A ocho pasos de distancia, nuestras miradas se encuentran.
Y pienso… Pues no pienso nada en especial.
A siete pasos más o menos, sus ojos siguen fijos en mí.
Y pienso… ¿Nos conocemos?
Quedan seis pasos cuando ella empieza a sonreírme.
Y pienso… Las gafas de sol nuevas, seguro. Deben de quedarme bien.
Cinco, cinco pasos nada más. Se aparta un mechón de pelo.
Y pienso… ¡Qué guapa!
Cuatro pasos: si meto tripa ahora y dejo de respirar, aguantaré, veamos… ¿Cómo será la fórmula? Un tren parte a las 04:44 con una velocidad uniformemente acelerada…
Y pienso… ¡Está como un tren!
¿Tres ya? ¿De verdad? ¿Número primo, racional, real, entero gaussiano, suma de los primeros naturales?
Y pienso… Esto tiene significado. Una señal del universo.
Dos pasos para recordar a Platón y los seres redondos divididos por castigo de los dioses, que vagan sin descanso en búsqueda mutua.
Y pienso… Se acabó el vagar. En palabras del GPS, «he alcanzado mi destino».
A un paso, frente a frente, ambos nos detenemos. Sus labios, volcán de fuego, me hacen una única pregunta.
Y pienso (en voz alta)… ¿La parada del autobús? Sí, claro, cruza por ese semáforo, gira a la izquierda y enseguida la ves.
¿Qué otra cosa podía esperar? Señal del universo, anda que…

No hay comentarios:
Publicar un comentario