Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: La Liga de los Hombres Extraordinarios, de Trevor Jones ♪♪♪
Se denomina steampunk a una variante de la ucronía donde la acción histórica alternativa cuenta con la presencia de invenciones «retrofuturistas», normalmente basadas en la máquina de vapor.
En Danza de tinieblas, de Eduardo Vaquerizo, dicha acción tiene lugar en Madrid, un año indeterminado del primer tercio del siglo XX.
Tiempo atrás, Felipe II murió de una herida de caza, y su hermanastro Juan de Austria, el mismo día en que se alzaba vencedor en Lepanto, proclamó su derecho a ocupar el trono. Las consecuencias fueron inmensas.
Madrid, capital de un imperio, ciudad ruidosa y sucia, donde se come un cocido de padre y muy señor mío y donde coexisten, mal que bien, millones de personas de todas las razas y credos.
Aunque el oficial siga siendo el protestante, desde luego. Profesantes de la fe reformada llegan con esperanza desde países acosados por los malditos papistas o los anglíticos, para iniciar una nueva vida.
El cabo de alguaciles Joannes Salamanca, hijo de refugiados flamencos, está de guardia en el cuartel tras uno de esos pantagruélicos cocidos, cuando le avisan para un servicio: escoltar de incógnito al duque de Mier, favorito de la corte, que acude a solazarse al teatrón.
Lo que debería suponer una tarea rutinaria, sin necesidad de desenfundar el Villegas reglamentario del calibre 32, se complica sin embargo terriblemente.
Un asesinato en Lavapiés, corazón de la judería —tampoco los judíos fueron expulsados por Isabel y Fernando— desencadena una cadena de acontecimientos que llega a afectar a la estabilidad de la corona.
El perspicaz inquisidor fray Faustino, asignado a la investigación junto con Joannes, nota que ya son cinco los fallecidos en similares circunstancias. Parecen «aplastados» por alguna fuerza sobrehumana.
Casi todos relacionados con el cabalismo y con las Haciendas Imperiales.
Altos cargos del Estado, influyentes banqueros —granatas—, ladrones, confidentes, marginados, anarcolistas que promueven disturbios sin tregua…
El mismo duque de Mier…
La fascinante Rebeca, hermana del último asesinado…
Personajes que confluyen en una trama en la que nuestro cabo pasa de perseguidor a perseguido. Quizá le encomendaran a él el caso porque es «prescindible».
Un mundo de automóviles movidos con hulla, de máquinas de cálculo similares a computadoras, de armas de repetición, sin que sobre por otra parte la espada al costado, el sombrero de ala ancha ni, como en cualquier realidad, una bolsa llena para salir del paso.
Novela muy, muy curiosa.