Tiene el Fuerte Rojo, la Mezquita Aljama de Delhi y demás fruslerías metidas en el serón de albañil, pero es más conocido por esta otra obra.
El rey Jahan (el sha, si somos puristas con el término) le levanta un monumento a la reina. ¡Se lo merece!
Tras el decimocuarto embarazo, Mumtaz Mahal apenas puede con su alma. Deja al cuerpo partir.
Así que anda el rey pesaroso entre los andamios. Ni estanques ni jardines, ni siquiera el mármol pulido, harán justicia al resplandor de los ojos de su amada.
Amada excesivamente amada, la verdad.

1 comentario:
Hay amores que matan, eso es verdad. Es el problema de que en aquellos años no tuviesen televisión...
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