernard Lewis.

De nuevo el paradigma: auge, poder, prosperidad y un aparato burocrático para gobernar con eficiencia, que desembocan en una nave con el maderamen carcomido por el retraso técnico y las élites incompetentes.

Holanda, finalmente. C. R. Boxer firma el capítulo dedicado a comparar el estancado «período Periwig» dieciochesco con los éxitos pretéritos.

Y lo relaciona con la pugna surgida con Inglaterra que, de aliada fundamental en la época filipina, pasó a enemiga abierta, hasta conseguir que perdieran el espíritu emprendedor.

Un clásico que los nuevos lectores podemos hoy disfrutar igual que lo hicieran los primeros, hace ya varias décadas. Muy recomendable, leedlo y ya veréis.


jueves, 30 de junio de 2022

Corsarios españoles

Clave de lectura: ¡Al abordaje! ¡Por el rey! (y algún tálero o libra esterlina a la bolsa).
Valoración: Estas cosas de barcos y marinos me encantan ✮✮✮✮✩
Música: El Corsario (Obertura), de Hector Berlioz ♪♪♪
Portada del libro Corsarios españoles, de Agustín R. Rodríguez González.

La roda cortando filosa las olas.

Todo el trapo largado: mayor, gavia, mesana, foque…

Los hombres amolando los sables en el pedernal, cebando cañones y falconetes, preparando los garfios de abordaje en cubierta.

Recortada en el horizonte, una posible presa. Gloria y botín si los vientos les son favorables para la caza. Botín y gloria.

La verdad es que el cine ha hecho daño a la comprensión de lo que debió de ser la vida real en los siglos de la navegación a vela. Errol Flynn o sus émulos asaltando temerariamente galeones entre Tortuga y Jamaica y obteniendo la victoria —y, de añadido, el favor de una dama—. Ya, ya…

No quiere eso decir que debamos renunciar al disfrute de los grandes títulos del género, solo tener en cuenta que, entre la imagen popular de ciertos hechos históricos, y los hechos en sí mismos, puede alzarse una cortina muy gruesa.

Hecho el preámbulo, Corsarios españoles intenta, con éxito a mi parecer, traernos lo mejor de ambos mundos: el de la aventura y el de la historia. Agustín R. Rodríguez González es un autor que siempre ha demostrado erudición sobre la base de su labor investigadora.

Comienza recordándonos que un corsario es algo diferente a un pirata: se trata de «un particular que, por las razones que fuesen, había obtenido una patente o permiso del rey para atacar y apresar embarcaciones de países enemigos, tras haber depositado previamente una fianza y comprometiéndose a cumplir una serie de normas».

A continuación narra las vicisitudes de unos cuantos que actuaron a favor de la Monarquía Hispánica entre el XVI y el XIX. Gran parte de las cuales resultan, sorprendentemente, desconocidas en nuestro acervo.

En el Atlántico, dentro del marco de las disputas con Francia, destacó Pedro Menéndez de Avilés —fundador de la primera ciudad de los actuales Estados Unidos—. Sus numerosas singladuras le valieron el ascenso de grumete a capitán general.

También Pedro de Zubiaur, mixtura de lobo de mar, diplomático y espía, ocupado contra los enemigos de Felipe II.

Durante la misma época, las del Mediterráneo fueron aguas de grandes peligros. En ellas desplegaron sus esfuerzos personajes como Pedro Fernández de Bobadilla o el mismísimo y más que novelesco capitán Alonso de Contreras.

Al paso de la centuria, en 1621 se redactó una ordenanza de corso con objeto de incentivarlo. Los armadores privados organizarían flotas en su provecho y los costes del monarca se abaratarían. Guerra y negocio.

Las villas guipuzcoanas, por ejemplo, acogieron la oportunidad con entusiasmo, si bien la principal y más exitosa fuerza echó el ancla en Flandes. Sobre todo, en el puerto de Dunquerque.

Había nacido el primer prototipo de fragata, que atemorizó el tráfico militar, mercantil y pesquero desde el Canal de la Mancha hasta Groenlandia durante muchos años.

Ya en el XVIII, los sempiternos conflictos facilitaron, incluso potenciaron, la continuidad de esta figura. La guerra del Asiento sería una «edad dorada» para los corsarios, con cientos y cientos de capturas a los británicos y miles y miles de libras en sus manos.

Durante la rebelión de las trece colonias, la Armada regular se encontraba en mejor forma, por lo que el protagonismo tornó a sus bordas. El apresamiento de un convoy de cincuenta y dos velas de una tacada, cerca de San Vicente, se convirtió en la joya de la campaña.

De nuevo en las costas del Mare Nostrum, los jabeques del mallorquín Antonio Barceló se apuntaron bastantes éxitos frente a los piratas berberiscos. Y el catalán Martín Badía vio sus encuentros a menudo descritos en la Gazeta de Madrid.

El canto del cisne llegó contra el viejo adversario, su graciosa majestad, cuando Napoleón le sacaba brillo al bicornio.

Así que estupendo título para entretenerse a la par que aprender. ¡A la orza! ¡A la orza! ¡Asegurad los juanetes!


miércoles, 15 de junio de 2022

Historia mínima de la Guerra Civil española

Clave de lectura: La Guerra Civil analizada por un estupendo historiador.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Funeral Music, de Witold Lutoslawski ♪♪♪
Portada del libro Historia mínima de la Guerra Civil española, de Enrique Moradiellos.

¿Puede escribirse otro libro de historia sobre nuestra mayor tragedia?

¿Uno que se apoye en la investigación rigurosa, la honestidad de los hechos, las interpretaciones serias y ponderadas?

¿Del que no quede otro remedio que alabar, por parte de cualquier lector sin una venda en los ojos y en la conciencia, la calidad de su escritura y la luz que aporta al conocimiento?

Pues sí. Sería el caso, sin ir más lejos, de Enrique Moradiellos en su Historia mínima de la Guerra Civil española.

El nombre y el trabajo de Moradiellos descollan si se pregunta por un historiador de los que sientan cátedra, al tiempo que tiene «gancho» para comunicar. Al menos, mis impresiones sobre sus obras han sido siempre la fluidez y la riqueza intelectual.

El título que recomiendo hoy no supone una excepción. Aunque, por exponer un lamento nimio, se haga corto. Lo de historia mínima va de veras.

Esta característica deriva en que, por ejemplo, resuma demasiado panorámicamente la parte militar.

Por supuesto, plantea las visiones estratégicas que motivaron a los responsables de ambos bandos a efectuar sus movimientos en el tablero, pero no profundiza en el desarrollo, en por qué cada acción tuvo el resultado que tuvo.

A destacar, por su especial perspicacia, el primer capítulo: La Guerra Civil entre el mito y la historia, donde se recuerdan las diferentes posturas dominantes en el relato a lo largo de los años, con respuestas simplificadas que cada simpatizante quería escuchar de antemano y que aún hoy siguen causando más daño que bien en la educación de la memoria común.

Aunque no le vayan a la zaga en detalles interesantes los demás apartados sobre el entorno político, la economía, la sociedad o las implicaciones internacionales del conflicto.

Ni el inmenso e irreparable coste humano que fue su consecuencia.

Por todo ello, enhorabuena, don Enrique.


martes, 31 de mayo de 2022

Annual 1921

Clave de lectura: La guerra de Marruecos desde el terreno.
Valoración: Impactante ✮✮✮✮✩
Música: Réquiem (Lacrimosa), de W.A. Mozart ♪♪♪
Portada del libro Annual 1921, de Manuel Leguineche.

Una de las guerras más infames en nuestra prolija historia. Al menos, mientras algo aún peor se preparaba.

El libro cuya lectura propongo para sustentar este riguroso calificativo es Annual 1921, de Manuel Leguineche. El desastre de España en el Rif.

Annual fue la tumba de miles de soldados de reemplazo cuya suerte, al ser llamados a filas, dictó que habían de «civilizar» un erial de piedras y arena, habitado por tribus con la gumía afilada. Hasta que la sustituyeron por fusiles y cañones sobrantes en Europa.

Leguineche plantea un relato que no se parece a un tomo de historia académica. Más bien a un inmenso reportaje periodístico, o una sucesión de ellos, con una fuerza expresiva y una fidelidad a lo ocurrido impresionantes. Su pluma nos hace sentirnos verdaderamente allí.

A lo largo de entrevistas, recuerdos, informes, diarios personales, se tejen hilos para ilustrar una época de corrupción e ineptitud sin límites, del rey abajo. Donde se rapiñaban medicinas, agua o comida hacia bolsillos particulares. Donde las ambiciones de ascensos y medallas primaban sobre toda lógica.

Y donde, como suele convenir, los que al final cargaron con las culpas habían muerto «gloriosamente».

No deja de lado, desde luego, la crónica de la batalla en sí, sus prolegómenos, actores y consecuencias. Pero se centra en cómo vivieron los hechos los protagonistas más que en descripciones desde una lejana sala de mapas.

Alfonso XIII, Berenguer, Silvestre, Abdelkrim, el Raisuni, Franco, Indalecio Prieto, Picasso, el general cuyo demoledor informe sobre las causas de la derrota precipitó la dictadura veladora de Primo de Rivera…

Junto al recluta Eulogio de Vega, el recluta José Cañizo, el recluta Julián Sanz, el recluta Mariano Gálbez…

La defensa sin esperanza de los blocaos, el aterrador destino de los prisioneros, la última carga del Regimiento Alcántara…

Una obra impactante.


miércoles, 18 de mayo de 2022

Siddhartha

Clave de lectura: ¿Qué buscamos en la vida? ¿Una sola cosa? ¿Varias? ¿Y qué ocurre si las encontramos?
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: New Electric India, de Shadowfax ♪♪♪
Portada del libro Siddhartha, de Hermann Hesse.

Siddhartha es un hombre que no se encuentra a sí mismo. Incluso cuando, bajo el prisma de los demás, ocupa el hueco correcto en el engranaje del mundo, él cree que ha de seguir buscando.

Así nos lo presenta Hermann Hesse: la búsqueda es tanto un proceso como un estado.

¿Por qué estamos aquí? ¿Somos una casualidad cósmica? ¿El juego de un demiurgo? ¿Tiene todo esto algún sentido?

¿Sabiduría? ¿Amor? ¿Espiritualidad? ¿Riqueza? ¿Dogmas?

Como hijo de brahmán, la religión oficial le proporciona «certezas» muy cómodas. Una comodidad vacía.

Como samana o asceta vagabundo, la renuncia a lo material en realidad le detrae, le quita una parte de su ser, al negar las sensaciones obtenidas a través de su cuerpo.

Su encuentro con Buda parece el final del camino. Es tanta la impronta del Ser Perfecto en los corazones… Así lo decide Govinda, el amigo que le acompaña en su viaje. Aunque Siddhartha opta por no detenerse.

Kamala, la bella cortesana que lo elige como compañero. Kamaswami, el adinerado mercader de quien se convierte en mano derecha. ¿Décadas aprendiendo junto a ellos no son aún suficientes?

Un sencillo barquero, Vasudeva, es su última esperanza. Compartir su cabaña, su alimento, el lenguaje secreto del río que habla a quien quiera escuchar… ¿Es eso? ¿Lo ha conseguido entonces?

¿Y qué papel reserva el destino a su hijo, nacido tras dejar atrás a Kamala, cuando ambos sepan de la existencia del otro?

Nadie más que Siddhartha puede darse a sí mismo una respuesta.

Igual que cada uno de nosotros.


jueves, 5 de mayo de 2022

Matadero cinco

Clave de lectura: Vida, muerte, Tralfámador, Dresde...
Valoración: Memorable ✮✮✮✮✮
Música: Concierto para piano nº 3 (III.Allegro), de J.S. Bach ♪♪♪
Portada del libro Matadero cinco, de Kurt Vonnegut.

Billy vagando por los bosques de las Ardenas, conmocionado por el estruendo de la artillería y los tanques. Su traslado a un campo de prisioneros en Dresde. La destrucción de la ciudad por el bombardeo de 1945. El retorno a casa.

Los paseos por el espacio y el tiempo entre la Tierra y el planeta Tralfámador, donde Billy, según su testimonio, es expuesto en el zoo en compañía de la actriz Montana…

Dicen que Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, es una de las mejores novelas del siglo XX.

La figura de Billy, testigo de acontecimientos incomprensibles, que resume cada una de sus experiencias con un descuidado «es lo que hay», nos desvela el destino desarticulado del ser humano.

Muñecos de trapo lanzados aquí y allá por fuerzas que no vemos, no elegimos, no sabemos controlar.

Las continuas líneas cruzadas entre la cotidianidad —empleo, familia, amigos— y lo extraordinario —la capacidad de Billy para recorrer el universo a voluntad, con su presente, pasado y futuro abiertos ante él—, nos sugieren una vía de escape.

Quizá interior, ya que nadie le cree cuando cuenta algo tan fantasioso. Incluso los más allegados se lo reprochan, como salidas de tono impropias de un hombre de clase media acomodado. Pero una puerta, al fin y al cabo.

En conjunto, no me cabe duda de que Matadero cinco merece con creces el calificativo que personas más sabias que yo le han dedicado.

Memorable. Es lo que hay.


lunes, 4 de abril de 2022

Nuestro mundo (XVIII)

Cartel en Auschwitz.

Srebrenica. Babi Yar. Buchenwald.

Varían los números, claro. Quizá no sean lo mismo seis millones, que cien mil, que trescientos cincuenta. Quizá.

Katyn. Wounded Knee. Masacre de Manila.

Dicen que la guerra saca a la superficie lo mejor y lo peor que cada uno lleve dentro.

Holocausto. Holodomor. Genocidio armenio.

Y que, salvo contados casos, todos somos capaces del mayor sacrificio o la mayor degradación si nos ponen a prueba.

La Jerusalén de la Primera Cruzada.

Solo hace falta encontrar la «tecla exacta» para que cualquier criterio moral sea sustituido por el predatorio. Eso dicen.

Tapias escondidas. Cunetas al amanecer. Paracuellos.

Los predadores alfa y omega de nuestro mundo. Los que dan órdenes y los que las cumplen.

Bucha, Mariúpol…

jueves, 31 de marzo de 2022

El ángel de fuego

Mil y muchas personas se ponen —nos ponemos— en pie. La Orquesta del Teatro Real interpreta el himno de Ucrania.

«Es una historia extraña», canta Ruprecht tras escuchar el relato de Renata.

Ruprecht quiere saber por qué Renata espanta confusa a seres invisibles. Son espíritus malignos, le explica la joven de la bicicleta.

Cuando era niña conoció a Madiel. Cada día se presentaba para jugar con ella. «Sus ojos, azules como el cielo, y sus cabellos, hilos de oro».

Madiel, un ángel. El ángel de fuego.

Le prohibió que hablara de su existencia o de una complicidad que debía permanecer en secreto. De todas formas, nadie la creería.

Por fin, al cumplir dieciséis años, Renata le pidió que unieran sus cuerpos. Madiel, enfurecido, desapareció, tras advertirle de un retorno futuro bajo la forma de un hombre.

«Es una historia extraña». Y Ruprecht se desabrocha el pantalón. Se echa sobre ella. Se arrepiente. «No volverá a ocurrir».

La música, oscura, inquietante, comienza a introducirse en los rincones de cada alma. En las almas de mil y muchas personas.

Ruprecht viaja con Renata hasta Colonia. En el escenario da vueltas un cubo gigantesco, de varios pisos y múltiples habitaciones.

Un armario que hace de vivienda. Un salón con sillones y una mesilla. Un dormitorio infantil. Escaleras. Una consulta donde se practican abortos…

Renata ansía que vuelva Heinrich. Jamás fue tan feliz como en el tiempo que pasó con el conde Heinrich, segura de que se trataba de la encarnación del ángel.

Pero ahora, abandonada, solo puede desear su retorno. Si es necesario, forzándolo mediante conjuros.

Ruprecht declara que se ha enamorado. Renata le rechaza. ¿Se atreve a comparar sus pensamientos humanos con los divinos? ¡Heinrich, Heinrich!

Tres golpes de ultratumba resuenan en el cubo. «¿Heinrich está cerca?». Tres golpes. «¿Se ha parado frente al edificio?». Tres golpes. «¿Sube por la escalera?». Tres golpes. «¿Espera ya al otro lado de la puerta?». Tres golpes.

Mentira. Nadie aguarda a Renata, cuyas desesperadas visiones se redoblan.

La música es tan torrencial que mil y muchas personas apenas se atreven —nos atrevemos— a respirar bajo las máscaras. No existe la piedad. Ni el descanso.

Ruprecht, ciego a todo excepto a su corazón, obtiene fórmulas de magia de Glock, el librero. Incluso demanda la ayuda de Agrippa von Nettesheim, el médico, que desmiente su experiencia en artes ocultas.

Renata cree haber visto a Heinrich, de nuevo hostil. Le odia. Suplica a Ruprecht que le mate. Ruprecht no es capaz, pero… por ella lo hará.

Renata cree haber visto a Heinrich, de nuevo angelical. Le ama. Suplica a Ruprecht que no le haga daño. Ruprecht cae en la locura.

La música es un rayo de luz cuando Renata pronuncia el nombre de Madiel. Mil y muchas personas entrecierran —entrecerramos— los ojos.

Renata confiesa que en realidad ama a Ruprecht.

Renata desea encerrarse en un convento. Fausto y su mentor Mefistófeles dominan sus movimientos a cámara lenta, en el salón con los sillones y la mesilla. Ruprecht asiste sin fuerzas.

Un gran danés, blanco y negro, se recuesta junto a ellos. Mueve de vez en cuando la cabeza, observando lo que ocurre alrededor. ¿Qué piensa un perro de las cosas, las palabras, los sonidos de los humanos?

En el convento, la superiora acusa a Renata de posesión. Las demás novicias van rodeándolas, presas de espasmos histéricos. El coro entero las rodea.

El cubo del escenario se ha disgregado. Sus piezas se abren ahora en canal, como un puzle.

El inquisidor pronuncia el exorcismo: «Spiriti maligni, damnati interdicti…». Azota a Renata hasta hacer que sangre. Su garganta le exhorta a «confesar la verdad».

Surgen llamas de la bicicleta.

Inermes, entregados a Sergei Prokofiev, mil y muchas personas golpean —golpeamos— una contra otra las palmas de las manos. Una y otra vez. Y otra. Y otra.

Quizá no hayamos entendido completamente lo que hemos vivido esta noche en la ópera.

O quizá sí. ¿Quién sabe?


martes, 22 de marzo de 2022

Moscoviada

Clave de lectura: Recorrido de un poeta por un Moscú «mágico».
Valoración: Sí, el mundo es tan absurdo como lo pinta ✮✮✮✩✩
Música: Shadow On The Wall, de Mike Oldfield ♪♪♪
Portada del libro Moscoviada, de Yuri Andrujovich.

Otto von F., poeta ucraniano, despierta un nuevo día en Moscú. Las actividades de sus vecinos en la residencia de escritores le impiden continuar en la cama como sería su gusto.

Otto suele soñar con el rey de Ucrania, Olelko II —Gran Príncipe de Kiev y de Chernígov, Rey de Galitzia y de Volyn, Patrón de Pskov, de Peremyshl y de Koziatin, Duque de Dniprodzerzhinsk, etc.—, con quien ejerce de confidente y consejero de las cosas de la vida.

Lo que no anticipa es que, en cuanto se levante, la jornada se va a convertir en una Moscoviada inefable.

Primero el encuentro, en las duchas de la planta baja, con la visitante malgache de hipnótico canto.

Más tarde, los tres amigos que insisten en llevarle a la cervecería de la calle Fonvizin, delimitada por alambre de espino, con colas frente a las máquinas de monedas que expenden el ambarino líquido.

La sicalíptica visita a su amante Galia, cazadora de serpientes, tras recoger el tesoro de una casete de Mike Oldfield.

La explosión de la granada en el Merendero. Los sótanos del Mundo del Niño, en persecución del barón gitano y su cartera birlada. Los túneles secretos del metro.

Hasta la extraña reunión a la que los asistentes acuden disfrazados, donde se proclama la sagrada unidad eslava al precio que sea.

Experiencias salpimentadas aquí y allá con otras que acuden a su memoria, como los requerimientos de la KGB para incorporarlo a su ejército de colaboradores patrióticos.

Y las ratas. Las ratas que se agitan ansiosas, que chillan al otro lado de la pared donde le interrogan…

Novela nada fácil de describir esta de Yuri Andrujovich, con tantos mensajes subliminales que bordea —qué digo, bordea—, que se instala en el puro caos.

Y que, sin embargo, quizá no demasiado sorprendentemente, construye una historia con mucho sentido.

El mismo que rige nuestros tiempos de sinrazón.