lunes, 20 de abril de 2020

El asedio (XXXII)

Otra recomendación que trasciende eso que llamamos «géneros» de la música.

Soleá de Miles Davis.


domingo, 19 de abril de 2020

El asedio (XXXI)

Estanque del Retiro al atardecer.

Hoy me he sentido romántico todo el día.

Eh, quiero decir que… No es lo que… En fin, que…

Romántico de Romanticismo.

Si así tampoco se entiende…

En brazos de las sinfonías de Schumann, caramba.

sábado, 18 de abril de 2020

El asedio (XXX)

Acciono el interruptor y comienza a fluir la electricidad en el castillo.

Las instalaciones modernas son una ventaja. Antes tendría que haber enviado a Igor con pararrayos a lo alto de una almena.

Que si espera a que venga la tormenta, que si plus de nocturnidad, que si Walpurgis es fiesta…

Ahora le doy al botoncito y enseguida suena la música de Franz Waxman para La novia de Frankenstein


viernes, 17 de abril de 2020

El asedio (XXIX)

Plaza de Castilla en Madrid.

Oh tú, gran ciudad, cornucopia de dones, trono del alto y del bajo mundo, quien haya probado tus birras no será ya capaz de saciar la sed en ninguna otra fuente.

Yo entono por ello tus alabanzas en modo dórico, frigio y mixolidio.

Dicen que el estrés ha huido de tus calles, que el betún reluce, que hasta los jabalíes vienen a hozar un poco.

Dicen que tus torres de acero y vidrio se yerguen poderosas, mostrando el cenit de tu gloria.

Y dicen, dicen… que si también nosotros alzamos los ojos… Dicen… ¡que se ve el cielo! ¡Que no hay porquería en el aire! ¡Y hasta menos dióxido de nitrógeno!

Bueno, gran ciudad, esto último tengo que verlo para creerlo.

Es que va a ser tan raro…

jueves, 16 de abril de 2020

El asedio (XXVIII)

A la luz de una vela.

Noche avanzada, la luz de una sencilla vela temblando.

Las notas empiezan a sonar en la pequeña habitación: A Single Man, de Abel Korzeniowski.

Hay una música para cada momento.

miércoles, 15 de abril de 2020

El asedio (XXVII)

Escultura sobre el suelo de Oslo.

Propongo este temazo musical para hoy: You’ll Never Walk Alone.

Nunca caminarás solo.

martes, 14 de abril de 2020

El asedio (XXVI)

Gotas de lluvia.

Martes, día tutelado por un dios iracundo.

Tiwaz o Tyr hacia el septentrión, el de Tuesday, Dienstag o Tisdag.

Vamos, que por etimología es normal que los martes suenen a retumbos y goterones.

Martes de asedio. Una colérica tormenta de primavera.

lunes, 13 de abril de 2020

El asedio (XXV)

Es difícil replicar el punch del grupo original, de acuerdo. El sonido que transmitía aquel Fokker DR1 en la época dorada de sus acrobacias…

Ah, pero en esta reconstrucción tenemos el motor y las alas del triplano, y los musicazos que forman el timón y el resto del fuselaje son de los buenos.

Con todos vosotros, en vivo y en videoconferencia, ¡Los Barones!


domingo, 12 de abril de 2020

Ciudad de ladrones

Clave de lectura: Sobrevivir a la guerra cuando los dos bandos te persiguen.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Baba-Yaga, de Anatoli Liádov ♪♪♪
Portada del libro Ciudad de ladrones, de David Benioff.

Si tenemos la suerte de una vida larga y llena de libros con que acompañarla, al final la «aristocracia» de lo leído, la crème de la crème, con sus títulos, nombres, patronímicos (si acaso hay personajes rusos) y oropeles en la memoria, será con seguridad más escasa que la «clase media».

Sin embargo, tenemos que apreciar esta última en su justo valor.

Representada, en el género novelístico, por obras que sin llegar a lo excelso están bien escritas, proponen una trama sólida, una ambientación conseguida y que, en resumidas cuentas, nos mantienen horas pegados a sus páginas.

Como Ciudad de ladrones, de David Benioff.

Aquí aparecen muchos rusos, y algunos alemanes también. No en vano, los protagonistas se encuentran en medio del asedio de Leningrado, a principios de 1942.

El autor relata que su abuelo mató a dos hombres antes de cumplir los dieciocho años, pero desconoce los detalles de la historia. De manera que va a visitarle, a él y a su abuela, a su retiro de Florida, y les pregunta sobre sus experiencias en la guerra.

Y así comienza una aventura con el adolescente Lev viendo descencer el paracaídas de un «Fritz» derribado, desde la azotea del edificio de apartamentos Kirov. El NKVD le captura tras saquear las pertenencias del aviador enemigo, por lo que solo le cabe esperar el fusilamiento.

Aunque no ocurre así, para su sorpresa. Al menos, no inmediatamente. Ni tampoco ejecutan al soldado con quien comparte su celda, el singularísimo Kolya, a pesar de que es la pena sumaria para los acusados de desertar.

El trato es este: si encuentran una docena de huevos en la ciudad sitiada, destinados a preparar un pastel para la boda de la hija de un coronel, olvidarán sus actos de «traición».

El coronel cree que ambos, como buenos ladrones, serán capaces de llevarle lo que sus propios hombres no han podido hallar.

La búsqueda los conduce al Mercado del Heno, lleno de peligros. A una casa tras las líneas, frecuentada por oficiales nazis. A sufrir la desconfianza de un grupo de partisanos, incluída la joven francotiradora Vika (la abuela). A enfrentarse al implacable y cruel Abendroth, de los Einsatzgruppen que peinan el bosque…

Como sugería al principio, no sé hasta cuándo me acordaré de ella pero, nada más terminarla, a mí esta novela me ha gustado.


sábado, 11 de abril de 2020

El asedio (XXIV)

Amanecer con estelas de aviones.

Color ceniza: no me gusta.

Mi herencia romana tiene en esto más peso que la celta, con sus robles ocultos bajo perennes brumas.

Yo prefiero que, al abrir los ojos, lo primero del día sea un cielo azul. Con un punto más de magenta que de cian, ya que estamos.

Puede haber nubes, por supuesto. E incluso esas aeropistas por donde pasan los reactores y sus estelas de condensación a veces tienen cierta gracia.

Ahora, si ya empezamos la jornada directamente con grises, hum… Lleva a plantearse lo de salir de debajo de las sábanas.

Otro sábado de asedio.