Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: 1492 (Into Enernity), de Vangelis ♪♪♪
Cada 6 de diciembre publico unas líneas elogiando el significado de la Constitución Española, aunque este año lo voy a dejar en mero exordio.
Me molesta cuando se hace labor de zapa contra el modelo constitucional, cuando alguien que quizá haya nacido ya con los derechos inherentes a una nación democrática se cree que existen porque sí, porque han bajado del cielo, no porque se acordaran tras un largo camino histórico.
La crítica es fundamental. El análisis es fundamental. El diálogo en pos de la mejora es fundamental. La ignorancia voluntaria es imperdonable.
Igual que la manipulación en nombre de los absolutismos ideológicos, ese deseo de imponerse con el mismo ánimo guerracivilista que tanta tragedia nos trajo como recompensa.
Por ello encuentro tan necesario conocer lo que nos cuenta Tom Burns Marañón en su libro De la fruta madura a la manzana podrida. El laberinto de la Transición española.
Corresponsal en España de varios medios extranjeros, Burns conoció y trató a todos los personajes con algún papel en aquellos tiempos de incertidumbre. Muchos de ellos quizá olvidados para la historia popular, sin cuyos esfuerzos el consenso que desembocó en la aprobación de la Carta Magna hubiera sido imposible.
Hay unos antecedentes que él considera fundamentales, en comparación con las tensiones irresolubles en el advenimiento de la Segunda República. El más importante, la existencia de una clase media consolidada, amplia, con estabilidad económica y deseo de mantenerla. Es decir, con siglo y medio de diferencia, en España se daba el escenario de las revoluciones burguesas europeas.
A partir de ahí, según se aproximaban los últimos días del dictador, entraron en liza diferentes grupos de presión: los irreductibles del 18 de julio, los monárquicos, los conservadores pragmáticos, los socialistas pragmáticos, los republicanistas, los irreductibles de la revolución de octubre...
El autor sigue la versión «clásica» de Juan Carlos I como impulsor del cambio. No se habría conformado con los apoyos heredados del régimen para alcanzar la jefatura del Estado, sino que buscó de forma proactiva a la oposición para convencerles de su objetivo rupturista.
Ahora bien, como contrapeso a ese Zeitgeist del gran acuerdo, expone que los detalles, la «letra pequeña», se dejaron muy descuidados. No se terminaron de desarrollar mecanismos institucionales que aseguraran la independencia del sistema frente al partidismo y la corrupción. Así, poco a poco, el «corazón de la manzana» se fue pudriendo.
Hasta llegar a donde hoy nos hallamos: odios, desafecciones, «rojos», «fachas»... ¿De vuelta a la casilla de salida?
Hay que leerlo. Y más importante aún: reaccionar antes de que sea tarde.
¡Viva la Constitución Española!