martes, 17 de marzo de 2020

El asedio (II)

Cervecería de Madrid por la noche.

Hoy es San Patricio.

¡Y todos los pubs de la ciudad con la chapa bajada!

Pues no sé el resto de asediados lo que hará, pero yo ahora mismo pienso solucionarlo.

¡A la cocina! ¡A por una buena birra! ¡Crucemos el pasillo, el Río Grande y lo que haga falta!

We are the San Patricios, a brave and gallant band, there’ll be no white flag flying within this green command.

lunes, 16 de marzo de 2020

El asedio

Cañón defendiendo la fortaleza.

Primera jornada bajo asedio. Pues el bando así lo ordena, tranco la puerta para entrar o salir del castillo.

Hay víveres para resistir, me parece. Con una docena de yogures, cuarto de lomo y la caja de mandarinas, el estómago no tiene derecho al refunfuño.

Aunque posiblemente las cápsulas de café vayan a quedarse cortas. Ahí surgirá un problema a no mucho tardar.

Y las latas de tomate, o de guisantes o… cualquier otra lata, que todas habían volado cuando fui a reponer existencias, también brillan por su escasez en la despensa.

¿Qué hago, a ver, macarrones senza pomodoro? ¡Que somos asediados, no salvajes!

Pero bueno, insisto, no merece la pena quejarse. La moral es alta.

No queda sino batirnos...

lunes, 9 de marzo de 2020

Ciudad dormida (II)

Templario en Madrid de noche.

Noche profunda, cobijo de paño negro.

Errante entre seres extraños.

Un rostro me contempla con dureza mientras camino.

lunes, 2 de marzo de 2020

Ganarle a Dios

Clave de lectura: El gueto de Varsovia y el significado de su levantamiento.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Sinfonía nº 3 (II. Lento e largo), de Henryk Górecki ♪♪♪
Portada del libro Ganarle a Dios, de Hanna Krall.

El levantamiento del gueto de Varsovia en 1943 es el hilo conductor de Ganarle a Dios.

Y los pequeños detalles personales, las conversaciones con testigos cuyos recuerdos pueden incluso resultar diferentes sobre los mismos hechos, son la manera con la que Hanna Krall nos sumerge en aquel episodio.

Tampoco pretende narrar la lucha en sí misma, los preparativos, el desarrollo, la «derrota». Al menos, no de forma lineal.

Lo que busca es unirnos en espíritu a supervivientes cuyas vidas podrían haber desaparecido en un segundo, tan fácilmente como lo hicieron miles de otras a su alrededor.

Sangre, heroísmo no perseguido, la última voz sobre la Tierra de los condenados…

Con nombres y apellidos como Marek Edelman, que deben escribirse y pronunciarse en recuerdo de su sacrificio.

Una llama eterna.


lunes, 24 de febrero de 2020

Por qué tengo razón en todo

Clave de lectura: Pensamientos de Kolakowski sobre múltiples temas.
Valoración: Más o menos bueno ✮✮✮✩✩
Música: Variaciones sobre un tema de Paganini, de Witold Lutoslawski ♪♪♪
Portada del libro Por qué tengo razón en todo, de Leszek Kołakowski.

En este libro, Leszek Kołakowski nos ofrece pensamientos sobre temas de interés inmediato: utopías, religión, verdad, justicia, civilización, política, comunismo… Todos con argumentos bien trenzados.

Que el lector se identifique en mayor o menor grado con las conclusiones dependerá de cada uno, pero no podrá sino reconocer el espíritu independiente del filósofo, al no dejarse maniatar por tendencias o lo «políticamente correcto».

También, su mordacidad elegante.

Virtudes que no se traducen en un texto hipnótico, todo hay que advertirlo. Personalmente me ha causado cierto cansancio.

Compensado quizá por las dos últimas páginas, divertidísimas, donde resume de forma enciclopédica todo lo que necesitamos saber sobre Freud, Descartes, Platón, la metafísica, la fenomenología, el relativismo…

Así pues, Por qué tengo razón en todo obtiene más o menos el visto bueno.

Más o menos.


miércoles, 19 de febrero de 2020

Los pájaros de Verhovina

Clave de lectura: Triunfo aparente del sinsentido y su aceptación si se quiere sobrevivir.
Valoración: Más flojo que libros precedentes ✮✮✮✩✩
Música: Lamento, Danza de la mañana y Danza viva, de Sándor Fodor ♪♪♪
Portada del libro Los pájaros de Verhovina, de Ádám Bodor.

Vaya esto por delante: cualquier cosa que pudiera publicar Ádám Bodor, ahora o en el futuro, yo tengo intención de leerla.

Y es que su empeño en generar mundos absurdos, donde los personajes viven y se relacionan con acusada mordiente kafkiana, excita la imaginación.

Por ejemplo, tras los primeros párrafos de Los pájaros de Verhovina, entran ganas de abundar en quién es Anatol Korkodus, la causa de que planeen detenerlo, por qué el ferrocarril que lleva a la colonia funciona de manera tan peculiar, de dónde sale el nombre del Mesón de las dos pellejas

Ahora bien, vaya por detrás que esta novela me parece menos lograda que sus precedentes, El distrito de Sinistra y La visita del arzobispo. No se paladea igual.

Como si el autor quisiera seguir recorriendo esos caminos —sociedades alienantes donde no importa el sinsentido de las normas, sino el hecho de que se cumplan a ciegas— y, a mitad del trayecto, no supiera cómo seguir.

Aunque los personajes pugnen por resultar a cuál más estrafalario, aunque la atmósfera oscurantista de la que no son conscientes, o al menos para ellos es «lo natural», no cese de impulsar sus actos…

No alcanza a ser suficiente para mantener el listón del notable.

Simplemente aprueba.


sábado, 15 de febrero de 2020

Una mujer en el frente

Clave de lectura: La maldad rompe sus diques gracias a la guerra.
Valoración: Es difícil «poner nota» a algo así ✮✮✮✮✮
Música: A fényes nap immár lenyugodott, de Holdviola ♪♪♪
Portada del libro Una mujer en el frente, de Alaine Polcz.

Un puñetazo en el rostro. Súbito. Inesperado. Sientes parte de su dolor.

Ese es el impacto emocional por leer Una mujer en el frente.

Casi cincuenta años después, Alaine Polcz rememora y comparte con nosotros sus vivencias en la Segunda Guerra Mundial.

Quizá no tenga sentido distinguir entre grados de sufrimiento. ¿Era ella más o menos inocente, más o menos merecedora que cualquier otro de librarse de la crueldad desatada?

Y aun así, su historia, oculta tras la gran estadística de las enciclopedias —ofensivas, contraofensivas, «liberaciones»—, es la de una portadora de luz para continuar viviendo con optimismo cuando parece que ya no vale la pena.

La historia de una superviviente, en sentido físico y espiritual.

Jovencísima, recién casada en marzo de 1944 con alguien que, llegado el momento, se mostrará indigno, Aline ve cómo el frente se transforma, de un escenario lejano, a asolarlo todo en derredor.

Los fascistas húngaros. Los nazis alemanes. El Ejército Rojo, ávido de venganza.

La primera violación. La segunda. La tercera…

Nadie compartirá su carga. Si es necesario volverán la cabeza, cubrirán sus ojos, sus oídos y su boca. No querrán saber nada.

Hay una escena que termina de derrumbarnos.

Tras conseguir llegar a Budapest y reencontrarse con su familia, comienzan a cenar y la madre pregunta si los rusos también han forzado a las mujeres de su ciudad natal. Ella asiente.

«Pero a ti no te llevaron, verdad?», continúa la conversación.

Le cuenta que sí, que a todas. ¿Por qué se había dejado? Porque la pegaban. ¿Fueron muchos? Llegó un momento en que no pudo contarlos.

La madre protesta: no debe hacer bromas tan pesadas, al final se lo van a creer. Solo es posible que se llevaran a las que eran unas putas, y su hija no es como ellas. «¡Di que no es verdad, dilo!».

No se me ocurre qué otros aspectos comentar sobre este libro.

Un puñetazo...


lunes, 3 de febrero de 2020

Un sueño (II)

Salón del Palacio Real de Varsovia.

Números.

Números, números.

Números, números, números.

Desde cualquier dimensión que puedan abarcar mis ojos, arriba, abajo, a los lados, en diagonal…

Alfombras de números en movimiento.

Series sin fin, cubriendo todo el espacio y todo el tiempo.

Y yo sé que algo… algo… en algún sitio…

Yo sé que hay un error. Un número no es el correcto.

Pero, por mucho que busco, no soy capaz de encontrarlo.

Así que el universo está en un completo caos.

Porque yo no consigo encontrar el error.

Hasta que amanece.

De acuerdo, quizá sea la fiebre lo que me ha producido este sueño. Sería una explicación.

Pero si alguien quisiera echarle un buen vistazo al estado de las esferas de la existencia, vaya, pues…

A ver si al final resulta que hay un error de verdad.

jueves, 23 de enero de 2020

Vocalise

Enero va transcurriendo y aún no he publicado ninguna entrada en el blog. ¿Me habré quedado sin palabras que expresar?

Vocalise, de Sergei Rachmaninov. Tampoco aquí hay palabras.


martes, 31 de diciembre de 2019

Los papalagi

Clave de lectura: Descripción por el jefe samoano Tuiavii del mundo de los papalagi blancos.
Valoración: A ver si aprendemos de una vez… ✮✮✮✮✩
Música: Sanibel, de Scott Cossu & Eugene Friesen ♪♪♪
Portada del libro Los papalagi, de Erich Scheurmann.

Como colofón del año tenemos hoy un librito, simpático en la forma, pero con carga de profundidad: Los papalagi. Discursos del jefe Tuiavii reunidos por Erich Scheurmann.

Los papalagi somos los «blancos extranjeros», aunque literalmente el término significa «quebrantador de los cielos».

A principios del siglo XX, en el auge del colonialismo, Samoa era territorio ambicionado por varias potencias occidentales. Así que enviaron a sus representantes para «civilizar» a los nativos.

Llevaron consigo grandes prodigios: barcos que dejaban atrás a las más veloces canoas, luz en medio de la noche, máquinas de todo tipo, el metal redondo, los muchos papeles, los palos que lanzan fuego…

Fue entonces cuando el jefe Tuiavii de Tiavea hizo a su vez un viaje a Europa, con ánimo de contar lo que aquí aprendiera a su pueblo.

Confiesa en sus notas que no siempre fue capaz de comprender nuestras costumbres. Para empezar, ¿por qué tenemos tantos tipos de taparrabos y esteras? ¿Por qué el ansia de cubrir los cuerpos? ¿Qué significa eso del «pecado»?

Llamaron también su atención las inmensas canastas de piedra que forman las ciudades, separadas unas de otras por grietas, bajo cielos de humo y cenizas. Y el hecho de que sus habitantes a menudo no conozcan ni el nombre de los vecinos.

Ah, los ojos de los papalagi delatan su gran amor: el dinero. En Siaminis lo llaman marco. En Fafali, franco. En Peletania, chelín, y en Italia, lira. Pero en todas partes es lo fundamental. Quizá solo el aire para respirar está —de momento— libre de su carga.

Los papalagi no cejan en su empeño de inventar objetos sin especial propósito ni belleza. Y las multitudes se vuelven locas por obtenerlos. Los ponen frente a ellos, los adoran y les cantan elogios.

Algo complicado de explicar es la falta de tiempo. Los papalagi dividen el día en horas, minutos y segundos, marcados por una especie de dedos que se mueven sobre una esfera. Perderlo les causa una angustia insoportable.

Las razones por las que unos papalagi son ricos y otros pobres, las profesiones, los locales de pseudovida, la enfermedad del pensamiento profundo o la oscuridad a la que quieren arrastrar a los samoanos, con la excusa de enseñarles las escrituras de su dios, son otros de los temas que se tratan en estos discursos.

Simplicísimos en su estructura y en sus palabras, casi infantiles. Y, sin embargo, en más de una ocasión he sacudido la cabeza a lo largo de su lectura, reconociendo el saber que en ellos se contiene.

Los papalagi no hemos cambiado. Seguimos aferrados a «necesidades» cuya obtención nos causa infelicidad y separación de la naturaleza.

Nada más. Con mis mejores deseos para el año nuevo…

Paz. Armonía. Lucidez.