viernes, 9 de mayo de 2025

El precio de la paz

Trompa musical en un desfile.

A menudo resulta difícil trazar una línea entre violencia «justa» e «injusta», o entre medios moralmente o no aceptables para alcanzar un fin justo.

(Habría que definir aparte la justicia, pero supongamos que tenemos en mente un marco de referencia común).

La guerra, expresión última de dicha violencia, crea su propia moral, y esta comparte apenas el nombre con el concepto que aplicamos en un ámbito civil. Incluso muta según el momento y las circunstancias del conflicto.

¿Tú podrías matar a alguien?, me preguntaban hace poco. Y mi respuesta no fue negarlo como algo propio de monstruos ni plantar los pies con firmeza, aludiendo a defenderme de un peligro que me amenazara a mí o a los míos.

Solo pude contestar que no lo sabía. Y pido con todas mis fuerzas que jamás tenga que averiguarlo.

¿Es lícito entonces fundamentar los valores de nuestras vidas civiles, verbigracia el ansia de paz, sobre la máxima para bellum? ¿Debemos «prepararnos»?

No conozco a nadie, por ejemplo, que no opine que, si se hubiera plantado cara a Hitler en aquella Conferencia de Munich...

Pero claro, pongámonos en la piel de ciudadanos británicos o franceses de la época, con memoria de los gases asfixiantes, las trincheras y el Somme.

¿El führer quiere los Sudetes? ¡Pues solucionado! Ni sangre, ni sudor, ni lágrimas.

¿Quién habría estado dispuesto a sacrificar sus propias vidas, o las vidas de sus hijos, para que generaciones posteriores disfrutaran de libertad y democracia?

Dicho sin circunloquios: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar hoy, hoy mismo, como sociedad y a nivel personal, para que los nuevos führer que parecen salir de debajo de las piedras (¡oh, la patria, la grandeza de la patria!) lleguen a conclusiones de no agresión dentro de sus cerebros de psicópatas?

En este caso no vale un socorrido «no lo sé»…


1 comentario:

Beauséant dijo...

Una reflexión interesante, lo he pensado muchas veces. Si fuese ucraniano, ¿qué hubiese preferido?, que me mandasen al frente a morir, o una rendición y seguir con mi vida bajo otra bandera... Hay casos extremos, genocidios, exterminios, pero si lo único que cambia es la bandera.

Lo único que pediría es que todo aquel, en especial los políticos, que hablan con tanta ligereza de la guerra, fuesen, ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos, los primeros en alistarse en primera línea. Quizás así me convenciesen a mi también.

Saludos