lunes, 3 de octubre de 2011

Cada siete olas

Clave de lectura: Continúa Contra el viento del norte, con sus mismos desvelos amorosos.
Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: El piano (Big my Secret), de Michael Nyman ♪♪♪
Portada del libro Cada siete olas, de Daniel Glattauer.

Al final de Contra el viento del norte nos habíamos quedado en una disyuntiva, si recordáis. Daniel Glattauer dejaba a Leo expatriándose a Boston y a Emmi en la vieja Europa.

Todo por no haberse atrevido a acudir a aquella cita para conocerse en persona.

Pues bien, la continuación, Cada siete olas, nos ofrece algunas respuestas: Leo ha vuelto, y cuando Emmi consigue ponerse en contacto con él sin que el servidor de correo le devuelva el mensaje, retoman su relación epistolar.

Ninguno ha olvidado lo que sentían o creían sentir, sólo que... él no ha vuelto solo. Y ella sigue casada.

Nuevamente el intercambio de ideas, comentarios, opiniones, seguridades e inseguridades entre ellos, hasta que por fin se deciden al encuentro real, con el resultado inmediato que cabía esperar, pero que tampoco resuelve nada de nada.

Y así transcurre el libro, a base de desnudar metafóricamente a los protagonistas y hacer que se enfrenten a sí mismos.

¿Cómo acabará la historia? ¿Cómo explicarles a sus respectivas parejas, que al fin y al cabo también tienen sentimientos, cuánto se necesitan? ¿Lo entenderán?

No está mal. Incluso diría que Glattauer enriquece la trama mejor que en la primera parte, gracias a la permanente presencia de terceros en la sombra.

Quizás el único punto «dudoso» para la verosimilitud sería el lenguaje, desde luego bastante más elaborado que el habitual en el correo electrónico, pero tampoco es algo de lo que quejarse. A leer.


jueves, 29 de septiembre de 2011

Vienen a decirme…

Velas para el recuerdo.

Vinieron a decirme que estabas muy enferma, que desde tu cama, tras años de lucha, tus ojos miraban ya apagados.

Y yo sólo veía imágenes de vida. Sonrisas ante la cámara. Alegría rodeándote. Un ramo de flores blancas. También tú vestida de blanco.

Ahora, vienen a decirme que...

jueves, 15 de septiembre de 2011

El fútbol a sol y sombra

Clave de lectura: ¡Fútbol!
Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: Himno del centenario del Real Madrid ♪♪♪
Portada del libro El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano.

Pues no sé si habrá mucha polémica, pero esta es mi decisión inapelable: penalti a favor de El fútbol a sol y sombra. Chuta Eduardo Galeano.

Tenemos aquí un conjunto de artículos que glosan múltiples aspectos del balompié, desde la más simple anécdota que ocurrió en tal o cual partido hasta la mística cuando millones de personas alcanzan una comunión de fervor al final de los noventa minutos.

Si bien cada uno presenta un grado de interés variable, la verdad es que la mayoría consigue transportarnos al momento que describen: un remate de Pelé, una parada de Zamora, una jugada gloriosa de algún jugador olvidado de los tiempos del blanco y negro... Gran mérito de la prosa apasionada del autor.

Pero lo más curioso es que ni siquiera hay que ser practicante activo de la religión pelotera para disfrutar de estas historias. Porque son como parábolas extrapolables a cualquier aspecto de la vida (la gloria efímera, el valor del esfuerzo, el triunfo de lo inesperado...).

Todas las pasiones humanas acaban viéndose reflejadas en la cancha, listas para jugar el partido.

¡Goooooooool!


martes, 6 de septiembre de 2011

El libro de las maravillas

Clave de lectura: Fantasía pionera y desbordante.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Legend, de Jerry Goldsmith ♪♪♪
Portada de El libro de las maravillas, de Lord Dunsany.

Un barco pirata navega, tensas las jarcias, por las arenas del desierto africano. ¿De qué huye? Un mago, harto de los insufribles ruidos de Londres, encarga a su acólito que le procure el ingrediente necesario para hacerlo desaparecer.

Los nómadas que intentan robar la Caja Dorada se miran entre sí aterrados, porque saben «quién» acaba de encender la luz en la cámara superior. El señor Thomas Shap, rutinario comerciante de la city, ve cómo su vida sufre drásticos cambios tras coronarse en sueños rey de Larkar.

En cierta tienda de cierto callejón, los clientes acuden a intercambiar sus males, aunque quizá no deberían alegrarse demasiado con el resultado del trueque. Un ídolo milenario, acostumbrado a que todos se postren a sus pies, comienza a sufrir celos de la nueva imagen que los sacerdotes han colocado a su lado en el templo.

Escuchemos la profecía que se pronuncia, entre sones de arpa, sobre la eterna búsqueda de la ciudad de Carcasona. El viento nos trae nombres como Bethmoora o Poltarnees, la que mira al mar, de donde ningún hombre que haya viajado desde las tierras interiores ha vuelto jamás…

Estas son algunas de las historias que se ocultan tras las tapas de El libro de las maravillas, de Edward John Moreton Drax Plunkett, más conocido para el lector por su título de nobleza: el decimoctavo barón Lord Dunsany.

Cuentos breves, oníricos, subyugantes, salidos de una imaginación que comenzó a llenar los odres de lo que hoy se conoce como literatura fantástica.

Admirado por Tolkien, reconocido por el mismísimo Lovecraft como una de sus más fuertes influencias, la voz de Dunsany nos susurra arcanos de significado y antigüedad inconcebibles.

Relatos que desearemos leer con los ojos entrecerrados junto al vivificador fuego de una posada, mientras fuera… quizá algo con lo que no conviene encontrarse merodea en la oscuridad.


viernes, 2 de septiembre de 2011

Via dell'...

Via dell'Amore en Pienza.

Es una calle que muchos buscan.

A veces, deambulando por callejones que vagamente se le parecen.

Otros no. Llegan a ella de forma inesperada y simplemente entran.

Aunque hay quienes la evitan. Tienen miedo a caminar por ella.

Puede ser arriesgado, es cierto.

Porque nunca se divisa adónde conduce. Y la respuesta no figura en ningún mapa.

Incluso con la luz del día más transparente, cuando nada puede ocultarse detrás de las esquinas, en alguno de sus recovecos, hay quienes se asoman a ella con recelo, a través de ventanas con vidrios emplomados.

En el familiar silencio de sus casas, se saben seguros.

No abren las cerraduras. No cruzan los umbrales. No muestran la llave a nadie.

Y la vida pasa silbando como el viento. Y no vuelve atrás, jamás vuelve atrás, en Via dell'...

lunes, 1 de agosto de 2011

Uno, dos, tres

C.R. MacNamara, el gerente de Coca-Cola en Berlín Oeste, tiene algún que otro problemilla.

Su mujer suspira por que le destinen a Atlanta, la sede central de la compañía, después de haber vivido como trotamundos durante años.

Cada vez que se cruzan con él, sus empleados hacen un irritante honor a la fama de cabezas cuadradas prusianos. Taconazo al canto.

La misión comercial rusa intenta birlarle a Fräulein Ingeborg, su secretaria.

Y para colmo, Scarlett, la casquivana hija del director general, a quien han dejado a su cargo, se aventura constantemente al otro lado de la Puerta de Brandemburgo para encontrarse con Otto, comunista convencido con quien se ha casado en secreto y que pretende llevársela a Moscú.

Ahí es donde se demuestran las dotes de mando, en las situaciones críticas.

Uno, conseguir el ascenso y que le trasladen a Londres, Atlanta es sólo para fracasados.

Dos, atender debidamente a su secretaria, añadiendo «gabelas» a su sueldo, como ese modelito de alta costura que la tiene encandilada.

Tres, convertir al fiel seguidor de las consignas del partido a las mieles del capitalismo. Quizá, si le hiciera pasar por un refinado aristócrata, calmaría el disgusto de sus suegros.

En Uno, dos, tres, Billy Wilder nos regala una obra maestra. A base de humor inteligente, se mofa de todo y de todos: la guerra fría, la incorruptibilidad de «los ideales», los tópicos alemanes, rusos, norteamericanos...

Tiene frases geniales, como cuando Scarlett, que está embarazada, discute con Otto sobre el porvenir de su vástago:

Cuando cumpla dieciocho años dejaremos que decida qué quiere ser, si un capitalista o un comunista rico.

Y por supuesto, no podemos pasar por alto la celebérrima secuencia sobre técnicas de negociación empresarial, al animado ritmo de la Danza del sable de Khatchaturian. Simplemente, disfrutemos...


lunes, 25 de julio de 2011

En la Armada

Buque de guerra y pescador.

Venga, a ver quién de los dos pesca primero un submarino...

lunes, 18 de julio de 2011

Una mente maravillosa

La crítica recurrente que le hacen a las melodías de James Horner es su «autoinspiración» (los más audaces dicen «autoplagio»). Por no ir más allá con la familiaridad entre uno de los temas principales de Willow y la Sinfonía Renana de Schumann.

Resulta indiscutible reconocer varios leitmotiv en más de una banda sonora del premiado compositor. Esa secuencia de cuatro notas que indica «peligro cerca» y que nos pone a todos automáticamente en alerta…

Sus defensores aducen que lo hace aposta. Sería imposible no notarlo, así que debe de ser un efecto buscado. El porqué ya pertenece al reino de la especulación psicológica (o quizá al de la comodidad de cobrar el cheque sabiendo que la respuesta emocional del espectador a esa escena, que es lo que quiere el director de la película, está asegurada).

La polémica se repite entre las músicas de El hombre bicentenario y Una mente maravillosa.

Aun así, yo al menos no puedo decir otra cosa: a mí me gusta. Con esa voz, esas figuraciones de las maderas, la entrada del piano, de las cuerdas…


lunes, 11 de julio de 2011

El corazón de las tinieblas

Clave de lectura: «El horror, el horror...».
Valoración: A la altura de su fama ✮✮✮✮✮
Música: The End, de The Doors ♪♪♪
Portada del libro El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.

Charlie Marlow rememora cuando, años atrás, pilotó un bote de vapor en las aguas del Congo. Su misión era remontar el río para encontrar al señor Kurtz, tratante de marfil.

Las imágenes acuden vívidas a su mente, como si de nuevo se encontrara allí.

Kurtz... Personaje misterioso y admirado, nadie había conseguido antes unos resultados comerciales tan espectaculares. Y tampoco nadie pregunta de qué manera lo hace.

Una selva brutal y profunda se abre a proa y se cierra de nuevo nada más pasar.

Van quedando atrás las factorías en las riberas, habitadas por colonos que deben enseñar a las hordas de nativos a abolir sus bárbaras costumbres.

Colonos que, según avanzan hacia el interior, muestran cada vez más signos de agotamiento. Físico y sobre todo... moral.

Y el nombre de Kurtz sigue creciendo, inmenso, como el de un dios esperándoles en su destino.

Hasta que, una vez alcanzado, lo que encuentran allí es...

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.


jueves, 30 de junio de 2011

Jesús me quiere

Clave de lectura: El amor... y el fin del mundo.
Valoración: Simpático ✮✮✮✩✩
Música: Too Much Heaven, de Bee Gees ♪♪♪
Portada del libro Jesús me quiere, de David Safier.

Demos paso sin más a Jesús me quiere, de David Safier.

Marie, la figura femenina de la novela, está hecha un lío en el tema afectivo. Aún se acuerda (con pensamientos enfocados en la castración) de Marc, su penúltimo novio, que la engañó con una azafata de la talla treinta y cuatro.

Y acaba de dejar plantado a Sven justo cuando le estaban preguntando eso de ¿quieres a este hombre como esposo?

Pero bueno, la vida te da sorpresas, debe de pensar cuando al día siguiente del fiasco conoce a alguien especial: amable, sensible, una persona que piensa sinceramente en los demás... De pinta un poco hippy. Carpintero de profesión.

En la primera cita se entera de quién se trata en realidad. Carpintero, sí, pero de filiación divina.

Lo peor no es haberse enamorado de él, sino el poco tiempo que quizá dure esta nueva relación. Porque, si no consigue persuadirle de que nos merecemos otra oportunidad, el próximo martes está previsto que llegue el fin del mundo.

Ya en Maldito Karma, Safier nos ofrecía un relato simpático. Pues bien, Jesús me quiere presenta una fórmula similar, con personajes que se mueven entre nosotros sin que lo advirtamos: el propio Creador, por ejemplo, transmutado en Emma Thompson, o Gabriel, que por amor a una mortal ha renunciado a su elevado rango dentro de la jerarquía divina.

Y ese que recluta alternativamente con los rasgos de George Clooney o Alicia Keys a los mejores candidatos a jinetes del Apocalipsis, ¿no huele algo a azufre?