domingo, 7 de febrero de 2010

Un frío amanecer

Un globo asciende al amanecer.

Era un frío amanecer.

Encendimos el fuego. La inmensa tela comenzó a hincharse, hasta que sólo las amarras pudieron retenerla.

Entonces, zarpamos.

El valle quedó lejos. Ascendimos más y más, navegando en busca de los vientos.

Pronto aprendí a escuchar los sonidos que me rodeaban. La llama que portábamos a bordo se confundió con mi propia respiración.

Mis ojos abarcaban el horizonte, mis manos querían tocarlo.

Aunque todo viaje tiene un final.

También cuando desconocemos el destino, cuando cada segundo es un minuto, cada minuto una hora, cada hora un día, cada día un año.

Cada año una vida.

Retornamos a tierra.

Y la vida continuó.

lunes, 1 de febrero de 2010

Las estrellas, mi destino

Clave de lectura: ¿Por qué abandonaron a Gully Foyle en el espacio? ¿Cómo logró sobrevivir?
Valoración: Un clásico de la ciencia ficción ✮✮✮✮✩
Música: Apollo 13, de James Horner ♪♪♪
Portada del libro Tigre, tigre (Las estrellas, mi destino), de Alfred Bester.

Nos encontramos en el siglo XXV y la historia humana ha cambiado muchísimo desde que un tal Jaunte descubrió nuestra capacidad para teleportarnos con el poder de la mente. Es decir, jauntear.

Cierto que existen limitaciones, pues hasta el momento sólo es posible trasladarse a sitios que uno ya conozca y no más lejos de mil quinientos kilómetros. Pero quizá ese escollo acabe superándose para bien de la exploración del universo.

Y de las oportunidades mercantiles, por supuesto.

Porque el interés de las multinacionales por aumentar su cuota de mercado puede llevar hasta la guerra entre planetas.

Mientras tanto, debido a la amnesia, el mecánico de tercera Gully Foyle no logra aclararse. Las únicas imágenes del pasado que acuden a su mente corresponden a la nave en que viajaba, que resultó destruida, y a otra nave que, en lugar de rescatarle, le abandonó a su suerte.

De forma inverosímil pudo salvarse, aunque fuerzas poderosas le persiguen desde entonces y no entiende la razón. Por ello ha de camuflar su identidad y, sobre todo, no dejar traslucir emociones que le hagan enrojecer o encolerizarse. Pues cuando la sangre acude a su rostro... Algo pasa, vamos.

Robin se tendió en el patio de mármol. Foyle conectó su cuerpo, aceleró hasta convertirse en una relampagueante mancha y abrió un agujero en la pared de cristal. Muy abajo en el espectro de sonido oyó apagados ruidos. Eran disparos. Rápidos proyectiles pasaron a su lado. Se echó al suelo y conectó sus oídos, recorriendo desde las más bajas tonalidades hasta los sonidos supersónicos y captando finalmente el zumbido del mecanismo de control del Atrapahombres. Giró lentamente su cabeza, localizó el punto con su goniómetro binaural, fintó entre el chorro de balas y demolió el mecanismo. Se frenó.

Tigre, tigre, de Alfred Bester (también editada con el título de Las estrellas, mi destino) es una fantasía interestelar con elementos detectivescos, un clásico del género apto para el niño y la niña.

La recomendación de hoy.


miércoles, 20 de enero de 2010

Cenizas

Fuego y cenizas

Mana fuego de la tierra. Respiro fuego. Me quemo por dentro, lentamente.

Dicen que quien nada espera, nada puede perder.

Por eso anhelo deshacerme de la esperanza. Por eso sueño con no soñar.

Mientras tanto, avanzan imparables las cenizas.

No lo conseguiré.

domingo, 17 de enero de 2010

Maldito karma

Clave de lectura: De hormiga a ser humano en nada sencillos pasos.
Valoración: Muy gracioso ✮✮✮✮✩
Música: Antz, de Harry Gregson-Williams y John Powell ♪♪♪
Portada del libro Maldito karma, de David Safier.

Hacer felices a los demás es fundamental para asegurarnos una satisfactoria reencarnación en nuestro largo camino hacia el nirvana. Porque la ausencia de buen rollo, portarse de forma egoísta, podría tener como efecto que volviéramos a nacer con seis patas, dos antenas y un gran abdomen, por ejemplo. Y la existencia en esas condiciones no es la más cómoda imaginable. Que se lo pregunten a Casanova. O a Kim Lange.

En Maldito karma, David Safier nos ofrece conocer mejor a ambos personajes. Kim es una presentadora de televisión casada con Alex, un hombre encantador. Sus éxitos profesionales, coronados con una nominación al premio más prestigioso del ramo, colman cualquier ideal que una chica crecida entre bloques de cemento prefabricados en Alemania del Este hubiera podido soñar.

Cierto que su relación de pareja se encuentra algo deteriorada, pues no se sube en la escala social sin hacer renuncias en lo personal. Cierto también que ha pisado unas cuantas cabezas en esa ascensión, y que despierta por lo tanto pocas simpatías entre sus colegas. Pero, ¿qué importa? Va a llevar un vestido exclusivo de Versace en la entrega de galardones. Perfecto, todo perfecto.

Si no fuera porque el lavabo de una estación espacial fuera de órbita, al precipitarse sobre la Tierra, la pilla justo debajo. Y cuando abre de nuevo los ojos, es el colmo: se ha reencarnado en una hormiga, con la natural indignación hacia Buda y sus estúpidas reglas.

¿De qué manera volverá al mundo de los humanos? Parece que va a necesitar la ayuda de otro insecto con más experiencia, ciento quince vidas ya, y motivos más que suficientes para quejarse de su actual cuerpo: el signore Giacomo Casanova.

Al día siguiente, nuestra mamá nos amamantó con cariño. Tengo que decirlo: era una amamantadora buena de narices. Nos mimaba a todos nosotros, criaturas chillonas, las veinticuatro horas del día, nos daba ánimos y nos lamía para asearnos. Y por raro que suene: empezaba a gustarme. Después de todos mis días estresantes como hormiga, aquello casi eran unas vacaciones. Bueno, yo hubiera preferido una semana de relax con masajistas musculosos en la exclusiva isla de Sylt (seguro que me habría complacido más que me lamieran ellos).

La historia es francamente graciosa. Kim habrá de pasar del orden de los himenópteros a otros superiores, llevando a cabo acciones meritorias que le permitan recuperar a su familia. Y no le conviene perder demasiado tiempo, pues su mejor amiga de juventud, Nina (a quien Casanova considera un ejemplar bípedo de arrebatadoras características físicas), se muestra muy interesada en seducir a su marido.

Sin desvelar más, no lo dudéis: lectura recomendada.


lunes, 11 de enero de 2010

Capricho

—Oye, Patrick, esta salsa está buenísima, ¿la has preparado tú?
—Eh... Gracias, pero creo que...
—¿Cuál es la receta?
—¿Del guacamole? Pues básicamente, aguacate y...
—Espera, espera. Chicas, venid y probad lo que ha traído Patrick a la fiesta.
—Si es que yo...
—Ya ves, a mis amigas también les gusta, creo que vamos a llevarnos bien. ¿Qué más sabes hacer, Patrick?
—Uh...
—Vaya, tú no hablas mucho, ¿verdad?
—Sí. No. A veces. No me llamo Patrick.
—Ay, qué gracioso, ja, ja, ja. Deja que te mire... Tienes cara de Patrick. Por lo tanto, eres Patrick. Yo soy Linda.

Y con el nombre de Patrick tuve que quedarme.


martes, 5 de enero de 2010

Ya vienen, ya vienen…

Fresco de tres reyes.

Escribimos nuestra carta con ilusión infantil. ¿Qué pediremos?

Hay corsarios y filibusteros, ávidos de botín. Hay mohicanos, los últimos de su estirpe. Hay robots de corazón casi humano y más de un humano sin corazón. Hay gigantes de un día y liliputienses al siguiente. ¡Tierra, tierra! ¡Paso al correo del zar!

Como el vilano, nos posee un espíritu alado. Dos gacelas gemelas respiran, palpitantes, y con los labios trémulos de deseo seguimos a la apasionada andaluza hacia la perdición.

Nos deslizamos por lianas. Cabalgamos por la Tierra Media. Nos hacemos invisibles. Descendemos al infierno, volamos hasta la Luna, cruzamos el espejo, rompemos nuestras cadenas de esclavos.

Desde un estante nos recuerdan que la vida es sólo un sueño, desde otro nos observa el ojo de cierto hermano. Más allá nos llama un rumor de quimeras, un eco, un susurro de adiós. Volvemos a casa por mares de leyenda, con el nombre de la princesa de Troya escrito indeleble en la piel.

Desafiamos a todos los guardias del cardenal, reímos, lloramos en silencio, conocemos a cronopios y famas, a los rudos habitantes de Cimmeria, nos inclinamos ante el Gran Khan. Asistimos a la gloria y a la ruina de Ávalon.

Hay que decidirse. Ya vienen los Reyes.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

2010 (Si...)

Estatua Los portadores de la antorcha.

Con Rudyard Kipling, me gustaría desear un buen año a quienes estéis leyendo estas líneas. A todos, por anticipado, feliz 2010.

Si...

Si puedes mantenerte firme, cuando todos a tu alrededor
se derrumban y te echan a ti la culpa;
si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan
y, al tiempo, no echar esas dudas en saco roto;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o que te engañen y no devolver a cambio engaños,
o que te odien y no dar cabida al odio,
y aun así, ni parecer demasiado bueno, ni hablar con excesiva sabiduría…

Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen,
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu meta;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a ambos impostores por igual;
si puedes escuchar, y además soportarlo, a personas sin escrúpulos
tergiversando la verdad que has dicho, para atraer a los necios,
o puedes ver destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con herramientas inservibles...

Si puedes poner todas tus ganancias en un montón
y arriesgarlas a una sola tirada,
y perder, y volver a comenzar desde el principio
sin una palabra de queja sobre tu pérdida;
si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
y a resistir cuanto ya no te queda nada más,
excepto la voluntad que les dice: «¡Resistid!»…

Si puedes hablar con las multitudes y conservar tu virtud,
o caminar entre reyes, manteniendo los pies en el suelo;
si ni enemigos ni tampoco los buenos amigos pueden herirte,
si todo el mundo cuenta contigo, pero nadie demasiado;
si puedes ocupar cada minuto inexorable,
haciendo que los sesenta segundos valgan la pena,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella
y, lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

(Traducción propia de la versión original en inglés).

domingo, 27 de diciembre de 2009

Mektub

Silueta de un hombre a solas.

Mektub.

Está escrito, como dicen los hijos del desierto.

Construimos nuestras propias cárceles, nuestras fortalezas, levantadas piedra a piedra a lo largo de los años.

Desde fuera se ven poderosas.

Y en su interior... Bueno, ¿a quién le importa lo que ocurre en el interior?

Mektub.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Bella figlia dell’amore...

¿Queréis solo música? ¿Sí?

¿Una de las mayores escenas en la historia de la ópera? Oído cocina.

Bella figlia dell’amore, del Rigoletto de Verdi.


viernes, 18 de diciembre de 2009

El muro

Clave de lectura: Encuentro de una mujer consigo misma.
Valoración: Obra maestra ✮✮✮✮✮
Música: Dreamtime, de Toru Takemitsu ♪♪♪
Portada del libro El muro, de Marlen Haushofer.

Imaginad que estáis invitados a la casa de campo de unos amigos. Naturaleza, montañas, aire puro...

Vuestros anfitriones tienen que acercarse una tarde al pueblo y vosotros os quedáis disfrutando de la cabaña. Es un poco raro que a la mañana siguiente aún no hayan regresado, de manera que salís al camino por si acaso hubieran sufrido algún percance.

Y de repente, ¡paf!, choque en toda la frente.

La vía parece expedita, ¿con qué habéis topado? Alargáis la mano y la posáis sobre una superficie invisible pero sólida, que os impide seguir adelante.

Al tacto, vais siguiendo el contorno hasta llegar a las proximidades de un caserío, desde donde distinguís a sus habitantes. Mejor dicho, a quienes fueron sus habitantes. Paralizados, convertidos en piedra. Algo ha acabado con todo vestigio de vida al otro lado.

Así comienza El muro, escrito y publicado por Marlen Haushofer en fecha tan temprana como 1963 (por si acaso alguien se preguntaba a quién se le ocurrió primero la idea de la «cúpula» que aísla a una comunidad, si a Stephen King o a ella).

A lo largo de sus páginas, la protagonista, cuyo nombre nunca sabemos, tendrá que aprender a sobrevivir en el valle donde es la única representante de la especie humana.

O quizá no...

Ordeñar, sembrar patatas, segar y atropar la hierba, aprovisionarse de leña para el invierno, cazar a los animales cuya muerte no ponga en riesgo el equilibrio ecológico... Cada acción supone un mundo para una persona de ciudad, con cuarenta años cumplidos y dos hijas ya adolescentes.

Hacia las cuatro, cuando enciendo la lámpara, la gata sale de su rincón y salta sobre la mesa cerca de mí. Durante un rato me observa mientras escribo. Le gusta la luz amarilla de la lámpara tanto como a mí. Oímos a las cornejas abandonar el claro con sus ásperos gritos y la gata echa hacia atrás las orejas nerviosa. Cuando se calma ha llegado nuestro momento de diálogo. Suavemente me quita el lápiz de la mano y se arrellana sobre las páginas cubiertas de escritura. Yo la acaricio y le cuento viejas historias o le canto canciones. No canto muy bien, por eso canto bajito, sobrecogida por el silencio de la tarde invernal.

Pero el mayor desafío no es el esfuerzo físico o afrontar la soledad. No, otro descubrimiento, según transcurren los días, la turba aún más.

Llegar a sentirse una desconocida para sí misma.

Darse cuenta de que su existencia anterior, donde cumplía con un rol no elegido, con una expectativa social sujeta a escrutinio, bajo reglas tan reales como la pared que ahora la encierra, le causaba sin saberlo una profunda insatisfacción.

En definitiva, ¿por qué recomendar a esta singular autora? ¿Por qué leerla a ella, entre tantos otros millares de opciones?

Porque escribió una verdadera obra maestra.