Valoración: Tiene carisma ✮✮✮✮✩
Música: Ave Verum Corpus, de W.A. Mozart ♪♪♪
¿Cómo construimos nuestras opiniones?
¿Sobre qué bases, entre las posibilidades que nos ofrece cualquier tema, desde la decisión del mejor voto en unas elecciones hasta perorar contra el penalti pitado a nuestro equipo de fútbol favorito, concluimos que tal cosa es así o que debería ser así?
A menudo, lo que llamamos evidencia es a los ojos de otros una interpretación.
Cuestiones retóricas aparte, hay que valorar el papel que juegan en las creencias, en el cincelado de la personalidad, ciertos referentes morales. Figuras tan próximas como nuestros padres o quizá lejanas, de las que solo conocemos su mensaje y a quienes, sin embargo, escuchamos con respeto.
Figuras con carisma.
Me gustaría hacer mención a uno de estos nombres singulares, Leonardo Boff, representado por su título Ética y moral. La búsqueda de los fundamentos.
Me sonrío por haber utilizado el término «carisma» un par de líneas atrás. Si bien quería denotar «especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar», no parece extemporánea la segunda acepción del diccionario: «Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad».
Como es sabido, el ámbito de origen de Boff es el religioso, aunque algunas de las reflexiones que ha publicado al respecto no resultan del agrado de la curia romana. Verbigracia, la teología de la liberación.
Y es que sus inquietudes no se enmadejan en el sexo de los ángeles, por así expresarlo, sino que hacen foco en las acciones. En nuestra manera de vivir.
Comienza este pequeño volumen con el opúsculo Ética: la enfermedad y sus remedios, preguntándose sobre el objetivo al que hemos aspirado a lo largo de las revoluciones históricas (agrícola, industrial, de la información), y si merece la pena que las comodidades materiales obtenidas gracias a ellas lo hayan sido a costa del vacío existencial y la devastación de la naturaleza.
En Genealogías de la ética se lamenta de la confusión de valores contemporánea, que no sabe distinguir con claridad qué es correcto y qué no. Nuestro vertiginoso desarrollo técnico no ha tenido parangón en el desarrollo de la conciencia.
Términos acuñados por los antiguos griegos resucitan en este capítulo con largueza. Pathos, la pasión. Logos, la razón. Eros, el amor. Daimon, ethos… Es necesario que la balanza de la vida no se incline hacia una actitud fría, utilitarista, en un extremo, ni de disfrute sin medida en el otro.
Virtudes cardinales de una ética planetaria asoma como la sección más políticamente comprometida del libro. Por eso mismo debemos escrutarla con especial ánimo crítico, antes de decidir si nos convence mucho o poco.
Aclaro un aspecto que considero fundamental en relación con los referentes morales: conviene apartarse siempre de los supuestos mesías, de quienes nos traigan una verdad absoluta de partida en vez de movernos al debate interno. No seamos peleles por oír campanas...
El autor arremete contra el individualismo preconizado por la lógica capitalista (por ejemplo, se confiesa entusiasmado por la victoria del presidente Lula en las elecciones brasileñas de 2002).
La ideología neoliberal del yo primero y los que vengan detrás que se las arreglen deriva sin remisión en la injusticia.
Si el mercado tiene que ganar, entonces la sociedad —entendida en un sentido no antropocéntrico, la Tierra-Gaia, el conjunto de la vida en el planeta— tiene que perder.
Hemos de autolimitarnos, sacrificar el consumismo irresponsable que ejerce de motor de nuestra actividad, por mor de garantizar la propia supervivencia ecológica.
Guerra y paz, a continuación, también resulta susceptible a la controversia.
Denuncia el imperialismo globalizado que ha sustituido apenas en las formas, ya que no en el fondo, a la misión de conquista en que se complace occidente (encarnado en los Estados Unidos). No se trata de la ocupación física del territorio, sino de mantener el mismo dominio de siempre por otros medios.
Y, si no funcionan, se recurre a nuestra vieja acompañante: la guerra. Homo sapiens et demens...
La conclusión insiste a pesar de ello en la esperanza, en que saldremos renovados de la crisis. La hermosa Carta de la Tierra en el apéndice cierra apropiadamente la lectura.
Porque «en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común».