Valoración: Pura propaganda en general ✮✮✩✩✩
Música: La caída de Berlín, de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Lucharon por la patria, del Nobel Mijail Shólojov, narra la historia de un grupo de koljosianos que, sorprendidos por la ofensiva nazi, han de abandonar sus hogares y pelear con uñas y dientes a orillas del Don.
Nikolai Streltsof es un ingeniero agrónomo que despierta una manaña en la granja colectiva Vía al Comunismo. La cabeza de su mujer, Olga, con la cabellera rubia de un ligero reflejo cobrizo, reposa sobre la almohada. A Nikolai le gusta la lluvia y contemplar los campos de trigo.
Pero enseguida, lo que le rodea deja de tener esos colores idílicos. Las huellas de los tractores son sustituidas por las cadenas de los panzer.
Marchando extenuados, los supervivientes de su regimiento se retiran hacia el río. Hacen alto para descansar en una aldea.
Nikolai conversa junto al pozo con Sviaguintsev. Olga le ha abandonado y comparte sin entusiasmo sus desventuras familiares con las de su camarada.
Lisichenko, el cocinero, prepara las gachas que todos detestan. Lopajin no se separa de su fusil antitanque.
Ellos y un puñado más, Golostchiekov, Kopytovski, Popristshenko, detendrán a un enemigo que parece invencible. Ellos llevarán la bandera a la que el gran Stalin rindió honores durante la revolución hasta que ondee sobre Alemania, cuna de violadores y asesinos.
Hasta aquí, la sinopsis del argumento. Ahora, las razones de que no me haya gustado.
La única virtud que le encuentro es cierto realismo (¿realismo socialista?) en pasajes de batallas. Un esfuerzo por poner en palabras la crudeza del frente al que son arrojados los personajes.
Pero es que casi nada de lo que dicen, hacen o piensan me resulta creíble.
El autor fue un miembro relevante del partido y puso su presumible talento (ya digo, Premio Nobel) a las órdenes incondicionales de la «causa».
Cuando leo qué noble era la existencia en los koljoses, qué nobles son todos y cada uno de los soldados, oficiales y comisarios politicos, y qué noble es el liderazgo del «gran Stalin», no sé si reír o llorar.
No en desdoro de las personas reales que se vieron empujadas a la muerte por la mera voluntad de homicidas todopoderosos, sino por las motivaciones, en mi opinión teatreras, que expone el relato.
En suma, propaganda. Lícita quizás, hija de su época, legible, pero pura propaganda. Lejos de un buen libro.