lunes, 27 de abril de 2009

Platón y un ornitorrinco entran en un bar...

Clave de lectura: Acercamiento humorístico a la filosofía.
Valoración: Se agracece ✮✮✮✮✩
Música: Dilema de amor, de Les Luthiers ♪♪♪
Portada del libro Platón y un ornitorrinco entran en un bar, de Thomas Cathcart y Daniel Klein.

Thomas Cathcart y Daniel Klein son los autores de Platón y un ornitorrinco entran en un bar..., que lleva por subtítulo La filosofía explicada con humor.

La filosofía es un campo que por desgracia mucha gente considera con actitud ambivalente, entre el respeto receloso y la displicencia.

Los guardianes de sus arcanos hablan en un lenguaje rarísimo, escriben de cosas rarísimas y se sitúan en el furgón de cola de las profesiones más prestigiosas: médico, arquitecto, ingeniero, futbolista...

Por eso, la idea de partida del libro es muy buena. Y también el resultado.

No es que los «chistes» sean de los que uno estalla en carcajadas incontenibles, pero quien sea capaz de hacerlo mejor para explicar los postulados de la metafísica, la lógica, la epistemología, la ética, la filosofía de la religión, el existencialismo, la filosofía del lenguaje, la filosofía social y política, la relatividad y la metafilosofía, que son los capítulos en los que se divide esta obra, que tire la primera piedra.

Tres mujeres están en los vestuarios de una pista de squash, cambiándose para jugar, cuando entra un hombre que sólo lleva una bolsa en la cabeza.
—Mi marido no es —dice la primera mujer después de mirarle el pito.
—No, no es tu marido —afirma la segunda.
—Ni siquiera es miembro de este club —asegura la tercera.

Así se ilustra, por ejemplo, el triunfo del empirismo en la epistemología occidental.

Hala, leedlo.


miércoles, 22 de abril de 2009

Libro de las invasiones de Irlanda

Clave de lectura: Los irlandeses son gallegos… entre otros que desembarcaron por allí.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Alborada de Veiga & Muiñeira de Chantada, de Carlos Núñez y The Chieftains ♪♪♪
Portada del libro Lebor Gabála Érenn o Libro de las invasiones de Irlanda.

Según el Lebor Gabála Érenn o Libro de las invasiones de Irlanda, redactado por monjes anónimos del siglo XI, hubo en tiempos remotos un rey en Galicia descendiente de faraones. Su nombre era Breogán.

Y allá por Brigantia mandó construir una torre desde la que Ith, su hijo, pudo otear una línea sobre el horizonte: la verde costa de Erín.

Aunque me estoy adelantado un poco a los acontecimientos: esta parte ocurre ya avanzadas las páginas del manuscrito. Antes de llegar a ella sabremos de la fundación del país por Cesair, una nieta de Noé a quien, lejos del arca en el momento del diluvio, le fue breve la aventura.

También se narra la arribada de Partholon desde Grecia —y la subsiguiente invención de la cerveza—, así como la primera contienda en su suelo contra una persistente raza de monstruos, los fomorianos.

Más tarde aparecen los nemedianos, procedentes de Escitia, los Fir Bolg y los Tuatha Dé Danánn. Unos dejan paso a otros.

Volviendo al episodio de Ith, el príncipe aparejó su nave para ir a echar un vistazo, pero los caudillos Mac Cuill, Mac Cécht y Mac Gréine se mostraron reticentes a la visita y lo alancearon.

Al tener noticia del suceso, los milesios, vástagos de Mil de España, sobrino del infortunado explorador —no nos perdamos en el árbol genealógico—, pusieron proa al ocaso con ánimo de venganza. Sesenta y cinco velas capitaneadas por el indómito Donn.

Los hijos de Mil avanzaron hasta desembarcar en Inbher Stainghe. Los Tuatha Dé Danánn no pudieron sufrir su toma de tierra en ese lugar, ya que no habían celebrado una conferencia previa con ellos. Hicieron, por medio de artes druidicas, que ni la región, ni el país, ni el territorio fueran visibles ante los hijos de Mil. Ellos circunvalaron Irlanda tres veces, hasta que al final tomaron tierra en el puerto de Inbher Scene; jueves era el día de la semana, la víspera de Samain, el día diecisiete de la Luna; Anno Mundi 3500.

En vista de su combatividad, los tres Mac concertaron con los invasores una tregua: la flota se retiraría a una distancia de nueve olas mientras ellos movilizaban a todos sus guerreros para que la lucha fuese justa.

Ah, pero los hechiceros de los Tuatha Dé Danánn aprovecharon arteramente para conjurar una tempestad que impidiera el nuevo desembarco. Furia oceánica, rayos incendiarios, rugir del cielo…

Los milesios las pasaron canutas, continúa el relato. Sin embargo, para los asuntos mágicos contaban con su propio druida, un tal Aimirgin, que pronunció el contraconjuro y calmó a los irascibles elementos.

En consecuencia, pusieron otra vez pie en tierra y conquistaron la isla, que se repartieron equitativamente.

Y así es como todo ocurrió. Está negro sobre blanco, aunque se haya difuminado en la bruma atlántica de la historia. ¡Anda que no eran sabios ni nada estos monjes medievales!


miércoles, 15 de abril de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres

Clave de lectura: Un gran éxito de la novela negra escandinava.
Valoración: Ni sí ni no ✮✮✮✩✩
Música recomendada: You Are Beautiful, de James Blunt ♪♪♪
Portada del libro Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson.

Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson, no es una mala novela. Nótese el matiz: no defiendo que sea buena, sino que no es mala.

Dicho lo cual, tampoco alcanzo a entender la fiebre desatada a su alrededor, así que seré muy breve en el comentario.

Como puntos fuertes, la trama detectivesca se muestra razonablemente sólida y los personajes creíbles, tanto en sus aspectos psicológicos como en sus actos —la Salander, peculiarísima con justicia—.

Destacaría que el autor no deja títere con cabeza en la denuncia de aspectos poco publicitados de la, en apariencia idílica, sociedad del bienestar nórdica, como la violencia machista o los tejemanejes empresariales.

Y es innegable que mantiene la atención... Al menos, desde la página ciento cincuenta, que es cuando suceden cosas.

—Mikael: llevo casi treinta y siete años al borde de la locura, dándole vueltas a lo que le ocurrió a Harriet. A lo largo de los años he ido dedicando cada vez más tiempo libre a dar con ella. —Se calló, se quitó las gafas y se puso a buscar en las lentes algún rastro invisible de suciedad. Luego levantó la vista y observó a Mikael—. Si he de serte completamente sincero, la desaparición de Harriet fue la razón por la que, al cabo de unos años, abandoné el timón de la empresa. Perdí la ilusión. Sabía que había un asesino en mi entorno […].

Esto último lo apunto en el debe, ya que el ritmo se ve perjudicado para mi gusto. Además, los protagonistas suelen tener demasiada suerte, convirtiendo sospechas poco claras en útiles pistas para resolver el misterio en que se ven envueltos y, sobre todo, el final no sé si está muy logrado, la verdad.

Voy a contracorriente: recomendada ma non troppo.


viernes, 3 de abril de 2009

Relato soñado

Clave de lectura: ¿Qué caras de la pareja se esconden tras los antifaces?
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Suite de jazz nº 2 (Vals), de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro Relato soñado, de Arthur Schnitzler.

Arthur Schnitzler sitúa los carnavales como fondo panorámico de su novela Relato soñado.

Fridolin y Albertine, feliz pareja vienesa, han estado en un baile de disfraces, y entre ostras, champán y desconocidos insinuándose tras el anonimato del antifaz, la vuelta a casa acaba en pasión arrebatadora.

Llegado el momento de las confidencias, se cuentan fantasías que cada uno ha tenido con terceros, como ese apuesto joven o la bañista con quienes se cruzaron brevemente durante unas vacaciones.

Tonterías, simples escarceos oníricos que deberían ser motivo para la sonrisa cómplice, pero que se convierten en una punzante sombra sobre su estabilidad marital.

A partir de entonces, con las fronteras entre la ensoñación y la vigilia completamente desdibujadas, Fridolin se arriesga de forma impensada en encuentros con diversas mujeres, que nunca pasan del estado de las palabras, las dudas y los deseos soterrados.

Hasta que un antiguo compañero de facultad le proporciona la contraseña para entrar en determinada casa donde le han contratado para tocar el piano con una venda sobre los ojos.

Allí se celebra una fiesta especial para unos cuantos elegidos, ocultos de nuevo bajo las máscaras. En caso de ser descubierta su intrusión, tendría serias consecuencias, pero se siente incapaz de escapar cuando aún está a tiempo, porque... allí la conoce a ella. A ella...

Fridolin estaba como borracho, no sólo de ella, de su cuerpo perfumado, de su boca al rojo, no sólo por la atmósfera de aquella sala, por los secretos voluptuosos que lo rodeaban…; estaba ebrio y sediento a la vez de todas las experiencias de aquella noche, ninguna de las cuales había terminado; de sí mismo, de su audacia, de la transformación que sentía en su interior. Y rozó con las manos el velo que envolvía la cabeza de ella, como si quisiera quitárselo.

Bien, al principio puede parecer poco consistente que los sueños confesados por cada protagonista desencadenen esa extraña fiebre en Fridolin, pero acabamos creyéndolo y siguiendo sus andanzas con verdadera ansia, hasta un final que, evidentemente, no se trata de desvelar aquí.

Estupendo libro.


miércoles, 25 de marzo de 2009

El Kama Sutra de la oficina

Clave de lectura: Aplicaciones laborales de la literatura clásica india.
Valoración: Hay tanto que podemos aprender sobre el tema... ✮✮✮✩✩
Música: Fever, de Eva Cassidy ♪♪♪
Portada del libro El Kama Sutra de la oficina, de Julianne Balmain.

Me pregunta una compañera de trabajo si estoy enfadado. Con extrañeza, levanto la mirada del monitor. ¿Es que acaso se me ve mustio, ojeroso, falto de vitamina D?

¡Ah, no, no puede ser! ¡Pero si ya es primavera! ¡Esto tiene que bullir con la llamada de la vida, con el grito de la jungla, con las flores abriéndose exuberantes, preludio de jugosos frutos, con los perfumes de la naturaleza inundando las pituitarias...!

Mientras tanto, se me ocurre echar mano de una referencia literaria: el Kama Sutra de la oficina, de Julianne Balmain.

¿Qué pasa? ¿Es que nadie conoce las inmensas posibilidades de la fotocopiadora o el ascensor?

¿Y qué decir del ratón, ese invento multiusos, o los sujetapapeles en el lóbulo de la oreja?

¿Y la danza de las mil notas adhesivas?

Tampoco es que llegue a desternillante, pero en fin, es bastante simpático el librillo este.

Sobre todo, nos debería servir como cura de humildad, para recordarnos que nuestras habilidades siempre pueden mejorar en un campo tan fundamental y conviene aprender algo nuevo cada día.

El escritorio, aunque no sea más que una mesa de trabajo suavizada por almohadas y colgaduras de seda desparramadas por doquier, es del todo apropiado para el congreso o cópula carnal, siempre y cuando los amantes estén dominados por una pasión febril y sean lo suficientemente flexibles. La pantalla del ordenador sirve para sujetarse, agarrándola entre las piernas, cuando uno se inclina hacia delante o hacia atrás. Al igual que la bandeja del escáner, el teclado ofrece un masaje improvisado al amante recostado.

Venga, no os quedéis ahí como pasmarotes, que la primavera fluya también por vuestras venas.


viernes, 20 de marzo de 2009

Cosas que me contó mi padre

Cartel de toro en blanco y negro.

Era todavía un crío cuando me mandaron a trabajar al castillo. Decían que había pertenecido a don Álvaro de Luna, y aunque ya no conservaba las murallas, todavía era impresionante por dentro.

Y no veas la de gente que trabajaba en las fincas del conde. El conde viejo, quiero decir. Cuando construyeron la aldea, el marqués, que era uno de los hijos, les hizo firmar a todos un nuevo contrato de arrendamiento, como si acabaran de llegar. Supongo que sería por algo de los derechos. A los que no quisieron los echó de las tierras, aunque vinieran de familias con generaciones en el lugar.

No es que fuera malo el marqués, sólo que a veces tenía sus cosas. Imagínate que se había comprado útiles de barbero y se divertía cortándonos el pelo. Nos pagaba diez pesetas y nos metía las tijeras por la melena. Claro, los resultados eran un desastre, todos llenos de trasquilones. Pero después íbamos a uno que sí sabía y nos cobraba una peseta por arreglarlo, de forma que ganábamos nueve. Y en aquella época eran un capital, no te rías.

El conde viejo también tenía unos prontos algo raros con el dinero. Una vez estábamos de caza y salieron dos chochas. ¿Que qué es eso? Pues así les decíamos, no sé cómo se llamarán de otra forma. Unas aves rarísimas de encontrar, podías estar meses pateando el monte y ni una. ¡Vaya, cómo se puso el conde de contento cuando cobró las dos piezas de una tacada! Le dio al capataz quinientas pesetas y le dijo que fuera al pueblo a comprarnos ropa nueva a los chavales. ¡Quinientas pesetas! Nadie había visto esa cantidad antes.

En otra ocasión había llovido tanto que se desbordó el río y cortó el paso al castillo. Yo tenía que presentarme temprano, porque me esperaban como monaguillo. Pero el agua llevaba una fuerza enorme, así que no me quedó mas remedio que esperar en la otra orilla. Cuando por fin lo conseguí, el conde debía de andar de mal humor y nada más entrar me arreó un bofetón. Al día siguiente ya se había calmado y me mandaron aviso de que quería verme. Pedí permiso en la puerta con cuidado. El conde se dirigió hacia mí y, de repente, me abrazó muy compungido, pidiéndome perdón. Y me dio cinco duros para que se me pasara el disgusto. Si las diez pesetas del marqués eran dinero, veinticinco...

Sí, sí, la caza era su pasión, hasta criaba zorros. Igual que los ingleses: los capturaba de cachorros y nos mandaba cuidarlos, encerrados en una zorrera. Cuando crecían, los soltaba y los perseguía con los caballos y los perros. Pues no sé de qué manera, una noche se escaparon todos y la bronca que nos sacudieron fue de campeonato. Si hubiera llegado a sospechar que alguien lo había hecho aposta, no nos salva ni el cura.

Ahora, que a lo que tenía especial aprecio era a los faisanes. Conejos y lebratos, podíamos coger los que quisiéramos, pero los faisanes eran sagrados. Había un hombre que trabajaba allí, y también todas sus hijas, y montó una vez una trampa para liebres con tan mala fortuna que lo que cayó fue un faisán. Uno de los guardas se quedó esperando a que apareciera el culpable para recoger la presa. Ya puedes imaginarte que lo despidieron, y hasta salió bien librado solo con eso.

Ja, ja, ja, el conde tenía una caseta en el campo donde guardaba provisiones por si le entraba apetito. Un montón de conservas. Y no quería que nadie conociera el escondite para que no le desaparecieran. Pero yo sí lo sabía, y alguna vez sacaba a hurtadillas botes de perdiz en escabeche, que estaban de rechupete. Es que en casa sólo había garbanzos para comer. Y que no faltaran. Poníamos la perola encima de la mesa y cada uno metía la cuchara, que éramos muchos.

Mira, esa era una manía más de los del castillo. Si tenía la suerte de acompañar en las batidas al conde joven, nos daban bocadillos de filete o de tortilla a los dos. Entonces él me mandaba ir y cambiárselos a una señora por garbanzos, que le gustaban a rabiar. Yo le contestaba que bueno, que con el suyo hiciera lo que quisiese, pero que mi bocadillo no me lo quitaba ni María santísima.

Este conde joven era peor que los otros. Peligroso de verdad. ¿Sabes que tenía un revólver? Su manera de entretenerse era meter una bala en el tambor, darle vueltas y, a quien se cruzara, ponerle el cañón en la cabeza y apretar el gatillo. Te has quedado mudo. Yo tenía unos trece años ya por entonces, y estaba cavando un hoyo con una pala. De repente vino por detrás con la pistola y... clic. Me di la vuelta y le miré, sorprendido. Estaba sonriendo, burlonamente. Fue instintivo, alcé la pala para defenderme. Pero otro muchacho que estaba a mi lado se interpuso gritando: «¡Al conde no, al conde no!». Y se llevó él el palazo, por tonto, mientras el otro se alejaba a carcajadas...

domingo, 1 de marzo de 2009

El ejército iluminado

Clave de lectura: ¡A El Álamo! ¡Que viva México!
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: El Álamo, de Dimitri Tiomkin ♪♪♪
Portada del libro El ejército iluminado, de David Toscana.

En esta ocasión nos acompaña El ejército iluminado, del escritor David Toscana.

El profesor Matus inflama con sus lecciones de historia las ansias de reunificación entre la patria y Texas, territorio arrebatado al México glorioso. Ese exceso de celo, que le costará el puesto en la escuela ante las quejas de algunos padres sin dignidad, viene motivado por su experiencia personal con los vecinos del norte.

Cuarenta y cuatro años antes, durante los Juegos Olímpicos de 1924, Matus se había propuesto emular a los atletas que disputaban en Europa la maratón. Haciendo caso omiso de las burlas de quienes se cruzaban con él trotando en calzón corto, recorrió la misma distancia y a la misma hora que el resto de participantes, pero en Monterrey.

De acuerdo con el cronómetro, sabe que le hubiera correspondido la medalla de bronce, que reclamó repetidamente al tercer clasificado oficial. Este, por supuesto un yanqui, nunca se dignó a responder sus cartas.

En consecuencia, tras reclutar a cinco entusiastas para su «ejército», el gordo Comodoro, Azucena, el Milagro, Cerillo y Ubaldo, personas de capacidades especiales, parten todos juntos hacia el río Bravo con la sagrada misión de cruzarlo y llegar a El Álamo, que habrán de reconquistar a sangre y fuego.

La tricolor con el águila devorando a la serpiente los irá arropando en sus quijotescas aventuras, según se aproximan más y más a la gesta.

Tras recorrer por más de media hora un camino sin pavimento, Matus estaciona el auto junto a un corral y hace sonar la bocina. Un par de gallinas corre en desbandada, otras permanecen inmóviles o picoteando su alimento. ¿Dónde estamos?, pregunta Comodoro. Un hombre sale de la casa contigua, alza los brazos en señal de saludo y pronuncia frases que resultan inaudibles en el interior del auto. ¿Es amigo o enemigo?, el Milagro saca la cabeza por la ventanilla. Estamos en nuestro campo de adiestramiento, dice Matus, de aquí saldrán hechos soldados al servicio de la patria, guerreros en mente, alma y cuerpo.

Original, con un estilo vivaz, articulado en forma de flashback, donde las hazañas que creen vivir los protagonistas se entrecruzan en diferentes momentos del tiempo, Toscana nos mete muy dentro de sus personajes. Consigue hacernos ver las cosas a través de sus mismos ojos, lo que provoca amplias sonrisas de complicidad hasta el inevitable final.

Un autor y un libro, en suma, a recomendar con alborozo.


miércoles, 18 de febrero de 2009

Viaje en torno de mi cráneo

Clave de lectura: Lucha contra un tumor cerebral desde una perpectiva muy particular.
Valoración: Pesado ✮✮✩✩✩
Música: Always Look on the Bright Side of Life, de Monty Python ♪♪♪
Portada del libro Viaje en torno de mi cráneo, de Frigyes Karinthy.

Frigyes Karinthy empezó escuchando ruidos extraños en su cabeza y, después de muchas vueltas, la cosa acabó en tumor. De manera que se le ocurrió escribir Viaje en torno de mi cráneo.

Ya que siempre había destacado en el ámbito humorístico, fue ese el enfoque que prefirió para relatar sus andanzas de galeno en galeno, así como los cambios que sobrevinieron en su relación con familia y amigos debido a la enfermedad.

Finalmente se trasladó a Suecia, donde un tal doctor Olivecrona se hizo cargo del caso, aparentemente con gran éxito.

Cuando mi profesora de húngaro me vio con el volumen en ristre, me dijo que Karinthy era muy famoso en su país, pero ella nunca había osado leerlo por considerarlo «demasiado difícil».

Pues le concedo bastante razón. De hecho, reconozco que me costó avanzar: un capítulo un día, pausa, medio capítulo, otro receso, cuarto y mitad al siguiente...

Se ponen a estudiar mi olfato y se preocupan de si soy capaz de diferenciar, por el olor, el ajo de la fresa silvestre. Luego examinan mi paladar para saber si no confundo las sensaciones del gusto. Por fin me preguntan cosas muy raras, a las que tengo que contestar sin reflexionar: me hacen sumar y restar, toman una prueba caligráfica de mi puño y letra, y acaban por preguntarme si sé quién era Napoleón.

Vamos, que es de esos libros que se suelen considerar obras maestras y a mí, por el contrario, me parece... No sé, pesado. Pero nadie debería hacerme caso. Cuando el río suena, agua lleva.


sábado, 14 de febrero de 2009

Lobster

Clave de lectura: Surrealismo al poder en el Titanic.
Valoración: Imaginativo. Raro ✮✮✮✩✩
Música: Titanic, de James Horner ♪♪♪
Portada del libro Lobster, de Guillaume Lecasble.

Una opción para leer un 14 de febrero, cuando l'amour llama a tu puerta y tú estás en casa, y para colmo abres, que ya te vale.

Anjelina y Lobster se conocen en el Titanic. Él es un hermoso bogavante que, por esas cosas del destino, se encuentra a bordo del transatlántico. No puede decirse que el acuario sea de su gusto, aunque pronto llegará el momento de abandonarlo, tras un breve viaje a la cocina.

Justo cuando van a introducirlo en la olla, se produce una terrible sacudida que le hace perder el conocimiento. Al despertar, se encuentra con Anjelina, pasajera de primera, atrapada entre las gélidas aguas que a él le hacen precisamente revivir.

Para conseguir que ella también se recupere, nada mejor que un trabajillo cuidadoso con frotamiento de pinzas, que le caliente la sangre.

La señorita, feliz del resultado, se lo lleva en el bolsillo del abrigo cuando sube al bote salvavidas, pensando en repetir a la primera oportunidad.

Por desgracia, las circunstancias del naufragio los separan, y a partir de ahí todo el relato gira en torno a su mutua búsqueda, aunque la incomprensión parezca reinar en el mundo. Qué le van a hacer...

En la cocina, Lobster extiende las antenas. Capta su olor. «¡Es ella! ¡Es ella!», exclama en su interior. Se agita. Da unos coletazos. Salpica el agua del acuario: las gotas se evaporan al caer sobre la estufa. Lobster sabía muy bien que él y Anjelina estaban hechos el uno para el otro.

¡Vaya argumento tan surrealista! Habrá que tomar Lobster como una metáfora, supongo. Aun así, imaginación no le falta al autor, el francés Guillaume Lecasble, sólo para conseguir mantenernos con la curiosidad activada hasta el final.


lunes, 2 de febrero de 2009

Memorias de un amante sarnoso

Clave de lectura: ¿Qué tipo de criatura extraña es la mujer? Groucho nos lo explica.
Valoración: Ja, ja, ja, ja... ✮✮✮✮✩
Vídeo: Escena de Sopa de ganso ♪♪♪
Portada del libro Memorias de un amante sarnoso, de Groucho Marx.

Ah, la gran pregunta existencial: ¿qué tipo de criatura extraña es la mujer?

En sus Memorias de un amante sarnoso, el perspicaz analista de la mente humana Groucho Marx nos ofrece un estudio al respecto.

Comienza con las diferencias generales entre hombres y mujeres (L'amour, la gran diversión), y de qué manera han afectado a la evolución del mundo (La historia antinatural del amor).

Después rememora algunas experiencias propias (Notas sociales de un desterrado de la sociedad), y las compara con las de unos amigos (Cosas que les sucedieron a otros ocho tipejos).

Todo lo cual desemboca en un corolario (La filosofía marxista según Groucho).

Alex no era de los que se casaban. Solía decir que ninguna chica le había proporcionado tanto placer como una buena partida de póquer. Pero empezaba a resultarle cada vez más difícil reunir suficientes jugadores para una de aquellas maravillosas timbas que en otros tiempos solían montar en un cuartito acogedor impregnado de olor a cigarros, cigarrillos, tabaco de pipa, cerveza y licores. A pesar de que el pestazo suele resultar espantoso, una reunión de hombres solos jugando a las cartas logra sacar a la superficie al macho que llevan dentro.

El autor asegura que su ensayo está escrito con todo rigor y que, si alguien llega a probar que estas páginas contienen una sola inexactitud, donará gustoso cinco mil dólares a la fundación de la señora de Groucho Marx para el cuidado y el perfeccionamiento del señor Groucho Marx.

Toda una garantía.