Si tenemos la suerte de una vida larga y llena de libros con que acompañarla, al final la «aristocracia» de lo leído, la crème de la crème, con sus títulos, nombres, patronímicos (si acaso hay personajes rusos) y oropeles en la memoria, será con seguridad más escasa que la «clase media».
Sin embargo, tenemos que apreciar esta última en su justo valor.
Representada, en el género novelístico, por obras que sin llegar a lo excelso están bien escritas, proponen una trama sólida, una ambientación conseguida y que, en resumidas cuentas, nos mantienen horas pegados a sus páginas.
Como Ciudad de ladrones, de David Benioff.
Aquí aparecen muchos rusos, y algunos alemanes también. No en vano, los protagonistas se encuentran en medio del asedio de Leningrado, a principios de 1942.
El autor relata que su abuelo mató a dos hombres antes de cumplir los dieciocho años, pero desconoce los detalles de la historia. De manera que va a visitarle, a él y a su abuela, a su retiro de Florida, y les pregunta sobre sus experiencias en la guerra.
Y así comienza una aventura con el adolescente Lev viendo descencer el paracaídas de un «Fritz» derribado, desde la azotea del edificio de apartamentos Kirov. El NKVD le captura tras saquear las pertenencias del aviador enemigo, por lo que solo le cabe esperar el fusilamiento.
Aunque no ocurre así, para su sorpresa. Al menos, no inmediatamente. Ni tampoco ejecutan al soldado con quien comparte su celda, el singularísimo Kolya, a pesar de que es la pena sumaria para los acusados de desertar.
El trato es este: si encuentran una docena de huevos en la ciudad sitiada, destinados a preparar un pastel para la boda de la hija de un coronel, olvidarán sus actos de «traición».
El coronel cree que ambos, como buenos ladrones, serán capaces de llevarle lo que sus propios hombres no han podido hallar.
La búsqueda los conduce al Mercado del Heno, lleno de peligros. A una casa tras las líneas, frecuentada por oficiales nazis. A sufrir la desconfianza de un grupo de partisanos, incluída la joven francotiradora Vika (la abuela). A enfrentarse al implacable y cruel Abendroth, de los Einsatzgruppen que peinan el bosque…
Como sugería al principio, no sé hasta cuándo me acordaré de ella pero, nada más terminarla, a mí esta novela me ha gustado.