Las mujeres compositoras existen, aunque sus nombres y obras no hayan solido tener, como en tantos órdenes de la vida, la admiración que pudieran merecerse.
Tras contraer matrimonio, Amy Beach, por ejemplo, consiguió permiso de su marido para dar un concierto al año. El éxito obtenido hasta entonces no podía estar por encima de las «buenas costumbres» de la sociedad bostoniana.
Tercer movimiento del Concierto para piano en do sostenido menor: