La música lo dice todo.
Todo en una sola palabra: gracias.
Grazie, maestro, grazie per la sua vita.
(En recuerdo de Ennio Morricone).
Música, libros, fotos, historias, pensamientos, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
La música lo dice todo.
Todo en una sola palabra: gracias.
Grazie, maestro, grazie per la sua vita.
(En recuerdo de Ennio Morricone).
Los gigantes agitan amenazadores sus brazos.
Las voces del viento llaman a un hombre derrotado, a un capitán de la nada.
A la luz del amanecer, una sombra cabalga por las llanuras de La Mancha. Junto a él, Sancho Panza. Dentro de él, Dulcinea.
Canta Don Quijote: si ella pronunciara su nombre, aunque fuera solamente una vez…
Desde lo profundo de un espejo donde el caballero vio por primera vez su imagen, Dulcinea aparece. El sueño se ha hecho realidad.
Pero la realidad no existe, dice Sancho, y también las otras voces, las del viento: nada en el mundo es real.
Dulcinea, de Lorenzo Palomo. Cantata-fantasía.
A ver si llega el día de ir a escuchar a los Rock Overs como siempre, como tiene que ser, en primera fila.
De momento, tenemos su versión a distancia de Are You Gonna Be My Girl?
Correteo detrás con alegría, como un niño.
Nunca había visto uno antes. Sus orejas, su hocico, su armadura…
Y sí, puede que suene demasiado infantil. Ingenuo en cualquier caso.
Pero si hay algo que precisamente desee es no perder esa ilusión.
La de maravillarme tras los pasos de un armadillo.
Más de once mil años de antigüedad.
Pilares, muros megalíticos, habitaciones, pictogramas, animales cincelados sobre la piedra…
Y yo doy vueltas por las excavaciones arqueológicas, fascinado, absorto, con la cabeza llena de preguntas.
¿Cómo, por qué, quiénes?
No existen los recuerdos, solo la piedra. ¡Once mil años!
Göbekli Tepe…
Camino alrededor de las columnas jónicas de Garni. Los veo acercarse.
Los veo subir los escalones. Los veo entrar en el antiguo templo. Alguien hace sonar un diapasón.
Comienzan a cantar.
Pensaba fotografiar un edificio en Antigua, pero lo que capturo con la cámara es una mirada.
Solo eso, una mirada.
Más valiosa que todas las piedras y la argamasa del mundo.
Frank y Esther tenían razón cuando dejaron su mensaje en aquel puente de Colonia.
Siempre hay una nueva oportunidad
La ventana entreabierta. Los pájaros llenan los silencios de la música.
Gorriones junto a Marin Marais y su Tombeau pour Monsieur de Sainte Colombe.