Valoración: Hay que leerlo sí o sí ✮✮✮✮✮
Música: Horizontes perdidos, de Dimitri Tiomkin ♪♪♪
En esta ocasión tenemos un gran libro y a una gran autora, que contribuye a crear un manto de cordura a nuestro alrededor: Ética cosmopolita, de Adela Cortina.
Elogiar su figura resulta casi innecesario, ya que brilla por derecho propio en el orbe del pensamiento contemporáneo.
Su obra es un alegato contra las ideas absolutistas, fanáticas, contra la ignorancia, el canibalismo social hacia el débil, el enfrentamiento irreflexivo como medio para resolver las diferencias…
En defensa de la democracia, no como bolsa hinchada de vocinglería o de intereses partidistas que venderían a su madre por un voto, sino como fortaleza que, para no perder su integridad, necesita de cuidados continuos en numerosos ámbitos.
Por supuesto, aquellos que afectan a la calidad de la vida en común como la educación, la economía o la justicia. Pero también los intangibles que nos definen como ciudadanos. Más que eso: como personas.
De los once capítulos en que se estructura el volumen, la aspiración al cosmopolitismo se desarrolla explícitamente en los dos últimos, aunque en realidad sea una paráfrasis para solidificar los mensajes que nos transmite a lo largo de todo el texto.
¿Es preferible la seguridad a la libertad? ¿Están contrapuestas? ¿Debe prevalecer la razón o los sentimientos en la toma de decisiones políticas?
¿La evolución técnica nos salvará? ¿O podría conducirnos a la esclavitud encubierta? ¿Cuál es el papel de las humanidades en un mundo de bits?
¿Y el de las palabras? ¿Se construye la realidad en términos ideológicos? ¿Preferimos la posverdad, «un marco de valores simple, esquemático, desde el que los oyentes puedan interpretar los acontecimientos y en el que solo juegan dos equipos, nosotros y ellos»?
¿Donde «la ancestral contraposición amigo-enemigo sigue siendo rentable para dotar a la ciudadanía de una identidad, sea desde la presunta izquierda o desde la presunta derecha»?
Ética, cómo no. Un concepto alrededor del cual pivotan muchas respuestas.
Si es que queremos aprender. Porque, visto lo visto, quizá seamos portadores de una semilla muy diferente: la de la autodestrucción.
Leed a Adela Cortina. Escuchadla. Aplicad sus palabras.
Por favor.