Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Perpetuum mobile, de Johann Strauss hijo ♪♪♪
Se ve venir la comparación de esta segunda entrada del año con la última del anterior. En efecto, ¿qué autor de cuentos en lengua española podría disputarle a Cortázar un puesto en lo alto del cajón de medallas?
Augusto Monterroso se pone en pie (o se acuesta para soñar). Presenta, como defensa de su candidatura, Movimiento perpetuo.
Y no, «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí» no forma parte de este título, si alguien se lo pregunta.
En realidad, dudo si clasificarlo como libro de relatos o si su armazón interna a partir de un concepto surrealista (las moscas), lo convierte en un volumen de memorias, pensamientos, ocurrencias, aforismos más o menos largos o qué sé yo. Tampoco importa.
Aunque eso me lo ponga difícil a la hora de redactar sinopsis individuales.
Quizá el número más amplio de temas lo sumen aquellos que juegan con el mundo metaliterario (De atribuciones, Beneficios y maleficios de Jorge Luis Borges, Fecundidad, Homo scriptor…), describiendo la naturaleza de poetas y demás autores.
Otros hacen alusión al destino maldito de Hispanoamérica (La exportación de cerebros, Dejar de ser mono…).
O las dos cosas al mismo tiempo (El informe Endymion).
[…] en Nicaragua, como es lógico, fueron atendidos ruidosamente por unos amigos del poeta Ernesto Cardenal y más en reserva por el director de uno de los varios cuerpos de policía, general Chamorro Lugo, quien después de cuatro horas y media de diálogo y fatigado ya de barajar ágilmente con ellos diversos temas relacionados con su paraíso metapense y casi podía decir que protegido de su padre, Rubén Darío, a quien según probó se sabía de memoria, los envió con suficiente brutalidad y escolta a la frontera de Honduras, no sin antes confesarles que como compatriota de aquél se consideraría siempre amigo de Platón y de la poesía, pero más de su difícil cargo […].
Y todos comparten un humor inteligente, el mejor medio para desvelar el absurdo que vive en el corazón de tantas situaciones «serias».
Siempre las moscas, siempre, siempre, siempre…
¿Debería conceder entonces al guatemalteco laureles similares a los del argentino? Eso parece.
Sin embargo, cualquier obra debe arrostrar una prueba adicional, no necesariamente justa: la subjetividad del lector. Y, guiado —o maniatado— por ella, confieso que los cuentos, aforismos, etc. de Monterroso no llegan a impresionarme tanto como los de Cortázar.
¿Que la ironía me atrae como la miel a los dípteros? Sí. ¿Que la imaginación agita sus alas desde la primera a la última página? Sí. ¿Que lo he disfrutado? Sí.
Aun con tantas respuestas positivas, no lo encuentro imprescindible. «Solo» bueno.
Así son las cosas.
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