miércoles, 19 de abril de 2023

Ética y moral

Clave de lectura: El idealismo como motor de vida.
Valoración: Tiene carisma ✮✮✮✮✩
Música: Ave Verum Corpus, de W.A. Mozart ♪♪♪
Portada del libro Ética y moral, de Leonardo Boff.

¿Cómo construimos nuestras opiniones?

¿Sobre qué bases, entre las posibilidades que nos ofrece cualquier tema, desde la decisión del mejor voto en unas elecciones hasta perorar contra el penalti pitado a nuestro equipo de fútbol favorito, concluimos que tal cosa es así o que debería ser así?

A menudo, lo que llamamos evidencia es a los ojos de otros una interpretación.

Cuestiones retóricas aparte, hay que valorar el papel que juegan en las creencias, en el cincelado de la personalidad, ciertos referentes morales. Figuras tan próximas como nuestros padres o quizá lejanas, de las que solo conocemos su mensaje y a quienes, sin embargo, escuchamos con respeto.

Figuras con carisma.

Me gustaría hacer mención a uno de estos nombres singulares, Leonardo Boff, representado por su título Ética y moral. La búsqueda de los fundamentos.

Me sonrío por haber utilizado el término «carisma» un par de líneas atrás. Si bien quería denotar «especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar», no parece extemporánea la segunda acepción del diccionario: «Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad».

Como es sabido, el ámbito de origen de Boff es el religioso, aunque algunas de las reflexiones que ha publicado al respecto no resultan del agrado de la curia romana. Verbigracia, la teología de la liberación.

Y es que sus inquietudes no se enmadejan en el sexo de los ángeles, por así expresarlo, sino que hacen foco en las acciones. En nuestra manera de vivir.

Comienza este pequeño volumen con el opúsculo Ética: la enfermedad y sus remedios, preguntándose sobre el objetivo al que hemos aspirado a lo largo de las revoluciones históricas (agrícola, industrial, de la información), y si merece la pena que las comodidades materiales obtenidas gracias a ellas lo hayan sido a costa del vacío existencial y la devastación de la naturaleza.

En Genealogías de la ética se lamenta de la confusión de valores contemporánea, que no sabe distinguir con claridad qué es correcto y qué no. Nuestro vertiginoso desarrollo técnico no ha tenido parangón en el desarrollo de la conciencia.

Términos acuñados por los antiguos griegos resucitan en este capítulo con largueza. Pathos, la pasión. Logos, la razón. Eros, el amor. Daimon, ethos… Es necesario que la balanza de la vida no se incline hacia una actitud fría, utilitarista, en un extremo, ni de disfrute sin medida en el otro.

Virtudes cardinales de una ética planetaria asoma como la sección más políticamente comprometida del libro. Por eso mismo debemos escrutarla con especial ánimo crítico, antes de decidir si nos convence mucho o poco.

Aclaro un aspecto que considero fundamental en relación con los referentes morales: conviene apartarse siempre de los supuestos mesías, de quienes nos traigan una verdad absoluta de partida en vez de movernos al debate interno. No seamos peleles por oír campanas...

El autor arremete contra el individualismo preconizado por la lógica capitalista (por ejemplo, se confiesa entusiasmado por la victoria del presidente Lula en las elecciones brasileñas de 2002).

La ideología neoliberal del yo primero y los que vengan detrás que se las arreglen deriva sin remisión en la injusticia.

Si el mercado tiene que ganar, entonces la sociedad —entendida en un sentido no antropocéntrico, la Tierra-Gaia, el conjunto de la vida en el planeta— tiene que perder.

Hemos de autolimitarnos, sacrificar el consumismo irresponsable que ejerce de motor de nuestra actividad, por mor de garantizar la propia supervivencia ecológica.

Guerra y paz, a continuación, también resulta susceptible a la controversia.

Denuncia el imperialismo globalizado que ha sustituido apenas en las formas, ya que no en el fondo, a la misión de conquista en que se complace occidente (encarnado en los Estados Unidos). No se trata de la ocupación física del territorio, sino de mantener el mismo dominio de siempre por otros medios.

Y, si no funcionan, se recurre a nuestra vieja acompañante: la guerra. Homo sapiens et demens...

La conclusión insiste a pesar de ello en la esperanza, en que saldremos renovados de la crisis. La hermosa Carta de la Tierra en el apéndice cierra apropiadamente la lectura.

Porque «en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común».


miércoles, 29 de marzo de 2023

Las edades brillantes

Clave de lectura: Nueva luz para entender la Edad Media.
Valoración: A disfrutar ✮✮✮✮✩
Música: El león en invierno, de John Barry ♪♪♪
Portada del libro Las edades brillantes, de Matthew Gabriele y David M. Perry.

Matthew Gabriele y David M. Perry muestran un entusiasmo desbordante en este estudio. Y además contagioso.

Pretenden combatir la idea, instalada en el imaginario común, de que la Edad Media fuera un pozo de mil años sumergidos en la guerra, la superstición, la peste y las tinieblas.

Para ello, ya desde el título del libro lanzan un golpe de guantelete a las conciencias escolásticas: Las edades brillantes. Una nueva historia de la Europa medieval.

De acuerdo con su tesis, hemos simplificado en exceso un relato donde los siervos de la gleba malvivían bajo el látigo feudal, pontífices y obispos mandaban más que los reyes, los frailes difundían el fanatismo y, en general, bastante suerte se tenía de no acabar en la picota. O en la hoguera.

Antes habíamos disfrutado de épocas esplendorosas (aquellos estupendos griegos, aquellos ordenados romanos) y después volvería a surgir el espíritu del tiempo que las hizo posibles (el Renacimiento, el Siglo de las Luces…). Entre tanto, el caos.

Con tres o cuatro mitos caballerescos romantizados de aderezo, así se explica la visión tradicional.

Por el contrario, hacemos injusticia a la complejidad de gentes y civilizaciones que contribuyeron no poco a moldear las sociedades actuales. Junto a aspectos violentos, innegables, existió una riqueza inusitada de extensión e intercambio, tanto de bienes como de pensamiento, entre los rincones más alejados del mapa.

Los primeros capítulos me parecen personalmente los más atrayentes. ¿De verdad se rompió el mundo en mil pedazos tras la debacle de Roma?

Los autores nos dirigen a Rávena con ánimo de respuesta. En concreto, a un mausoleo con bóveda tachonada de estrellas, bajo las cuales su impulsora, la singular Gala Placidia, aferra las riendas del poder. Alarico ya se ha paseado a caballo por el Capitolio y Odoacro se encuentra cerca de terminar el trabajo.

Si no fuera porque el caudillo godo, tras derrocar a Rómulo Augústulo, no ocupa su puesto: se declara cliente de otra corona, la de Constantinopla, que es Roma con un nombre diferente. Continuidad política y cultural en vez de fractura.

En todo caso, el periplo de Placidia, en el eje de cada acontecimiento reseñable, ejemplifica la permeabilidad entre los bárbaros (o federados, o ciudadanos con origen más allá del Rin) y la ciudad eterna.

La siguiente parada la efectuamos en el siglo VI, acompañando a las tropas de Justiniano y su famoso general Belisario. Acaban de hacer efectivo el retorno de la urbe y otros amplios territorios bajo el ala del Imperio de Oriente. Santa Sofía, el magnífico templo a orillas del Bósforo, se erige en faro sensorial de la nueva luz.

Adelantamos hasta el 638, cuando el califa Omar ibn al-Jattab acuerda con el patriarca Sofronio la entrada incruenta en Jerusalén. Cierto que la ola del islam no estuvo exenta de destrucción, pero tampoco excesiva si comparamos.

De hecho, este episodio se utiliza para desarrollar la teoría de que las religiones «no existen en un estado constante de cohabitación o conflicto». Se adaptan. La intolerancia mutua entre monoteísmos crecerá por circunstancias ajenas estrictamente a la fe.

Cuarta etapa: los papas. ¿Por qué adquieren una representatividad divina en casi cualquier ámbito? Cismas, concilios y triunfo in extremis de doctrinas que podrían haber sido las perdedoras nos introducen en esta apasionante cuestión.

Mientras, visigodos en el solar hispano, francos al norte y lombardos en la bota itálica consolidan posiciones. Gregorio Magno (el del canto gregoriano) acompaña a figuras tristemente olvidadas como las reinas Teodelinda o Radegunda.

Britania a continuación, una isla pagana. La merovingia Bertha, casada con el monarca Aethelbert de Kent, va introduciendo la semilla que allanará el mensaje de los misioneros.

Carlomagno, por supuesto. Sus ascendientes y descendientes. Y el significado del elefante africano que recibe como regalo de Harun al-Rashid en su palacio de Aquisgrán.

Los indómitos vikingos. Los rus, que comercian con Bizancio y Bagdad. Los mongoles. Los cruzados tempranos. Los que adoptan ese nombre para masacrar a los albigenses. El simbolismo de las catedrales. La Inquisición. La muerte negra… El Medievo no se puede comprender sin ellos.

Y tampoco sin la ciencia, el arte, la medicina, sin Aristóteles rescatado en manuscritos arábigos y latinos. Sin Toledo, ciudad crisol a la que Pedro el Venerable, abad de Cluny, viaja para conseguir una traducción del Corán. Sin los judíos. La «complicada y humana» península ibérica…

Agustín de Hipona, Maimónides, Bernardo de Claraval, Leonor de Aquitania, Hildegarda von Bingen, la escritora Marie de Francia, Dante… La lista de nombres ilustres no cesa en la desmentida oscuridad.

Hasta el epílogo de Valladolid, en fecha tan tardía como 1550: Juan Ginés de Sepúlveda, prototipo de letrado «moderno», debate con el «medieval» en todos los sentidos fray Bartolomé de las Casas sobre el derecho a la conquista de las Indias y la imposición forzosa del cristianismo a sus habitantes. Adivínese la postura de cada uno.

En fin, quizá el término «nueva historia» peque algo de suficiencia, quién sabe, pero yo la he disfrutado un montón.


martes, 21 de marzo de 2023

Tristura

Clave de lectura: Cómo se tejen las cuerdas que desde niños van atando nuestra vida.
Valoración: Gran descubrimiento ✮✮✮✮✮
Música: O cravo, de Emilio Cao ♪♪♪
Portada del libro Tristura, de Elena Quiroga.

No me vienen demasiadas novelas a la memoria, sin ponerla en jaque, que puedan presumir de la maestría de Elena Quiroga para recrear el universo emocional de seres de ficción con tanta intensidad.

La vida cotidiana de Tadea, una niña de nueve años huérfana de madre, acogida en el caserón familiar de sus tíos, en lo que llamaríamos «Galicia profunda», se desplaza poco a poco desde la ilusión infantil a las sensaciones existenciales condensadas en la palabra del título: Tristura.

Tristura que se introduce en cada poro y que no vuelve a salir en forma de lágrimas, sino de mirada apagada, de asumir con resignación que hay que comportarse como esperan unos adultos —no corras, no juegues, no hagas ruido, no cantes, no hagas muecas, no te cierres por dentro en el retrete, no, no, no…— enfermos crónicos del mismo mal.

Un entorno en el que cada aliado se convierte en delator para desviar el reproche. Donde las infracciones, los pecados, hasta los incomprensibles, hacen daño al corazón del mismo Dios —Tadea, no se pregunta. Las cosas de la religión no se preguntan—.

Dominado por la tía Concha, que siempre odió el matrimonio de su hermana muerta. Por la abuela, matriarca de las apariencias. Por el tío Andrés y el tío Juan. Por Julia, que trae queso con gusanos cuando viene de visita.

Por Suzanne, la joven institutriz francesa a quien chistan los hombres porque enseña las rodillas. A ratos una chispa de luz, aunque nunca cómplice. Nunca.

Por Clota, Ana y Odón, los primos y compañeros de experiencias, que le recuerdan que ella no tiene el mismo derecho natural a estar allí.

Por la servidumbre y la gente del pueblo, Pura, Venancio, Millán, Francisca, Mariano, Dora, Obdulia, Tomasa, Patrocinio, con sus pasiones a escondidas, su resignación, sus envidias, sus rencores…

Incluso por el lejano padre, que tiene cosas más importantes en que ocuparse que enviar el regalo de Reyes.

Y donde la singular sintaxis del relato, creación absolutamente personal de la autora, se adivina quizás como un punto de fuga de las reglas marcadas, un subterfugio para protestar contra ese mundo desvaído y cercenante.

Asombra de verdad que Quiroga, con un enfoque tan rompedor en la literatura de posguerra —contemporánea de Carmen Laforet y Ana María Matute—, no haya tenido sin embargo un reconocimiento a la misma altura. A tenor de lo leído, sería pura justicia.


miércoles, 15 de marzo de 2023

Bajo el verano de tu boca

Clave de lectura: Poesía y pasión.
Valoración: ¿Qué más se puede pedir? ✮✮✮✮✩
Música: Agua del norte, de Mestura ♪♪♪
Portada del libro Bajo el verano de tu boca, de Marisa López Diz.

¿No tienen las palabras «una magia secreta y milagrosa»?

¿No se convierten en una fuerza que vibra, resonando en nuestro interior como ninguna otra, inundándonos segundo a segundo con su latido de marea?

¿No son capaces de crear nuevos mundos, incluso de cambiar al final del día destinos que habríamos creído ilusamente trazados por la mañana?

Marisa López Diz parece darnos en sus obras una respuesta afirmativa.

Si recorremos con mirada cómplice las páginas de la premiada Bajo el verano de tu boca, igual que hicimos con su título anteriormente comentado L'alma albentestate

Nos sentiremos envueltos en un abrazo de lirismo tan abierto como íntimo, evocador de pulsiones abisales, respiración agitada, sudor que perla el pecho incandescente.

Escucharemos un tañer de gemidos escapados entre lomas de infinitos senderos. Recordando, anhelando, esperando.

Podremos compartir el gozo de la vida encarnado en el temblor de los labios. Aguas que no dejaremos de beber hasta el último aliento.

Con una sed humanísima, quizá la más sincera desde que el primer sonido salió de la primera garganta.

Sed que no se extingue, que no puede explicarse ni entenderse, que hay que aceptar sin más.

Sed insaciable de… poesía.


martes, 7 de marzo de 2023

Bajo el sol de Satanás

Clave de lectura: Han hecho una película y todo, así que alguna clave ha de tener... Por algún lado...
Valoración: ¡Anatema! ✮✩✩✩✩
Música: Bajo el sol de Satán, de Henri Dutilleux ♪♪♪
Portada del libro libro Bajo el sol de Satanás, de Georges Bernanos.

Hay quienes consideran esta novela como obra referencial de la literatura francesa. Hasta se rodó una película de prestigio basada en ella.

Yo, por mi parte, pienso otra cosa menos halagadora.

¡¿Pero qué narices escribió Georges Bernanos?! ¡¿De qué va Bajo el sol de Satanás?!

Mira que el prólogo genera buenas sensaciones: el embarazo de la jovencísima Mouchette, la visita que su padre hace al marqués de Cadignan para que se reconozca como progenitor, la negativa de este, la intensa escena en que la propia «desdichada» le visita de noche en su mansión…

El giro súbito hacia otro admirador, el casado doctor Gallet, que colorea a la pretendida víctima de tonos mucho más manipuladores de lo esperado…

Pero de repente, ¡puf!, aparece un cura, el abate Donissan, que se postula como figura central de la historia, y todo deriva en un sinsentido. ¿Qué se supone que fuma este personaje?

Puedo hacer un análisis gramatical o sintáctico de las frases, ¡pero no lógico! Vuelvo atrás, recorro cada línea con atención, intento apuntalar los andamios ¡y no consigo entender una palabra de lo que estoy leyendo!

Colijo una especie de lucha mística entre el hombre de la sotana y el maligno encarnado, algún tipo de reflexión sobre la santidad en tiempos racionalistas —o, a lo mejor, simplemente un exceso de visiones psicodélicas— y abandono un esfuerzo inútil, que me quita más de lo que me da.

Llego al capítulo final con prisas y ofuscado.

Referencial... A la papelera o al purgatorio. Ahí lo dejo.


martes, 28 de febrero de 2023

¿Es posible un mundo sin guerras?

Clave de lectura: Estudio sobre la psicología de la violencia.
Valoración: Bienintencionado ✮✮✮✮✩
Música: God of War, de Bear McCreary ♪♪♪
Portada del libro ¿Es posible un mundo sin guerras?, de Arno Gruen.

¿Es posible un mundo sin guerras? Es lo que se pregunta, ni más ni menos, Arno Gruen en este ensayo.

La base de estudio se apoya en las herramientas que nos proporciona el psicoanálisis y las conclusiones resultan afirmativas. Sí, es posible.

La experiencia del autor le da desde luego voto de prestigio. Nacido en la Alemania de Weimar y emigrado forzoso junto con sus padres en el 36, entendía perfectamente el concepto de odio.

Pero, en desacuerdo con el gigante Freud, que enraizaba el deseo por la violencia en nuestra propia naturaleza, él aboga por que se introduce de forma ajena, se cultiva en el subconsciente desde la infancia y acaba matando al niño original.

Nos supeditamos a un molde subrepticio relleno de pautas culturales y sociales que nos «obligan» a hacer cosas ante las que no acertamos a rebelarnos. Y, según nos adentramos en la edad adulta, somos dueños de nuestras vidas cada vez en menor medida.

Entonces, ¿obedecemos a un ciego determinismo? ¿Quedamos reducidos a células que se amoldan a la corriente general o a una «voluntad superior»? ¿Estamos abocados a traicionar a nuestro yo íntimo que grita paz, amistad, concordia, compasión, solidaridad?

Gruen opina que no. No solo podemos ejercer la libertad, renunciando si es preciso a creencias o pretendidos valores inculcados por nuestro entorno, sino que debemos hacerlo. Sobre todo los más jóvenes, ya que, cuando los lustros se acumulan en nuestras sienes, tendemos a adaptarnos: lo desconocido nos da miedo.

«¿Qué lleva a los hombres a ejercer violencia sobre otros hombres? ¿Qué mueve a los soldados a obedecer incluso las órdenes más absurdas? ¿Qué conduce a un político a enviar a miles de hombres a la muerte, aparentando ante sí mismo y ante los demás que actúa correctamente?».

A través de ejemplos extraídos de su trayectoria como profesor y terapeuta, citas de novelas, poemas, personajes históricos o contemporáneos y fuentes de inspiración alternativas, nuestro Quijote de la mente desmenuza la ambición, la falta de escrúpulos, la competitividad extrema, el ansia de dominio, actitudes que triunfan…, para mostrárnoslas desnudas.

Olvidamos cómo en algún momento aprendimos a amar y consideramos débiles los sentimientos. Confundimos fortaleza con poder. Nuestra confianza emocional, pilar en una existencia equilibrada, se tambalea, creando sombras de rechazo a nosotros mismos que convertimos en daño hacia los demás. El dolor engendra dolor.

Hay que retornar a los sueños que valen la pena, es su mensaje. Aquellos procedentes de nuestros primeros pasos, no los anhelos de poseer aparatos de marca o presumir de famosos a los que nos acostumbran.

Hermoso pensamiento. Quisiera creerlo. Quisiera tener su misma visión de la esperanza.

No sé si a estas alturas ya será tarde.


martes, 21 de febrero de 2023

Eugenia Grandet

Clave de lectura: Los amores de Eugenia y Adolphe. El padre de ella por medio.
Valoración: De indiferente para abajo ✮✮✩✩✩
Música: Anacreón (Obertura), de Luigi Cherubini ♪♪♪
Portada del libro Eugenia Grandet, de Honoré de Balzac.

Antes de que mi conciencia sensata me persuada de lo contrario, lo anoto aquí con todas sus letras: no me gusta Eugenia Grandet.

Tampoco es que me eche para atrás, aclaro, la pluma de Honoré de Balzac tiene un peso importante. Pero en ningún caso añadiré este libro a mi lista de clásicos universales.

Para convencerme a mí mismo, he de definir primero qué atributos rodean a un clásico universal que se precie.

La atemporalidad. Que los personajes, sus formas de pensar, sus actos, sus diálogos, la historia que nos cuentan, pertenezcan a la complejísima psique humana de cualquier tiempo, más allá de que se vistan con túnicas, gorgueras o sombreros de copa, según quiera ambientarlos el autor.

Que se encuentre por encima de las convenciones. Que nos arranque una exhalación de sorpresa. Que se nos meta dentro y nos atrape, haciendo surgir tras nuestra piel un mundo tan real —o más real, o el único real— que lleguemos a dar de lado, insomnes, aquel al que se aferran de diario los sentidos.

¿Por qué atreverme entonces a empujar a la Grandet desde unas alturas a las que tantos lectores de dos siglos acá la han aupado?

A mi juicio, esta novela solo cumple a medias con los valores exigibles, aunque estos sean metafóricos. El resto de su contenido se somete a premisas hoy anticuadas.

Por ejemplo, no presento quejas sobre la descripción que hace monsieur de Balzac de la emergente sociedad burguesa, donde la astucia comercial y el dinero se convierten en aspiraciones absolutas y la caduca sangre azul del ancien régime intenta emparentar con los recién llegados para no perecer.

También, en justicia, Grandet padre brillaría en un podio de avaros ilustres. Y secundarios como la criada Nanon o los pretendientes que conspiran por la mano de la joven Eugenia se perfilan con trazo firme.

Lo que ocurre es que, ay, ni ella ni su primo Adolphe pasan el corte de personajes polifacéticos. Me aburren.

Esa mujer virginal, pura y suspirante, dispuesta a esperar al príncipe azul igual que un objeto espera expuesto en un escaparate… Ese petimetre llorica que acaba yéndose a capturar unos cuantos esclavos cuya venta le devuelva la dignidad financiera con que reclamarla…

Estereotipos. Retratos tan acartonados que los pilares sobre los que se apoya la trama se agrietan sin remedio.

Cuando los protagonistas y sus problemas causan tal indiferencia… ¡En fin!


martes, 14 de febrero de 2023

Brujos, reyes e inquisidores

Clave de lectura: Brujas buenas, Inquisición mala.
Valoración: Suspende ✮✩✩✩✩
Música: Las brujas de Eastwick, de John Williams ♪♪♪
Portada del libro Brujos, reyes e inquisidores, de Emilio Ruiz Barrachina.

Brujos, reyes e inquisidores se queda muy lejos de los ambiciosos objetivos que declara. Al menos, a mí me lo parece.

Expone Emilio Ruiz Barrachina que la persecución histórica de la brujería por el fanatismo religioso es exactamente lo mismo que el ejercicio actual de la violencia por las clases dominantes para mantener su estatus en el orden capitalista.

El problema de fondo de esta tesis es la escasa solidez de la lógica que maneja el autor. La ilación hace aguas. Más que un discurso científico, parece un alegato de filias y fobias personales.

Comienza planteando la evolución del Cristo perseguido al perseguidor, ya que la iglesia católica, existiera realmente o no la figura a la que adora, tuviese carácter divino, humano o un refrito de ideas sacadas del mito de Osiris-Dioniso, lleva en su seno la semilla de fuerzas oscuras. Pablo de Tarso se erige en el sumo sacerdote umbrío.

Lo que más interés despierta en el primer bloque es el triunfo de la literalidad a la hora de interpretar las escrituras sagradas, que avasalló a las corrientes alternativas representadas por el gnosticismo.

Pasa a continuación a analizar la figura de los brujos, cuyos atributos son reconocibles en culturas de varios continentes, pero que entraron en la fama popular a partir del Malleus Malleficarum, compendio de artes nigrománticas editado en la Edad Media europea. Aquelarres diabólicos, pócimas, maldiciones, vuelos nocturnos…

Aunque, más que los brujos, las verdaderas protagonistas del relato son sus equivalentes femeninas: las brujas. La histeria contra la mujer de los padres de la fe queda patente en numerosos pasajes bíblicos.

Los movimientos milenaristas, las cruzadas y el catarismo son algunos fenómenos que entran también en escena. Y, por supuesto, la Inquisición.

De todas las ramas nacionales, la española merece un lugar destacado. Sobre todo tras implantarse en las nuevas sociedades americanas, caldo de cultivo sincretista.

En las páginas de cierre hace balance Ruiz de sus cuentas con el todopoderoso capital, heredero en métodos y espíritu de exclusión del Santo Oficio.

Termino ya igualmente: léase con todo el aprovechamiento posible, que alguno tiene, si bien su empeño en la polémica como objeto en sí, no como medio dialéctico para convencer, le impide ganarse el nihil obstat.


martes, 7 de febrero de 2023

Gaziantep

Mosaico en Gaziantep.

Paseo en calma por el centro de Berlín, de Jerusalén, de Varsovia. Tanta sangre en la memoria de sus calles…

Asciendo por las laderas del Etna, con risas de niños jugando en la nieve. Contemplo latidos de luz crepuscular sobre los amenazantes volcanes de Guatemala.

Tras los ecos del Coliseo, las piedras gritan. En el Madrid que nunca duerme se alzan los muros, ahora silentes, del viejo tribunal de la Inquisición.

Escaleras del templo de Hatshepsut. Mezquita omeya de Damasco. La hermosa Lisboa, una vez arrasada. Todos esos lugares recuerdo.

Como también, mientras leo palabras como terremoto, desastre, víctimas, recuerdo los milenarios mosaicos y columnas ante los que me detuve en la lejana Gaziantep.

Muerte y vida. Vida y muerte. Y de nuevo la vida.

Nuestro ciclo por siempre.

lunes, 30 de enero de 2023

Extraños sucesos navales

Clave de lectura: Misterios a lo largo y ancho de los mares.
Valoración: Irregular ✮✮✩✩✩
Música: 20.000 leguas de viaje submarino, de Paul J. Smith ♪♪♪
Portada del libro libro Extraños sucesos navales, de Víctor San Juan.

Como pasar del alto bordo a una balandra.

O hallarte cruzado a sotavento mientras un man of war adversario se aproxima erizado de bocas de fuego.

Que no acabas de sentirte a gusto, vaya. Hay algo que te reconcome.

Es el problema de este libro, si lo comparo por su tema náutico con el de la reseña anterior. Y eso que Víctor San Juan tiene una reputación: me vienen a la memoria, por ejemplo, sus trabajos sobre Las Dunas o Trafalgar.

Pero en Extraños sucesos navales tira con más pólvora que bala.

Su objeto, según figura en la portada, es escribir una «crónica de los más sorprendentes misterios marítimos de los siglos XIX, XX y XXI». Así dicho...

Lo que ocurre es que varios de los sucesos zozobran entre lo pasablemente interesante, lo anecdótico, lo regularcillo y hasta lo prescindible sin más. Para que el resto de sus quince capítulos nos despierte un cosquilleo de interés, hay que navegar entre sargazos.

Comienza el texto con el Mary Celeste, avistado intacto y sin tripulantes a la altura de las Azores, y del que volver a hablar resulta cansino por sobreexplotación de teorías.

El abordaje entre los acorazados Victoria y Camperdown, en un ejercicio frente a las costas sirias, tampoco creo que merezca mayor mención. ¿Error de maniobra? ¿Cabezonería del vicealmirante que mandaba la escuadra?

Por el contrario, irrita un pecado que nuestro autor comete en este y otros episodios: el tono. Ay, el tono. Oscilante entre la chanza y el chovinismo.
«Sultanes, jedives, señores de la guerra […] contemplarían ahora a los buques ingleses con la disimulada sorna de ver qué nuevo numerito de circo estarían preparando».
A la flotilla de destructores norteamericana que en 1923 varó en masa en California no le encuentro el anzuelo.

Ni al apartado de monstruos abisales que, representados por el clásico kraken, siguen lanzando los tentáculos aquí y allá.

El gato Oskar, que sobrevivió sucesivamente a los hundimientos del Bismarck, el Cossack y el Ark Royal, resulta… ¿gracioso?

¿La mala educación del Admiral Scheer en la dársena de Ferrol? Bah, a expurgar.

¿Y eso de que quizá la Fuerza Aérea Argentina alcanzó al portaaviones Invincible en las Malvinas, pero el mérito quedó oculto para la posteridad por evitar el desprestigio de la OTAN? Inverosímil.

Etcétera.

Más atrayentes se presentan los avatares del diseño naval en la segunda mitad decimonónica, época de experimentos como los de la flota austriaca acometiendo a las fragatas italianas al espolón en la batalla de Lissa, o el intercambio de cañonazos sin resultado de los blindados Virginia y Monitor.

También se salvan las historias del arma submarina, a veces tan peligrosa para sus tripulantes como para los enemigos, según demuestran el fantasmagórico U31 del káiser en la I Guerra Mundial, el USS Wahoo y el nipón I-52 en el siguiente conflicto, o el sumergible israelí Dakar.

Y el combate y voladura a traición de la Mercedes con su tesoro en 1804, por supuesto, y la aventura contemporánea para recuperarlo tras el expolio de la empresa Odyssey (recuérdese el excelente cómic de Paco Roca al respecto).

En suma, que lo menos bueno lastra demasiado a lo bueno y el conjunto se queda por tanto con nota entre dos aguas. Hala, soltemos amarras.