Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: El piano (Big my Secret), de Michael Nyman ♪♪♪
Al final de Contra el viento del norte nos habíamos quedado en una disyuntiva, si recordáis. Daniel Glattauer dejaba a Leo expatriándose a Boston y a Emmi en la vieja Europa.
Todo por no haberse atrevido a acudir a aquella cita para conocerse en persona.
Pues bien, la continuación, Cada siete olas, nos ofrece algunas respuestas: Leo ha vuelto, y cuando Emmi consigue ponerse en contacto con él sin que el servidor de correo le devuelva el mensaje, retoman su relación epistolar.
Ninguno ha olvidado lo que sentían o creían sentir, sólo que... él no ha vuelto solo. Y ella sigue casada.
Nuevamente el intercambio de ideas, comentarios, opiniones, seguridades e inseguridades entre ellos, hasta que por fin se deciden al encuentro real, con el resultado inmediato que cabía esperar, pero que tampoco resuelve nada de nada.
Y así transcurre el libro, a base de desnudar metafóricamente a los protagonistas y hacer que se enfrenten a sí mismos.
¿Cómo acabará la historia? ¿Cómo explicarles a sus respectivas parejas, que al fin y al cabo también tienen sentimientos, cuánto se necesitan? ¿Lo entenderán?
No está mal. Incluso diría que Glattauer enriquece la trama mejor que en la primera parte, gracias a la permanente presencia de terceros en la sombra.
Quizás el único punto «dudoso» para la verosimilitud sería el lenguaje, desde luego bastante más elaborado que el habitual en el correo electrónico, pero tampoco es algo de lo que quejarse. A leer.