lunes, 25 de julio de 2011

En la Armada

Buque de guerra y pescador.

Venga, a ver quién de los dos pesca primero un submarino...

lunes, 18 de julio de 2011

Una mente maravillosa

La crítica recurrente que le hacen a las melodías de James Horner es su «autoinspiración» (los más audaces dicen «autoplagio»). Por no ir más allá con la familiaridad entre uno de los temas principales de Willow y la Sinfonía Renana de Schumann.

Resulta indiscutible reconocer varios leitmotiv en más de una banda sonora del premiado compositor. Esa secuencia de cuatro notas que indica «peligro cerca» y que nos pone a todos automáticamente en alerta…

Sus defensores aducen que lo hace aposta. Sería imposible no notarlo, así que debe de ser un efecto buscado. El porqué ya pertenece al reino de la especulación psicológica (o quizá al de la comodidad de cobrar el cheque sabiendo que la respuesta emocional del espectador a esa escena, que es lo que quiere el director de la película, está asegurada).

La polémica se repite entre las músicas de El hombre bicentenario y Una mente maravillosa.

Aun así, yo al menos no puedo decir otra cosa: a mí me gusta. Con esa voz, esas figuraciones de las maderas, la entrada del piano, de las cuerdas…


lunes, 11 de julio de 2011

El corazón de las tinieblas

Clave de lectura: El horror, el horror...
Valoración: ✮✮✮✮✮
Comentario personal: Inolvidable.
Música: The End, de The Doors ♪♪♪
📖
Portada del libro El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad: inolvidable.

Charlie Marlow relata lo que ocurrió años atrás a bordo de un bote de vapor. Su misión era remontar el río Congo para encontrar al señor Kurtz, tratante de marfil.

Las imágenes acuden vívidas a su mente, como si de nuevo se encontrara allí.

Kurtz... Personaje misterioso y admirado. Nadie había conseguido antes unos resultados comerciales tan espectaculares. Y tampoco nadie pregunta de qué manera lo hace.

Una selva brutal y profunda se abre a proa y se cierra de nuevo nada más pasar.

Van quedando atrás las factorías en las riberas, habitadas por colonos que deben enseñar a las hordas de nativos a abolir sus bárbaras costumbres.

Colonos que, según avanzan hacia el interior, muestran cada vez más signos de agotamiento. Físico y sobre todo... moral.

No había consejos prácticos que interrumpieran aquella mágica corriente de frases, a no ser que una especie de nota al pie de la última página, garabateada evidentemente mucho más tarde, con mano temblorosa, pueda considerarse como la exposición de un método. Era muy simple y, tras toda aquella emocionada apelación a todo tipo de sentimientos altruistas, te dejaba atónito, te cegaba, y era aterradora, como un rayo en un día despejado: «¡Exterminar a todos los salvajes!».

Y el nombre de Kurtz continúa creciendo, inmenso, como el de un dios esperándoles en su destino.

Hasta que, una vez alcanzado, lo que encuentran allí es...