Hay asedios y asedios.
O sea, no es lo mismo estar tirado en la mazmorra de la torre que disponer de la Filarmónica de Viena y Lohengrin al alcance del mando.
Ahí tengo que reconocer ciertos privilegios. No sé si serán modernos o feudales…
Música, libros, fotos, historias, pensamientos, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
Hay asedios y asedios.
O sea, no es lo mismo estar tirado en la mazmorra de la torre que disponer de la Filarmónica de Viena y Lohengrin al alcance del mando.
Ahí tengo que reconocer ciertos privilegios. No sé si serán modernos o feudales…
No todas las ventanas de este castillo bajo asedio miran hacia el exterior.
Algunas intentan vislumbrar dentro de los mismos muros.
Para recordarnos qué significa realmente estar encerrado, que la vida solo sea un número de lista en una hoja de papel, tenemos que leer a Alexandr Solzhenitsyn.
Un día en la vida de Iván Denísovich concentra una poderosa capacidad de denuncia.
Narra un solo día. Un día cualquiera de la condena por haber caído prisionero durante la invasión alemana y conseguir posteriormente escapar —traidor y espía por partida doble, según la interpretación de los jueces—.
Desde el toque de diana hasta que el protagonista vuelve a tumbarse en el jergón.
La actividad en el campo de trabajo, los «crímenes contrarrevolucionarios» de cada hombre allí recluido, las relaciones entre ellos y con sus guardianes, los miedos y las inesperadas alegrías —unos gramos más de pan— que hacen su experiencia «soportable»…
Un documento que conviene no enterrar en el baúl de las «cosas que pasaban antes» o «que pasaban lejos».
Por la cuenta que nos trae.
¿Cómo pasarán los niños el asedio?
La cría del bajo de enfrente, por ejemplo —¿dos, tres años?— sale a la terraza y se sube en la bici sin ruedas.
Al cabo desmonta y pasa por una especie de marco —diseñado para hacer flexiones o para colgar perchas, no estoy seguro—.
Después salta por encima de un banco.
Llega por fin frente a la portería. Amaga con darle una patada al balón, pero se lo piensa mejor y lo coge con la mano. Directo a la red. ¡Gooooooool!
Media vuelta por el mismo camino. Choca los cinco con papá.
Y empieza de nuevo en su campo de juegos.
El Nuevo Testamento de la música: las sonatas de Beethoven.
Número veintinueve, Hammerklavier.
Adagio sostenuto. Appassionato e con molto sentimento.
No intentaré explicarlo con palabras.
Miro al cielo nublado, sosteniendo la taza de té caliente a media mañana.
Lo compré en Xizhou, rememoro. Un pu'er como Confucio manda.
Dicen que lleva flavonoides, catequinas y polifenoles, para que no me oxide.
Cuando termine el asedio voy a estar por dentro como una patena.
Hoy es San Patricio.
¡Y todos los pubs de la ciudad con la chapa bajada!
Pues no sé el resto de asediados lo que hará, pero yo ahora mismo pienso solucionarlo.
¡A la cocina! ¡A por una buena birra! ¡Crucemos el pasillo, el Río Grande y lo que haga falta!
We are the San Patricios, a brave and gallant band, there’ll be no white flag flying within this green command.
Primera jornada bajo asedio. Pues el bando así lo ordena, tranco la puerta para entrar o salir del castillo.
Hay víveres para resistir, me parece. Con una docena de yogures, cuarto de lomo y la caja de mandarinas, el estómago no tiene derecho al refunfuño.
Aunque posiblemente las cápsulas de café vayan a quedarse cortas. Ahí surgirá un problema a no mucho tardar.
Y las latas de tomate, o de guisantes o… cualquier otra lata, que todas habían volado cuando fui a reponer existencias, también brillan por su escasez en la despensa.
¿Qué hago, a ver, macarrones senza pomodoro? ¡Que somos asediados, no salvajes!
Pero bueno, insisto, no merece la pena quejarse. La moral es alta.
No queda sino batirnos...
Noche profunda, cobijo de paño negro.
Errante entre seres extraños.
Un rostro me contempla con dureza mientras camino.
El levantamiento del gueto de Varsovia en 1943 es el hilo conductor de Ganarle a Dios.
Y los pequeños detalles personales, las conversaciones con testigos cuyos recuerdos pueden incluso resultar diferentes sobre los mismos hechos, son la manera con la que Hanna Krall nos sumerge en aquel episodio.
Tampoco pretende narrar la lucha en sí misma, los preparativos, el desarrollo, la «derrota». Al menos, no de forma lineal.
Lo que busca es unirnos en espíritu a supervivientes cuyas vidas podrían haber desaparecido en un segundo, tan fácilmente como lo hicieron miles de otras a su alrededor.
Sangre, heroísmo no perseguido, la última voz sobre la Tierra de los condenados…
Con nombres y apellidos como Marek Edelman, que deben escribirse y pronunciarse en recuerdo de su sacrificio.
Una llama eterna.