Contemplo de nuevo mi reflejo en la ventana. Le pido en silencio una luz ya perdida.
Y sus labios se mueven en respuesta: Du Doppelgänger!, du bleicher Geselle!
Pálido compañero…
Música, libros, fotos, historias, pensamientos, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
Contemplo de nuevo mi reflejo en la ventana. Le pido en silencio una luz ya perdida.
Y sus labios se mueven en respuesta: Du Doppelgänger!, du bleicher Geselle!
Pálido compañero…
Recuerdo el salón de actos. Recuerdo al pianista, el leve movimiento de cabeza que hizo hacia mí.
Recuerdo que empecé a cantar: Das Wandern ist des Müllers Lust...
Recuerdo. Pero miro las imágenes de aquel día y no lo entiendo.
Soy yo… y no lo soy. Un extraño ha usurpado mi rostro, mi sonrisa torcida, mi voz.
Como si muchas vidas hubieran dejado sus pátinas sobre un cristal antes transparente.
La veía a diario. Era maravillosa.
Siempre supo que no iba a corresponderle. Al fin y al cabo, ella era una condesa.
Y él...
Pobre Franz.
Retrocediendo siglo y medio en el tiempo, al emperador vietnamita Tu Duc no se le ocurrió otra cosa que proscribir a los misioneros cristianos en su territorio, empezando por un obispo español al que envió a mejor vida. Según se mire, claro...
Su homólogo en el trono galo, Napoleón III, que precisamente estaba buscando terrenos por la zona, pensó: ¡Mon Dieu, aquí tenemos una oportunidad de grandeur!
Así que le pidió un favor a nuestra Isabel II. Total, no te cuesta nada, préstame unos regimientos, que en tres o cuatro meses lo tenemos solucionado. Si es casi una misión divina, anda, anda, ¿oui?...
Y para allá que se fue la tropa, a desembarcar en Da Nang al mando del coronel Palanca.
Así comenzamos el libro de hoy: La guerra de la Cochinchina, de Luis Alejandre Sintes.
El caso es que llegaron y hala, al fregado. Pero de meses, nada: cuatro años se pasaron cubriéndose de heroísmo... y de bichos selváticos, mientras los gobiernos de Madrid iban cambiando y olvidándose del asunto. ¿Cómo? ¿Que quién está dónde?
En consecuencia, las pagas no llegaban, y al coronel lo único que le quedaba era protestar porque los aliados iban plantando la tricolor y diciendo: Esto para el tío Napo, y esto, y esto, y esto, merci, mon ami.
Al final se firmó un tratado de paz que incluía el regreso de los misioneros para reparar el honor patrio y el protectorado de París para todo lo demás. Otra guerra a las estanterías de la historia, sección «A» de absurda.
Desde el punto de vista divulgativo, el volumen de Alejandre es de agradecer. Como punto fuerte, está muy documentado en cuanto a los personajes, las unidades y las acciones, sin descuidar al mismo tiempo una visión de conjunto sobre el colonialismo decimonónico.
El problema es la forma de escribir del autor, un estilo poco ágil, con tendencia a la dispersión, a las repeticiones desordenadas y por ello, en algunos de sus capítulos, lindando peligrosamente con la monotonía.
Lástima, nadie es perfecto.
2011. Os deseo...
Que encontréis lo que buscáis.
Y si no sabéis lo que buscáis, que ese algo os encuentre a vosotros.
Que nadéis en el aire, caminéis por los mares, respiréis de la tierra.
Porque la libertad, a menudo, significa atreverse a soñar.
Que no queráis ser perfectos, sólo humanos, incluso si cometéis errores.
Y a pesar de ellos, que vuestra mirada en el espejo os devuelva una imagen limpia.
Que al encajar un golpe, tengáis presente que no será el primero ni el último.
Y aunque duela, no os rindáis, porque sólo el último es el que podrá derrotaros.
Que améis y seáis amados.
Y si no hay suerte, que por intentarlo no quede.
Que consigáis ser felices. Un poco al menos.
Vivir. Nada más. Buen año.
Te acercas caminando.
¿Sobre la tierra? ¿Sobre el aire?
Mi mirada encuentra la tuya
una fracción de segundo.
Te alejas caminando.
¿Sobre el aire? ¿Sobre la tierra?
Imaginarse a una persona a través de sus palabras, esperarlas con impaciencia, enamorarse de ellas... Algo así es lo que les ocurre a los protagonistas de esta novela de Daniel Glattauer: Contra el viento del norte.
Emmi y Leo lo tienen todo más o menos encauzado. Ella, diseñadora gráfica, se encuentra casada con su antiguo profesor de piano. Él acaba de salir de una relación tormentosa y se concentra en su trabajo en la universidad.
Un día, Emmi equivoca el correo electrónico donde solicita la baja de su suscripción a una revista. Leo responde, iniciándose así un intercambio de mensajes.
Y llegan a abrirse tanto el uno al otro que temen encontrarse físicamente, por si las imágenes que se han formado en sueños no se correspondiesen con la realidad. Hasta que ya no pueden más. Entonces...
Para apreciar el libro hay que partir de sus buenas intenciones, es decir, creer en el azar, en que es posible que de la indiferencia surja el más poderoso imán, que el sentido de la vista pueda ser dejado de lado y, sobre todo, que se pueda tener miedo al amor.
Y aunque no se trata de la octava maravilla literaria, ni muchísimo menos, y de la prevención que suelen causarme los superventas, este me pareció agradable. Tiene un final abierto y precisamente acaban de publicar la segunda parte. A ver si para Reyes...
Al despertar, la lluvia, el frío, la oscuridad, se alejan al otro lado del vidrio.
Hoy hallaré la luz y el color de las hojas de los árboles.
Volvía caminando a casa aquella madrugada y se me ocurrió atajar por el parque.
Más que las raquíticas farolas dispersas aquí y allá, arrancando sombras chinescas de los árboles, era la luna llena la que me guiaba. Un silencio total.
De repente, noté los síntomas. ¿Por qué sudaba de esa manera, por qué esos temblores, ese vello erizado?
Miré alrededor con alarma: nadie. ¿De verdad no había ojos ocultos observando? Mis pasos se hicieron de plomo. ¿Y si por una vez no luchaba contra ello?
¿Y si dejaba salir a la fiera que vive en mi interior?
No pude contenerme más. Sin otros testigos que pudieran acusarme, las lechuzas, los somormujos, puede incluso que alguna ardilla en duermevela, sufrieron las consecuencias de la transformación.
De mi garganta brotaron los primeros sonidos: la, la...
Laralalera, laralalaaaa, laralalera, laralalaaaa, largo al factotum della città, largoooo, laralalaralalaralalaaaaa...
Hoy nos acompaña un maestro «de los de antes»: Lajos Zilahy, con su novela Primavera mortífera.
Se trata de una extensa carta que el protagonista, de quien nunca llegamos a saber el nombre, dirige a un amigo de su infancia.
Le ha visto llegar al mismo hotel donde él se aloja, ha reconocido a la mujer a su lado como aquella chiquilla que fue compañera de juegos de ambos y, en lugar de saludarlos, ha corrido a ocultarse, a redactar para ellos sus últimas líneas a la luz de una lámpara.
Porque, cuando llegue el alba, quiere pegarse un tiro en el corazón.
Un joven apuesto, terrateniente acaudalado en la Budapest imperial, miembro de la élite, con una prometedora carrera en ciernes... ¿Qué le impulsa a tomar tal decisión? ¿Quizá Edit von Ralben?
Rememora el momento en que se cruzó con ella en la escalera de casa, la fiesta a la que pudo hacerse invitar, sus primeros paseos en el monte Gellért, arropados por la complicidad de la madre, la primera vez que apoyó la cabeza en su regazo, la primera vez que la vio desnuda...
Y también, la primera vez que la vio hablando con el conde Ahrenberg. ¿Su rival?
A partir de aquí su existencia empieza a desmoronarse: juego, deudas, desprecio social... Hay una posibilidad de salvación cuando entra en escena Józsa, que arrastra sus propios secretos. Ella le ama, pero, ¿será eso suficiente?
Venga, que es una novela estupenda, de verdad, hacedme caso, no os lo penséis más. Vuestro destino es leerla.