jueves, 28 de julio de 2022

El disputado voto del señor Cayo

Clave de lectura: La democracia vuelve a España. Al último rincón del último lugar olvidado.
Valoración: Muy recomendable ✮✮✮✮✩
Música: Las hilanderas, de La Musgaña ♪♪♪
Portada del libro El disputado voto del señor Cayo.

Hubo un tiempo en el que fuimos así.

Hubo un tiempo en el que celebramos elecciones por vez primera desde...

Los candidatos se presentaban cara a cara a los potenciales votantes, aunque era mejor que no se cruzaran entre ellos. Los fantasmas de la sangre no se habían desvanecido aún bajo las urnas.

En los pueblos más inaccesibles se conocían palabras antiguas. Nombres de árboles y pájaros. Caminos que alguna vez fueron hollados y que se acercaban ya al olvido.

Mundos que nacen, mundos que desaparecen.

Miguel Delibes dibujó con su prosa aquel tiempo, en El disputado voto del señor Cayo.

Tiene esta breve novela varias vertientes. Estrictamente contemporánea a los hechos que narra, su valor documental es altísimo. El juego político, entonces en pañales, apuntaba ya algunas de las maneras que lo definirían en años sucesivos.

Junto a los idealistas, personas que se comprometían con sus actos, asomaban también aquellos que soñaban con el poder, un nuevo entorno del que beneficiarse.

Y mujeres en lucha por romper cadenas invisibles, las que, digan lo que digan las leyes, engrilletan desde las almas y los corazones.

Figuras encarnadas en los personajes del libro: Víctor, tras años en prisiones franquistas, se presenta a diputado en una lista de izquierdas. Le acompaña el ambicioso Rafa. Y Laly, una mujer hermosa que ha de demostrar su valía con el doble de esfuerzo.

El contrapunto, el «hombre común» a quien necesitan para cumplir sus deseos, es el señor Cayo.

Uno de los últimos habitantes de Cureña, al lado de su esposa muda y «ese», un vecino al que detesta.

¿Quién dejará mayor huella sobre quién, cuando el coche lleno de pasquines y proclamas de mitin enfile la entrada del pueblo?

Valor histórico, entonces. Valor psicológico, valor social y uno que podríamos llamar, quizá recortando demasiado su importancia, valor geográfico.

Porque una parte fundamental de la fuerza del relato descansa sobre el paisaje. La tierra.

Aldeas castellanas de montaña con casas de piedra blasonadas y tejados vencidos. Con cereal, frutales y miel. Al pie de cascadas, cuevas y desfiladeros. De donde la juventud lleva siglos huyendo en busca de otro tipo de oportunidades.

Lugares donde el hombre no domeña a la naturaleza, antes al contrario: es la naturaleza la que define al hombre.

También de nosotros, en un futuro, alguien dirá: hubo un tiempo en el que fuimos así.

Lo que no sé es cómo continuarán.


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