jueves, 31 de octubre de 2024

El amor en Suecia (I)

Clave de lectura: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre los de (y las de) allá arriba.
Valoración: Entretenido ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Suite de los tiempos de Holberg (I.Preludio), de Edvard Grieg ♪♪♪
Portada del libro El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

Resulta poco habitual, pero al dar forma a esta entrada me he dado cuenta de que sale larguísima para los estándares del blog. Como no deseo aburrir —el título de hoy me parece hasta gracioso—, quizá sea mejor dividirla en dos partes. Comencemos, pues:

Allá por el XIX, diligencias en los caminos y vapores de palas en los mares, a un editor alemán se le ocurrió publicar guías de viaje con el reclamo de su apellido. Y tan exitosa idea sigue figurando como entrada en el diccionario de la Real Academia: baedeker.

Las guías baedeker aconsejaban a los curiosos qué visitar, el tiempo a detenerse ante tal o cual monumento, cantinas y hoteles para comer y dormir, e incluían además una descripción de los aborígenes con los que iban a cruzarse al descender del estribo: usos, carácter, historia…

Bajo lentes estereotipadas, claro. El exotismo se imponía con largueza, y hacer hincapié en lo «rarita» que es la peña de rincones diferentes al propio cautivaba los ojos y la imaginación de los turistas pioneros.

Lo menciono porque la obra a comentar me recuerda en bastantes rasgos a una de aquellas estampas costumbristas, adaptada a «raritos» un siglo posteriores, de los años 70 concretamente: los escandinavos.

Se trata de El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

A los lectores surpirenaicos de 1974, más que imaginación cautiva, se les debía de hacer la boca agua. ¿Suecia no es ese lugar lleno de rubias potentes (o guaperas con melenita a lo Björn Borg, dependiendo de los gustos) donde se liga tanto? ¿Donde todo el mundo se enrolla con todo el mundo? Uuuuuuuuh, Perpiñán a lo grande…

La verdad es que Sciara (seudónimo de José Repollés) hace algo de trampa. Si bien dedica al reino de los svear la mitad del volumen, escribe también sobre Dinamarca, Noruega y Finlandia (incluso Laponia), y el análisis de cómo anda el tema de la liberación sexual en su meca y centro comparte espacio con detalles de provecho para jugar al Trivial: geografía, instituciones políticas, nivel de electrificación, balanza comercial, personajes célebres… Un baedeker hasta la médula.

Los cuentos de Andersen ilustran la llegada al puerto de Copenhague igual que la tragedia hamletiana el castillo de Kronborg. Aunque lo trágico no sea el denominador común de «un país encantador». Publican quince veces más libros por habitante que los Estados Unidos y en las escuelas se dan de lado esos generadores de estrés llamados exámenes.

¿Cómo se divierten los daneses? Aparte de acudir al Tívoli, está de moda el barrio de «Sing-Sing», que toma su nombre de un local decorado con estilo carcelario. En él se juntan «burgueses, obreros, estudiantes, bohemios, jovenzuelos con rostro de ascetas y panzudos caballeros, quinceañeras con minifaldas de colorines y damas bien metidas en carnes». Y cuentan lo que ellos llaman chistes hasta la madrugada.

Luego disfrutan de la playa, donde las jóvenes se cambian el bikini mojado como si tal cosa, a cielo abierto, sin miradas libidinosas alrededor. Estas chicas «tienen cabellos de oro pálido y piel fresca, bronceada a veces, son graciosas y femeninas como no saben serlo las atléticas noruegas y poseen un charme espontáneo y alegre que no tienen las suecas a pesar de ser en general más bellas».

Las bicicletas circulan por doquier y por quince coronas sirven caldo, filete de lenguado a la Walewska, pollo asado en olla con compota de ruibarbo y ensalada de pepino, medallón de queso con apio blanco y rabanitos y, de postre, helado mantecoso con fresones.

La idiosincrasia noruega hunde sus raíces en eddas y sagas. Odín y las valquirias contemplan su montañoso relieve y profundos fiordos desde las quinientas cuarenta puertas del valhalla (como curiosidad, la palabra española fiordo deriva en línea recta de fjord).

El historiador romano Tácito señala que la tribu de los sitones estaba gobernada por una mujer. Luego se desarrolla la cultura normanda, se funda Oslo, se destila snaps, se asiste a las obras teatrales de Ibsen y Holberg, se desayuna con las aventuras de Amundsen…

No olvidemos, por supuesto, el vínculo entre las familias de Håkon IV y Alfonso X el Sabio: la princesa Kristina, hija del primero, casó con el infante Felipe de Castilla en 1258, aunque la palmó pronto, en 1262, agobiada por el solecito de Sevilla.

«A partir de 1960, las personas casadas tienen el derecho de poder pagar los impuestos conjuntamente o por separado, lo que simplifica algunas situaciones embarazosas». Que lo sepáis.

En Finlandia, al gusto por los sones musicales de Sibelius se le une el sisu, un concepto que adorna a cada uno de sus habitantes. En la lengua local significa «integridad, resistencia, decisión, valor, independencia, hondo sentido de la naturaleza y del arte». Que lo sepáis también.

Árboles, árboles, árboles… Lagos, lagos, lagos…

Mosquitos, mosquitos, mosquitos…

«No existen distinciones sociales ni barreras de clase que saltar en la cuesta que lleva al éxito. Gran parte de los estadistas finlandeses proceden de familias pobres y laboriosas».

Si te pillan conduciendo con una copa de más, seas albañil o ministro, se te caen los calzoncillos largos. No te libra de la cárcel (o tres meses picando piedra para construir aeropuertos) ni saber recitar de memoria el Kalevala.

En tales ocasiones se emplea un eufemismo que explique la ausencia del penado: ha partido «tres meses a Canarias».

Ah, la sauna…

En otros países se invita al extranjero a un aperitivo o una comida en familia. Aquí, la primera pregunta es si te apetece compartir una sauna, y rehusar no es la opción educada. Aunque por desgracia ya no sean tan habituales como antes las cabinas mixtas.

«Un baño para el espíritu más que para el cuerpo».

Los lapones constituyen un enigma desde el momento en que eligen como hábitat la tundra boreal, en compañía de sus queridos renos. «Cráneo corto, cara ancha y pequeña, arcos cigomáticos salientes, nariz de dorso cóncavo…».

No han desaparecido entre ellos los brujos y chamanes, que baten panderos en pos del trance (para acompañar la entrada tengo tantas posibilidades de recomendación musical, que la cabeza me retumba en similar medida).

En el Festival del Sol de Medianoche peregrinan a Krysoten, el monasterio más septentrional del orbe. Se arrodillan ante antiquísimos iconos de plata y despluman divertidos a los alemanes y estadounidenses que acuden a comprar sus puñales con mango de hueso.

Toman el café depositando antes azúcar en la lengua. ¿Se extinguirán por culpa de los adelantos modernos?

(Continuará).


jueves, 24 de octubre de 2024

La corrupción del lenguaje

Clave de lectura: Cómo se retuerce el lenguaje para hacernos más vulnerables a la manipulación.
Valoración: Bueno, aunque no imprescindible ✮✮✮✩✩
Música recomendada: Cuarteto nº 13, de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro La corrupción del lenguaje, de George Orwell.

A George Orwell hay que hacerle caso y mucho, huelga excusarse. Aunque los siguientes articulos compilados bajo su firma representen un valor apenas secundario al contrastarlos con obras mayores:

La corrupción del lenguaje. Ensayos sobre propaganda, mentira y manipulación en la política.

Politics and the English Language, reza el título original, y quizá resulte más provechoso leerlos directamente en la lengua nativa del autor. Más «amigable», si se quiere. ¿La razón?

Trasladado al español, el texto pierde fluidez discursiva. Las continuas referencias al inglés exigen compromisos de traducción (o, por el contrario, mantener las expresiones originales) que no facilitan la claridad de la tesis.

El fondo sí es diáfano: una protesta de la deriva adoptada por la escritura moderna hacia la «imprecisión». Palabras hilvanadas con bombo y platillos, pero ninguna sustancia lógica ni semántica. Pomposas cáscaras vacías.

El fenómeno sirve a un objetivo: que el ruido aturda, haga creer en la presunta relevancia de los mensajes y, de esta manera, el emisor manipule las mentes.

La mitad de las páginas se dedican a comparar lo que sería una forma de expresarse «natural» y las nuevas reglas que obedecen, sobre todo, a consignas políticas.

En lo que a insultos se refiere, el vocabulario comunista (aplicado ora a fascistas, ora a socialistas, según cuál sea la «línea» marcada en ese momento) incluye términos como hiena, cadáver, lacayo, pirata, verdugo, vampiro, perro rabioso, criminal y asesino. Todos estos términos son fruto de traducciones directas o indirectas, pues ningún inglés los usa de manera natural para expresar su desaprobación. […]
Es solo cuestión de juntar una serie de piezas prefabricadas. Solamente hay que hablar de una hidra cuyas botas militares aplastan a hienas manchadas de sangre, y listo. Para confirmarlo, basta con echar un ojo a cualquier panfleto publicado por el Partido Comunista o, de hecho, por cualquier otro partido político.

Metáforas moribundas, artificios y retorcimientos verbales, dicción pretenciosa, palabras sin sentido...

En su lugar, Orwell aconseja el uso de seis reglas (bastante radicales, si se me permite un punto escéptico):

  1. Nunca emplees una metáfora, símil u otro elemento del discurso que suelas ver impreso.
  2. Nunca uses una palabra larga si puedes usar en su lugar una corta.
  3. Si puedes suprimir una palabra, hazlo siempre.
  4. Nunca uses la voz pasiva cuando puedas emplear la activa.
  5. No uses jamás una expresión extranjera, un término científico o propio de otra jerga, si puedes encontrar un equivalente en el inglés cotidiano.
  6. Sáltate siempre cualquiera de estas reglas en lugar de decir algo disparatado.

La otra mitad imprime el anexo de la mítica 1984 acerca del origen y propósito de la neolengua. El culmen de la mentira, la propaganda y la manipulación.

En último término, repito el comentario, este libro no resta brillo a un inmenso legado (la citada 1984, Rebelión en la granja, Homenaje a Cataluña, Subir a por aire…), lo cual sería imposible, pero tampoco puedo decir que lo acreciente.


lunes, 14 de octubre de 2024

Eres una bestia, Viskovitz

Clave de lectura: Viskovitz no da abasto para resolver sus problemas multiespecie.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: La poule, de Jean-Philippe Rameau ♪♪♪
Portada del libro Eres una bestia, Viskovitz, de Alessandro Boffa.

¿Un libro ingenioso? ¿Agudo? ¿Divertido? ¿Con enseñanzas que golpean el cristal esmerilado tras el humor? Efectivamente, creo que lo puedo calificar así.

Eres una bestia, Viskovitz, de Alessandro Boffa, se une a la lista de valoraciones elevadas que han aparecido en el blog.

Viskovitz es un pinzón, alerta frente a los cucos. Y un cerdo. Y un loro caribeño. Y un escualo. Y una mantis religiosa.

Su amor apasionado, platónico, cercano, imposible (depende del momento), se llama Ljuba.

Otros amores más corrientes incluyen a Lara o a Jana. O a sí mismo: ¿no tienen los caracoles ambos sexos por naturaleza?

Incluso, en el caso de las esponjas marinas, el tema se complica. Unas veces sueltan semilla, otras veces la reciben… Y además las corrientes… Quién sabe si uno acabará convertido en suegra a la par que padre.

Zucotic, Petrovic y López suelen acompañarle en sus aventuras. Lombriz, hormiga, microbio…

Porque, en cada cuento de la veintena que componen el volumen, aunque la voz del narrador sea la misma, el animal que nos habla es de lo más variado. Cada cual con problemones existenciales propios.

Cuando nos fueron asignadas las compañeras genéticamente más cualificadas para aparearse con nosotros, enseguida estuvo claro que, en las ratas, ingenio y belleza no estaban codificados en los mismos genes. Mi pareja, Jana, era una especie de talpa desmañada y de cháchara abstrusa; en cambio, la de Zucotic, Ljuba, era, desde la superficie roedora de los molares superiores hasta las últimas escamitas de la cola, la forma más perfecta que la mente más caprichosa y singular, es decir, la mía, pudiese concebir. Así, mientras yo tenía que escuchar las pedantes disquisiciones de Jana sobre ratología, topología y otros tediosos tópicos ratoniles, en la jaula de al lado la beldad era pasto de la idiotez.

Los trabajos exigibles a un macho alfa alce para reinar sobre su harén, sin ir más lejos, agotarían al mismo Hércules.

O disfrutar del aguijón más rápido del desierto de Sonora podría alejarlo de cualquier disfrute. Es lo que dicta el instinto de los escorpiones.

También, haber nacido el zángano más hermoso de la colmena, con rasgos físicos que harían perder el sentido desde a una reina hasta la última de las obreras, ¿supondrá una ventaja o todo lo contrario?

Aunque Boffa ofrece un nivel que raya a buena altura en todos los casos, mis episodios favoritos incluyen la encarnación en escarabajo pelotero que construye un imperio de m…, el antiguo perro detective que intenta pasarse a una vida espiritual a base de mantras, el león vegetariano que suspira por la gacela de andar incitante...

Y uno muy original, el del lirón que sueña con una Ljuba imaginaria que sueña con un Viskovitz que la sueña.

Me reafirmo en la escala: ingenioso, agudo, divertido...


sábado, 12 de octubre de 2024

Un día de octubre (II)

La Patrulla Águila sobrevuela Madrid el 12 de octubre.

Hace cuatro años, para recordar la fecha puse en el blog una canción «con mensaje»: Imagine (Imagine all the people living life in peace…). Y una simbólica imagen de flores en rojo y gualdo.

Hace tres años se me ocurrió subir una foto de picas, arcabuces y alguna que otra alabarda. Con buenas intenciones, evidentemente, la acompañaba un texto lejos de alharacas militaristas.

Volví a recordar la importancia de la paz como cimiento de la vida.

Este aniversario… Hum…

Este aniversario he leído, en cierta publicación que suele resultarme interesante pese a discordar también a menudo con sus conclusiones, que el 12 de octubre es lo peor de lo peor.

¿Argumentos? Falta de significado compartido, desfile de la anacrónica Legión y su cabra, excusa para que energúmenos insulten a presidentes del gobierno «progresistas» (el entrecomillado es mío)…

Supuesto premio a un genocidio de nativos americanos, incomparable con el día grande de, por ejemplo, Francia y su toma de la Bastilla en pos de la libertad, igualdad y fraternidad universales (también mi lema favorito)…

Bien, la autocrítica en materia de opinión, es decir, encarar las visiones que cada uno tenemos del mundo ante un reflejo especular, las hace más sólidas o justo al revés, corrige su inflexibilidad. ¡Qué desastroso resulta el pensamiento único!

En este caso, el espejo me reafirma en mi aprecio por la celebración.

Que podría haber sido el 12 de octubre, con un almirante y unos marineros faltos de sueño, como cualquier otra fecha del calendario. Seguro que encontramos algo digno en cada una de las trescientas sesenta y cinco jornadas, bisiestos aparte, a lo largo de miles de años de historia.

Igual que hallaremos violencia, sumisión, injusticia, muerte cada minuto de ellas, en cada esquina de los pedazos de tierra que hoy llamamos naciones.

El recorrido de la humanidad es el que es. Quizá carguemos con una vergüenza genérica como especie, dado nuestro ánimo destructivo, pero ese sentimiento no cambia nada. No se me ocurre ningún territorio relevante —quizá un experto en San Marino o en las tribus del Amazonas me deje en mal lugar— que pueda lanzar fuegos artificiales para conmemorar su existencia sin mácula.

Francia… La Bastilla… El terror… Goya dibujando los efectos de esas pretendidas libertad, igualdad y fraternidad que flamean en banderas tricolores…

¿Debemos por tanto alejarnos de la idea de fiesta nacional? ¿Rasgar nuestros vestidos? ¿Cubrir nuestras cabezas de ceniza?

¿Excusarnos ante alguien?

No lo creo así. Conciencia de un pasado, afirmación de un presente, esperanza en un futuro que no repita los incontables errores, individuales y colectivos, que acumulamos en nuestra herencia. Eso es lo que significa para mí el 12 de octubre.

Ojalá no me equivoque.

Paz. De nuevo, paz.

lunes, 7 de octubre de 2024

La libertad de los antiguos frente a la de los modernos

Clave de lectura: Exposición de razones para la defensa del primer liberalismo.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Los duelistas, de Howard Blake ♪♪♪
Portada del libro La libertad de los antiguos frente a la de los modernos, de Benjamin Constant.

¿Es Benjamin Constant un nombre importante para conocer las ideas del liberalismo clásico? ¿Está La libertad de los antiguos frente a la de los modernos a la altura de un Tocqueville, un Ricardo o un Stuart Mill? ¿Lo está La libertad de pensamiento?

Unas breves pinceladas biográficas: parece que, al instaurarse la República Francesa, su mérito principal consistió en dar esquinazo a numerosos deudores, pistolas de duelo incluidas (por eso se me ha ocurrido poner la música de Howard Blake para la película Los duelistas como banda sonora recomendada).

Tras un cruce de miradas con Napoleón, entre el anhelo y el malhumor, prefirió el exilio en los años del Imperio, para volver a abrazar al corso a lo largo de los Cien Días.

Miembro del Consejo con Luis XVIII, escaño del partido opositor bajo Carlos X, simpático a Luis Felipe I, el «rey burgués» (del que se rumorea que por fin pagó sus deudas)…

Vamos ahora al meollo, los dos discursos del título editados por Página Indómita en un único volumen. Acerca del primero, ¿se puede comparar a los ciudadanos «modernos» —en 1819, por supuesto— y sus modelos «antiguos» de Esparta, Atenas o Roma?

Refresquemos la memoria: aquellos hallaban ocasión para debatir en el ágora gracias a una legión silenciosa de esclavos encargada de sostenerlos. Democracia sui géneris de unos, yugo de otros.

El concepto de libertad se aplicaba además con un significado colectivo: cualquier esfera de la vida apartada de la fiscalización de la polis hubiera sido inconcebible. La autoridad del conjunto empequeñecía los pretendidos derechos del individuo.

Por ejemplo, se cuenta que Terpandro, músico inventor de la actual escala diatónica, fue juzgado ante los espartanos por añadir a su lira las cuerdas que producían los nuevos sonidos. Romper con el pentatonismo condujo a una discusión entre pena de cárcel o multa.

Tal figura, el individuo, levanta por el contrario la antorcha que guía a los «modernos». Constant defiende que cada uno opine de lo que quiera, disponga de su propiedad según le venga en gana y, en lo tocante al gobierno, influya en su composición y sus actos, no al revés.

Se trata del derecho de cada uno a no estar sometido sino a las leyes, a no poder ser detenido, ni encerrado, ni ejecutado, ni maltratado en modo alguno, por efecto de la voluntad arbitraria de uno o varios individuos. Es el derecho de cada uno de expresar su opinión, de escoger su empresa y llevarla a cabo; de disponer de su propiedad, de abusar de ella incluso, de ir y venir, sin necesidad de obtener permiso ni dar cuenta de sus motivos o sus gestiones. Es para cada uno el derecho de reunirse con otros individuos, ya sea para debatir sobre sus propios intereses, para profesar el culto que sus asociados y él prefieran o simplemente para ocupar sus días o sus horas del modo que más se ajuste a sus inclinaciones, a sus caprichos. Por último, es el derecho de cada uno de influir en la administración del gobierno, ya sea mediante el nombramiento de todos o de algunos funcionarios, o mediante representaciones, peticiones o demandas que la autoridad está más o menos obligada a tomar en consideración.

Siempre que se asegure un marco normativo e instituciones transparentes, de lo demás ya nos ocuparemos nosotros para ser felices. Ni el Estado ni nuestros vecinos deben coartarnos.

Existe otra diferencia de orden práctico: dado que las ágoras se componen ahora de millones de voces, en vez de deliberar cara a cara adoptamos un sistema representativo. Pues bien, por muy electos que sean, los gobernantes se siguen enfrentando a tentaciones seculares (corrupción, deseo de permanencia en la poltrona, intereses espurios…).

Conviene entonces no desentenderse de las responsabilidades delegadas en sus manos. Ojo avizor frente a promesas vanas de quienes ocupan un cargo. Dar valor a los negocios privados no significa que debilitemos el compromiso cívico con los públicos.

El segundo opúsculo abunda en similar principio: el libre albedrío intelectual.

Como quedó expuesto hace unos párrafos, los «antiguos» sujetaban ideas y actitudes íntimas al escrutinio comunitario. En especial, las de carácter religioso.

Asoma enseguida la sentencia mortal a Sócrates, bajo la acusación de «introducir nuevos dioses y corromper a la juventud», pronunciada por una muy democrática asamblea ateniense.

En resumen, Constant, nacido en Lausana, descendiente de emigrados franceses protestantes, declara que los tiempos exigen un cambio. Fuera los tricornios y los sombreros de teja negros. Fuera la censura. Viva Montesquieu. Autonomía de relación y comercio, sí, pero también de palabra, prensa y, sobre todo, pensamiento, piedra angular para alcanzar la virtud política.

Hace cuatrocientos años, España era más poderosa y estaba más poblada que Francia. Ese imperio, antes de la abolición de las Cortes, tenía treinta millones de habitantes; hoy tiene nueve. Sus naves cubrían todos los mares y dominaban todas las colonias. Su armada es hoy inferior a la de Inglaterra, a la de Francia y a la de Holanda. Sin embargo, el carácter español es enérgico, valiente, emprendedor. ¿A qué se debe entonces esa sorprendente diferencia entre el destino de España y el de Francia? A que en el momento en que la libertad política desapareció de España, nada ofreció ya un nuevo medio de desarrollo a la actividad intelectual y moral de sus habitantes. Se atribuirá sin duda la decadencia de España a los defectos de su administración, a la Inquisición que la gobierna, a otras mil causas inmediatas. Pero todas estas causas tienen el mismo origen. Si en España hubiese existido libertad para el pensamiento, la administración habría sido mejor, porque se habría visto iluminada por las luces de los individuos.

¿Me ha convencido? ¿Intrigado? ¿Le daré la calificación de obra maestra? ¿Buena? ¿Aceptable? ¿Comme ci comme ça?

Despierta interés, no cabe duda. Y además, en varias vertientes. Desde las tres estrellas como punto de partida equidistante, veamos si baja o sube.

En el momento en que se redactó, las fuerzas de la monarquía absoluta querían recuperar a cualquier precio su peso (el Trienio español de 1820 a 1823 estaba a punto de inaugurarse, solo para ser sustituido por la Década Ominosa, apoyada, oh casualidad, por mosquetones galos). Sí, respondo afirmativamente a la importancia pionera de Constant.

Por otro lado, los estudiosos del ramo destacan la influencia que ejerció sobre Isaiah Berlin. En especial, para establecer los fundamentos de las libertades positiva (equivalente a la participación activa de los «antiguos») y negativa (la no injerencia en lo personal de los «modernos»).

Si recordáis al respecto, la lectura de Berlin que comenté en el blog hace unos meses me había dejado impresiones tibias. Necesitaba más.

De manera que el franco-suizo me permite desempañar un poco el vaho de las gafas ante el libro de su sucesor. Otra estrella en su haber.

Aunque, claro, si quiero ser justo, tengo que ampliar la visión de esas gafas a los prismáticos: ¿ha sido el liberalismo una doctrina intachable para el «bien» de las personas y las sociedades en el par de siglos posteriores a su nacimiento? (si la ortografía me lo permitiera, escribiría las comillas de «bien» con grafía triple o cuádruple). ¿No ha generado numerosos abusos?

La mirada fulminante de Marx me persigue solo por plantear el dilema, pero tampoco es que sus seguidores me hayan demostrado que la bondad histórica reside en la orilla izquierda del río.

A mi entender, Constant plantea un enfoque bastante equilibrado entre el yo y el nosotros, sin la escora de otros pensadores de su cuerda (ay, el utilitarismo…). No le encuentro grietas humanísticas como puños de grandes, aunque, no dejaré de repetirlo, se manifieste en relación con su propio tiempo. Las recetas «de época» no pueden aplicarse al pie de la letra, como base quizá, en contextos más complejos.

Finalizo: con el mismo espíritu de equilibrio, le pongo un notable y lo añado a la lista verde de provecho. El siguiente…


jueves, 3 de octubre de 2024

De nuevo Marisa López Diz

En dos ocasiones, aquí y aquí, he escrito elogios sobre poemarios de Marisa López Diz. Quizá no tan extensos como hubiera debido.

De hecho, podría parecer que mi aprecio por su labor, tanto literaria como musical, se debe a que tengo la suerte de conocerla personalmente. Incluso compartimos espacio en Chicoria, la publicación de La Librería de Pimiango.

¿Es ese el motivo? ¿Me engaño a mí mismo o exagero el valor de sus versos, sus historias, sus canciones, en el altar de la simpatía? ¿Dejo de ser, digamos, «imparcial»?

Bueno, creo que la nota publicada hoy por la Fundación Fomento Hispania, acerca de la ganadora de su VIII Premio de Relato, disipa dudas. No es que suela fiarme de galardones, más bien al contrario, pero el prestigio de los nombres del jurado da que pensar, ¿verdad?

A lo mejor no es solo cosa mía. Van ya tantos reconocimientos…

Enhorabuena, Marisa.

P. D.: El 9 de octubre a las 19:00 horas, en la biblioteca pública Iván de Vargas (calle de San Justo, 5 de Madrid), entrega de diplomas. Para quienes os encontréis en la capital ese día.


lunes, 30 de septiembre de 2024

La escritura contra el tiempo

Clave de lectura: Leer es la clave para escribir.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Moby Dick (There She Blows), de Philip Sainton ♪♪♪
Portada del libro La escritura contra el tiempo, de Miguel Munárriz.

Tras cerrar el libro, lo primero que me viene a la cabeza es una pregunta indiscreta sobre su autor: pero este hombre, ¿cuándo vive?

Quiero decir que cuándo lleva a cabo acciones que para los demás mortales revisten cierta importancia, como beber, comer o dormir. O la más placentera a veces: no hacer nada. Dejar que el tiempo pase.

Porque, a tenor del despliegue de conocimientos en La escritura contra el tiempo, Miguel Munárriz ocupa veinticinco horas al día leyendo. En casa, en el trabajo, en la piscina o en el café. Hasta con ojos estereoscópicos. O eso, o no me lo explico.

No creo exagerar, aunque plasme mi verdosa envidia en tono de broma, ya que en su caso la lectura sobrepasa el ámbito puramente lúdico para convertirse en parte de la profesión. Parece enarbolar una bandera: si quieres convertirte en escritor, antes lee.

Ayer fue miércoles toda la mañana: este verso del poeta Ángel González ocupa también el encabezado. Le sirve a Munárriz para reunir diversos artículos donde comparte impresiones sobre un mundo poco menos que fascinante, el de la creación y los creadores de historias.

Historias que a veces se nos meten tan adentro que casi formamos parte de ellas —y ellas de nosotros—, en las que un personaje, una simple frase, cualquier detalle que se asemeje tan común como inhalar y expeler el aire es en realidad aquello que nos sustenta.

Conviene, aviso, disponer de papel y bolígrafo para ir apuntando todas las referencias que aún no conozcáis y el ardor por hacerlo os devore. A mí, sin ir más lejos, la tinta del bic me ha bajado bastante.

Ardor porque presenta nombres y obras de forma natural, fluida, como el que habla sobre los amigos (¡y en varios casos es así!), pero también apasionada.

Goethe, Gil de Biedma, Poe, Arreola, Maupassant, Stevenson, Chéjov, Kafka, Kipling, Hemingway, Borges, Monterroso, Carver, Onetti, Salinger, Capote, Parker, Cortázar, Rulfo, Lispector, Quiroga…

Kavafis, Coetzee, Buzatti, Zapico, Del Paso, Vázquez Montalbán, Moix, Gimferrer, Mayle, Hornby, Durrell (el hermano más joven), Simmons, Marco Aurelio, Valle-Inclán, Berger, Ángel Gutiérrez…

Szymborska, Zweig, Pamuk, Atxaga, Moyano, Guimaraes Rosa, Melville, Salinas, Galsworthy, Bioy Casares, Blyton, Cardenal, Brainard, Saroyan, el maravilloso Ángel González, por supuesto, Cueto…

E hila un relato orgánico en el que todos se relacionan con todos y todo tiene que ver con todo. Nos abre los ojos a puentes que jamás se nos habrían ocurrido.

En suma, haceos con un ejemplar. Ya veréis qué compendio de alegrías.

P. D.: También podéis largar las velas hacia su nuevo título, Empeñados en ser felices, que, según tengo entendido, ahonda en los mismos mares. Yo ya estoy tardando.


viernes, 27 de septiembre de 2024

Everything changes

En su momento supe de la existencia del musical Waitress gracias a una representación estudiantil en la Politécnica de Madrid.

Chicos y chicas de teleco siguiendo a Aristóteles, curiosamente, cuando escribe en su Política que aprender el arte de los sonidos ha de ser parte fundamental de la educación.

Tiempo después, hace como cien años (es lo que parece que ha transcurrido desde la pandemia de covid), puse en el blog un tema donde cantan que cada jornada se parece a la anterior como una copia en papel carbón.

The day starts like the rest I've seen,
another carbon copy of where I've already been.
Days keep coming, one out, one in, they keep coming.

Pero claro, el espectáculo firmado por Sara Bareilles tiene unos cuantos números más. Concedámosle, si queréis, unos minutos de viernes.

Aquí va esta otra opción porque, en realidad…

De un día a otro cualquier cosa puede cambiar.

Everything changes,
what I thought was so permanent fades,
in the blink of an eye, there's a new life in front of my face.

lunes, 23 de septiembre de 2024

Antes del diluvio

Clave de lectura: El Berlín de entreguerras, espejo del mundo.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música recomendada: Pierrot Lunaire (VIII.Die Nacht), de Arnold Schönberg ♪♪♪
Portada del libro Antes del diluvio, de Otto Friedrich.

Cuando intento averiguar algo más sobre el libro que traigo hoy al blog, Antes del diluvio, de Otto Friedrich, encuentro escasas referencias. Lo cual me asombra.

Porque está tan bien escrito, captura tanto el deseo de continuidad lectora al combinar técnicas narrativas propias de la novela, la investigación histórica y el reportaje periodístico, que debo concederle un reconocimiento.

Pongámonos en contexto: Berlín, Alemania, Europa. 1918 a 1939.

Quizá la intención original fuera hacer «una semblanza del Berlín de los años veinte», de acuerdo con el subtítulo: la ciudad que una vez simbolizó el orden prusiano, convertida en la nueva Babilonia. Pero lo que consigue es trasladarnos a un escenario más amplio, a una época como pocas para entender que de la mayor crisis puede levantarse la mayor esperanza… o la mayor disolución del espíritu humano.

O ambas a la vez.

Editor del Saturday Evening Post, así como articulista de la revista Time, Friedrich fue un estadounidense de raíces germanas, como su nombre sugiere (su padre, Carl Joachim, nacido en Leipzig, se convirtió en un influyente estudioso de las amenazas totalitarias a la democracia).

El volumen comienza con un káiser que abdica, un frente roto, columnas de soldados que regresan a casa, oficiales sin escrúpulos, conspiradores que desean mantener sus privilegios y masas populares que, acostumbradas a la obediencia al sistema que han vivido desde los tiempos de Bismarck, se debaten entre la revolución y la angustia.

Todos van a confluir en una capital que pronto verá sus adoquines teñidos de un color terroso. Socialistas, conservadores, espartaquistas, el Freikorps

Hay nombres que enseguida conocemos, destacados en cualquier ámbito de la política, el arte, la literatura, la música, la ciencia…

Rosa Luxemburgo camina por estas páginas. Ebert y Rathenau. Ludendorff y Hindenburg. Y también Planck y Einstein. Y Gropius, Mies van der Rohe, Lubitsch, Dietrich, Brecht, Zweig… Muchos, muchos más.

Piatigorsky arrastra su violonchelo, huyendo de la Rusia bolchevique. Toca el Pierrot Lunaire de Schönberg en un café, donde le descubre Furtwängler. Serkin quiere estudiar piano con Busoni, ya muy enfermo. Schnabel prepara la primera grabación integral de las sonatas de Beethoven. Menuhin da un concierto con la Filarmónica a sus doce años. Apogeo del cabaré.

Los firmantes de la Constitución de Weimar lo intentan, pero sus manos están sujetas con grilletes. El Tratado de Versalles es duro, la hambruna golpea a orgullosos y débiles.

Un antiguo cabo aglutina almas bajo la maldad de su bandera roja, negra y blanca. Envía a su mano derecha, un hombre que años más tarde preguntará a gritos en el Reichstag si los alemanes quieren la guerra total, a dirigir su movimiento y verter invectivas en el Berliner Arbeiter Zeitung.

Lo amoral se convierte en lo cotidiano.

Y nuestros ojos se adentran en un mundo de donde no pueden despegarse, mesmérico, atrapados por los sombríos resplandores de su fuego fatuo.

Buscad, buscad, hacedme caso. Tras esas llamas, Antes del diluvio merece resurgir de las cenizas.


jueves, 19 de septiembre de 2024

Pimiango (XXIII)

Muro representativo de Pimiango

Abro el correo y voy leyéndolo, al principio apenas con un punto de curiosidad.

Hasta que esa emoción muda su hábito, convirtiéndose en un ansia irrefrenable. ¡Sí! ¡Tengo que acudir a la llamada!

Billetes de tren, de autobús, instancias legales para escapar de la oficina, calcetines arrojados aprisa a la maleta…

Una palabra resuena por dentro como campanas de iglesia. Abandono aperos y arado, ciño Tizona en dientes, en paladar, en lengua.

Una sola palabra: cóctel.

Y, quinientos kilómetros más allá, canapés de chistorra, volovanes rellenos de pimiento con atún, triángulos de gamonéu del valle o del puerto comienzan a temblar. Intuyen su fatal destino.

¿Encuentro de escritores y críticos de las letras españolas en Verines? ¿Cuarenta años de creación y diálogo? ¿En busca de la diversidad?

¿Bernardo Atxaga, Ricardo Menéndez Salmón, Jordi Sierra i Fabra, Ana Merino, Ángela Segovia, Antonio Orejudo…?

Vale, vale, ya que vienen a hacer la presentación a Pimiango, no pierdo la ocasión de colarme. A ver con quién puedo charlar luego un rato.

Hay filas de botellas bordelesas con néctar rojo, hay pan de pasas recién horneado, hay milhojas de postre…