Hoy es un día de fiesta. Pero no uno en el que quedarnos dormidos.
Porque la Constitución no es solo un texto encuadernado, algo que podamos sacar de un estante durante veinticuatro horas y volverlo a guardar.
Poner un ojo en tal o cual artículo, quejarse de que falta o sobra una coma, para luego olvidarnos del resto.
La Constitución es el alma de la res publica. Su hálito de vida.
El espejo de nuestras virtudes sociales.
Y, cierto, también de nuestros defectos. De lo que quisiéramos ser y quizá aún no acertamos.
En ella nos nombramos ciudadanos, no súbditos de los gobernantes.
Más allá de palabras poéticas, supone una gran diferencia. En derechos y en responsabilidades.
Por eso, este día, como el día de ayer, como el día de mañana, creo que nos merecemos decir bien alto…
¡Viva la Constitución Española!