Les toca hoy el turno a unos monjes medievales que difundieron sabiduría por el mundo con generosidad: los goliardos. Llamamos Carmina Burana al conjunto conservado de sus enseñanzas.
Carmina (pronúnciese con entonación en la primera «a», no como el diminutivo de Carmen) es la palabra latina para cantos o canciones, y Burana viene de Beuern, la abadía alemana donde fueron hallados estos manuscritos siglos más tarde.
Los goliardos eran una orden de «traviesillos» hombres santos que recorrían los caminos predicando y cuya teología viene a resumirse así: Istud vinum, bonum vinum, vinum generosum, reddit vinum curialem, probum animosum.
Ahí, ahí, vinum, a darle al zumo de uva, para que luego se diga que el clero es aburrido. Pero no nos dejemos engañar por sus vapores, ya que también trataron otros aspectos de gran calado para la virtud: tenemos los carmina moralia et divina, los gulatorum et potatorum, los amatoria, los… Esto del latín no es tan difícil, al fin y al cabo.
En lo que hace a la música, como en otros casos de trovadores y trobairitz, las investigaciones han conseguido reconstruir las melodías originales. No obstante, la versión más popular sigue siendo una escrita ex profeso por el compositor Carl Orff. Su famosa cantata escénica toma algunos textos escogidos y nos narra lo siguiente:
Fortuna imperatrix mundi, el comienzo, se dedica a glosar las vicisitudes del azar. Arriba y abajo, arriba y abajo, unas veces con suerte y otras sin ella.
A continuación, Primo vere elogia la alegría que se siente al despertar la primavera, cuando la sangre nos bulle en las venas.
Luego viene In taberna: huelgan comentarios.
Cour d'amours dulcifica ligeramente el despiporre, lo hace más delicado, romántico, del tipo «oh, gentil doncella de mis entretelas, permitid que este indigno admirador bese el camino que pisáis, vuestros delicados pies, mua, mua, vuestros finos tobillos, mua, mua, las rodillas, mmmmmm, las rodillas…».
Y todo termina de nuevo con el tema de la fortuna que, como la rueda de la vida, se repite de forma circular. Arriba y abajo, arriba y abajo.
Nada más por hoy, queridos lectores. Si no hay amatoria a la vista, qué le vamos a hacer, por lo menos que no falten los gulatorum. Algo encontraréis, digo yo.