Etelredo II el Indeciso, hijo de Edgar el Pacífico (el que había raptado y violado a santa Wulfrida), hermano de Eduardo el Mártir, etcétera, accedió en 991 a que un montón de plata cambiara de manos, creyendo que compraba para siempre la paz.
Se llama danegeld al dinerillo que los reyes ánglicos pagaban a los vikingos para que no se molestasen en desenfundar el hacha y les dejaran con sus indecisiones, sus pacíficos raptos y violaciones y sus martirologios.
Los hombres del norte entendieron otra cosa: solo con dejarse ver a medio golpe de remo, la rentabilidad de las expediciones quedaba asegurada. 994, 1002, 1004… ¡Plata al saco!
Sven y Canuto se aburrían ya cuando terminaron de llenar las arcas. A partir de entonces… Bye bye, Etelredo.
1 comentario:
eran tiempos más sencillos, ¿verdad? sin tanta red social y tanto móvil comiéndonos el cerebro. Sólo la proa del barco con tus colegas rumbo a tierras desconocidas ;)
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