Nieva sobre Edimburgo. Un frío gélido azota la ciudad. El viento es cortante. Los pájaros caen ateridos en pleno vuelo. Con imágenes como estas comienza Mathias Malzieu su relato.
Jack acaba de nacer en una cabaña sobre la cima del Arthur's Seat, durante la noche más fría de la historia. La doctora Madeleine, que asiste a la joven madre, consigue que el niño sobreviva uniéndole un reloj de cuco. Solo así latirá su frágil corazón.
Ese será el hogar en el que le abandonen, allí crecerá entre redomas y objetos llenos de magia, bajo la tutela de su salvadora y en compañía de Anna y Luna, dos prostitutas, y Arthur, un viejo borrachín.
No es fácil ser tan distinto, con dos agujas que sobresalen del pecho, un tic tac continuo, unos engranajes a los que debe dar cuerda cada jornada. No, nuestro amigo tiene poco a su favor.
Sin embargo, Jack desea parecerse a los demás. En vez de quedarse encerrado sin ver mundo, convence a la doctora para ir a la ciudad.
Ay, ¿quién es esa criatura que baila en la calle? ¿De quién es esa voz que canta, acelerando la maquinaria que le da la vida?
Lleva un vestido de plumas de ave, su cabello es largo y ondulado, su nariz chiquitilla y sus ojos inmensos, aunque los guiñe por no ponerse gafas, que le serían muy útiles para no tropezar. Dicen que viene de Granada. Miss Acacia…
Pero Madeleine le recuerda las tres reglas fundamentales si no quiere que el reloj haga correr cubitos de hielo y no sangre bajo su piel: no tocar las agujas, dominar su cólera y sobre todo, sobre todo, no enamorarse jamás.
Cuando tenga que dejar su casa, perseguido por una pelea en defensa propia, cuando tenga que viajar a escondidas a París y más al sur, cruzando los Pirineos, en compañía del prestidigitador y visionario Georges Méliès, ¿qué ocurrirá si consigue encontrar a Miss Acacia de nuevo, quizás en el Extraordinarium, ese viejo circo?
¿Y si sus palabras aturulladas hicieran brotar en ella un asomo de sonrisa? ¿Y si no se asustara del reloj al abrazarse? ¿Y si…?
¿Y si Joe, el antiguo rival que motivó su huida, apareciera con deseos de venganza?
Que sí, vale, que La mecánica del corazón no es más que un cuento para niños grandes, que hay cosas de verdad importantes que leer en el mundo, no sé, las secciones de política o de internacional de algún periódico.
Y sin embargo, que quede aquí entre nosotros, en voz baja…
¡Qué bonito!