viernes, 28 de febrero de 2025

Shangri-La

Panorámica de Shangri-La.

Quizá nunca encuentre Shangri-La.

Quizá nunca me he atrevido a buscarlo.

En la película, los protagonistas no acuden de forma voluntaria. Su avión es desviado hacia ese destino ignoto.

Allí cada uno de ellos se enfrenta a sí mismo, a lo que les devuelve el espejo.

El amargado y receloso mira en su fondo y, tras rechazar la imagen varias veces, por fin aprende a reír.

El fugitivo sin escrúpulos, estafador de Wall Street, ambiciona el oro que abunda en las montañas, pero descubre la felicidad planificando trabajos de fontanería.

La enferma se recobra de su mal.

El bienintencionado duda. En su interior desea quedarse, pero le convencen las pruebas racionales que le presentan su inquieto hermano y una «joven» que ansía salir por cualquier medio.

¿Qué argumentos oponer? ¿Las palabras de quien confiesa haber orquestado el aterrizaje forzoso para atraerlos? ¿Las de un hombre con una sola pierna que dice haber cumplido doscientos años y le ofrece su puesto de lama?

No es suficiente.

¿Y las palabras de la mujer que podría amarlo?

¿Es el mundo de fuera, donde el amor que predomina se dirige al poder, a la destrucción, a la fuerza, más real pese a todo?

¿Es una historia absurda? ¿Un lugar que existe y que no existe?

¿Un destino? ¿Un camino sin él?

Tantas preguntas…

P. D.: La ciudad de Zhongdian fue rebautizada hace tiempo como «Shangri-La» para hacerse un nombre más marketiniano. Sus calles, monasterios, la garganta del Salto del tigre, el gran lago Bita que baña los alrededores, representan sin duda hermosos regalos a los ojos del viajero.

Pero… no. No es Shangri-La.


lunes, 24 de febrero de 2025

Los grandes procesos en los sistemas comunistas

Portada del libro Los grandes procesos en los sistemas comunistas, de Annie Kriegel

Título y autor/a:Los grandes procesos en los sistemas comunistas, de Annie Kriegel.
Clave de lectura:¿Por qué los fundamentos del comunismo conducen a la destrucción personal de sus defensores?
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:El poder sobrevive devorando al poder.
Música:Sinfonía nº 5 (IV.Allegro non troppo), de D. Shostakovich ♪♪♪

Podemos optar por varios enfoques para aproximarnos al fenómeno del comunismo (fenómeno, movimiento, filosofía…, que cada uno escoja o añada su sustantivo a voluntad).

Personalmente preferiría el jocoso, recurriendo a clásicos del cine como Ninotchka, Uno, dos, tres, ¡Que vienen los rusos! o la más moderna, pero igual de divertida —aparte su trasfondo negrísimo—, La muerte de Stalin.

En literatura, Mijaíl Zóschenko o Serguey Dovlátov han transitado por un camino similar: el de la ironía.

Aunque, ciertamente, no siempre es fácil refugiarse en ellos. La carga de la prueba la cedo a nombres con conocimiento de causa: Evgueni Zamiatin, George Orwell, Arthur Koestler, Alexandr Solzhenitsyn… O Annie Kriegel.

Durante un tiempo, esta historiadora ejerció responsabilidades de alto nivel en el Partido Comunista Francés. Después apostató, aunque sin abandonar su estudio desde una óptica independiente.

Con tal bagaje, su libro Los grandes procesos en los sistemas comunistas tiene mucho que enseñarnos.

El punto de partida lo constituyen las purgas llevadas a cabo en el seno apparatchik: el terror que en la década de 1930 finiquitó a la vieja guardia revolucionaria (Zinóviev, Kámenev, Bujarin…).

El alambre de espino continuó extendiéndose durante la posguerra (por si acaso alguien excusara que la amenaza del fascismo generó paranoia en el hermoso jardín comunista, o que tras Stalin las flores volvieron a brotar).

Como piedra de toque, presenta el arresto de dirigentes checos como Rudolf Slánský o Artur London (miembro de las Brigadas Internacionales en España, la Resistencia a los nazis en Francia y preso en el campo de exterminio de Mauthausen, cuyas memorias sobre su juicio fueron llevadas al cine por Costa-Gavras bajo el título La confesión).

También húngaros (Rajk). O búlgaros (Kostov). Todos habían contribuido a edificar el aparato marxista en sus países.

En occidente tampoco faltaron víctimas (como la propia autora), aunque las condenas hubieran de limitarse al ostracismo reputacional promovido por los antiguos camaradas.

¿Qué acusaciones se volcaron sobre el tapete? Una panoplia de deslealtad, desviacionismo, pensamiento antirrevolucionario, colaboración con el enemigo, titismo, trotskismo… Apoyada en pruebas «irrefutables». No querrían que el partido se equivocara, ¿verdad? ¡¿Verdad?!

Aclaro que el volumen no trata de los procesos en sí, ni siquiera sirve de crónica exhaustiva. Intenta más bien explicar su lógica. ¿Coacción? ¿Tortura? ¿Lavado de cerebro? ¿Creencia sincera de haber cometido un error?

Kriegel concluye que dicha lógica existe, aun en un contexto que los ajenos al círculo encontramos difícil de racionalizar. El poder sobrevive devorando al poder.

El comunismo exige anular a la persona, al individuo, a su conciencia impredecible, desde fuera y desde dentro.

Solo existes por y para la ideología. Obedece a la ideología. Difunde la ideología, da ejemplo. Te hacemos esto a ti, uno de nosotros, para demostrar que podemos hacérselo a todos (de ahí la teatralidad que rodeó a los casos).

Modelo pedagógico exitoso, a ojos vista. No solo varios de los encausados se autoinculparon en una especie de guion melodramático, sino que hubo quienes pudieron contarlo (London fue excarcelado tras unos años) y siguieron manifestando su apoyo al sistema hasta el fin.

Jamás abandonarían su fe.

Una fe que aún persiste.


Una vez que el propio partido —o sus representantes, en este caso los instructores— ha dispensado al acusado de la solidaridad a la que un comunista está obligado para con los suyos, suben a la superficie los antagonismos, las antipatías, las incompatibilidades de carácter y las rivalidades profesionales o personales, tanto más virulentas cuanto que se han desarrollado en una sociedad más cerrada y han sido reprimidas durante mucho tiempo. Esta pulverización de los lazos de solidaridad con sus compañeros de infortunio es, por lo demás, una etapa del camino que conduce al detenido hacia la soledad absoluta.

viernes, 21 de febrero de 2025

Los nuevos dioses

Monje ante un móvil.

Determinado día de determinado año de determinado siglo, determinada corporación reunió a sus más jóvenes y prometedores cachorros.

Habilitaron una sala de actos con estrado y gradas, una sala grande llena de canapés y salas más pequeñas donde, a la manera artúrica, sentados a mesas redondas, las promesas debían demostrar su valor.

¡Vale, de acuerdo! Algunos estaban de prestado, fuera de sitio, ya la vida los iba a llevar por caminos y carreteras de tercera. Pero en aquel momento…

Gente muy lista, gente muy astuta, gente entusiasta, gente curiosa, gente con visión adelantada.

Los reunieron, decía, les dieron de comer y nombraron cónclaves para la magia. Pensad, chiquillos, pensad. Poned ante vuestros mayores el tiempo que ha de venir.

¿Cómo será el mundo de aquí a diez, veinte, treinta rotaciones en torno al sol?

¿Cómo podemos aprovecharlo? ¿Cómo podemos liderarlo? Inventos, disrupciones, nuevas creencias, tecnologías, cisnes negros… ¿Qué?

No voy a aburrir con el calor entrópico de tantos cerebros funcionando al unísono (parte se desvió para hacer la digestión).

Los astutos contemplaron a los listos como el zorro a las uvas: buscando sacar beneficio y que su propio nombre rubricara las ideas del grupo.

Los entusiastas pusieron ojos de emoji, con rutilantes estrellitas (lo de los emojis hubiera sido un buen comienzo).

Los curiosos se contaron unos a otros que un gúgol es diez elevado a la centésima potencia. Gúgol, gúgol… Suena divertido. Ahora, a trabajar en serio: el patinete antigravedad.

Algún friki se acordó de Espacio 1999, la Base Lunar Alfa, las naves águila, las pistolas paralizantes, pero solo era eso, un friki.

Los invitados a la fiesta de chiripa demostraron el porqué de su anunciado fracaso: falta de imaginación. Habrá coches, apartamentos en la playa, fútbol, teléfonos, gafas de rayos x… Carne para el departamento de contabilidad.

¡Ups! El de los rayos x fue otra vez el friki.

Un momento… ¿Teléfonos? ¿Quién dijo teléfonos? ¿Los de descolgar y marcar? ¿O un ladrillo de esos móviles haciendo bulto en el bolsillo?

Ya circulan unos cuantos, pero vaya, también tamagotchis. ¿Es que la gente no podrá esperar en el futuro a llegar a casa? ¿Van a ir por la calle hablando de sus cosas a gritos? ¿O en los vagones, o en los cafés?

¿O mirando las pantallas embobados, ajenos, como monjes orantes ante un altar lisérgico? ¿Qué verdades esperarán encontrar?

En fin, tomamos nota. Seguid, seguid.

Y así, os aseguro que fue así como ocurrió, despertaron los nuevos dioses.


lunes, 17 de febrero de 2025

El naufragio de la Segunda República

Portada del libro El naufragio de la Segunda República, de Inger Enkvist

Título y autor/a:El naufragio de la Segunda República, de Inger Enkvist.
Clave de lectura:Entre todos mataron a la República.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Demasiado simple.
Música:Suite Ingenua (II.Balada), de Antonio José ♪♪♪

Antes de abordar El naufragio de la Segunda República, conviene tener un detalle en cuenta: Inger Enkvist no es historiadora. Se especializa en filología y pedagogía.

Es decir, se trata de alguien que plasma sus opiniones, pero cuya autoridad no alcanza a la de aquellos profesionales que de verdad se dedican a desentrañar los puntos oscuros del pasado.

Hecha la advertencia, su libro invita obviamente al debate.

Describe el sistema institucional que, entre 1931 y 1939 (o 1936, ya que el golpe de Estado lo habría liquidado tanto en la zona de su triunfo como en la de su fracaso), enmarcó la vida política de nuestra nación.

Incide en las peculiaridades legales que crearon un lastre de inicio. Así, a propuesta del presidente, unas elecciones podían dar como resultado un ejecutivo no sujeto al estricto número de votos (Lerroux).

Muy pocos, de acuerdo con esta hispanista, apreciaban la República de forma pura. Si no servía a los intereses de turno, había que retorcer su sentido o, incluso, acabar con ella desde dentro.

1934 resulta la prueba palmaria. Expone que la intención del PSOE fue atravesar el pecho de la tricolor y convertirla en «otra cosa», ya que los métodos violentos para obtener el poder y ejercerlo sin contrapesos, alternancias ni limitaciones figuraban en sus discursos (Largo Caballero).

Al cabo, en las trincheras no se verían banderas de franja morada, sino rojas en su totalidad o rojinegras. Éramos, según sus palabras, «una democracia sin demócratas».

Y, si ninguna figura pública de entonces atesora parabienes, especial censura merecen los políticos que de nuevo fomentan la división. Aquellos con responsabilidades que quieren volver a polarizarnos.

La «memoria histórica», en tal sentido, supondría un ejercicio de adoctrinamiento espurio. Si uno osa cuestionarla, le cuelgan el sambenito de enemigo de la democracia, el progreso, el pueblo, defensor del fascio y «lindezas» por el estilo.

Hasta aquí, la descripción del contenido. ¿Me atrevo a comentar mis impresiones?

Claro que sí. Como he señalado, el texto invita al debate; varios aspectos en particular me generan reservas.

Su imagen de un país con crecimiento económico sólido, élites cultas y una burguesía industriosa acosada por la Komintern o los pistoleros de la FAI pasa por alto un grado de miseria y analfabetismo en amplias capas de desposeídos que no podían sino creer en promesas colectivizadoras como remedio. Los parias de la Tierra.

¿Se encontraba España en peligro de muerte? Hablamos de una época a las puertas del infierno global, qué duda cabe, pero otras sociedades tampoco podían presumir de bonanza y no por ello optaron por autodestruirse.

Sobre la crítica de que el presidente contase entre sus atribuciones la de nombrar gabinetes no respaldados por mayorías parlamentarias… ¿No vemos similitudes en otra República tan prestigiosa como la francesa?

Asimismo, sugiere que el fraude no fue ajeno a los resultados que auparon a las izquierdas (urnas que solo se podían rellenar en el sentido ordenado por sus custodios, amenazas, cárceles clandestinas, asesinatos, recuento sin transparencia…). Echo a faltar más datos que superen la frontera de la mera sospecha.

En conjunto, Enkvist compone un alegato de «si yo soy culpable, tú lo eres más». «Si yo no hubiera dado el golpe, lo habrías hecho tú de nuevo». Argumento que, en aras de la historia como ciencia social, no arma cargada de emociones para la revancha (me da lo mismo quién exija esa revancha), resulta de validez dudosa.

Las noticias positivas, por ir terminando: esta lectura contrapesa a un oficialismo que quiere imponer su propio e igual de criticable sesgo. Se suma a una visión por necesidad poliédrica para entender (y no repetir) aquellos convulsos años.

Las negativas: le hace el juego al otro relato, el de siempre, reduciéndolo todo a unos «malos» que escondieron la mano tras haber arrojado la piedra y unos «menos malos» a quienes no quedó otro remedio que defenderse atacando.

Demasiado simple, creo yo. Demasiado, demasiado, demasiado…


En los días previos a las elecciones, una milicia socialista llamada la Motorizada apareció en Cuenca, sembrando el miedo a su alrededor. Había sido organizada por Prieto, circulaba en motocicletas y actuaba como una especie de cuerpo de asalto. El grupo se utilizó para tareas como interrumpir las reuniones de los adversarios y quemar instalaciones. Contribuyó a la victoria del Frente Popular en Cuenca, entre otras cosas, reemplazando documentos electorales.

viernes, 14 de febrero de 2025

A propósito de Eugenio Oneguin

Interior del Teatro Real de Madrid.

Las grandes óperas sobre tema amoroso (que alcanzarán, no sé, el noventa por ciento del repertorio) lo presentan en forma de drama.

¿Están entonces unidos amor y tragedia? ¿Por qué, de entre todas las posibles facetas, es esa la que más atrae?

Veamos el ejemplo de Eugenio Oneguin, salido de la pluma de Pushkin y musicado por Chaikovski.

En el acto primero, Tatiana le pregunta al aya si se enamoró de joven y qué sintió, y la respuesta es clara: en aquellos tiempos nadie pensaba en tal cosa. Sus padres la casaron a los trece años con su marido, aún más joven, y amor solucionado.

Ah, pero a la soprano le da un flash nada más conocer al apuesto (y sobrado de sí mismo) barítono, de un calibre que la convence de que los cielos se lo han enviado, envuelto con lazo, para toda la vida. ¡Este, este, me lo quedo!

(Oneguin, con toda su chulería, por lo menos es sincero: la advierte de que ha leído demasiadas novelas).

La atracción de Lenski por Olga parece más «razonable». Son amigos desde niños, compañeros de juegos, y el roce…

Ya tenemos el amor conformista del aya, la ilusión de buenas a primeras de Tatiana, el pasotismo de Oneguin y el tranquilo «nos conocemos de toda la vida» de Lenski y Olga.

Esperad: cuando su amigo flirtea con Olga en el acto segundo para hacerle rabiar, el buen Lenski, Lenski el poeta, se convierte en un manojo de celos. ¿Otro hombre bailando con su chica? ¿Aquella a quien su alma dedica cada pensamiento? ¡Faltaría más! ¿Dónde están las pistolas de duelo?

O sea, el amor tóxico. ¡Mía, mía, mía y de nadie más!

En el acto tercero, el príncipe Gremin declara que no hay un límite para el amor, que en cualquier momento puede abrazarnos la felicidad. Incluso a él, que lleva unas cuantas batallas en el cuerpo y disfruta a su lado de una maravillosa… ¡Tatiana!

Amor igual a felicidad, entonces. Pero… ¿amor correspondido? ¿Basta con amar o es necesario que nos amen?

Porque la heroína, que se supone ha dejado atrás los desvaríos románticos aunque la presencia de Oneguin la turbe (jamás recuperado él a su vez de la muerte de Lenski ni de la soledad), vuelve a confesarle: «Te amo». Y en el antiguo descreído nace la esperanza de la redención.

«Te amo» y se acabó. Permanece con su feliz marido el príncipe. Abandona a Oneguin en su propio infierno.

Seguimos preguntándonos: ¿qué será el amor, qué será?


martes, 11 de febrero de 2025

Effi Briest

Portada del libro Effi Briest, de Theodor Fontane

Título y autor/a:Effi Briest, de Theodor Fontane.
Clave de lectura:¿Es Effi Briest culpable? ¿Merece realmente castigo?
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Decimonónico, en sentido tanto literal como figurado.
Música:Capriccio (Mondschein-Musik), de Richard Strauss ♪♪♪

Gert von Innstetten, alto funcionario provincial en la Alemania del Segundo Imperio, pide la mano de una jovencísima Effi Briest, la cual no puede negarse a la deferencia. Actúa como los demás esperan de ella y añade a su apellido el título de baronesa.

Como Emma Bovary en Yonville o Ana Ozores en Vetusta, Effi comienza a sentir ahogo en Kessin, la pequeña localidad a orillas del Báltico donde se instalan tras la luna de miel. Un caserón y un ambiente desangelados, diferentes a la amable vida familiar de Hohen-Cremmen.

Ni siquiera el nacimiento de una niña consigue que desaparezca esa angustia. El círculo de personas en el que se mueve es tan cerrado y previsible como el color del cielo.

Y se presenta Crampas. El apasionado Crampas, compañero de regimiento de su marido. Ella manifiesta que no le ama, que desea ser fiel, pero…

Pasión. Emoción. Una vía de escape.

Tras un tiempo, el matrimonio se muda a Berlín. ¿Una nueva vida en la metrópoli? ¿Una nueva libertad?

En absoluto: Innstetten encuentra en la mesilla de noche de Effie un paquete de antiguas cartas firmadas por Crampas. La «traición» queda al descubierto. El honor, en riesgo.

El estruendo de los disparos despierta ecos entre las dunas. Un cuerpo ha de desangrarse tras el desafío, y la esposa a quien iban dirigidas las indecentes palabras, esa adúltera, ¿cuál será su castigo?

Theodor Fontane plantea una historia decimonónica, en sentido tanto literal como figurado. Se la considera novela de importancia dentro de la corriente realista, al nivel de Flaubert, Clarín o Tolstoi; sin embargo, me atrevo a calificarla de daguerrotipo. Demasiada inmovilidad narrativa.

Entiendo el lento transcurrir de las jornadas en el seno de la pequeña nobleza guillermina como marco para la tragedia, de acuerdo. Pero preferiría no caer, en mi papel de lector, víctima de esa misma lentitud.

Ni los personajes ni sus problemas me generan empatía. Todo se desarrolla de forma… ajena, remota.

En esto, mi sensibilidad «moderna» difiere de quienes disfrutaron de las primeras ediciones. Nada menos que Thomas Mann declaró que este era uno de sus libros favoritos.

Bien, a cada uno lo suyo en materia de opiniones. Así es como debe ser.


Está claro que es mayor que tú, lo cual, a fin de cuentas, no deja de ser algo bueno. Se trata además de un hombre de carácter, de buena posición y de buenas costumbres, y si tú no te niegas, cosa que difícilmente podría esperar de alguien tan inteligente como tú, con veinte años te encontrarás en una situación que otras no consiguen hasta los cuarenta. Habrás llegado mucho más lejos que tu mamá.

lunes, 10 de febrero de 2025

Nuestro mundo (XXII)

Hoja atrapada por alambre de espino.

El deseo de compartir palabras a veces se ve golpeado por el mundo real, en el que las noticias se dividen en pocas secciones: la de barbaries y la de salvajismos.

(La sección de basura no merece la pena mencionarla. Y si algún penalti ha sido o no injusto, entraría quizá en una cuarta, la de inanidad).

Alguien con un arma decide que once personas en Örebro han tenido una vida demasiado larga.

Alguien con muchas armas decide que cualquier nacido entre las ruinas de Gaza es culpable de ello, de haber nacido, y debe desaparecer.

En cierto lugar llamado Goma, que olvidaremos de aquí a poco, violan y queman a más de ciento sesenta mujeres (¿ciento sesenta y una, ciento sesenta y ocho?).

Y algunos que gritan «Nosotros, nosotros somos los buenos, nosotros, no cualquier otro, coread desde este lado de la línea», lo hacen tras grandes máscaras, sonrisas de comediante o rictus trágicos según venga más a modo para el texto.

Mañana comentaré algún libro. Mejor mañana.


viernes, 7 de febrero de 2025

Murallas

Fortaleza de Bujará.

Murallas.

Existen tantas murallas como lugares donde alguna vez el ser humano deseó comenzar a vivir.

Y el ser humano soñó con arrebatarle al ser humano su suelo.

Unas son ciclópeas, casi erigidas para albergar gigantes.

Otras construyen la infancia (si no sabes nada de Exin Castillos… Lo siento, qué infancia tan desgraciada).

Murallas de piedra, murallas de adobe. Lienzos de madera triste. Murallas que se yerguen y también se inclinan. Murallas clavadas en la tierra, profundas, rodeando a toda costa su escondido corazón.

Almenas, fosos, bastiones, murallas que desafían olas. Murallas impenetrables, llenas de hosco ingenio… salvo que Odiseo sienta el suyo emerger.

Murallas de torres con sombrero de pico. Murallas antiguas, quinientos, mil o más años, donde escuchamos cada noche el eco de una trompeta espectral.

Murallas envueltas en esa niebla blanca que dicen respiran los dragones.

Murallas que salvan, tras cuya puerta de pesado hierro disfrutamos de alimento y calor.

Murallas que aíslan, desgarran manos, queman del otro lado ojos, garganta y piel.

Murallas de cuento, murallas sin cuento.

Murallas por descubrir y a las que susurrar adiós.


lunes, 3 de febrero de 2025

Que el bien os acompañe

Portada del libro Que el bien os acompañe, de Vasili Grossman

Título y autor/a:Que el bien os acompañe, de Vasili Grossman.
Clave de lectura:Experiencias del autor en la Armenia de la época soviética.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Un título cuyo valor no muchos sabrían igualar.
Música:Horzham, de Lusine Zakaryan ♪♪♪

Que el bien os acompañe: en un contexto de títulos señeros, este libro de Vasili Grossman (de los dos que aún tuvo tiempo de terminar) podría considerarse de importancia relativa. Sin embargo…

¡Qué maravillosa evocación nos regala en él!

Qué vívidos se nos presentan los meses que el autor vivió en Armenia, relacionándose con sus gentes, comiendo de su pan, de su jash, bebiendo de su leche y su coñac.

Encargado de hacer una traducción de una lengua que no habla, con el ánimo alicaído tras arrebatarle la KGB el trabajo de su vida (incluyendo las cintas de la máquina de escribir), Grossman se apea del tren el 3 de noviembre de 1961.

Nadie viene a recibirle. Ignora su siguiente paso. Lo desconocido le envuelve.

Pero también le abraza.

La ciudad de Ereván, las isbas, las montañas. La piedra —la piedra omnipresente, que sugiere eternidad—, la nieve, la vid. Los bosques, los lagos, las iglesias.

Habla con el catholicós, ilustrado patriarca de Echmiadzin. Habla con el ilustrado ateo amigo suyo que le facilita la entrevista. Habla con un campesino de Tsajkadzor, el padre de Iván el calderero, sobre la bondad necesaria al ser humano.

Asiste a bodas en las que la aridez del paisaje, la humildad de las ropas, los antiquísimos utensilios, se convierten en nobleza.

Y su talento literario no deja de crear. Crea sobre el papel y sobre la retina del lector. Armenia se convierte en un personaje que «respira».

¿Un título de importancia relativa? Quizá, solo quizá.

Un título cuyo valor, eso seguro, no muchos sabrían igualar.


No trató de convencerme, hablaba con amargura de que las personas no querían seguir la principal ley de la vida: desearles lo que deseas para ti a todos sin excepción, desearlo al margen de la riqueza y la pobreza, de la nacionalidad, de que se profese una fe o no, de la afiliación política o de la no militancia.