Días después del apagón, me siento a la puerta de casa con una taza de té. Los cables que colgaron inertes de fachada en fachada sirven de columpio a las golondrinas.
Estoy en Pimiango, que es un buen lugar para… Para todo.
He plantado hortensias y calas, que también llaman mantos. He recogido limones. He hundido los dedos en la tierra esponjosa con semillas de flor, de pimiento y de tomate.
El rosal y los geranios me dan los buenos días tan alegres que levanto la mano para saludar junto a ellos al nuevo sol.
Dos gatines no tardan en aparecer, reclamando con maullidos su cuenco de leche matutina.
Aún no he decidido con qué nombre armar caballero al atigrado: Arturo, Merlín, Lanzarote y Perceval ya desfacen entuertos… Quizá Galahad… Sí, el intrépido Galahad, definitivamente.
(La mirada del negro me inquieta: ¿no estaré dando de desayunar a un oculto Mordred?).
Cuando me acerque a La Librería habrá miles de mundos aguardándome. Y sé que algunas personas sonreirán.
Volveré dentro de poco a caminar sobre el asfalto, también lo sé, a descender a esos túneles en los que el tiempo tiene el mismo valor que soplar sobre un diente de león.
Pero hoy no. Hoy no…
4 comentarios:
Hoy tocaba despertar a ese nuevo presente que calma, que procura silencio, sosiego, y un tiempo para el orden natural de las cosas. Hoy tocaba pisar ese terreno apenas explorado en el que el aire, el canto de los pájaros y el contacto con la Naturaleza es el alimento preciado, el alimento necesario. Enhorabuena.
Un abrazo grande.
Me alegra saber que tienes un buen refugio en la tormenta y un ejército de caballeros para defenderlo ;)
Un alimento efectivamente tan olvidado que los olores, los sabores, el tacto, la vista, lo tenían ya por nunca existido.
Gracias. Pero Mordred, Mordred... No sé, también ha aparecido Ginebra y resulta que se llevan bien, lo que me hace un poco de lío.
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