Valoración: Grande, Arthur C. Clarke ✮✮✮✮✩
Música: Así habló Zaratustra (Introducción), de Richard Strauss ♪♪♪
Aunque la obra por la que más se le recuerda pueda ser, por motivos obvios, 2001: Una odisea espacial, lo cierto es que Arthur C. Clarke nos legó otras novelas y relatos como mínimo con igual mérito.
Sus bases científicas avanzadas, espíritu descubridor y sagacidad en el estilo narrativo, siguen desafiando el paso del tiempo.
Tenemos una muestra en los Cuentos de la Taberna del Ciervo Blanco.
La colección se compone de quince historias, publicadas en 1957, con un par de denominadores comunes. El primero es que alguien las saca a la luz en el local de dicho nombre, la Taberna del Ciervo Blanco, sito en una calleja londinense nada fácil de encontrar.Para las primeras doce visitas es imprescindible la ayuda de un guía; después todo consiste en cerrar los ojos y confiar en el propio instinto, y a lo mejor se tiene suerte.El segundo es que ese alguien es Harry Purvis, personaje que lo sabe todo sobre todo, conocedor de los experimentos más asombrosos y de sus consecuencias (cuando no protagonista de primera mano). Y con aplomo para que cualquiera que ose poner en duda su autoridad multidisciplinar quede humillado ipso facto.
Así, los parroquianos le escucharán embelesados perorar acerca del Silenciador Fenton, los rifles de rayos empleados en una malhadada producción hollywoodiense, aquella vez en que evitó la evacuación del sur de Inglaterra, los peligros de la melodía ideal, tan pegadiza en la mente…
El Proyecto Clausewitz para desarrollar una computadora militar, la colonia inteligente de termitas del profesor Takato, las aventuras del submarino de recreo Pompano, una orquídea con gustos culinarios «especiales», el verdadero origen del iceberg hallado a la altura de Florida, el descubrimiento accidental de la antigravedad…
Hasta que el caso de Ermintrude Inch proporciona ciertos indicios de la situación conyugal de Harry. Y la rubia impresionante que aparece a continuación en busca de un marido que no está dando clases de mecánica cuántica los miércoles por la noche, como le había hecho creer, tiene efectos indeseados en la continuidad de su tradición oratoria.
Siempre grande, Clarke.
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