jueves, 3 de octubre de 2024

De nuevo Marisa López Diz

En dos ocasiones, aquí y aquí, he escrito elogios sobre poemarios de Marisa López Diz. Quizá no tan extensos como hubiera debido.

De hecho, podría parecer que mi aprecio por su labor, tanto literaria como musical, se debe a que tengo la suerte de conocerla personalmente. Incluso compartimos espacio en Chicoria, la publicación de La Librería de Pimiango.

¿Es ese el motivo? ¿Me engaño a mí mismo o exagero el valor de sus versos, sus historias, sus canciones, en el altar de la simpatía? ¿Dejo de ser, digamos, «imparcial»?

Bueno, creo que la nota publicada hoy por la Fundación Fomento Hispania, acerca de la ganadora de su VIII Premio de Relato, disipa dudas. No es que suela fiarme de galardones, más bien al contrario, pero el prestigio de los nombres del jurado da que pensar, ¿verdad?

A lo mejor no es solo cosa mía. Van ya tantos reconocimientos…

Enhorabuena, Marisa.

P. D.: El 9 de octubre a las 19:00 horas, en la biblioteca pública Iván de Vargas (calle de San Justo, 5 de Madrid), entrega de diplomas. Para quienes os encontréis en la capital ese día.


lunes, 30 de septiembre de 2024

La escritura contra el tiempo

Clave de lectura: Leer es la clave para escribir.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Moby Dick (There She Blows), de Philip Sainton ♪♪♪
Portada del libro La escritura contra el tiempo, de Miguel Munárriz.

Tras cerrar el libro, lo primero que me viene a la cabeza es una pregunta indiscreta sobre su autor: pero este hombre, ¿cuándo vive?

Quiero decir que cuándo lleva a cabo acciones que para los demás mortales revisten cierta importancia, como beber, comer o dormir. O la más placentera a veces: no hacer nada. Dejar que el tiempo pase.

Porque, a tenor del despliegue de conocimientos en La escritura contra el tiempo, Miguel Munárriz ocupa veinticinco horas al día leyendo. En casa, en el trabajo, en la piscina o en el café. Hasta con ojos estereoscópicos. O eso, o no me lo explico.

No creo exagerar, aunque plasme mi verdosa envidia en tono de broma, ya que en su caso la lectura sobrepasa el ámbito puramente lúdico para convertirse en parte de la profesión. Parece enarbolar una bandera: si quieres convertirte en escritor, antes lee.

Ayer fue miércoles toda la mañana: este verso del poeta Ángel González ocupa también el encabezado. Le sirve a Munárriz para reunir diversos artículos donde comparte impresiones sobre un mundo poco menos que fascinante, el de la creación y los creadores de historias.

Historias que a veces se nos meten tan adentro que casi formamos parte de ellas —y ellas de nosotros—, en las que un personaje, una simple frase, cualquier detalle que se asemeje tan común como inhalar y expeler el aire es en realidad aquello que nos sustenta.

Conviene, aviso, disponer de papel y bolígrafo para ir apuntando todas las referencias que aún no conozcáis y el ardor por hacerlo os devore. A mí, sin ir más lejos, la tinta del bic me ha bajado bastante.

Ardor porque presenta nombres y obras de forma natural, fluida, como el que habla sobre los amigos (¡y en varios casos es así!), pero también apasionada.

Goethe, Gil de Biedma, Poe, Arreola, Maupassant, Stevenson, Chéjov, Kafka, Kipling, Hemingway, Borges, Monterroso, Carver, Onetti, Salinger, Capote, Parker, Cortázar, Rulfo, Lispector, Quiroga…

Kavafis, Coetzee, Buzatti, Zapico, Del Paso, Vázquez Montalbán, Moix, Gimferrer, Mayle, Hornby, Durrell (el hermano más joven), Simmons, Marco Aurelio, Valle-Inclán, Berger, Ángel Gutiérrez…

Szymborska, Zweig, Pamuk, Atxaga, Moyano, Guimaraes Rosa, Melville, Salinas, Galsworthy, Bioy Casares, Blyton, Cardenal, Brainard, Saroyan, el maravilloso Ángel González, por supuesto, Cueto…

E hila un relato orgánico en el que todos se relacionan con todos y todo tiene que ver con todo. Nos abre los ojos a puentes que jamás se nos habrían ocurrido.

En suma, haceos con un ejemplar. Ya veréis qué compendio de alegrías.

P. D.: También podéis largar las velas hacia su nuevo título, Empeñados en ser felices, que, según tengo entendido, ahonda en los mismos mares. Yo ya estoy tardando.


viernes, 27 de septiembre de 2024

Everything changes

En su momento supe de la existencia del musical Waitress gracias a una representación estudiantil en la Politécnica de Madrid.

Chicos y chicas de teleco siguiendo a Aristóteles, curiosamente, cuando escribe en su Política que aprender el arte de los sonidos ha de ser parte fundamental de la educación.

Tiempo después, hace como cien años (es lo que parece que ha transcurrido desde la pandemia de covid), puse en el blog un tema donde cantan que cada jornada se parece a la anterior como una copia en papel carbón.

The day starts like the rest I've seen,
another carbon copy of where I've already been.
Days keep coming, one out, one in, they keep coming.

Pero claro, el espectáculo firmado por Sara Bareilles tiene unos cuantos números más. Concedámosle, si queréis, unos minutos de viernes.

Aquí va esta otra opción porque, en realidad…

De un día a otro cualquier cosa puede cambiar.

Everything changes,
what I thought was so permanent fades,
in the blink of an eye, there's a new life in front of my face.

lunes, 23 de septiembre de 2024

Antes del diluvio

Clave de lectura: El Berlín de entreguerras, espejo del mundo.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música recomendada: Pierrot Lunaire (VIII.Die Nacht), de Arnold Schönberg ♪♪♪
Portada del libro Antes del diluvio, de Otto Friedrich.

Cuando intento averiguar algo más sobre el libro que traigo hoy al blog, Antes del diluvio, de Otto Friedrich, encuentro escasas referencias. Lo cual me asombra.

Porque está tan bien escrito, captura tanto el deseo de continuidad lectora al combinar técnicas narrativas propias de la novela, la investigación histórica y el reportaje periodístico, que debo concederle un reconocimiento.

Pongámonos en contexto: Berlín, Alemania, Europa. 1918 a 1939.

Quizá la intención original fuera hacer «una semblanza del Berlín de los años veinte», de acuerdo con el subtítulo: la ciudad que una vez simbolizó el orden prusiano, convertida en la nueva Babilonia. Pero lo que consigue es trasladarnos a un escenario más amplio, a una época como pocas para entender que de la mayor crisis puede levantarse la mayor esperanza… o la mayor disolución del espíritu humano.

O ambas a la vez.

Editor del Saturday Evening Post, así como articulista de la revista Time, Friedrich fue un estadounidense de raíces germanas, como su nombre sugiere (su padre, Carl Joachim, nacido en Leipzig, se convirtió en un influyente estudioso de las amenazas totalitarias a la democracia).

El volumen comienza con un káiser que abdica, un frente roto, columnas de soldados que regresan a casa, oficiales sin escrúpulos, conspiradores que desean mantener sus privilegios y masas populares que, acostumbradas a la obediencia al sistema que han vivido desde los tiempos de Bismarck, se debaten entre la revolución y la angustia.

Todos van a confluir en una capital que pronto verá sus adoquines teñidos de un color terroso. Socialistas, conservadores, espartaquistas, el Freikorps

Hay nombres que enseguida conocemos, destacados en cualquier ámbito de la política, el arte, la literatura, la música, la ciencia…

Rosa Luxemburgo camina por estas páginas. Ebert y Rathenau. Ludendorff y Hindenburg. Y también Planck y Einstein. Y Gropius, Mies van der Rohe, Lubitsch, Dietrich, Brecht, Zweig… Muchos, muchos más.

Piatigorsky arrastra su violonchelo, huyendo de la Rusia bolchevique. Toca el Pierrot Lunaire de Schönberg en un café, donde le descubre Furtwängler. Serkin quiere estudiar piano con Busoni, ya muy enfermo. Schnabel prepara la primera grabación integral de las sonatas de Beethoven. Menuhin da un concierto con la Filarmónica a sus doce años. Apogeo del cabaré.

Los firmantes de la Constitución de Weimar lo intentan, pero sus manos están sujetas con grilletes. El Tratado de Versalles es duro, la hambruna golpea a orgullosos y débiles.

Un antiguo cabo aglutina almas bajo la maldad de su bandera roja, negra y blanca. Envía a su mano derecha, un hombre que años más tarde preguntará a gritos en el Reichstag si los alemanes quieren la guerra total, a dirigir su movimiento y verter invectivas en el Berliner Arbeiter Zeitung.

Lo amoral se convierte en lo cotidiano.

Y nuestros ojos se adentran en un mundo de donde no pueden despegarse, mesmérico, atrapados por los sombríos resplandores de su fuego fatuo.

Buscad, buscad, hacedme caso. Tras esas llamas, Antes del diluvio merece resurgir de las cenizas.


jueves, 19 de septiembre de 2024

Pimiango (XXIII)

Muro representativo de Pimiango

Abro el correo y voy leyéndolo, al principio apenas con un punto de curiosidad.

Hasta que esa emoción muda su hábito, convirtiéndose en un ansia irrefrenable. ¡Sí! ¡Tengo que acudir a la llamada!

Billetes de tren, de autobús, instancias legales para escapar de la oficina, calcetines arrojados aprisa a la maleta…

Una palabra resuena por dentro como campanas de iglesia. Abandono aperos y arado, ciño Tizona en dientes, en paladar, en lengua.

Una sola palabra: cóctel.

Y, quinientos kilómetros más allá, canapés de chistorra, volovanes rellenos de pimiento con atún, triángulos de gamonéu del valle o del puerto comienzan a temblar. Intuyen su fatal destino.

¿Encuentro de escritores y críticos de las letras españolas en Verines? ¿Cuarenta años de creación y diálogo? ¿En busca de la diversidad?

¿Bernardo Atxaga, Ricardo Menéndez Salmón, Jordi Sierra i Fabra, Ana Merino, Ángela Segovia, Antonio Orejudo…?

Vale, vale, ya que vienen a hacer la presentación a Pimiango, no pierdo la ocasión de colarme. A ver con quién puedo charlar luego un rato.

Hay filas de botellas bordelesas con néctar rojo, hay pan de pasas recién horneado, hay milhojas de postre…

lunes, 16 de septiembre de 2024

El naufragio de las civilizaciones

Clave de lectura: Un «mundo de ayer» en el Oriente Próximo.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Ya walidata-l-ilah, de sor Marie Keyrouz & L’Ensemble de la Paix ♪♪♪
Portada del libro El naufragio de las civilizaciones, de Amin Maalouf.

¿Cómo eligen los libros a sus lectores?

¿No creeréis que sois vosotros los que decidís qué títulos vais a sostener en la mano? Fútil ilusión de albedrío.

Ellos, y solo ellos, os ven llegar desde lejos, os evalúan, miden y lanzan su llamada: «Vive una historia conmigo».

Alguna vez nos la cuelan, c’est la vie, pero…

En otras ocasiones juegan sobre seguro. Hay libros que, antes de encontrarnos, ya nos conocen bien.

Por eso, El naufragio de las civilizaciones toma enseguida la decisión de entrar en casa.

Amin Maalouf, prestigioso ensayista de adopción francesa, nació y se educó en el microcosmos que llama «Levante», hijo de muchas culturas con ascensos y caídas. Sin embargo, su último siglo es relativamente poco conocido por la mayoría de occidentales, aparte de hitos relacionados con los conflictos.

¿Por qué razón comunidades con bazas para avanzar en la integración, el progreso, la convivencia…, se abocan al fracaso social y político? Y, lo que resulta aún más oscuro, ¿por qué esa deriva particular anticipa los odios globales contemporáneos?

Sus capítulos rellenan, a través de experiencias propias del autor y su familia, mitad egipcia, mitad libanesa, lagunas a las que textos de historia generalista no dan importancia. Y las consecuencias psicológicas de «lo del 67» —la Guerra de los Seis Días—.

Así, en Un paraiso en llamas la tierra del Nilo se ve sumergida en un creciente descontento poscolonial que lleva al poder al coronel Nasser. Euforia para muchos, expulsión para otros.

Aún queda el Líbano cosmopolita como refugio: ¿podrá mantenerse en buenas relaciones con la República Árabe Unida que nace a dentelladas entre El Cairo y Damasco? ¿Prevalecerán los intereses de una facción, un clan, un determinado grupo religioso?

Los pueblos que zozobran nos habla de los movimientos de inspiración marxista, que lo prometen todo (el mismo Maalouf declara haberlo aceptado… entre los dieciocho y los diecinueve años). Y de sunitas y chiitas, y el islamismo en germen que eclosiona con la inesperada derrota ante Israel un lunes, 5 de junio.

El país de los cedros, anteriormente comparado con Suiza, empieza a sacudirse hasta el paroxismo.

Pero El año del gran vuelco no llega, a su juicio, hasta 1979. Jomeini, Thatcher, Reagan, Deng Xiaoping… Irán, Irak, Afganistán… El resultado desemboca en Un mundo en descomposición, donde cada vez existen menos factores que muevan a unirse a las personas. Ni siquiera en Europa, la gran esperanza, «un edificio frágil, inconcluso, híbrido y que ahora mismo se tambalea».

Es curioso: cuando termino estas páginas, la sensación personal que me dejan resulta similar a las de otro nombre de melancólica desesperanza: Stefan Zweig y El mundo de ayer.

La misma soga que generó los desastres pasados, o al menos una que no se le distingue, continúa arrastrándonos. O «ellos» o «nosotros».

Una obra que, aun sabiendo que apenas servirá para aligerar el lodo sobre nuestras aturdidas conciencias, recomiendo leer.


martes, 10 de septiembre de 2024

De Tales a Newton

Clave de lectura: Historia y aplicación de la ciencia y el método científico.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Teorema de Tales, de Les Luthiers ♪♪♪
Portada del libro De Tales a Newton, de Juan Meléndez Sánchez.

De Mileto a Woolsthorpe-by-Colsterworth. Del sol mediterráneo a las nieblas del Mar del Norte. De caerte en un pozo por ir mirando las estrellas a caerte una manzana en la cabeza.

De la búsqueda de las causas y consecuencias a lo mismo. De Tales a Newton.

Juan Meléndez Sánchez —cuyo interesante blog, por cierto, comparte nombre con el título de su libro—, nos muestra qué es —y qué no es— la ciencia desde la raíz original: el logos.

Para ilustrar el relato, comienza en una ciudad griega donde alguien de quien solo tenemos noticia a través de terceros como Anaximandro o Aristóteles alzó un día la vista y pensó... ¡Aaaaaaaaaaah...!

Bueno, primero se remojó las barbas en el fondo del pozo, de acuerdo con la anécdota que le atribuyen de no poner sus ojos donde debía. Después pensó que las cosas ocurren no porque a Zeus le plazca, sino que siguen unas reglas por encima de dioses y hombres.

Han de ser observadas, descritas, objeto de comprobación y relacionadas: Tales, el del teorema.

Continúa con otros señores de natural curioso: Aristarco, Copérnico, Galileo, Kepler...

Y desemboca en el inglés de la fruta, la gravitación, la luz, el cálculo infinitesimal —con permiso de Leibniz— y un etcétera en la lista que se queda corto: sir Isaac Newton.

Sin hacer hincapié tanto en los datos biográficos —aunque contextualice obras y descubrimientos con las circunstancias de sus vidas— como en la manera común de razonar.

Sugiriendo al lector que desaprenda lo estudiado desde niño bajo el argumento de autoridad —la Tierra es esférica, se mueve, otros cuerpos celestes influyen sobre ella...— y se ponga en las alpargatas o zapatos de los pioneros que no lo sabían.

Con las herramientas metodológicas adecuadas, razonemos por tanto, y veamos si somos capaces de llegar a iguales conclusiones.

Bienvenidos sean su intención y su texto. Scientia potentia est.


lunes, 2 de septiembre de 2024

Pimiango (XXII)

El pendón de Carlos V ondea en Pimiango.

¡Dad albricias! ¡Bailad la pavana, la gallarda y el pericote!

¡Carlos V de nuevo en Pimiango! ¡Con su hermana Leonor!

Leva el ancla en Flesinga, llega a Tazones a bordo del Engelen (unos dicen que las tormentas, otros que mejor desembarcar de extranjis, a ver cómo anda la política local) y pregunta: ¿ahora por dónde?

Y le responden: por Pimiango. Tire vuestra merced por Pimiango, archiduque de Austria, duque de Borgoña, conde del Rosellón, de Flandes, del Tirol, futuro rey de romanos, de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de las islas y tierra firme del Mar Océano… Tire, tire.

Así que este año se ha vuelto a montar: desfile, alabarderos en el Palacio, cena en la bolera, rapsodas, marionetas, metal, percusión (los grandes éxitos de Tielman Susato, aunque yo siempre refunfuñe que el Danserye es del 51, no del 17), maestro de esgrima para explicar las diferencias entre cazoletas y gavilanes…

Pendones de águilas, félidos, torres, cadenas, frutas, lises, barras listadas hacia aquí y hacia allá…

Y todo el mundo de punta en blanco: calzas, coseletes, jubones abullonados, sayos, velloríes, gualdrapas… Hasta mi primo con mitra de obispo, no digo más.

¡Hip, hip! ¡Bulas!

martes, 27 de agosto de 2024

Amor y morriña

Clave de lectura: Vida y emociones de un emigrante en la Suecia de los años 60.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Jorden är ett litet rum, de Eva Dahlgren ♪♪♪
Portada del libro Amor y morriña, de Theodor Kallifatides.

Theodor Kallifatides, bienvenido al blog. Hay que ver cuánto éxito editorial has tenido últimamente.

Y qué título tan curioso para verter al español tu novela Amor y morriña. Tras desempolvar mis venerables diccionarios de sueco, todos coinciden en asignarle a la segunda palabra de Kärlek och främlingskap el significado de «alienación». ¿Amor y alienación?

Para entender a las traductoras hay que profundizar quizá en tu propia historia, la de un emigrante que dejó Grecia a los veintiséis años y recaló en Estocolmo.

En el caso del relato, el protagonista se llama Christos —o Christo, por facilitar la vida a sus interlocutores—. Allá por 1966…

Christo conoce a Rania en la residencia de estudiantes. Y eso le distrae de su tesis doctoral sobre Aristóteles y la kátharsis.

Los comienzos en la nueva tierra habían sido desesperados. Incluso llegó a acudir, con indescriptible vergüenza, a Humlegården, el parque donde señores de mediana edad bien situados alquilaban hombres jóvenes.

Ya había visto antes aquella mirada. En la policía, en la Oficina de Extranjería, en la tienda donde compraba. Era una declaración de nulidad. No vales nada. No importas nada. No eres nada.
[…]
Desde la guerra de Troya a Auschwitz. ¿Qué lleva a un ser humano a ver a su prójimo como ganado? ¿O como un simple agujero en el que meter el miembro? ¿Parezco un agujero?, se preguntó. Quizá sí.

Por fortuna, su casera, Carolina von H, viuda de un coronel de tendencias nazis —«como todos en aquella época»—, se compadeció y le devolvió la autoestima, consiguiéndole un puesto en el restaurante de unos amigos.

También le enseñó el idioma: las diferencias entre conjunción y preposición, el posesivo y el reflexivo, el valor de los verbos que solo en apariencia significan lo mismo —hablar, charlar, cascar, conversar; arder y quemar; despertar y despertarse, distinciones inexistentes en griego—.

Con los años llegó a pensar en estilo indirecto, ese que no conlleva ningún compromiso, neutro. Y alcanzó la universidad.

No obstante, cualquier avance en la integración —el arenque se come con queso curado, pan de centeno y un chupito de aguardiente, de otra manera es vomitivo—, se topaba con una alambrada invisible que le decía «no eres de los nuestros».

Hasta que Rania viene a determinar su destino. Matias, el amable marido, le invita a jugar al ajedrez en su habitación, pero, ¿tiene él derecho a interrumpir la felicidad de la pareja?

Christo se consume sin remedio. Ella incluso le pide que pose para su trabajo fotográfico sobre la desnudez. Estar desnudo no significa lo mismo que estar sin ropa…

Jean Jacques, Emelie, Thanasis, Rolf, Paola, Fredrik, las demás personas con quienes se relaciona sufren sus propias vicisitudes, sus propias luces y sombras vitales. ¿Sufren? ¿Es la expresión adecuada? «¿Cómo sabemos que mañana también saldrá el sol?».

No aconsejo leer esta obra con la expectativa de un texto de «acción», desde luego. De acontecimientos que se precipitan. Más bien nos atrapa su impronta reflexiva —como en una tragedia de Eurípides, se me ocurre, con seres humanos y no héroes ni dioses, imperfectos, inseguros, de carne y hueso—.

Con una melancolía tan indefinida como física. Con un «algo» especial entre sus líneas que… Sí, por qué no: morriña.


lunes, 19 de agosto de 2024

La mujer pintada

Clave de lectura: La mujer, protagonista en la sombra de todos los ámbitos del arte.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: The Lady of Shalott, de Loreena McKennitt ♪♪♪
Portada del libro La mujer pintada, de Teresa Arijón.

La poeta, ensayista y traductora Teresa Arijón también ha sido modelo.

En La mujer pintada nos ofrece al menos dos contenidos: una memoria autobiográfica y una ventana al significado de lo femenino como sujeto —que no «objeto», enseguida podrá apreciarse la distinción, por encima de la semántica— de la historia del arte.

En cuanto a su propia trayectoria como musa, Teresa narra el inicio como estudiante de teatro y vendedora de libros a domicilio en Buenos Aires hasta que cierta amiga le sugiere una manera distinta de ganarse unos pesos.

Subida a una mesa, desnuda, inmóvil, los brazos cruzados tras la espalda, un hombre con barba y anteojos, otro menudo y una señora hacen deslizar por primera vez sus carbonillas.

La mirada se siente como tacto: te roza, te sacude, te pellizca.

Más tarde aparece Juan, Juan Lascano, que compartirá con ella el mayor tiempo dentro de un estudio: cada semana durante veinte años.

Hay creación. Incluso poesía en las sesiones con quienes la contratan. Plasmar el cristal es fácil, le enseñan, lo difícil es la carne. Pero también, alguna vez…

Miedo. Asco. Amenaza de que su cuerpo se convierta, precisamente, en «objeto», y la mirada en violencia por poseerlo.

En otras ocasiones no entiende el énfasis en una pose determinada, en un retrato. ¿Quién va a interesarse por comprarlo, por tener su figura o su rostro sobre una pared, admirando algo que ella no advierte en sí misma?

¿A qué llamamos belleza?, se pregunta.

Yo nunca me había pensado hermosa y ese hombre me colocaba, de manera tácita, en la situación de representar a una mujer bella.

Nos trasladamos ahora a la otra cara, un recorrido por siglos de pintura, escultura y, más recientemente, fotografía.

El mundo de las modelos, cuyos rasgos llenan los museos y galerías, no ha sido jamás el de las escenas enmarcadas. Por el contrario, la realidad ha carecido a menudo de virtud. De respeto.

El mundo de aquellas que han sostenido los pinceles, pese al talento que pudieran atesorar, recién empieza a mostrar su luz.

Algunas figuras que aquí aparecen:

Henrietta Moraes, la reina del Soho, dibujada por Lucien Freud, Francis Bacon y Maggi Hambling hasta dos días antes de fallecer.

Clara Peeters, que «se autorretrata a escala mínima en los bodegones que pinta», la primera mujer con exposición individual en El Prado.

Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo. Margherita Luti, la Fornarina, relacionada con Rafael. Sophie de Bouteiller.

Sofonisba Anguissola en la corte de Felipe II. Victorine Meurent y Manet. Carmen Gaudin y Toulouse-Lautrec. Sarah Brown. Suzanne Valadon, que da nombre a un asteroide.

Alice Prin —Kiki de Montparnasse, una placa en el parisino Hôtel Istria nos recuerda que en sus habitaciones se alojaron Man Ray, Satie, Aragon, Maiakovski, Rilke… y ella—. Apollonie Sabatier, admirada por Flaubert, a quien Baudelaire dedicó versos, esculpida en el instante del placer, la petite morte, por Clésinger.

Simonetta Cataneo, convertida por Botticelli de memoria en Venus, Atenea o La Primavera. Gala, amada por Dalí «más que el dinero». Lizzie Siddal, a quien evocamos como Ophelia en el famoso lienzo de John Everett Millais, pintado mientras ella flotaba en una bañera de agua fría. Emma Hamilton, de vida extraordinaria, ninguneada tras la muerte del gran héroe Nelson…

En fin, me detengo porque la entrada ya se alarga y no deseo aburriros. Pero a los que queráis descubrir a un conjunto distinto de personas, ya no personajes, glorias y tragedias que con gran probabilidad no os explicaron en la asignatura del colegio…

Leed este título. Os gustará.